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Ven Señor Jesús: Amor
Contributed by Wilbur Madera Rivas on Dec 13, 2025 (message contributor)
Summary: El amor verdadero solo lo encontramos en Jesús
Estamos en el tercer domingo de Adviento. El adviento es una temporada de preparación para celebrar el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo. Es decir, para recordar la encarnación de la segunda persona de la trinidad, la cual celebramos en Navidad.
Por eso en este tiempo celebramos y recordamos que Jesús es nuestra paz y Jesús es nuestro gozo. Pero también hoy celebramos que Jesús es el amor de Dios manifestado hacia su pueblo.
Entonces, en adviento celebramos el amor de Dios en el pasado en la primera venida de Jesús, pero también celebramos el amor de Dios que se manifestará en su plenitud final cuando tengamos su segundo advenimiento o segunda venida. El adviento mira hacia el pasado, pero también mira hacia el futuro, para que a la luz de estas dos realidades vivamos nuestro presente en Cristo. Por eso, nuestra serie se llama: Ven Señor Jesús.
Hoy abordamos, entonces, el amor. Cuando hablamos de amor quizá inmediatamente pensamos en una pareja. Quizá muchos de nosotros estuvimos en alguna boda recientemente, y la palabra amor fue la reina de la noche.
Otros, quizá cuando pensamos en amor, pensamos en unos padres y sus hijos. Como el caso del que me enteré esta semana de dos familias en Colombia que por equivocación en el hospital les intercambiaron al bebé que correspondía a la otra familia. Y el drama familia que se estaba dando porque después de seis años de crecer al niño equivocado tenían que entregarlo a su respectiva familia biológica. ¡Qué prueba tan grande desprenderse del niño que ya amas como tu hijo, aunque no sea tuyo de sangre!
O bien podemos pensar en amor relacionándolo con amigos y hermanos fraternales con quienes compartimos nuestras vidas.
En fin, el amor siempre tiene algún referente para nosotros. Si bien estos referentes humanos son parte de nuestra experiencia del amor, cuando hablamos de la esencia, origen, significado y propósito del amor tenemos que ir a la fuente de todo que es nuestro Dios.
La Biblia afirma que Dios es amor. Advierte que el amor es de Dios y que si vamos a hablar de amor verdadero tenemos que empezar con conocer a Dios, porque él es amor. Es más, una de las evidencias más importantes de que conocemos a Dios es que podamos amar como él nos ha amado.
En fin, al hablar de amor tenemos que fundamentarnos y sustentarnos en Dios.
La Escritura nos habla en muchos lugares acerca del amor de Dios, pero hoy tomaremos un pasaje en el Antiguo Testamento, en el libro de Isaías en su capítulo 62, para derivar dos acciones que el amor de Dios realiza en y para su pueblo. Dos acciones que realiza o manifiesta el amor de Dios en nosotros.
En primer lugar, El amor de Dios persevera.
Dice Isaías 62:1-3 Por amor a Sión no guardaré silencio, por amor a Jerusalén no desmayaré, hasta que su justicia resplandezca como la aurora y como antorcha encendida su salvación. Las naciones verán tu justicia y todos los reyes, tu gloria; recibirás un nombre nuevo, que el Señor mismo te dará. Serás en la mano del Señor como una corona esplendorosa, como una diadema real en la palma de tu Dios.
Para entender Isaías 62, debemos considerar la realidad de su audiencia. Isaías apuntaba proféticamente hacia un período devastador: el exilio babilónico. Imagina la escena: Jerusalén en ruinas, el templo destruido, el pueblo deportado, Su identidad religiosa y nacional quebrada. Dudas profundas: “¿Nos ha abandonado Dios?”
El pueblo se encontraba aplastado por el imperio más poderoso de la época, Babilonia. Parecía que los dioses paganos habían vencido al Dios de Israel. Humanamente, no había salida.
Pero en medio de esa realidad en la que parecía que Dios había dejado de amar a su pueblo, en la que su justo juicio había disciplinado a su pueblo con el exilio, hay en el anuncio profético un gran clamor de esperanza y este era que el amor de Dios seguía vigente, seguía perseverante para con su pueblo caído.
Dios no iba a permanecer aparentemente callado o pasivo, Dios seguía amando a su pueblo y su amor es perseverante. Su amor no iba a descansar o desmayar sino hasta cumplir su cometido. Su amor persevera y cumple sus propósitos. Su amor nos descansa sino hasta completar su obra perfecta en su pueblo.
Su amor iba a perseverar hasta que esa ciudad y pueblo en ruinas y devastación fuera una antorcha de justicia y resplandeciera como la aurora. Eso era difícil de imaginar dadas las condiciones en que se encontraba el pueblo, pero su amor no iba a descansar hasta ver hecho una realidad que todas las naciones de la tierra vieran como su pueblo se vuelve una corona o diadema real esplendorosa en las manos de nuestro Dios.
Este es un amor que no claudica, este es el amor que no deja a medias las cosas, este es el amor que persevera, este es el amor cuyo origen es Dios, porque Dios es amor.
Sermon Central