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Summary: El contentamiento es el fruto de la confianza en Cristo

Enemigo Interno: Descontento

Recuerdo que hace muchos años participé en una brigada médica en un poblado del interior del estado que realizaron unos médicos estadounidenses. A mí me asignaron como el traductor del dentista. Estuvimos atendiendo a muchos pacientes entre extracciones, caries y limpiezas dentales.

Ya casi para terminar el último día de trabajo, llegó un niño y su madre a consultar. El niño estaba visiblemente preocupado. La mamá me explicó el problema. El niño traía un diente roto. Efectivamente, se veía un pedacito de diente asomando por la encía. Le expliqué la situación al dentista y él lo examino.

Después me dijo con una sonrisa muy amplia en su rostro: “Dile a este niño que su diente no está roto. Ese pedacito de diente que ve en su encía no es un diente roto, sino un diente nuevo que está saliendo”.

Al pensar sobre este evento tengo que reconocer que me es muy fácil ser como este niño. Es decir, me es muy fácil enfocarme en lo que carece alguna situación en vez de ver la bendición que siempre la acompaña. Me es más fácil notar los desaciertos que los aciertos. Me es más fácil quejarme que agradecer por lo que pasa.

Quizá te pasa algo similar. Y es que todos, en un grado u otro, tenemos una batalla interna con el descontento o la falta de contentamiento, que se vuelve ingratitud.

En nuestra serie de sermones, enemigo interno, estamos explorando estos pecados de nuestro corazón que sabotean nuestra relación con Dios y con el prójimo de maneras desastrosas. El enemigo contra el cual batallar no es tanto externo, sino interno, está en nuestros propios corazones.

Y hoy hablaremos del descontento o la falta de contentamiento contra el que debemos batallar en nuestros corazones.

Quizá ahora mismo algo te trae descontento. No dejas de darle vueltas en tu cabeza a esa situación. Sabes que debes dar gracias a Dios en todo, pero como que no hay tela de donde cortar en esta ocasión. Más bien, tienes ganas de reclamar, de recriminar, de desquitarte con alguien, porque no encuentras contentamiento con las cosas como están. Pues de ese enemigo interno es que queremos hablar hoy y cómo luchar contra ello con la Palabra.

Vivimos en una cultura donde la queja ha sido institucionalizada. Tenemos derecho a quejarnos. Inclusive existen departamentos de quejas. Nos quejamos del clima, del gobierno, de la familia, de la iglesia, de los vecinos, de la selección nacional, de todo.

Juntamente con esta cultura de quejas se desarrolla la cultura de la ingratitud. La gratitud no es algo que venga naturalmente. Nuestras madres inclusive tuvieron que enseñarnos a decir “gracias” y no fue una lección que hayamos aprendido a la primera. Nos quejamos porque no estamos agradecidos. Nos quejamos porque no vemos las bendiciones que cada situación trae. Nos quejamos porque no vemos las situaciones como Dios las ve.

Es aquí donde la Biblia tiene para nosotros principios verdaderamente transformadores. Las buenas noticias para nosotros es que no tenemos que vivir una vida de descontento, de queja e ingratitud, sino una vida de lo que se llama en la biblia: contentamiento.

Podríamos definir contentamiento como una actitud de gratitud a Dios por todo lo que tengo, soy y pasa en mi vida, confiando que Él lo permite para mi bien.

Y para profundizar en la lucha contra el descontento, exploraremos un pasaje en Filipenses 4, que nos provee verdades para afianzar el contentamiento en nuestros corazones.

Lo primero que debemos decir es que estas palabras del apóstol en la epístola a los Filipenses no las escribe desde una oficina climatizada y cómoda, sino las escribe desde la cárcel. O sea, estas palabras no son mera teoría o declaraciones académicas, sino son realidades vivenciales para el apóstol.

Basándonos en este pasaje de la Escritura observaremos, por lo menos, tres indicaciones, tomadas de la experiencia del apóstol para enfrentar el descontento en nuestros corazones. Tres acciones que nos indican el camino a la victoria sobre este enemigo interno de nuestro corazón.

La primera indicación para luchar contra el descontento la derivamos de Filipenses 4:10 y es:

1. Mira siempre las bendiciones

Filipenses 4:10 dice: Me alegro muchísimo en el Señor de que al fin hayan vuelto a interesarse en mí. Claro está que tenían interés, solo que no habían tenido la oportunidad de demostrarlo.

Pablo estaba en la cárcel por causa del evangelio. ¿Qué alegría podías tener en una cárcel? Y no cualquier alegría, sino muchísima alegría. Ya al principio de la epístola nos había dicho que lo que le causaba gozo y alegría era que Cristo fuera predicado por todas partes, pues para él vivir era Cristo e incluso morir en Cristo, no lo consideraba una pérdida.

Pero ahora nos vuelve a recordar que había algo que lo alegraba muchísimo y era que la iglesia en Filipos había enviado un apoyo económico para sus necesidades y para atender su situación. Y sabía bien, que, aunque este apoyo había sido enviado por los filipenses, su gozo o alegría estaba centrada en el Señor. Es decir, podía ver que todo lo que rodeaba su vida estaba en relación con Dios.

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