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Summary: Nuestras vidas deben ser escaparates del evangelio.

Soy el menor de 4 hermanos, y los cuatro estudiamos en la misma escuela, por lo menos nuestra educación básica. Así que muchos de los maestros que les dieron clase a mis hermanos, fueron también mis maestros. Cuando llegó mi turno de hacer mi travesía en esa escuela, me antecedía la fama de los Madera.

La pregunta obligada de esos primeros días del curso escolar por parte de los maestros era: ¿Es tu hermana Nelly o Lety o Rubén Madera? Mis hermanos eran conocidos en esa escuela por ser excelentes alumnos y por su buena conducta, y aquí llegaba el último de los Madera ¿Y cuál creen que era la expectativa? Qué yo también sería un Madera.

Gracias a Dios, no dejé tan mal a la casta Madera. Pero entendí que ser un Madera tenía sus implicaciones para la vida diaria. Qué si te apellidabas Madera en esa escuela, ya de entrada había un conjunto de expectativas e implicaciones que impactarían tu manera de actuar, de hablar y desempeñarte como estudiante.

De manera semejante, ser un discípulo de Cristo también tiene implicaciones evidentes para la vida diaria. De entrada, con reconocerte como discípulo de Cristo, tiene un conjunto de expectativas e implicaciones que impactan en todo lo que haces en esta vida.

Y este mes, hemos estado subrayando en nuestra serie de sermones, que la implicación principal que tenemos como discípulos de Jesucristo es que tenemos una “Vida Misional”. El creyente vive por y para cumplir la misión de hacer discípulos.

Si algo debe consumir nuestra pasión y nuestra vida es el cumplimiento de la misión encomendada por Jesús de ir y hacer discípulos a todas las naciones. Un discípulo de Jesús hace más discípulos de Jesús. Un discípulo de Jesús siempre está de misión en cada conversación, acción, decisión y relación.

La vida misional no sólo se trata de estar hablando del evangelio de Cristo, sino también, y sobre todo, de estar viviendo el evangelio de Cristo. El cristianismo no es sólo un conjunto de creencias y pensamientos teóricos, sino es sobre todo, un estilo de vida fundado en la Palabra del Señor.

Tener una vida misional es mostrar el evangelio en nuestras decisiones, conversaciones, opiniones, relaciones, de tal manera, que las personas puedan observar cómo vivimos y sean desafiados a creer en Jesucristo también.

Por eso este día decimos: Nuestras vidas deben ser escaparates del evangelio. Los escaparates son espacio muy públicos y visibles situados en la fachada de los establecimientos comerciales y cuyo propósito es mostrar los productos o servicios que se ofrecen en el interior. Los escaparates hacen público lo que está pasando en el interior.

Así mismo nuestras palabras y acciones, nuestras publicaciones y opiniones, nuestras decisiones y actitudes, nuestro estilo de vida, debe hacer públicas las realidades espirituales que están operando en nuestro interior por causa del evangelio. Nuestras vidas deben mostrar públicamente el evangelio en acción, qué desde dentro hacia afuera, produce una vida que agrada a Dios e impacta a su alrededor con la verdad de Cristo.

La vida misional es vivir en la vida diaria el evangelio. Nuestras vidas deben ser escaparates del evangelio.

Conocí a un joven cristiano que cuando apenas comenzaba a conducir y en su inexperiencia en un estacionamiento golpeó otro vehículo que se encontraba ahí. Nadie lo vio, no había cámaras, no había vigilancia, bien puedo haber seguido su camino y aparentemente, no hubiera pasado nada.

Pero lo que este joven hizo fue quedarse esperando a que el dueño del otro carro apareciera para reconocer el daño que había causado y ponerse de acuerdo con el propietario para la reparación del mismo.

Cuando el padre de este joven llegó a la escena, el propietario del automóvil dañado le dijo: Señor, quiero felicitarle porque tiene un hijo excelente. Este tipo de acciones ya no se ven en nuestros días.

Efectivamente, el estilo de vida de un verdadero discípulo de Cristo es algo raro y diferente en un mundo que se opone a la verdad. Pero es precisamente a lo que somos llamados, a vivir de una manera diferente al mundo, con un estilo de vida que muestre, cual escaparate, el evangelio de Cristo.

Así nos dice Jesús, como sus discípulos en Mateo 5:16, Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo.

Vivir de tal manera, que siempre nuestro Padre celestial sea honrado, sea alabado, sea glorificado, por la manera en la que sus hijos viven en este mundo. Que cuando él entre en escena, le digan de alguna manera: “Señor, está haciendo un maravilloso trabajo con sus hijos, cosas como estas ya no se ven en nuestros días”.

El apóstol Pablo habla precisamente de esto en su epístola a Tito en la que le da instrucciones a Tito, su hijo en la fe y compañero de ministerio, a quien había dejado en Creta para poner en orden las cosas.

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