Estamos en esa época del año en el que hay, en general, un espíritu festivo, colorido, de muchas luces y risas. Parece que estamos de fiesta todos los días. Pero si nos detenemos a preguntarnos ¿Qué festejamos? Habrá muchas respuestas que, al final de cuentas, muestran la visión de la vida que tenemos.
Algunos responderán, “festejo que pronto tendré mi aguinaldo y podré ponerme al día en deudas o bien, lograr ese proyecto anhelado”. Otros dirán, “es que me encanta decorar mi casa de colores clásicos de esta época, me evoca muchos recuerdos bonitos”. Unos más dirán, “festejamos las reuniones familiares pues veremos a personas que en todo el año no habíamos visto, pero que ahora vendrán a visitarnos”. Y nos falta mencionar, las ofertas, los regalos, la comida, la música, las vacaciones, el estreno de ropa, el clima más clemente, etc.
Estamos en una época del año de mucho festejo, pero tristemente, entre tantas cosas, mucha gente está muy confusa en cuanto el verdadero motivo de la celebración.
Para muestra un botón. Aquí muy cerca de estas instalaciones en la glorieta conocida como “de la Dondé”, encontramos un pequeño parque donde hay un monumento a Hidalgo. En esta rotonda encontramos por un lado una decoración representando escenas de personajes del polo norte, que hacen alusión a toda una narrativa que se enfatiza en esta época en la cultura. Pero al seguir la circunferencia de la glorieta, por el otro lado encuentras una estampa del nacimiento de Jesús en el pesebre en belén.
Básicamente, tú escoges qué narrativa te acomoda o te gusta más para darle sentido a estas celebraciones. Dirás “feliz navidad” o dirás “Felices fiestas” total, según esto, da lo mismo. Tú eliges lo que quieras, te convenga o creas. Tristemente, pareciera decirnos entre líneas: “No importa que creas…total, las dos son iguales de ficticias. No se trata más que de un cuento para niños”.
Pero los que creemos que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Mesías, el salvador. No tomamos a la ligera ni como un cuento de hadas, las narrativas relacionadas directamente con las celebraciones de esta época.
Por supuesto, no celebramos en realidad una fecha. Sabemos muy bien, que Jesús no nació el 25 de diciembre. Por favor, no te vayas a pelear con alguien por mantener esa fecha. Sino que nos unimos a esta época litúrgica tradicional, llamada Navidad, porque celebramos un evento de envergadura cósmica: celebramos la encarnación del verbo divino el cual se hizo carne y habito entre nosotros. Celebramos que cuando se cumplió el tiempo Dios envió a su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley para que redimiese a los que estaban bajo la ley. Celebramos que “El rey nació”.
Celebramos que el hijo de Dios se hizo carne. Se introdujo a la humanidad como todos nosotros llegamos a este mundo, como un pequeño niño, nacido de una mujer, mostrando una total identificación con nosotros, la humanidad a quien venía a redimir.
Los que creemos que Jesús es el Mesías, el rey, no necesitamos otras historias ficticias para tener razón para celebrar en esta época, cuando la historia misma del nacimiento de Jesús es lo suficientemente hermosa, emocionante, y sobre todo verdadera para entusiasmar a personas de todas las edades y darle aun más color a esta época que la que se intenta inyectar con historias alternas y vacías de su significado bíblico. No hay verdadera navidad sin Jesús. No hay razón para celebrar sin Jesús. Sin el rey que nació en esa primera navidad.
Por todo esto se hace pertinente recordar una vez más los eventos históricos que rodearon la llegada del rey, según nos narra el evangelio de Mateo en su capítulo 1.
Mateo 1:18-20 El nacimiento de Jesucristo fue así: Su madre, María, estaba comprometida para casarse con José; pero, antes de unirse a él, resultó que estaba embarazada por el poder del Espíritu Santo. Como José, su esposo, era un hombre justo y no quería exponerla a vergüenza pública, decidió romper en secreto el compromiso.
El relato bíblico inicia afirmando un hecho: José y María estaban comprometidos para casarse. Este compromiso no era cualquier cosa. No era como los compromisos de hoy, que después de la pedida de mano en redes con toda la producción y tantos likes y vistas, se pudiera deshacer con toda facilidad y sin repercusiones legales.
Era un tiempo de mucha seriedad, ya lo único que faltaba era la unión final. En ese lapso, resultó que María estaba embarazada. ¿Te imaginas qué escándalo? Si las señoras chismosas de Nazaret se hubieran enterado y el rumor se hubiera extendido: “Ya sabes que María está embarazada, pero José no es el padre”.
Esta historia parecería una historia más como muchas que han pasado en la humanidad. No es la primera vez que escuchamos que, una pareja comprometida, de pronto ya están esperando un bebé. De hecho, tristemente, esto es tan común en nuestros días, que quizá ya ni nos asombra como hubiera asombrado a nuestros abuelos, y mucho menos como conmocionó en la época de José y María.
Pero en particular, esta historia se vuelve diferente porque hay una intervención angelical sobrenatural que pone en perspectiva que éste no era un embarazo no deseado o un desafortunado desenlace de una relación entre un hombre y una mujer, sino que aquí estaba ocurriendo algo de trascendencia cósmica.
El anuncio angelical viene a dar sentido a todo lo que celebramos en esta época y siempre. Viene a dar sentido a nuestras vidas y a nuestra fe. Viene a traernos las buenas noticias del evangelio del Señor Jesucristo, el rey, en su llegada a la tierra.
El mensaje angelical vuelve en algo glorioso lo que parecía ser una catástrofe personal en la vida de José y María y la humanidad. El mensaje angelical cambia la vida, no sólo de José y María, sino también las nuestras, porque es precisamente el mensaje del evangelio.
El mensaje angelical establece por lo menos tres verdades importantes de nuestra fe en Jesús:
La primera verdad de este mensaje angelical acerca del nacimiento del rey que nos da razón para celebrar esta navidad es que este niño tiene un PADRE.
Mateo 1:20, Pero cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por el poder del Espíritu Santo.
José sabía muy bien que él no era el Padre del niño que estaba en camino y en su amor por María quiso dejarla secretamente para que no sufriera. José hubiera podido denunciar a María y ella sufrir un final catastrófico. No me imagino la agonía emocional por la que pasó José en esos momentos cuando se enteró del embarazo y saber muy bien que él no era el padre. Debieron ser tormentos verdaderos, pero al final él decide, por amor, alejarse sin hacer ruido ni alboroto. Una retirada silenciosa iba ser el último acto de amor hacia María.
Pero la pregunta permanecía, ¿Quién es el Padre de este niño?
El ángel que se le apareció en sueños le dijo algo increíble. Le dijo ella ha concebido por el poder del Espíritu Santo.
¿Te imaginas? ¿Cómo es esto posible? Es un gran misterio del cual no hemos recibido revelación específica, más que en el poder de Dios, el hijo de Dios, se hizo carne en la matriz de María.
La concepción humana ordinaria es en verdad algo maravilloso. La concepción de este rey, es algo sui generis, extraordinario y cubierto de misterio. Pero el hecho, permanece que María quedó embarazada por el poder del Espíritu Santo.
Entonces, aquí y en otras partes, la Biblia nos enseña que este niño sí tiene un Padre. Ese padre biológico no fue José. De hecho, el mismo evangelio de Mateo en el mismo capítulo 1 en la genealogía, es muy intencional en presentar a José no como el padre de Jesús, sino como el esposo de maría, de quien nació Jesús, llamado el Cristo. (Mateo 1:16).
Era muy claro para José y para nosotros que Jesús tuvo un padre y no fue José. Este niño tiene un Padre. Es hijo de Dios, fue concebido por el mismísimo Espíritu Santo de Dios. Por eso es llamado propiamente: “El hijo de Dios”.
Este niño nos enseñó a decir: “Padre Nuestro”. Él es de quien se dijo: “Este es mi hijo amado, en quien tengo complacencia”. Él fue el que nos dio a conocer al Padre, el dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”. Es el único camino al Padre: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie viene al Padre sino por mí”. El fue el que clamó: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. El es por quien ahora podemos decir: “Abba Padre”. Jesús es la razón de celebrar porque con su llegada, vida, obra, muerte y resurrección nos reconcilió con el Padre Celestial.
María estaba embarazada y José no era el padre, porque este niño vino del Padre, engendrado por el Espíritu Santo.
Esto es lo que aclaró el anuncio angelical en el sueño de José: Señaló a Jesús como el hijo del Padre celestial. Celebramos que, en la primera navidad, el ángel anunció que el niño tiene un Padre.
Pero el anuncio angelical en el sueño de José, también dejó algo bien en claro, mostrándonos que la llegada de Jesús es razón suficiente para celebrar. Celebramos en Navidad que este niño tiene un Nombre. Mateo 1:21a dice: “Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”.
Cuando nace un niño una de las primeras responsabilidades muy importantes de los padres es escoger un nombre. Esa decisión es trascendental, porque impactará su vida de una u otra manera. Créeme, habiendo llevado el nombre de Wilbur, ha sido toda una experiencia en estas décadas de vida.
Mi hijo mayor antes de nacer fue primero Oscar, luego Omar, un tiempo breve, Alberto y aunque a mí gustaba el nombre “Marco”, no se lo pude poner porque iba a ser objeto de bulling por el apellido “Madera” (Marco de Madera). Finalmente, dos cuadras antes de llegar al registro civil para asentarlo, quedó por fin, en Josué.
El nombre Josué es el equivalente en hebreo del nombre en griego “Jesús”. Josué y Jesús es básicamente lo mismo, en dos idiomas. Ese fue el nombre asignado de antemano al niño que nacería de María.
¿Qué significado tiene este nombre? Lo que significa es: Dios Salva, o el Señor salva. Este niño anunciado por el ángel específicamente se debía llamar Jesús. Este niño tiene un nombre. El nombre tiene gran importancia, porque a parte identificar a una persona específica es como una especie de llave, clave o acceso en el reino de Dios.
Es en su nombre que nos reunimos para actuar como iglesia: “Porque donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.
Es en su nombre que somos salvos: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.
Es en su nombre que llegamos en oración al Padre: “y todo lo que pidan al Padre en mi nombre, él lo hará”.
Es en su nombre que recibimos el perdón de los pecados:
“De él dan testimonio todos los profetas: que todo el que cree en él recibe, por medio de su nombre, el perdón de los pecados”.
Es en su nombre que debemos hacer todas las cosas: “Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él”.
Su nombre es el único que está por sobre todo nombre: “Por lo cual Dios le exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor para gloria de Dios Padre”.
El niño tiene un nombre: Se llama Jesús, el rey de reyes y Señor de señores. La llegada de Jesús es la razón de celebrar en Navidad porque tiene un nombre que no tiene igual.
Pero no sólo celebramos que este niño tiene un padre y tiene un nombre. Sino también nos enteramos en el anuncio angelical del sueño de José que este niño tiene una MISIÓN.
Mateo 1:21b-23 dice: porque él salvará a su pueblo de sus pecados.» Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había dicho por medio del profeta: «La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel» (que significa «Dios con nosotros»).
En su mismo nombre está descrita su misión: ser el salvador de su pueblo por sus pecados. Él es Salvador. Nació un salvador. Pero ¿Quién necesita un salvador?
Todo aquel que, si alguien no hace algo por él, está yendo a la catástrofe total. Todo aquel para quien no hay mañana. Todo aquel que está absolutamente inhabilitado para salir por sí mismo de su problema. El problema más grande del ser humano es el pecado y por eso todos necesitamos un salvador. Es decir, Personas como yo, no tienen oportunidad sin un salvador. Personas como tú, tampoco la tienen a menos que cuenten con un salvador.
Su misión era salvar al condenado, al perdido, al inhabilitado y lo hizo tomando nuestro lugar. El vivió la vida perfecta que nosotros no podemos vivir, y a pesar de ser justo y santo, llevó a cuestas una cruz hasta el calvario, una cruz que no merecía, una cruz que él eligió cargar. Y allí extendió sus brazos y derramó su sangre preciosa. El recibió la exclusión de la gloria, él recibió la ira de Dios, él recibió la condenación en lugar de los verdaderos culpables, de los verdaderos pecadores.
Estas son buenas noticias para un pecador como yo. Yo que crecí en la iglesia escuchando de Dios y de Jesús. Que aprendí muchos pasajes de la Biblia y los usaba para ganar argumentos a gentes de otras religiones. Que participé en cuanta actividad de la Iglesia había. Que me ufanaba de mi buena conducta, mis buenas calificaciones y mis buenas amistades. Sin embargo, paradójicamente, todas estas bendiciones yo las usaba como una cortina de humo para no enfrentar mi realidad. Yo estaba tan necesitado de un salvador como el peor de los asesinos, de los violadores, de las personas sin escrúpulos.
Puedes mirar a tu alrededor y cada una de las personas que ves necesitan un salvador, no importa cuánto tiempo tienes asistiendo a este lugar o a otra iglesia cristiana. Con el apóstol Pablo también puedes decir como yo: “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuáles yo soy el primero”.
Todos necesitamos un salvador y precisamente esas son las buenas noticias de la navidad que pueden cambiar nuestro temor en gozo como dijeron los ángeles en aquella primera Navidad: “Hoy ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor.”. Este niño cumplió su misión.
Lo que más necesitamos como humanidad nos fue dado en la forma de un pequeño recién nacido. Puede haber alegría y gozo, en vez de temor pues nació nuestro rey, el salvador. Ese salvador es el Cristo (El Mesías), el ungido; ese Niño es El Señor. Su nombre es Jesús, que significa Salvador, y él vino para salvarnos de la exclusión de la gloria, de la condenación eterna y de la ira venidera. Jesús es buenas noticias para los que necesitamos a un salvador, porque Jesús vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Mateo 1:24-25 termina diciendo: Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo a quien le puso por nombre Jesús.
Cuando José se acostó aquella noche, se acostó acongojado con la noticia de que la mujer que amaba y con la que estaba comprometido estaba embarazada y el niño no era de él. Pero cuando despertó, esa mañana todo el temor, la congoja, la incertidumbre se desvaneció, porque creyó con todo su corazón lo que el ángel le había dicho en el sueño.
No dudó más y recibió a María su esposa, esperando hasta después el nacimiento del niño para vivir de manera plena su vida conyugal. Cumpliendo también con la instrucción recibida de llamar al niño “Jesús”.
La respuesta de José fue una obediencia, sujeción y humildad ante la soberana voluntad de Dios. Sin duda, tanto José como María nos desafían en su sometimiento al plan y voluntad de Dios para sus vidas, aunque esto las complicara o las hiciera más difíciles. Esa disposición para servir al Señor en sus planes, siempre debe ser el deseo de nuestro corazón.
La historia verdadera de la Navidad está llena de desafíos y enseñanzas y es motivo para verdaderamente celebrar.
Así que, hermanos, la navidad es gloriosa, pero no por la reunión familiar que tendremos con personas que amamos, no por la cena suculenta que degustaremos preparada con mucho amor, no por los regalos que recibiremos, sino sólo y únicamente porque Dios en Navidad nos envió un niño que tiene un padre, que tiene un nombre y que tiene una misión.
El conocer a este niño, que luego fue el hombre de la cruz y que es el Rey que regresará del cielo a la tierra en gloria son las mejores noticias que jamás alguien te pudiera dar. Este niño no es cualquier niño, es el Rey, es el Señor, es el Salvador, es a quien debemos adorar, seguir y obedecer. No podemos ser indiferentes ante él.
Si por primera vez estás escuchando acerca de este gran salvador nacido en la primera navidad, anunciado por los ángeles, te animo a que pongas tu fe y tu vida en él porque sólo a su lado puedes encontrar paz.
Si ya estás en una relación creciente con el Salvador, adora a Dios en medio de tus circunstancias difíciles. Anímate en medio del temor. Obedece en medio de las circunstancias confusas. El Cristo, el Mesías el Salvador ha llegado. Él es quien te conduce en medio de las dificultades al gozo de Dios. Confía y comparte estas buenas noticias a tu alrededor.
Jesús es la razón de la celebración en navidad. Celebremos al gran Salvador de nuestras vidas, amando lo que él ama, anhelando lo que él anhela, haciendo lo que él hizo: vivir cada día para la gloria de nuestro Dios.