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Summary: Esta es una oportunidad que nos ha dado Dios para presentar una palabra que nos dio inicialmente para compartir con los maestros de Escuela Dominical orientada a los padres y madres así que vamos a estar ministrando esta vez nuestras propias vidas.

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Para que la Palabra haga lo que Dios quiere y sea prosperada en aquello para lo que la envió, primero tenemos que reconocer el ministerio que Dios puso en nuestras manos al permitirnos el privilegio de ser padres o madres. Dice la Palabra en el Salmo 127:3, “He aquí, herencia de Jehová son los hijos; cosa de estima el fruto del vientre.” En otro lado, David decía en el Salmo 16:6 “Las cuerdas me cayeron en lugares deleitosos y es hermosa la heredad que me ha tocado.” La forma de repartir una herencia, era echando suertes. Algunas veces creemos que es cuestión de suerte el tener hijos, sabemos que no es así, pero por si acaso la suerte tuvo algo que ver, David decía en el verso anterior (Salmo 16:5), “tú sustentas mi suerte”. ¿Podríamos nosotros declarar que es hermosa la heredad que nos ha entregado Dios para administrar cuando nos dio a nuestros hijos?

Entonces estoy hablando a las personas correctas. Dice Apocalipsis 1:6 que “Jesucristo nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre.” Y en Isaías 61:6 nos dice también: “Y vosotros seréis llamados sacerdotes de Jehová, ministros de nuestro Dios seréis llamados…”. En nuestro hogar Dios nos ha puesto como sacerdotes, ministros, guías, encargados de sembrar la Palabra y velar por la vida espiritual de nuestros hijos. Cuando veamos Esdras, el sacerdote o Esdras el escriba, veamos nuestro nombre, como sacerdote y ministro o maestro de la Palabra en nuestra casa, y el pueblo son nuestros hijos.

Neh. 8:1 … “y se juntó todo el pueblo como un solo hombre y dijeron a Esdras que trajese el libro de la Ley”. Las actitudes de muchos de nuestros hijos en este tiempo, no son más que un reflejo de que una necesidad, que nuestros hijos tienen hambre y sed de la Palabra de Dios, lo que están demostrando es que necesitan de una guía en este mundo que sólo ofrece confusión y caos. Lo están pidiendo a gritos, es tiempo de que aprovechemos esta preciosa oportunidad para permitir que Dios haga una obra trascendente en sus vidas.

Neh. 8:2-3 … Y el sacerdote Esdras trajo la ley delante de toda la congregación, … y de todos los que podían entender… Los niños pueden entender a Dios desde el vientre, David decía en el Salmo 139 “… tú formaste mis entrañas, tú me hiciste en el vientre de mi madre… y mi embrión vieron tus ojos”. Recuerdo que estando embarazada, cuando sentía algunos malestares, les hablaba a mis hijos, y hasta ahí llegaba el malestar. Cuando traen el recién nacido a los brazos de su madre llorando, con sólo escuchar su voz, se calma. Eso es porque reconoce la voz de su madre y encuentra seguridad en el lugar hostil y extraño a que acaba de llegar.

Nosotros somos los que ponemos barreras o subestimamos su inteligencia, creyendo que no pueden entender. (Anécdotas de Humberto jr. “En paz me acostaré” y “Dónde está el amor”). Los niños pueden entender la Palabra de Dios, mejor que muchos adultos que están llenos de amargura, prejuicios, vanas filosofías, etc. Nuestra actitud muchas veces se parece a la de los discípulos que reprendían a los que traían los niños al Señor, creyendo que iban a ser estorbo, que sería un tiempo desperdiciado con ellos. Dice en Marcos que Jesús se indignó y les dijo: “Dejad a los niños venir a mí y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.” Dejemos pues que los niños vengan al Señor, reconociendo que ellos pueden entender. Y mientras nosotros creemos que ellos no entienden, el enemigo les envía mensajes en código (subliminales), y ellos lo captan. No dejemos que el enemigo gane ventaja alguna sobre nosotros, no ignoremos sus maquinaciones. (II Corintios 2:11)

Neh. 8:4-5 … “Y el escriba Esdras estaba sobre un púlpito de madera… abrió el libro a ojos de todo el pueblo, porque estaba más alto que todo el pueblo”… Dios nos ha colocado en un lugar de autoridad. Esta autoridad tiene como fin enseñar, guiar, corregir e instruir a nuestros niños. Dios lo primero que hizo cuando liberó a su pueblo de Egipto fue darles los Diez Mandamientos y muchas otras leyes. Nuestros hogares también deben tener reglas que cumplir, siempre de acuerdo con la Palabra de Dios. Un hogar donde no hay reglas, entregará al mundo un niño que no respeta autoridades escolares, un ciudadano que no obedece leyes, tan simples como las de tránsito, mucho menos leyes de pago de impuestos, de cuidado y respeto por los recursos naturales y la propiedad ajena. Pero ejercer la autoridad que se nos dado no significa que nos convertimos en dictadores, tiranos que no admiten consejo, que trazan reglas imposibles de cumplir, aún por nosotros mismos. El Señor le dijo una vez a un intérprete de la ley “¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! Porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis.”

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