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El Rey Nació: Su Llegada
Contributed by Wilbur Madera Rivas on Dec 8, 2023 (message contributor)
Summary: El niño tiene un Padre, un Nombre y una Misión.
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Estamos en esa época del año en el que hay, en general, un espíritu festivo, colorido, de muchas luces y risas. Parece que estamos de fiesta todos los días. Pero si nos detenemos a preguntarnos ¿Qué festejamos? Habrá muchas respuestas que, al final de cuentas, muestran la visión de la vida que tenemos.
Algunos responderán, “festejo que pronto tendré mi aguinaldo y podré ponerme al día en deudas o bien, lograr ese proyecto anhelado”. Otros dirán, “es que me encanta decorar mi casa de colores clásicos de esta época, me evoca muchos recuerdos bonitos”. Unos más dirán, “festejamos las reuniones familiares pues veremos a personas que en todo el año no habíamos visto, pero que ahora vendrán a visitarnos”. Y nos falta mencionar, las ofertas, los regalos, la comida, la música, las vacaciones, el estreno de ropa, el clima más clemente, etc.
Estamos en una época del año de mucho festejo, pero tristemente, entre tantas cosas, mucha gente está muy confusa en cuanto el verdadero motivo de la celebración.
Para muestra un botón. Aquí muy cerca de estas instalaciones en la glorieta conocida como “de la Dondé”, encontramos un pequeño parque donde hay un monumento a Hidalgo. En esta rotonda encontramos por un lado una decoración representando escenas de personajes del polo norte, que hacen alusión a toda una narrativa que se enfatiza en esta época en la cultura. Pero al seguir la circunferencia de la glorieta, por el otro lado encuentras una estampa del nacimiento de Jesús en el pesebre en belén.
Básicamente, tú escoges qué narrativa te acomoda o te gusta más para darle sentido a estas celebraciones. Dirás “feliz navidad” o dirás “Felices fiestas” total, según esto, da lo mismo. Tú eliges lo que quieras, te convenga o creas. Tristemente, pareciera decirnos entre líneas: “No importa que creas…total, las dos son iguales de ficticias. No se trata más que de un cuento para niños”.
Pero los que creemos que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Mesías, el salvador. No tomamos a la ligera ni como un cuento de hadas, las narrativas relacionadas directamente con las celebraciones de esta época.
Por supuesto, no celebramos en realidad una fecha. Sabemos muy bien, que Jesús no nació el 25 de diciembre. Por favor, no te vayas a pelear con alguien por mantener esa fecha. Sino que nos unimos a esta época litúrgica tradicional, llamada Navidad, porque celebramos un evento de envergadura cósmica: celebramos la encarnación del verbo divino el cual se hizo carne y habito entre nosotros. Celebramos que cuando se cumplió el tiempo Dios envió a su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley para que redimiese a los que estaban bajo la ley. Celebramos que “El rey nació”.
Celebramos que el hijo de Dios se hizo carne. Se introdujo a la humanidad como todos nosotros llegamos a este mundo, como un pequeño niño, nacido de una mujer, mostrando una total identificación con nosotros, la humanidad a quien venía a redimir.
Los que creemos que Jesús es el Mesías, el rey, no necesitamos otras historias ficticias para tener razón para celebrar en esta época, cuando la historia misma del nacimiento de Jesús es lo suficientemente hermosa, emocionante, y sobre todo verdadera para entusiasmar a personas de todas las edades y darle aun más color a esta época que la que se intenta inyectar con historias alternas y vacías de su significado bíblico. No hay verdadera navidad sin Jesús. No hay razón para celebrar sin Jesús. Sin el rey que nació en esa primera navidad.
Por todo esto se hace pertinente recordar una vez más los eventos históricos que rodearon la llegada del rey, según nos narra el evangelio de Mateo en su capítulo 1.
Mateo 1:18-20 El nacimiento de Jesucristo fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José; pero, antes de unirse a él, resultó que estaba embarazada por el poder del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, decidió romper en secreto el compromiso.
El relato bíblico inicia afirmando un hecho: José y María estaban comprometidos para casarse. Este compromiso no era cualquier cosa. No era como los compromisos de hoy, que después de la pedida de mano en redes con toda la producción y tantos likes y vistas, se pudiera deshacer con toda facilidad y sin repercusiones legales.
Era un tiempo de mucha seriedad, ya lo único que faltaba era la unión final. En ese lapso, resultó que María estaba embarazada. ¿Te imaginas qué escándalo? Si las señoras chismosas de Nazaret se hubieran enterado y el rumor se hubiera extendido: “Ya sabes que María está embarazada, pero José no es el padre”.
Esta historia parecería una historia más como muchas que han pasado en la humanidad. No es la primera vez que escuchamos que, una pareja comprometida, de pronto ya están esperando un bebé. De hecho, tristemente, esto es tan común en nuestros días, que quizá ya ni nos asombra como hubiera asombrado a nuestros abuelos, y mucho menos como conmocionó en la época de José y María.