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Summary: ¿De qué manera nuestra ciudadanía en el cielo moldea la manera en que pensamos e interactuamos con el mundo que nos rodea? ¿De qué manera influye en nuestra comprensión de la justicia social?

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Estamos en una profunda transición tanto en la iglesia como en la nación. Las elecciones presidenciales están a sólo unas semanas de distancia. Los resultados llevarán a nuestra nación y nuestras vidas en una de dos direcciones muy diferentes. La iglesia también está siendo reconfigurada. Incluso ahora se ve muy diferente de lo que era hace siete meses. Pero los cambios aún no han terminado.

Este es un tiempo para que el pueblo de Dios se consagre al Señor. Hemos estado usando los Diez Días de Reverencia en el calendario judío como un tiempo para la oración, el arrepentimiento y la preparación. Esos diez días concluyen con Yom Kippur el 27 de septiembre al atardecer. El Día de la Expiación es reconocido como un día de oración y ayuno ante el Señor. Te animo a que reserves un tiempo para Dios, no como un requisito legalista, sino como una oportunidad para unirte a millones de personas en la búsqueda del Señor.

Nuestro texto de hoy se encuentra en Filipenses 3:20-21. “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”i

Ustedes han oído el dicho: “Él tiene la mente tan puesta en el cielo que no sirve para nada en la tierra”. La intención detrás de ese dicho es señalar el problema de usar la espiritualidad como excusa para no servir a los demás. Ese punto es muy acertado y sabemos que puede ser un problema. Sin embargo, hay un error sutil que puede comunicarse fácilmente a través del dicho: la idea de que deberíamos dedicarnos únicamente a los asuntos prácticos y terrenales, como si la espiritualidad fuera el problema.

La Biblia refuta esa afirmación. Las Escrituras nos dicen que debemos tener la mente puesta en el cielo si queremos producir obras de valor eterno.

Nuestro texto es un ejemplo de esa instrucción. Quiero centrarme en tres hechos de nuestro texto que deberían dar forma a la manera en que pensamos acerca del mundo que nos rodea.

I. Nuestra ciudadanía está en los cielos.

II. Estamos esperando ansiosamente a nuestro Salvador del cielo.

III. A su venida nuestra salvación será completa.

I. Nuestra CIUDADANÍA está en el Cielo.

Eso no significa que no tengamos compromisos y responsabilidades en esta vida. El Nuevo Testamento le da gran valor al cuidado de nuestras familias. Pablo escribió en 1 Timoteo 5:8: “Porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo”. Ese es un lenguaje muy fuerte. En sus epístolas a los Tesalonicenses, Pablo se dirigió a personas que tendían a estar “tan preocupadas por el cielo que no servían para nada terrenal”. Esperando que el Señor regresara en cualquier momento, algunos dejaron de trabajar y dejaron de proveer para sus familias.

A esas personas Pablo les escribió:

“Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. 11 Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno. 12 A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan” (2 Tes. 3:10-12).

El trabajo es una poderosa protección contra muchas tentaciones. Cuando estoy trabajando, no tengo tiempo para entrometerme. Cuando estoy ocupado sirviendo a otros, no soy tan tentado a estar absorto en mí mismo. Hay dos aspectos para resistir la tentación. Uno es decir no a lo incorrecto. El otro es decir sí a lo correcto. Si nos ocupamos de la tarea que Dios nos ha dado, no seremos tan vulnerables a involucrarnos en actividades que no deberíamos estar haciendo. La concisa declaración “La ociosidad es el taller del diablo” no está en la Biblia, pero el concepto que la sustenta sí. La mente humana estará ocupada con algo. Esa es su naturaleza. Está diseñada para estar ocupada con Dios y la tarea que Él nos da para hacer.ii Cuando eso sucede, las distracciones mundanas no son tan atractivas.

La mentalidad celestial a la que Pablo se refiere en nuestro texto produce las motivaciones y la dirección correctas para hacer buenas obras. Dios ya tiene buenas obras planeadas para que cada uno de nosotros las haga. Efesios 2:10 dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”. ¿Estás andando en las “buenas obras que Dios preparó” para que anduvieses en ellas? Allí es donde encontrarás tu fortaleza espiritual.iii

Debemos tener la mente celestial para saber cuál es nuestra tarea. Debemos tener el oído puesto en el cielo para que nuestros días no se pasen en vano. Subimos a la montaña para estar con el Señor y estar equipados para bajar y servir a los demás de manera eficaz.

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