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Summary: Dos días antes de su muerte, Jesucristo fue ungido con aceite aromático. Motivación a una consagración total y exclusiva a Jesucristo.

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“PARA MEMORIA DE ELLA”

Mat. 26:1-13

Mateo, Marcos, Lucas y Juan como historiadores son muy raros. Registran eventos que cualquier otro historiador nunca lo hubiera hecho.

Ustedes creen que Enrique Krauze nuestro historiador, hubiera encontrado digno de registrar que una mujer media excéntrica rompió un frasco de perfume y lo derramó sobre la cabeza de Jesucristo?

No todo lo que relumbra es oro ni lo que le gusta al mundo es lo que sirve. Jesucristo dice a sus historiadores que registren lo que en realidad nos beneficia espiritualmente.

Jesucristo consideró lo que esta mujer hizo algo grandioso, tan grande que lo unió al Evangelio.

v.13 “De cierto os digo que donde quiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria de ella” por eso el título de este sermón es:

“PARA MEMORIA DE ELLA”

I. Quién era la mujer

II. Qué dijo Jesucristo de ella

III. Qué debemos hacer nosotros

I. QUIEN ERA LA MUJER.

Algunos hermanos confunden esta mujer con la que lavó sus pies con lágrimas y los secó con sus cabellos, en la casa de un fariseo, no, eso sucedió al principio de su ministerio.

En Juan 12 María de Bethania lo ungió, con aceite de nardo puro, algo muy semejante pero sucedió 6 días antes de su crucifixión. En esos dos casos esas mujeres no quebraron el frasco del perfume y solo ungieron sus pies, no su cabeza y cuerpo.

Tampoco sabemos el nombre de ella. Lo que sí sabemos es que sucedió en la casa de Simón el leproso, dos días antes de su muerte. Simón el leproso ofreció esta fiesta para agradecer y dar testimonio de que Jesucristo lo sanó.

Ella era una de las invitadas; de repente, tuvo una idea, salió de la fiesta, compró el frasco de perfume, y sin decirle a nadie, rompe el vaso de alabastro e inmediatamente la casa se llena de la fragancia.

Los discípulos criticaron y molestaron a la mujer porque consideraron un gran desperdicio del perfume tan caro; pero el Señor Jesucristo la defiende y la felicita.

¿Qué vio Jesucristo en este acto que mereció su elogio?

• Fue un acto motivado por amor sincero. Hermanos, cualquier cosa que hagan motivada por el amor es mejor que los actos que produce la razón o el deber.

Si tienes un corazón que ama al Señor, tu corazón te dice: “ve a visitar al hermano David que está enfermo”

La razón te dice: “no vayas porque no es tu obligación”; “apoco si tu no vas nadie lo va a visitar”

Esta mujer tuvo el deseo de su corazón ungir con el perfume a Jesús y lo hizo. Si se hubiera detenido a calcular el costo, si era su obligación o no, o el qué dirán; no lo hubiera hecho.

Tuvo un motivo más hermoso que la obligación, ese motivo fue: el amor al Señor Jesucristo. Ese amor al Señor Jesucristo le decía:

“si es tu obligación o no es tu obligación , no importa; si te van a aplaudir o te van a criticar no importa, tu hazlo por amor” y lo hizo.

Cuando nuestro corazón nos dice que hagamos algo para el Señor nos preguntamos: ¿alguien lo ha hecho antes? Por ejemplo Martha de Bethania, expresaba su amor preparando una cena para el Señor porque así lo habían hecho Zaqueo, Simón el Fariseo y Simón el leproso. También nosotros decimos:

“la hermana Teresa enseña en la escuela dominical, yo también lo voy a hacer”

Pensamos que si alguien hace algo para el Señor es lo ortodoxo ¿quién había quebrado un frasco de perfume anteriormente? ¿Quién había ungido con perfume la cabeza de Jesucristo? Nadie. No era lo correcto, por eso la regañaron los discípulos, pero Jesucristo dijo: “ha hecho algo extraordinario para mí”

Una voz salida del corazón del Apóstol Pablo le dijo: “ve y predica el evangelio a los gentiles” eso nadie lo había hecho, no era ortodoxo, porque se pensaba que el Mesías era solamente para los judíos, eso era muy riesgoso, le podía costar la vida, no se puso a considerar nada de eso sino que hizo lo que su corazón le indicaba, por eso tu y yo somos cristianos.

Veamos por un momento la fiesta en la casa de Simón el leproso, allí estaba Martha muy servicial, atendiendo a los invitados corriendo a la cocina y sirviendo la comida, allí estaba María, como siempre escuchando al Señor Jesucristo, por allá estaban Simón el leproso y por otro lado Lázaro dando testimonio cómo había curado de la lepra y el otro cómo lo había levantado de la muerte, entonces la mujer pensó:

“yo también voy a hacer lo mío” “voy a darle algo a él, que le pertenezca solamente a él, y lo ungió con el aceite aromático.

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