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Summary: El ejemplo de la vida de un pionero de la iglesia adventista.

Un día, a principios de 1845, conoció y escuchó a Elena Harmon, quien tenia entonces 17 anos. Ella había escuchado hablar de Jaime White, el enérgico predicador de seis pies de alto que había bautizado o llevado a Cristo a más de 1000 personas en unas cuantas semanas. Al poco tiempo comenzaron a conversar y se sintieron atraídos el uno hacia el otro.

El 30 de agosto de 1846, un lunes, Jaime White y Elena Harmon contrajeron matrimonio en la ciudad de Portland, Maine. No tuvieron luna de miel. Fue algo que ni siquiera se les ocurrió. Jaime y Elena White tenían todas sus posesiones terrenales puestas en la obra del evangelio, incluso su vida. Jaime White trabajaba, mientras predicaba, para mantener a su esposa. Hizo todo tipo de trabajos.

Trabajó en una cantera hasta que la sangre manaba de sus dedos. Cortó leña, desde muy temprano en la mañana hasta muy tarde en la noche, por 50¢ diarios. Por supuesto, 50¢ entonces eran mucho más que ahora, pero no era mucho. Durante todo el tiempo que cortó leña, tuvo un dolor en el costado. Con otros dos hombres cortaron a mano, con una hoz, 100 acres de sembradío, por $87.50. La mayor parte de este dinero fue directamente a la obra. Muchas veces, mientras se encontraba haciendo esta labor, tuvo que orar por fuerza suficiente para terminar.

Finalmente, cuando la prensa adventista fue mudada a Rochester, New York, para empezar a publicar nuestra propia literatura, rentaron una casa. No tenían muebles. Compraron seis sillas por u dólar y ninguna de ellas era igual a las otras. Compraron dos camas por 25¢ cada una. Lo más probable es que su colchón haya sido algún tipo de madera blanda. Compraron otras cuatro sillas por 62¢.

No tenían mesa, así que tomaron dos barriles y pusieron un pedazo de madera encima. Su comida era de lo más limitada. En vez de comer papas, comían nabos, y a la manera nuestra comían frijoles 365 días al año, excepto el ano bisiesto, cuando los comían 366 días. Urias Smith escribió en cierta ocasión que no le molestaba comer frijoles todos los días, pero que si se iba a hacer de esto una prueba para ser adventista, no estaba de acuerdo.

Una cosa que Jaime y Elena tenían en abundancia el uno hacia el otro era amor. Anos mas tarde, él escribió: “Ella ha sido la corona de mi gozo”. Y Elena White escribió, tiempo después de que él hubo fallecido: “Aunque está muerto, siento que fue el mejor hombre que alguna vez caminó por este suelo”.

Cuando hablamos de vigor y animo, dudo mucho que esta reunión fuera posible si no hubiese sido por Jaime White. Fue necesario tanto de una Elena White como de un Jaime White para iniciar este movimiento y ponerlo en marcha.

Jaime White siempre creyó en el ministerio profético de su esposa. Siempre creyó firmemente que sus visiones provenían de Dios. Un día ella dijo a su esposo: “Tengo un mensaje para ti. Debes empezar a imprimir un pequeño periódico y enviarlo a la gente. Será pequeño al principio; pero conforme la gente lo lea, te enviaran fondos para imprimirlo y será todo un éxito desde el principio. Se me ha mostrado que de este modesto comienzo saldrán rayos de luz que darán la vuelta al mundo. (Life Sketches, p. 125).

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