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Summary: Sandalias

El Adviento nos llama a un espacio sagrado de anticipación, donde nos preparamos para la venida multifacética del Señor : su llegada sacramental en Navidad, su visita individual al final de nuestras vidas y su advenimiento colectivo en la culminación de los tiempos. Sin embargo, ¿qué pasaría si nos dijeran que el Cristo que esperamos ya está entre nosotros, caminando entre nosotros como uno de nosotros? El profundo impacto de tal conciencia se ilustra en una historia que se desarrolla y revela la diferencia transformadora que el reconocimiento de la presencia de Cristo puede hacer en nuestras vidas, tanto individualmente como como comunidades.

En el evangelio de hoy, Juan el Bautista se esfuerza por transmitir este poderoso mensaje a los judíos que esperan ansiosamente al Mesías. Sus palabras resuenan en el tiempo: "Entre vosotros está uno a quien no conocéis, el que viene detrás de mí; no soy digno de desatar la correa de su sandalia" (Juan 1, 26-27).

La razón por la que los judíos de esa época lucharon por reconocer a Jesús como el Mesías radica en sus nociones preconcebidas sobre cómo aparecería el Mesías. Concebido como una fuerza divina que descendía en poder y gloria, se esperaba que el Mesías estableciera su reinado venciendo a los adversarios de Israel. Él surgiría inesperadamente, envuelto en un velo de misterio, y nadie conocería su origen excepto que provenía de Dios (Juan 7:27). En consecuencia, cuando Jesús vino, nacido de una mujer conocida dentro de su comunidad, eludió el reconocimiento. Parecía demasiado corriente, demasiado familiar, demasiado corriente.

Dos milenios después, resuena la pregunta: ¿Podemos ahora discernir a Cristo en medio de hombres y mujeres comunes y corrientes, con sus hábitos modestos, sus diversos orígenes y sus apariencias poco impresionantes?

Imagine el impacto de una revelación colectiva, donde desvelamos lo divino dentro de lo ordinario. ¿Qué pasaría si reconociéramos la chispa sagrada dentro de las rutinas mundanas de nuestras vidas, en los rostros de aquellos con quienes nos encontramos a diario? Esta conciencia tiene el potencial de revolucionar nuestras perspectivas, impulsándonos a ver lo extraordinario en lo aparentemente común.

Cristo, una vez oculto en los pliegues de la vida cotidiana, ahora se revela. Las manos del carpintero que dieron forma a la madera resuenan en las manos de los artesanos que realizan su oficio. Los actos de bondad silenciosos y sencillos reflejan la compasión de quien curó a los enfermos y consoló a los cansados. Los rostros corrientes con los que nos cruzamos en la calle pueden llevar la huella de lo divino.

Sin embargo, reconocer a Cristo en lo ordinario exige un cambio en nuestros paradigmas. Nos insta a dejar de lado las nociones preconcebidas y abrazar los vasos inesperados a través de los cuales lo sagrado puede manifestarse. El desafío persiste : ¿ estamos dispuestos a ver lo extraordinario dentro de lo ordinario, a reconocer lo divino en los rostros familiares que nos rodean?

El Adviento, entonces, se convierte en un viaje de revelación : una peregrinación sagrada a lo más profundo de nuestros corazones y al corazón de nuestras comunidades. Nos invita a desechar las limitaciones de las expectativas, permitiendo que la luz del reconocimiento atraviese el velo de lo común. Mientras nos preparamos para el advenimiento del Señor, que encontremos el valor de percibir lo divino en lo ordinario, de abrazar lo extraordinario dentro de lo familiar. Al hacerlo, nos convertimos en participantes activos de una revelación cósmica, donde lo sagrado y lo cotidiano convergen, transformando lo ordinario en extraordinario y lo familiar en divino. Que el corazón de Jesús resida en todos nuestros corazones. Amén.

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