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Summary: La doctrina de la elección debe traer a nuestros corazones un sentido de asombro por su maravillosa gracia y soberanía que nos lleve a la obediencia agradecida y gozosa para la gloria de Dios.

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Existe la buena costumbre en varias iglesias de corte reformado, de celebrar o recordar en el mes de octubre el legado teológico que se deriva de la histórica reforma religiosa del siglo XVI. Es cuando solemos escuchar nombres de personajes de la historia como Martín Lutero, Juan Knox, Juan Calvino y otros.

Y es en el mes de octubre porque el 31 de octubre de 1517, hace más de 500 años, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la capilla de Wittemberg, Alemania en las que argumentaba en contra de la venta de indulgencias. Este evento ha sido marcado como un hito en la historia que cristalizó en el movimiento de reforma en la iglesia de Cristo, de cuyo legado, nosotros, como iglesia Presbiteriana, somos herederos.

Por eso este mes de octubre y el próximo mes de noviembre, estaremos teniendo una serie llamada: Una salvación tan grande en la que estaremos explorando enseñanza bíblica acerca de nuestra gran salvación en Cristo que fue redescubierta en la Escritura y reinstaladas en la enseñanza de la iglesia a partir del movimiento de reforma.

Así que estas enseñanzas bíblicas, son particularmente especiales para nosotros como iglesia presbiteriana, pues recalcan el legado doctrinal bíblico que hemos recibido de las generaciones pasadas en la iglesia reformada.

Estas doctrinas bíblicas acerca de la salvación en Cristo son conocidas en el ámbito teológico como las “doctrinas de la gracia”, porque subrayan la maravillosa gracia de nuestro Dios como la base para nuestra salvación tan grande.

Hoy comenzamos con una doctrina que no es fácil de digerir pero que es una enseñanza de la Escritura. Y los que creemos en la Escritura como nuestra regla de fe y práctica, debemos considerarla como parte de nuestras creencias basadas en la Palabra de Dios. Nos referimos a la doctrina de la Predestinación y en particular a su parte esencial que es la elección por gracia o elección incondicional.

En abril de 1992, mi esposa y yo nos encontrábamos en el centro de Tlaquepaque, Jalisco. Teníamos apenas como tres días de casados y estábamos en nuestra luna de Miel. Unos parientes nos habían regalado la estancia en un bueno hotel en Guadalajara y otros, nos habían regalado los pasajes de avión, pero en realidad nosotros íbamos con un presupuesto muy limitado. Como a Delia le gustan mucho las artesanías mexicanas, pues una visita obligada en esa región era precisamente a Tlaquepaque.

Después de pasear y ver artesanías toda la mañana llegó la hora de la comida y comenzamos a buscar un restaurant acorde con nuestras posibilidades. Nos sentamos en las mesas de uno, muy acogedor y típico y nos trajeron el menú.

Inmediatamente, mis ojos comenzaron a escanear la lista de precios y se detuvieron en cierta sección que cobraba a menos de 15 pesos la ración (estamos hablando de hace 32 años). Pero la elección definitivamente fue para un platillo de $8 pesos y se trataba de “enchiladas campesinas”.

No podíamos creer que íbamos a comer un sabroso plato de enchiladas por $8 pesos por persona. Cuando nos sirvieron, Delia comenzó a observar las enchiladas con mucha atención y le preguntó al mesero: “Disculpe, ¿no se les olvidó por casualidad poner pollo a estas enchiladas?” (Pues se trataba de tortillas enrolladas y remojadas en salsa de tomate) El mesero le contestó: “No, así son las enchiladas campesinas que ustedes ordenaron”. Así que comimos lo que habíamos elegido, aunque probó ser una desafortunada elección.

Todos los días tomamos decisiones y elegimos entre una cosa u otro, entre un artículo u otro, entre un compromiso u otro, entre una acción u otra. Y siempre usamos criterios variados para elegir: conveniencia personal, comodidad, precio, rapidez, etc. Estamos acostumbrados a elegir.

Por eso, no se nos debe hacer nada extraño si decimos que Dios también ha elegido entre una persona u otra. Pero siendo sinceros, cuando se trata de la elección de Dios, enseñanza probada de las Escrituras, nos sentimos incómodos con la sola idea.

Quizá la incomodidad con la doctrina de la Predestinación, qué básicamente enseña que Dios eligió por gracia e incondicionalmente a los que son salvados por el sacrificio eficaz de Jesucristo, venga porque comparamos la elección de Dios con su referente más inmediato de nuestras propias elecciones.

Ciertamente, nuestras elecciones son normadas por criterios arbitrarios muchas veces, e inclusive, injustos. Pero cuando hablamos de la elección realizada por Dios, estamos hablando de la elección de un ser perfecto, justo, santo, bueno, intachable, irreprochable y sobre todo, soberano.

La Biblia nos presenta a Dios como el soberano que ha elegido por su libre gracia a su pueblo, a su gente, para que le sirva y le adore. Esta es una de las doctrinas bíblicas que no goza de mucha popularidad. Pero no porque no nos guste es menos bíblica y verdadera.

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