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No Olvides La Fidelidad De Dios.
Contributed by Wilbur Madera Rivas on Sep 13, 2024 (message contributor)
Summary: Recordar la fidelidad de Dios forja un corazón humilde, agradecido y obediente.
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Siendo un joven, en la iglesia donde crecí, conocí a un joven que todos apreciábamos mucho por su sencillez y devoción a Dios. Era muy comprometido con las cosas de Dios y sensible a la necesidad de los demás. Estaba estudiando la universidad y batallaba bastante para sostenerse pues su familia era de recursos muy limitados. Pero esto no lo detenía para ser muy dedicado en todo lo que hacía.
Pasó el tiempo, terminó su carrera y comenzó a trabajar en su área profesional. Después de un tiempo no muy largo, comenzó a prosperar y nos dio gusto verlo tener su primer carro modesto y popular. El trabajo lo fue absorbiendo cada vez más, de tal forma que ya no lo veíamos mucho, ni compartía mucho tiempo con la comunidad de fe.
Al cabo del tiempo, se colocó en un puesto de importancia en su rama profesional y su prosperidad económica ya era evidente para todos en términos de propiedades y posesiones. Pero al mismo tiempo, así como prosperaba materialmente, su lejanía del Señor era cada vez más notoria por su cambio en el trato a los demás, las decisiones familiares que comenzó a tomar y su nula comunión con la comunidad de la fe.
Lo último que supe fue que había abandonado por completo la fe y vivía como cualquier persona que no tiene una relación con el Señor.
¿Cuál habrá sido el problema de este joven? ¿Habrá sido la necesidad en la que creció? ¿Habrá sido la prosperidad que vino con el tiempo? ¿Serán las cosas materiales el problema? Sin duda, estos factores pueden tener cierto grado de influencia, pero desde una perspectiva bíblica, la necesidad, la prosperidad y lo material, son tan solo circunstancias a las que responde la verdadera causa de la dirección que toman nuestras vidas y es nuestro propio corazón.
El corazón de este joven respondió con orgullo, con vanagloria, con codicia y muchas otras cosas a las circunstancias que iba viviendo, llevando su vida en la dirección en la que terminó.
Así de importante es velar por nuestro corazón no sólo cuando las circunstancias son difíciles, sino incluso, cuando las circunstancias son óptimas y llenas de bendiciones. Nuestro corazón puede ser seducido a alejarse del Señor de quien dependemos todo el tiempo.
Esta es una lección muy importante que Moisés quería enfatizar a la segunda generación de los que habían salido de la esclavitud en Egipto y estaban a punto de entrar a la tierra prometida, como nos relata el libro de Deuteronomio, en donde estamos basando la serie de sermones de este mes: “No olvidarás”.
Como hemos visto, en Deuteronomio encontramos muchos recordatorios y advertencias para no olvidar ciertas realidades y verdades que son importantes en nuestra relación con el Señor. Fueron importantes para esa segunda generación y siguen siendo importantes para nosotros que tenemos una relación por la gracia de Dios en Cristo Jesús y estamos en nuestro peregrinaje por el mundo, aguardando también entrar a la tierra nueva y el cielo nuevo.
Ya hemos visto en semanas pasadas que no debemos olvidar la Misericordia de Dios y la Ley de Dios, y hoy nos toca subrayar, en los capítulos 8 y 9 de Deuteronomio, que no debemos olvidar la Fidelidad de Dios, para que nuestro corazón se mantenga humilde y dependiente del Señor y vivamos para su gloria.
Por eso, este día decimos: Recordar la fidelidad de Dios forja en nosotros un corazón humilde, agradecido y obediente.
Esta es la enseñanza y recordatorio principal que Moisés quiere dejar en los corazones de toda esta generación que estaba a punto de entrar a la tierra prometida y era susceptible de desviar su corazón hacia el orgullo, la ingratitud y la desobediencia.
Así lo vemos en los primeros versículos del capítulo 8 donde habla del proceso de aprendizaje al que fueron sujetos como pueblo para que aprendieran a tener un corazón humilde y dependiente de la fidelidad de Dios.
Dice Deuteronomio 8:1-5: Cumple fielmente todos los mandamientos que hoy te mando para que vivas, te multipliques y tomes posesión de la tierra que el Señor juró a tus antepasados. Recuerda que durante cuarenta años el Señor tu Dios te llevó por todo el camino del desierto, para humillarte y ponerte a prueba. Así llegaría a conocer lo que había en tu corazón y vería si cumplirías o no sus mandamientos. Te humilló y te hizo pasar hambre, pero luego te alimentó con maná, comida que ni tú ni tus antepasados habían conocido, con lo que te enseñó que no solo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. Durante esos cuarenta años no se te gastó la ropa que llevabas puesta ni se te hincharon los pies. Reconoce en tu corazón que, así como un padre disciplina a su hijo, también el Señor tu Dios te disciplina a ti.