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Summary: No ames el dinero. No te adueñes del dinero. No confíes en el Dinero.

Hay un tema del que no podemos dejar de hablar ni un solo día. Aunque lo intentemos, este tema siempre estará en nuestros pensamientos, palabras y acciones en nuestra rutina diaria.

A veces, este tema es el primero del que hablamos cuando despertamos y muchas más, es el tema con el que cerramos los ojos y la boca al acostarnos. Incluso, hasta en nuestros sueños interviene como personaje principal.

Cuando empieza el ciclo escolar de nuestros hijos está presente, cuando termina el ciclo escolar sigue presente. Cuando encendemos nuestro vehículo está presente y cuando llegamos al lugar a donde nos transportamos también lo está.

Cuando abres tus medios digitales y redes sociales hay notificaciones que te lo recuerdan y hasta en conversaciones cotidianas con las personas que amas sale a relucir.

¿Cuál será este tema del que estamos hablando? Quizá vinieron algunas opciones a tu mente porque hay ciertos temas recurrentes, pero hoy estamos hablando del dinero, de los bienes, de la riqueza, de las finanzas, en fin, de los recursos materiales que son medios para nuestro sustento y nuestro bienestar en muchos aspectos en general.

Al decir “dinero” nos estaremos refiriendo a todo esto en general. Es un hecho que el dinero está presente de alguna manera en todo lo que hacemos en nuestro día a día. Y es un hecho también que ocupa un lugar importante en nuestros pensamientos, palabras y acciones cotidianas.

Piénsalo, en este momento del día en que estamos de un domingo, ¿Has pensado, mencionado, comentado, explicado, planeado, accionado algo que tenga que ver directa o indirectamente con dinero? No hay manera de evadir este tema en nuestras vidas.

Siendo tan frecuente, recurrente y pertinente, nos podría parecer que el dinero es mucho más de lo que es en verdad y por eso, necesitamos la dirección y autoridad de la Palabra del Señor para guiarnos en nuestra interacción con el dinero.

Estamos en nuestra serie: “Vanidad de Vanidades” basada en el libro de Eclesiastés en el Antiguo Testamento y hemos visto el enfoque que el libro tiene de presentarnos de una manera cruda y sin anestesia, la realidad de la vida debajo del sol.

Esta frase “bajo del sol” tiene ese sentido técnico de referirse a nuestra realidad de la vida humana cuando tratamos de ver y vivir la vida sin considerar a Dios dentro del cuadro. Cuando vemos la vida humana bajo del sol sin tomar en cuenta a aquel que le da sentido y propósito a todo, encontramos que todo es fútil, pasajero, sin sentido, sin propósito, sin gozo verdadero, en resumidas cuentas, te pasas todo el tiempo queriendo atrapar el viento; por eso, esa vida bajo el sol es simplemente “vanidad de vanidades”, es la mayor de las vanidades.

Y el tema del dinero, por su pertinencia diaria, pudiera ser considerado un candidato “bajo el sol” para hallar sentido a la vida misma. Y de hecho, es posible que lo estemos viendo ahora mismo de esa manera.

Entonces, Eclesiastés, muy a su estilo y forma, nos va mostrar que aunque parezca ser lo más importante en la vida, el dinero tiene su justo lugar y no es el de dar sentido a nuestras vidas. El dinero al igual que todo lo demás debajo del sol, es temporal, limitado, fútil, frágil, inseguro. No puede ser nuestro todo y nuestro propósito de vida.

Por eso, este día tendremos enseñanza bíblica de la sabiduría de lo alto respecto al dinero. Y lo haremos desde dos ángulos. Primero, estaremos viendo la enseñanza del libro del Eclesiastés en el capítulo 5 respecto al dinero y lo haremos desde un enfoque en negativo. Es decir, lo que no debemos hacer respecto al dinero.

Y luego, esa misma enseñanza la veremos desde un enfoque en positivo, lo que sí debemos hacer, apoyándonos en el capítulo del Nuevo Testamento en 1 Timoteo capítulo 6. Así que ten preparada tu biblia en Eclesiastés 5 y 1 Timoteo 6.

Primero veamos lo que No debemos hacer respecto al dinero.

Primero, No ames el dinero.

Eclesiastés 5:10 dice, Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es vanidad!

El predicador recalca dos verdades acerca del dinero: El dinero nunca sacia ni nunca alcanza. Y esto se hace más evidente cuando comenzamos ver el dinero, no como lo que es, sino como el objeto de nuestro amor.

Amar el dinero es atesorar el dinero más que a Dios, es suplantar nuestro amor a Dios por algo o alguien más, es idolatrar el dinero; es necesitar el dinero como necesitamos a Dios.

Eclesiastés nos indica que ese no es el camino. Es un amor fraudulento. Invertirás tu vida en él, te desgastarás por él, te consumirás por él, y nunca serás correspondido. Siempre estarás insatisfecho, anhelando más. Y Nunca será suficiente, siempre “necesitarás” más.

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