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Summary: La adolescencia es la etapa de más angustia y preocupación para los padres

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Título: Cómo orar por nuestros hijos (Parte II)

Texto: Salmo 127; 1 Samuel 1:1-11, 19-18

Objetivo: Que los oyentes lleven a la práctica la dinámica de orar por sus hijos.

Introducción:

Como padres escuchamos muchas cosas durante el curso de vida de nuestros hijos. Algunas de ellas son agradables y merecen ser celebradas, pero otras que ni siquiera deseamos recordarlas.

Durante toda la vida nuestros hijos están expuestos al peligro. Como padres muchas veces hemos tenido que salir corriendo rumbo al hospital, hemos tenido que pasar largas horas de desvelo cuando se enferman, los protegemos, los defendemos y los cuidamos. Pero cuando crecen, las dificultades se tornan más complejas.

Voy a usar las estadísticas que usó el pastor César el domingo pasado en el culto de la mañana. Cada 45 minutos un hijo se va de la casa, cada minuto un niño es abusado, cada 9 minutos un adolescente es arrestado por consumo de droga o alcohol y cada 45 minutos alguien sale herido o muerto como consecuencia de la violencia en las escuelas.

El 72% de los adolescentes invierten menos de 20 minutos a la semana para hablar con sus padres, por eso hermanos, hay padres que no conocen nada de sus hijos, 66% se tornan al alcohol y las drogas como una manera de escapar de sus problemas, el 70% de los jovencitos varones y el 63% de las muchachas se han visto envueltos en relaciones sexuales prematrimoniales.

La adolescencia es la etapa de más angustia y preocupación para los padres. Cada vez que nuestros hijos están fuera y suena el teléfono saltamos de la silla. Y cuando están fuera de la ciudad por razones de estudio o trabajo no podemos dormir tranquilos.

Es entonces cuando se evocan un tumulto de pensamientos y emociones que solamente los que somos padres podemos comprender. Es entonces cuando debemos recurrir al recurso de la oración. Es la hora de colocarnos al frente de la batalla e interceder por nuestros hijos. Y esta es la segunda y última pauta de cómo orar por nuestros hijos:

2. Colocándonos al frente de la batalla (v. 3b-4)

“... los frutos del vientre son una recompensa... como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud”

Dios nos ha bendecido dándonos hijos por lo tanto no podemos quedarnos de brazos cruzados mientras contemplamos que ellos van por mal camino y nosotros no hacemos nada para impedirlo. Como padres tenemos el derecho y el sagrado deber de acercarnos a Dios, a través de Cristo, para colocarnos como intercesores a favor de nuestros hijos.

No importa lo que podamos escuchar de nuestros hijos, o acerca de ellos, nuestra primera reacción debe ser, definitivamente, la intercesión. Porque como dice la Escritura: “... los frutos del vientre son una recompensa... como flechas en las manos del guerrero son los hijos de la juventud”

Ninguno de nosotros sabemos, a ciencia cierta, los planes de Dios para cada uno de nuestros hijos. No sabemos si el Señor levantará líderes mejores que nosotros. Por eso no podemos dejar de interceder por ellos.

Sin embargo, hay unos aspectos de suma importancia en cuanto a este aspecto de la oración, como lo es la intercesión. Si queremos que nuestras flechas, es decir nuestros hijos, sean de bendición, entonces, no solamente debemos educarlos para que no lleguen a ser una carga para la sociedad, no solo debemos inculcarles los grandes valores de nuestra fe, como padres debemos seguir el ejemplo de Job. Leamos Job 1.

Para aquel padre piadoso colocarse en el frente de la batalla en oración por sus hijos era algo cotidiano. En ese momento Job no solo intercedía por sus hijos sino que también confesaba los pecados de ellos. ¿Es esta la manera en que oramos por nuestros hijos? Re tomando lo del domingo pasado ¿no es cierto que nuestras oraciones son quejas? Tenemos entonces que dar un giro de 180º y cambiar nuestras quejas por verdaderas oraciones.

Pero hay algunos elementos que debemos considerar si es que queremos que nuestras oraciones sean oídas por el Dios a quien, al igual que Job, tememos y servimos.

2.1 Antes de colocarnos al frente debemos remover obstáculos como la decepción, la ira y la falta de perdón.

Sí mis amados, seamos sinceros. Hemos sido decepcionados por nuestros hijos cuando vemos en ellos actitudes y valores que no les hemos enseñado, cuando traen malas calificaciones, cuando nos llaman del colegio para decirnos que nuestro hijo o hija se ha metido en serios problemas, o cuando se apartan de Dios. Creo que esta es la decepción más difícil de superar.

Como padres tenemos altas expectativas para nuestros hijos. Y eso es bueno, pero al mismo tiempo puede convertirse en un arma de doble filo. Como padres debemos entender que nuestros hijos tienen su propia personalidad y que por lo tanto no pueden ser ni como mamá ni como papá.

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