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Grande es tu fe

Sagrada Escritura

Isaías 56:1,

Isaías 56:6-7,

Romanos 11:13-15,

Romanos 11:29-32,

Mateo 15:21-28.

Reflexión

Queridas hermanas y hermanos,

Después de escuchar el evangelio de hoy, podemos hacer muchas preguntas, tales como:

¿Es Jesús tan grosero con la mujer cananea?

¿Es Jesús tan arrogante con ella?

¿Es Jesús tan racista?

¿Es Jesús tan casto?

¿Es Jesús tan sesgado por el género?

¿Por qué dijo: “No es justo quitar la comida de los hijos y echársela a los perros” (Mateo 15:26)?

¿No es tan vergonzoso escuchar estas palabras de Jesús?

Como seres humanos, nos sentimos mal cuando alguien nos falta el respeto.

Como seres humanos, nos sentimos defraudados cuando alguien nos desautoriza.

A menudo decimos que la vida no es justa para algunas personas.

Algunos sufren continuamente a lo largo de toda su vida.

El dolor y las dificultades son interminables en sus vidas.

¿Cuál es la solución a estas preguntas conocidas?

¿Cuál es la solución a estos sucesos desconocidos en nuestras vidas?

Podemos decir abiertamente que no hay una respuesta directa a estas preguntas y acontecimientos.

A pesar de todo esto, nuestras vidas continúan con esperanza contra esperanza.

Seguimos adelante con nuestra poca fe.

La lectura del evangelio de hoy nos da una salida para obtener respuestas para nuestras vidas cristianas significativas.

La creencia de que las bendiciones de Dios se limitan un poco a las personas de ciertas tribus o culturas ha existido durante mucho tiempo.

Tal creencia estaba muy viva en la sociedad en la que creció Jesús.

Cuando Jesús dijo en la lectura del evangelio de hoy: “Solo fui enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel” (Mateo 15:24), estaba expresando una creencia popular.

No está claro si él mismo lo creyó o si lo dijo para exponer y corregir sus falsas afirmaciones.

No estamos seguros de ello.

Cada persona y cultura del mundo comparte algunos de estos mitos, falsedades y prejuicios.

Desde la idea de que solo los judíos eran el pueblo favorito de Dios hasta el mito de que no había otra forma de encontrar la salvación, desde el prejuicio de casta en la India hasta la superioridad racial en la ideología nazi, desde la suposición de que los hombres son inherentemente mejores que las mujeres hasta el mito de que los occidentales las culturas son superiores, y así sucesivamente.

Ahora se nos anima a disipar estas falsedades y refutar sus afirmaciones erróneas y exageradas.

Para convencer a los primeros cristianos judíos de que su creencia en los privilegios divinos únicos del pueblo judío no tenía sentido, se necesitó la participación activa de un completo extraño: una dama cananea, nuestra hermana.

El coraje de esta mujer desconocida, que rompió la barrera de los prejuicios entre judíos y gentiles, es quizás lo que nos hizo a ti ya mí lo que somos hoy: cristianos.

En el servicio de hoy, necesitamos reflexionar con esta mujer audaz y pedirle consejo sobre cómo derribar las barreras que dividen innecesariamente al pueblo de Dios, la raza humana que Dios creó por amor, entre sí.

Ella comienza enseñándonos la importancia del coraje en nuestra misión cristiana de llevar a todas las personas a Dios.

Se necesitó una valentía extraordinaria de su parte para elegir comprometerse con la compañía de Jesús y sus discípulos, compuesta únicamente por judíos y hombres, para otorgarle el estatus de extranjera y de mujer.

Era tan humilde que, a pesar de llamarlo por su legítimo título mesiánico, “Ten piedad de mí, Señor, Hijo de David” (Mateo 15:22), Jesús siguió ignorándola: “Él no le respondió nada” ( Mateo 15:23).

En este punto, la mayoría de la gente renunciaría y reconocería la derrota.

Sin embargo, tal no fue el caso de nuestra hermana cananea, constructora de puentes, reformadora social y revolucionaria.

En cambio, aumenta sus esfuerzos y realiza una actuación en solitario hasta el punto en que los discípulos tuvieron que instar a Jesús a que interviniera: “Despídela, porque sigue gritando detrás de nosotros” (Mateo 15:23).

Mire la actitud patriarcal de los discípulos.

Si una mujer habla, es como gritar.

Señalan indirectamente que las mujeres no pueden hablar delante de los hombres.

Es una mujer de coraje.

Ella enfrenta el sistema patriarcal con valentía.

Su coraje y su negativa a aceptar un no por respuesta finalmente dieron sus frutos.

La otra lección que nos enseña esta mujer es a mantener la mirada en el llamado, como cristiano: 'manteniendo la mirada en el propósito de Dios, o la meta de construir el Reino de Dios, o el fin de predicar el evangelio a los pueblos.’

Permaneció serena y enfocada en su misión, que es demostrar que incluso los no judíos tienen derecho a la bendición de Dios en Cristo y el propósito por el cual fue llamada, incluso cuando Jesús usó un lenguaje que denigraba a su pueblo: “No es justo tomad la comida de los hijos y echadla a los perros” (Mateo 15:26).

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