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Summary: Al orar hagamos evidente que vivimos para el Rey

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Los discípulos de Jesús un día se dieron cuenta de que estaban limitados y carentes de conocimiento de algo y fueron intencionales en pedir a Jesús que les enseñara.

En el evangelio de Lucas 11:1 nos presenta la situación. Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, le dijo uno de sus discípulos: —Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos.

Los evangelios constantemente nos reportan a Jesús orando. Aquí no es la excepción. Jesús estaba orando en cierto lugar y quizá al verlo, notar el tiempo, la manera, la intensidad, la frecuencia de la vida de oración de Jesús, un discípulo se da cuenta de que ellos no sabían orar como Jesús lo hacía. Reconociendo su carencia le hace una petición muy especial: ¡Señor enséñanos a orar! ¡Señor no sabemos orar como tú lo haces! ¡Necesitamos que nos enseñes!

Y en respuesta a esta petición, Jesús enseña a sus discípulos (y a nosotros) a orar verdaderamente de acuerdo con la voluntad de Dios. De ahí surgen esas palabras tan especiales que se les ha conocido en la historia de la Iglesia como “la oración del Señor” o el “Padre Nuestro”.

Este mes, en nuestra serie de sermones, estamos haciendo la misma petición al Señor. Reconociendo nuestra carencia y nuestra limitación en el rubro de la oración le pediremos al Señor que nos enseñe a orar.

Porque tenemos que reconocer que no sabemos orar como Jesús. Nuestras oraciones parecen más bien listas de supermercado. Listas de lo que pensamos son nuestras necesidades. Listas de cosas y situaciones en las que nosotros somos el centro y la prioridad. Nuestras oraciones parecen más bien exposiciones de nuestros planes y sueños, centrados en nuestro bienestar y prosperidad en todo aspecto.

Nuestras oraciones tienden a parecerse a la expresión de los tres deseos concedidos por el genio de la lámpara maravillosa en la que tenemos la expectativa de que Dios cumpla nuestros requerimientos.

No cabe duda, que nosotros al igual que los discípulos necesitamos aprender a orar. Y precisamente, todo este mes estaremos considerando el Padre Nuestro para aprender a orar de la forma en la que Jesús enseñó a sus discípulos desde el principio.

Alinearemos las prioridades, énfasis y enfoque de nuestras oraciones a lo que enseña la infalible Palabra del Señor al respecto.

Hoy continuamos explorando la oración del Señor, tal como se nos presenta en el evangelio de Mateo capítulo 6 versículos 9 al 13.

Y en particular nos centraremos en la segunda frase de la oración del Señor. Dice Mateo 6:10, Venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

Desde los versículos iniciales, se nos ayuda a enfocar la oración en el lugar correcto. Nos ayuda a entender qué es verdaderamente importante en la oración.

Muchas veces cuando pensamos en oración pensamos en nuestras listas de necesidades. Como que queremos llegar rápido a la segunda parte del Padre Nuestro: Nuestro pan diario dánoslo hoy; perdona nuestras deudas, no nos metas en tentación…todo esto que tiene que ver con nosotros y nuestros intereses.

Pero cuando Jesús enseñó a sus discípulos a orar, desde el principio, enfocó el lugar correcto de la prioridad de la oración: La enfocó en Dios. Porque este asunto no sólo es el punto de partida de la oración sino la prioridad de la oración.

La oración no se trata principalmente de desahogar nuestras necesidades, sino de centrar nuestro corazón en Dios.

Por eso este día debemos aprender esta lección: Al orar hagamos evidente que vivimos para el Rey. Si nuestras oraciones más parecen una válvula de escape o catarsis de las tensiones de nuestras vidas, tenemos mucho que aprender y el Padre Nuestro nos señala que cuando oramos lo que debe ser nuestra prioridad y enfoque, no somos nosotros, sino nuestro glorioso Dios y Rey quien es el centro de todas las cosas.

La oración reenfoca nuestro corazón al lugar correcto, de donde parte todo y es el fin de todo: nuestro grandioso Rey y Señor de quien dependemos y a quien servimos.

Por eso, esta lección es muy importante si queremos orar como Jesús oraba, necesitamos al orar hacer evidente que vivimos para el Rey.

Te has dado cuenta que hasta la persona más callada y reservada tiene algún tema de conversación. Es verdad. Normalmente, hablamos de lo que nos interesa, apasiona o gusta. Seguramente puedes identificar a algunos de tus amigos y conocidos por los temas de los que hablan. Algunos hablan de futbol o algún deporte todo el tiempo, a otros los temas sociales, ambientales o políticos los cautivan, otros más su familia o sus hijos son el tema de conversación, y para muchos más, los temas laborales son los que acaparan su conversación.

Hablamos de lo que está en el centro de nuestro corazón, y aún los más calladitos, cuando nos tocan “nuestro tema”, salimos de nuestro escondite y hablamos ante el asombro de todos.

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