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Identidad Y Llamado A La Santidad
Contributed by Wilbur Madera Rivas on Sep 5, 2025 (message contributor)
Summary: Hemos sido santificados en Cristo Jesús, por tanto, vivamos de acuerdo a nuestro llamado a la santidad.
El 11 de abril de 1992, mi esposa y yo nos casamos. Recuerdo que a partir de esos días, algunas personas cercanas y en son de broma, me decían: “Don Wil”. Por supuesto, a mis 24 años sentía alergia a esa manera de referirse a mí mismo. No me veía ni me sentía como “Don Wil”.
Pero aunque en ese entonces, no me sentía como “Don Wil”, el hecho que yo no me sintiera ni me percibiera así, no negaba el hecho de que en verdad, por haber dicho “Sí acepto”, ya era “Don Wil”. Mi falta de reconocimiento de este hecho, no anulaba la realidad de que era, desde entonces, un hombre casado, un “don” o un “señor” (como se acostumbra en otras partes de México).
Han pasado 33 años y durante todos estos años he estado aprendiendo y creciendo en entendimiento de lo que significa ser “Don Wil”. El 12 de abril, el día siguiente de mi boda, no se podía decir que ya estaba actuando, pensando y hablando con un entendimiento pleno de lo que significa ser un esposo. Sino a lo largo de estos años he estado aprendiendo (y sigo aprendiendo) que es lo que significa ser y actuar como “Don Wil”.
Primero, recibimos el título, nomenclatura o nombramiento y luego sigue un continuo y constante proceso de crecer tanto en entendimiento, como en aplicación práctica de lo que significa esa identidad. A nuestra identidad (lo que ya somos) le sigue un llamamiento a vivir acorde con lo que somos en la vida diaria. La identidad de esposo precede al llamado a comportarte como tal. Primero fui “Don Wil” y desde entonces, he ido creciendo para comportarme como todo un “Don Wil”.
Algo así sucede en nuestra relación con Dios en Cristo respecto a la Santidad.
La Biblia afirma que todos los que están en Cristo, aquellos que creen en él, aquellos que son discípulos de Jesús, son “Santos”. Y no te asustes, en realidad eso es lo que dice la Escritura. La nueva identidad del que está en Cristo es la de ser santo.
Pero por otro lado, esto de ser llamado o nombrado como “Santo”, no implica ya ser un producto terminado o que ya no hay algo más para hacer, sino que esta identidad implica un llamamiento, esto es, el llamamiento a una vida que refleje esa identidad. La realidad de la identidad no implica en automático una vida plena y completa de santidad, sino implica un llamamiento a llegar a ser en la vida diaria, práctica y cotidiana, eso que ya se ha declarado que somos en nuestra identidad.
Por eso en nuestra nueva serie de sermones: “llamados a la Santidad”, basada en la primera epístola a los Corintios, estaremos explorando tanto nuestra identidad como santos, así como nuestro llamamiento al proceso práctico y cotidiano de crecer en santidad en la vida diaria. Una buena idea es leer toda la epístola durante este mes. Si haces tu “A solas con Dios”, estarás leyendo varios pasajes selectos de la epístola, pero te animamos a leerla toda.
Comencemos, entonces, considerando el primer capítulo de la epístola a los corintios para comprender un poco más estos aspectos de la santidad, tanto la identidad como el llamado.
La Iglesia de Corinto fue fundada por el Apóstol Pablo. Según nos relata Hechos 18, el apóstol pasó de Macedonia a Grecia, y fue de Atenas a Corinto. Habiendo dejado a Silas y a Timoteo en Macedonia, Pablo estaba solo. Estaba llegando de Atenas donde su proclamación había hallado poca acogida, pero el Señor le animó diciéndole que allí, en Corinto, tenía un pueblo numeroso; y en efecto, el Apóstol se quedó allí por un espacio aproximado de 18 meses.
Pablo vio levantarse a su alrededor una iglesia numerosa, compuesta en gran parte de gentiles, pero que contenía también judíos; Pero el apóstol se ausentó y se estableció en Éfeso, donde residió por tres años y durante los cuales escribió la epístola a los Corintios.
¿Qué sucedió durante su ausencia? La Epístola nos describe los tipos de problemas que se habían desarrollado en la Iglesia de Corinto. Entre otras cosas, había división, desorden moral, confusión en cuanto al matrimonio, a lo ofrecido a los ídolos, a los dones espirituales, a la cena del Señor y a la resurrección.
Pero una de las raíces que constantemente aparecía en todas estas problemáticas era la falta de entendimiento de lo que eran en Cristo y cómo esto tenía implicaciones en como debían comportarse como un pueblo santo del Señor.
Esta falta de entendimiento había derivado en una vida laxa como iglesia en medio de una ciudad que presentaba muchos desafíos respecto al pecado. No podían entender cómo su identidad como santos, tenía implicaciones directas en su manera de vivir como iglesia santa del Señor en un mundo que se opone a Cristo.