Sermons

Summary: Nuestra esperanza está segura porque tenemos un Dios que siempre cumple sus promesas.

  • 1
  • 2
  • 3
  • 6
  • 7
  • Next

Hay un dicho popular que dice: “El que espera, desespera”. Y quizá te identifiques con él. ¿No se si has ido a hacer tus compras navideñas y ves la fila para pagar larguísima y como que no avanzan rápidamente? ¿Cómo te pones mientras esperas tu turno?

¿O qué me dices de lo que has pedido por Amazon, Temu u otra plataforma en línea? Decía que llegaba en 48 horas y ya pasaron 50 horas y no ha llegado. ¿Y cómo te pones?

O cuando ya sabes que es la última semana escolar o laboral antes de salir de vacaciones ¡Qué tan lentos parecen pasar los días previos a la fecha establecida!

Esperar nunca ha sido fácil. Y se hace más difícil porque generalmente cuando esperamos no estamos seguros que las cosas llegarán conforme a nuestras expectativas cuando el plazo establecido se haya cumplido. La impaciencia y ansiedad mientras esperas se incrementa cuando no hay certeza de que llegará lo que esperas, al final de cuentas.

La gran mayoría de nuestras esperas son así de inciertas y por eso nos desesperamos, pero hay una espera que podemos llamar más bien “esperanza” porque podemos tener la certeza de que cuando el plazo se cumpla, tendremos esa realidad que esperamos.

La esperanza bíblica no es un simple anhelo de que ciertas cosas ocurran, o sea, un “ojalá” sucedan. Sino la esperanza bíblica es certeza de que algo que Dios ha prometido será cumplido cuando llegue el tiempo establecido.

Este día al seguir reflexionando en el testimonio de los “testigos de la Navidad” de acuerdo con el evangelio de Lucas, seremos recordados que Nuestra esperanza es segura porque tenemos un Dios que siempre cumple sus promesas.

Debemos saber que un día la espera terminará y viviremos lo que siempre fue nuestra esperanza gozando de la realidad del cumplimiento de las promesas del Señor.

El evangelio de Lucas incluye el testimonio de varios testigos de la Navidad, de la encarnación del hijo de Dios. Hemos visto al sacerdote Zacarías, a María y a Elizabeth, y hemos aprendido mucho de lo que ellos compartieron como testigos oculares de este gran acontecimiento.

Ahora seguimos en el capítulo 1 de Lucas y nos corresponde considerar el nacimiento de Juan el Bautista registrado en los versículos 57 al 80.

Recordemos que Elizabeth y Zacarías, los padres de Juan el Bautista, eran ya ancianos cuando milagrosamente pudieron concebir. En el anuncio de este hecho, Zacarías, había quedado mudo como señal y medida correctiva, con la indicación de que cuando el niño naciera también esta disciplina sería retirada.

Y así llegamos a los versículos 57-58 NVI: Cuando se le cumplió el tiempo, Elisabet dio a luz un hijo. Sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había mostrado gran misericordia y compartieron su alegría.

La llegada de un niño esperado siempre es motivo de alegría. En el caso de Elizabet todo era alegría porque este niño había sido esperado toda su vida y además, ellos ya sabían que sería un niño importante en el reino de Dios.

El plazo se cumplió y llegó el gran día del parto. Un niño siempre provoca movilización de la familia y amigos cercanos. Hay quienes viajan grandes distancias, incluso a otras partes del mundo, con tal de conocer a bebés recién nacidos de la familia. Pues el caso de Elizabet no fue la excepción. Todos reconocían la mano poderosa y misericordiosa de Dios en la llegada de este niño al seno de esta familia.

Después de la incógnita de a quien se va a parecer el bebé recién nacido, pienso que la segunda pregunta es cómo se va a llamar. Y esto es lo que vemos en nuestra historia.

A los ocho días de nacido lo llevaron a circuncidar. Con esto estaban marcando al niño como heredero del pacto y las promesas de Dios. Lo estaban incluyendo dentro de esta relación especial de Dios con su pueblo.

Y tal parece que era la costumbre asignar el nombre del bebé el día de la circuncisión. Así que los parientes hicieron lo que todos hubiéramos hecho, asumir que el primogénito varón se llamaría como su papá.

Claro está que hay algunas honrosas excepciones, como en mi caso, nadie supuso que llamaría “Wilbur” a mi primogénito. Así que está disponible el nombre para quien quiera.

Ellos pensaban que Zacarías sería su nombre, pero Elizabet es firme en decir que estaban equivocados en su suposición. Su nombre sería “Juan”. Juan significa “Jehová ha mostrado gracia”.

Entonces, se armó una pequeña controversia con los familiares. No entendían porqué se llamaría Juan si no había ningún juan en la familia. Así que este asunto se tenía que resolver con la cabeza del hogar, el padre del pequeño. Pero recordemos que el había estado mudo durante todo el embarazo.

Copy Sermon to Clipboard with PRO Download Sermon with PRO
Talk about it...

Nobody has commented yet. Be the first!

Join the discussion
;