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Summary: Una exposición de esperanza, su significado, cómo se diferencia de las ilusiones, cómo impacta en nuestra vida y cómo puede reavivarse después de que se ha perdido

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Muchos críticos de la religión cristiana la critican porque sienten que el cristianismo se basa en la mera esperanza, es decir, en una ilusión. De hecho, la esperanza, como la fe misma, es un hermoso y precioso regalo de Dios y es fundamental para la fe cristiana. Reconoceré que hay dos tipos de esperanza: la variedad de jardín que dice cosas como «espero que ganemos la Serie Mundial este año» o «espero que no llueva este fin de semana» o «espero que el profesor de geografía no nos haga esa prueba hoy». Tales declaraciones son meras ilusiones y no tienen nada que ver con los anhelos y aspiraciones más profundos del alma. Pero hay un tipo de esperanza mucho más importante y significativo, y este tipo de esperanza, como la fe, no solo toca los recovecos del alma, sino que también, como la fe, es un regalo de Dios hecho posible por la morada del Santo Espíritu. El apóstol Pablo da esta bendición en Romanos 15: 13: «que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo».

La esperanza, en el sentido cristiano, no es lo mismo que la mera ilusión. Nunca debemos pedir disculpas por tener una esperanza cristiana. Tal esperanza es un testimonio de la nueva vida que hemos recibido en y por medio de Jesucristo. Aquellos que sugieren que nuestra esperanza es mera ilusión no han experimentado la esperanza celebrada por la comunidad cristiana. Cuando los cristianos hablan de esperanza, no estamos hablando de la variedad de esperanza en el jardín, sino más bien del profundo don de la insaciable confianza que nos da nuestro Salvador. Esta esperanza, la esperanza cristiana, es algo precioso para ser atesorado y compartido.

En Jeremías 29: 11 leemos: «porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza».

En Romanos 5: 5, Pablo escribe: «y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado».

En 1 Timoteo 4: 10, Pablo escribe: «si trabajamos y nos esforzamos es porque hemos puesto nuestra esperanza en el Dios viviente, que es el Salvador de todos, especialmente de los que creen».

En Tito 1: 1-2 leemos: «Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, llamado para que, mediante la fe, los elegidos de Dios lleguen a conocer la verdadera religión. Nuestra esperanza es la vida eterna, la cual Dios, que no miente, ya había prometido antes de la creación».

En 1 Pedro 1: 3-6 leemos: «¡ alabado sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo! Por su gran misericordia, nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva y recibamos una herencia indestructible, incontaminada e inmarchitable. Tal herencia está reservada en el cielo para ustedes, a quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos. Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo».

Somos humanos y, a veces, en nuestra debilidad humana, la esperanza, incluso la esperanza cristiana, puede ser difícil de mantener. Nuestra esperanza, como nuestra fe, puede ser probada por las muchas dificultades de la vida. La pobreza, la pérdida de seres queridos, la mala salud y otras adversidades pueden dar lugar a una esperanza debilitada que necesita reparación. Pero nunca dudes que la esperanza vive, incluso cuando está disminuida.

La poeta estadounidense Emily Dickinson ha escrito un poema que también habla de aliento, incluso en momentos en que la adversidad ha disminuido: «La esperanza» es aquello con plumas - que se posa en el alma y canta la melodía sin las palabrasy nunca se detiene en absoluto y lo más dulce en Gale se escucha - y el dolor debe ser la tormenta que podría abrumar al pajarito que mantuvo a tantos calientes… Lo he escuchado en la tierra más fría. Y en el mar más extraño; sin embargo, nunca en extremo pidió una migaja de mí.

Aquí en este poema, Dickinson usa la metáfora de un pequeño pájaro asediado para capturar la realidad de la esperanza asaltada pero eterna. A veces la esperanza se vence hasta que parece que se ha borrado y, sin embargo, su voz sigue sonando. A veces la esperanza parece olvidada, solo para ser redescubierta. Como un pequeño pájaro que canta frente al viento más fuerte y la tormenta más poderosa, la esperanza nunca nos pide nada, solo está ahí para ayudarnos cuando lo necesitamos.

En la primera estrofa de este poema, Dickinson dice que la esperanza, como el pájaro que canta una melodía, no necesariamente nos habla en ningún sentido convencional, sino que siempre está presente dentro de nosotros. Lo más importante, desde el punto de vista de Dickinson, es que la esperanza brota eternamente, incluso cuando no se la pide, es un regalo de Dios.

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