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Summary: Los justificados han muerto al pecado, viven en Cristo y son esclavos de la justicia.

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Hoy terminamos nuestra serie de sermones “Por su Justicia” y todo este mes hemos estado basándonos en la epístola a los Romanos para tratar de entender el evangelio presentado en esta epístola.

Esta epístola trata acerca de la “justicia de Dios”. Pero recordemos que el sentido principal en que debemos entender el uso de esta palabra en Romanos es el de “rectitud”. Y la idea es que Dios tiene un estándar, una medida, una estatura de rectitud (o justicia) que las personas deben llenar, lograr, alcanzar para poder ser admitidos, aceptados, recibidos en su reino eterno. El que no llena la medida, simplemente está condenado.

Y en Romanos hemos encontrado “Evangelio”, es decir, Buenas noticias. ¿De qué buenas noticias estamos hablando?

Pudiéramos hacer un breve resumen de los puntos importantes del evangelio presentado en la epístola con estos puntos claves:

1. No hay nadie “recto” o “Justo” de tal forma que pueda ser apto para reino de Dios. ¡Todos estamos condenados!

2. Dios provee esa justicia o rectitud requerida a través de lo que Jesús vino a hacer a la tierra. Por su vida, muerte y resurrección, Jesucristo como nuestro representante, en contraste con Adán, logró la rectitud o justicia necesaria para nuestra admisión al reino de Dios. Todo lo que él hizo es suficiente para nuestra justicia o rectitud requerida.

3. Esa justicia o rectitud viene a nuestra vida, solamente por medio de la fe, sin mediar las obras de la ley de Moisés. Al recibir por la fe esta realidad la hacemos nuestra, como si nosotros la hubiéramos vivido o fuera propia (aunque sabemos que no nosotros la producimos). Esa rectitud de Cristo es atribuida, acreditada, imputada a nuestro favor cuando la recibimos por la fe.

4. La justicia o rectitud que recibimos tiene su base sólo en la gracia de Dios. Es un regalo de parte de Dios. Nadie de los que han recibido este regalo de la justicia de Dios en Cristo por medio de la fe, lo merece. Ese es el requisito indispensable para que algo sea por gracia. Tantito lo mereces, deja de ser gracia. Y Romanos, se ha encargado entonces de recalcar contundentemente, que todo esto de ser declarado justo, recto o apto para ser recibido en el reino de Dios es un regalo de gracia que se recibe solo por la fe.

Hasta aquí nos han dejado los primeros 5 capítulos de la epístola a los romanos y si aquí terminara la epístola pudiéramos caer en un tremendo error de entendimiento y practica de la verdad de la justificación por gracia por medio de la fe. Existe la posibilidad de que alguien tome está hermosa enseñanza bíblica y la tergiverse para decir algo completamente errado y contrario a la verdad del evangelio.

El mismo apóstol Pablo anticipó esta posible tergiversación de la enseñanza de la gracia y la atendió contundentemente en el capítulo 6. Básicamente, la pregunta que está respondiendo, Si he sido declarado “justo”, “recto”, si he sido recibido en el reino de Dios sólo por lo que Cristo hizo a mi favor, si lo he recibido solo por la fe, sin tomar en cuenta las obras de obediencia a la ley, entonces ¿Cuál es mi relación actual con el pecado? ¿Puesto que Dios me tiene en su gracia y me ha dado el regalo de la rectitud de Cristo y ya no hay más condenación para mí…entonces, ¿tengo permiso de seguir pecando, total Dios es un Dios de gracia?

Pablo lo plantea en forma de pregunta de esta manera en Romanos 6:1-2a y 6:15:

Romanos 6:1-2a, ¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En ninguna manera.

Romanos 6:15: ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera.

Pablo anticipó el pensamiento de aquellos que mal entendiendo y tergiversando el evangelio iban a querer forzar una conclusión espantosa respecto a la gracia de Dios en este asunto de la justificación. Esa conclusión abominable implicaba que la gracia es una gran licencia o permiso para pecar cínica e insolentemente.

Si cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia y si no somos justificados por las obras de obediencia a la ley, sino somos justificados por la gracia (o sea que de todos modos no lo merecemos), entonces, ¿por qué tomarnos el trabajo de apartarnos del pecado para obedecer al Señor?

Inmediatamente, se corta abruptamente ese intento maquiavélico de justificar el pecado en nuestras vidas so pretexto de la gracia, con un rotundo “¡En ninguna manera!” Si estás coqueteando con esa conclusión errada, de una vez se te dice: Ni siquiera lo pienses…para nada es así. Es un rotundo “NO”. Y en el resto del capítulo nos va mostrar porqué es una aberración el pensar que una persona justificada (o sea, declarada justa o recta sólo por gracia y sólo por la fe) pueda pensar que tiene licencia para pecar o tiene aún una relación positiva o de afecto hacia el pecado.

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