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Summary: La perfección no es...

La perfección no es...

Sagrada Escritura:

Levítico 19:1-2,

Levítico 19:17-18,

1 Corintios 3:16-23,

Mateo 5:38-48.

Reflexión

Queridos hermanos y hermanas,

¡Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto!

Me asombró la última línea del evangelio de hoy tomada del evangelio de San Mateo.

¿Por qué estaba asombrado?

Fue un llamado para mí de Jesucristo.

La pregunta que me rondaba es: ¿Es posible que yo sea como el Padre celestial?

No es posible en un sentido ordinario.

Pero…

Es posible hasta cierto punto ser perfectos en nuestras vidas.

No hay nada malo en tratar de ser perfecto como el Padre celestial.

En otras palabras, cómo podemos hacerlo…

Simplemente siendo Santo.

La santidad es holística.

La santidad no es parte de algo en nuestras vidas.

La santidad es como una imagen especular de nosotros.

La santidad refleja lo que somos en nuestro interior o en nuestra vida privada.

La santidad refleja lo que somos en privado y lo que somos en público.

Es el mismo reflejo cuando nos miramos en el espejo para nuestra misma imagen.

No hay filtro como el de las nuevas aplicaciones para hacer clic en fotos en nuestros teléfonos inteligentes.

Entonces,

¿Cómo llegamos a ser santos?

San Pablo dice:

“¿No sabéis que sois templo de Dios,

y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

Si alguien destruye el templo de Dios, Dios destruirá a esa persona;

porque el templo de Dios, que sois vosotros, es santo” (1 Corintios 3:16-17).

Aquí San Pablo no habla sólo del cuerpo.

Habla de cuerpo, mente y alma.

En otras palabras, habla en un sentido de plenitud de vida.

La totalidad es el cuerpo en su totalidad, los patrones de pensamiento y la inclinación espiritual.

Tener un cuerpo sano incluye buenos pensamientos y acciones espirituales.

En este contexto, el evangelio de hoy destaca cómo tener buenos pensamientos y acciones espirituales:

“Oísteis que fue dicho… Pero yo os digo…”

Esta es una nueva palabra, una nueva vida, un nuevo mundo de Jesucristo como leemos:

“El que guarda la palabra de Cristo,

el amor de Dios verdaderamente se perfecciona en él” (1 Juan 2:5).

El amor de Dios filtra nuestros malos pensamientos.

El amor de Dios purifica nuestras acciones.

Finalmente, nos convertimos en una combinación de buenos pensamientos y acciones espirituales.

Esta combinación nos lleva a ser santos o perfectos.

Esta combinación no es un producto acabado como dice San Pablo:

“Que nadie se engañe a sí mismo.

Si alguno de vosotros se tiene por sabio en este siglo,

hágase necio para hacerse sabio” (1 Corintios 3:18).

Es un proceso a lo largo de nuestra vida.

“Así que nadie se gloríe de los seres humanos, porque todo os pertenece,

Pablo o Apolos o Cefas,

o el mundo o la vida o la muerte,

o el presente o el futuro:

todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios” (1 Corintios 3:21-23).

Purifiquemos nuestro cuerpo físico, mente y alma como nos llama el libro de Levítico 19:17-18:

“No guardarás odio por tu hermano o hermana en tu corazón.

Aunque tengas que reprender a tu conciudadano,

no incurran en pecado por causa de él.

No te vengues ni guardes rencor contra ninguno de los tuyos.

Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Yo soy el SEÑOR.”

Que el Corazón de Jesús viva en el corazón de todos. Amén…

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