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Summary: Dónde está basada nuestra relación con Dios

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¿Quién, pues, podrá ser salvo?

Marcos 10:17-27

Intro. Creo que por haber crecido en un ambiente de médicos aprendí a no darle tanto énfasis a la enfermedad. En la casa cuando tenías calentura, te daban el medicamento y te mandaban a acostarte. Allí pasabas el día y luego, ya te sentías mejor y seguías con la vida. No se movían ambulancias ni paramédicos, sólo te daban tu medicina y te mandaban a acostarte. Por eso creo que la enfermedad normalmente no es el fin del mundo para mí. Recuerdo, en especial una vez, que me enfermé del estómago. Sabía qué tomar, así que simplemente comencé a tomarlo. El problema continuó… entonces, sencillamente me acosté y tomé algunos remedios caseros que conozco. Seguía con mi mentalidad… es “una infección común, ya pasará”. Para no hacerles largo el cuento, cuando ya había tenido más de 12 deposiciones fue que levanté el teléfono para pedir ayuda a los expertos. Acabé con un suero intravenoso y un antibiótico bastante fuerte para acabar con el mal.

“Pensé que podía librármela yo sólo. Pensé que tenía los recursos suficientes para salir airoso de esta situación, pero no fue sino hasta que reconocí mi verdadera necesidad que pude recibir la ayuda que realmente requería y así tuvo solución mi problema”.

Así somos, queremos salir adelante basándonos en nuestros propios recursos y medios. No nos gusta reconocer nuestra necesidad. Es nuestro orgullo que no nos deja recibir la ayuda que realmente necesitamos. En nuestra relación con Dios las cosas son muy parecidas a esto. Eso es lo que aprendemos del pasaje que estamos considerando esta mañana en Marcos 10:17-31. Aquí aprendemos que “Nuestra relación con Dios no se basa en lo que nosotros hacemos, sino en lo que él hace en nosotros”.

La Biblia nos dice que un hombre abordó a Jesús (este relato está en tres de los cuatro evangelios). Este hombre es bastante peculiar: Era un hombre importante (según Lucas). Era joven (según Mateo). Era muy rico, trató a Jesús con respeto (dobló la rodilla). De hecho, cuando se acerca a Jesús le dice: v.17 “Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?

Piensa por un momento, si viene alguien importante, rico y te trata con respecto y además te dice “maestro bueno”, ¿Qué le responderías a tan buen mozo? Pero Jesús le dice: v. 18 “¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.

¿Qué respuesta es esta? ¿Está diciendo Jesús que él no tiene el atributo divino de la bondad? ¿Será que Jesús no es bueno en verdad?

Por el contexto, podemos entender que Jesús responde así porque conocía a fondo el problema de este joven. Este Joven quería relacionarse con Dios con base en lo que hacía. En su desempeño. Al preguntarle ¿Qué haré para heredar la vida eterna? En el fondo el pensaba que ya casi estaba allí. Que ya la había hecho. Sólo quería una confirmación de este maestro bueno, como él.

Las palabras de Jesús le recuerdan que nunca podemos con nuestros esfuerzos llegar a ser buenos como Dios. Que nuestras obras no pueden ser la base el fundamento de esa relación.

Jesús continúa diciendo (v.19) “Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre”. Esta lista forma parte de la lista de mandamientos conocida como los 10 mandamientos que encontramos en el libro de Exodo. De esos 10 mandamientos, la primeros tienen que ver directamente con nuestra relación con Dios y los últimos con nuestros semejantes. Aquí Jesús menciona los últimos 6 mandamientos que tienen que ver con nuestras relaciones horizontales.

El joven respondió (v.20) “Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Casi puedo imaginar a este hombre mientras Jesús hablaba diciendo, “la tengo, la tengo, la tengo”. Y con cada mandamiento aprobado su supuesta autosuficiencia y autojusticia se iban confirmando.

Quizá te identificas con el joven de la historia. Quizá como yo, desde tu niñez has conocido

Los mandamientos de Dios y en términos generales has sido “un buen chico”. Quizá has vivido todo este tiempo pensando que tu relación con Dios depende de lo que haces, de tu desempeño, de tus logros espirituales. Que todo esto es lo que te sostiene en una relación con Dios. Si este es el caso necesitamos considerar lo que Jesús hace a continuación en la historia.

Dice la Biblia algo precioso, (v.21a): “Entonces, Jesús mirándole, le amó y le dijo” Jesús conocía la verdadera necesidad de este corazón. ¡Qué precioso! Jesús le miró y le amó. Su mirada fue de amor al verlo ciego a su propia necesidad y las palabras que dijo aunque fueran duras, eran palabras de amor porque le llevarían a recibir lo que realmente necesitaba. Jesús le da una estocada de amor directamente al corazón y le dijo: (21b) “Una cosa te falta; anda vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo, y ven, sígueme, tomando tu cruz”

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