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Cultivando La Alegría Y La Gentileza Series
Contributed by Richard Tow on Jan 8, 2025 (message contributor)
Summary: El gozo en el Señor y la amabilidad en el trato con los demás afectan nuestra calidad de vida. Cuando pensamos correctamente en Dios y en nuestra relación con Él, el gozo y la amabilidad fluyen naturalmente.
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Introducción
En Filipenses 4:1 se nos da la instrucción de “estar firmes en el Señor”. i A esto le sigue una serie de exhortaciones que nos dicen cómo hacerlo.
La exhortación en los versículos 2 y 3 tiene que ver con mantener la unidad en la congregación. Eso no siempre es fácil de hacer, ¿verdad? Por eso Efesios 4 nos dice que “esforcemos” por mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz. Tenemos que trabajar en ello. Tenemos que reconocer la necesidad de ello y, como dice la NVI, debemos “hacer todo lo posible” por preservar esa unidad.
El problema con el que nos encontramos es que a veces nos llevamos mal unos a otros. Alguien dice algo que hiere nuestros sentimientos. La gente se aprovecha de nosotros. Puede que la gente no aprecie el arduo trabajo que hacemos. Pueden suceder muchas cosas que nos hagan querer retirarnos de la comunidad y tratar de servir al Señor sin esas relaciones. Cuando surgen conflictos, podemos sentirnos tentados a tratar de vivir nuestra fe separados de la gente de la iglesia.
Pero eso es un error. No funcionará a largo plazo. ¿Por qué? No estamos diseñados para andar solos. Dios ha diseñado la interdependencia en el Cuerpo de Cristo. No solo debemos caminar con Dios, sino que también debemos caminar unos con otros en amor. ii La mentalidad del llanero solitario no es bíblica. Dios no nos equipó para ser llaneros solitarios. Nos necesitamos unos a otros por diseño divino.
La semana pasada ilustramos esa realidad con el sistema de raíces que sostiene a las secuoyas gigantes. La raíz de un árbol de secuoya solo desciende diez o doce pies. Eso no podría sostener un tronco de 350. Lo que sostiene al árbol es su interconexión con las otras secuoyas. Sus raíces se extienden lateralmente 60-80 pies conectándolo con los otros árboles. Es por eso que las tormentas no los derriban.
En 1 Corintios 12, Pablo usó la metáfora del cuerpo humano para enseñar esta interdependencia. El cuerpo humano está diseñado con muchos miembros que dependen unos de otros. “El ojo no puede decir a los pies: ‘No os necesito’”. Yo os necesito y vosotros me necesitáis. Nuestra diversidad es nuestra fuerza cuando nos mantenemos unidos y nos servimos unos a otros. Una mano no puede sobrevivir sin las funciones de las otras partes del cuerpo. Esa interdependencia no puede ignorarse.
La naturaleza nos enseña este principio de interdependencia en el reino animal. El antílope o ñu que se separa de la manada es el más vulnerable. Los leones devoran al que se separa de la seguridad de la manada. Así que, por nuestro propio bienestar y el bienestar de nuestros hermanos creyentes, debemos seguir la exhortación de Pablo en Filipenses 4:2-3. Solo podemos “estar firmes en el Señor” si nos apoyamos unos a otros y trabajamos juntos.
En nuestro texto de hoy consideraremos dos instrucciones adicionales para permanecer firmes en el Señor. Filipenses 4:4 nos dice que mantengamos un corazón alegre delante del Señor. El versículo 5 nos dice que mantengamos la mansedumbre en nuestras relaciones con los demás.iii Estos son imperativos, dos mandamientos por los que debemos vivir. Podemos considerarlas como deberes, pero es mejor verlas como vías para una vida abundante.
Nuestras vidas se enriquecen cuando practicamos estas disciplinas. Después de instruir a los discípulos en Juan 13, Jesús les dijo: “Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las practicáis”. La bendición está en el hacerlas. Somos bendecidos cuando cultivamos el gozo en nuestra relación con el Señor y la amabilidad en nuestras relaciones con los demás. A través de estas disciplinas creceremos en la gracia y el conocimiento del Señor Jesucristo. Seremos fortalecidos en nuestro caminar con Dios y en nuestra influencia hacia los demás.
I. Primero, miremos juntos la directiva en 4:4: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”
El gozo es un tema constante en esta carta. En 1:4 Pablo habla del gozo que experimenta cuando ora y piensa en estos conversos en Filipos. En 1:18 habla de regocijarse en el hecho de que el evangelio está siendo predicado, aun cuando algunos de los predicadores lo están haciendo por motivos egoístas. En 1:25 expresó gozo en la oportunidad de continuar ministrando a los cristianos en Filipos. En el capítulo 2 habla de su gozo en su unidad (2:2) y su fiel testimonio en Filipos (2:16). Lo primero que dice en el capítulo 3 es “Regocijaos en el Señor”. Ahora en nuestro texto lo dice nuevamente: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”
¿Por qué lo dice dos veces en nuestro texto? No quiere que se lo pierdan. Es demasiado importante. El mantenimiento del gozo y la alegría en nuestro corazón es esencial para nuestra salud espiritual. En 2:14 escribió: “Haced todo sin murmuraciones ni contiendas”. Discutir entre nosotros socavará nuestro progreso. Ya abordamos este tema en nuestro análisis de 4:2-3. También lo harán las quejas y la ingratitud. Veamos lo que les pasó a los hijos de Israel en el desierto. Su murmuración y quejas les acarrearon todo tipo de juicios. Esa actitud de corazón fue un factor importante en su fracaso para entrar en la Tierra Prometida. Si no nos regocijamos, es probable que empecemos a quejarnos.