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Summary: Necesitamos alguien que dirija nuestras vidas.

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Intro: En una ocasión, siendo un adolescente, se organizó una excursión a las grutas de Lol-Tun. Era un grupo como de 50 personas las que se anotaron para el viaje. Llegamos al lugar y empezamos el recorrido. Si has ido a Lol-Tun sabes que son unas grutas iluminadas y es una experiencia muy interesante. Entre risas y relajo íbamos siguiendo al guía que trataba de captar la atención de ese grupo de jóvenes desenfocados.

Todo iba bastante bien, hasta que de pronto, a la mitad del recorrido de dos horas, se fue la energía eléctrica cuando estábamos en lo más profundo de la cueva. Entonces, nos vimos envueltos por la oscuridad más profunda que he experimentado en mi vida. No podías ver ni tu mano enfrente de la nariz. Después de los consabidos gritos, el guía encendió su lámpara que tenía en el casco y también una linterna de mano. En ese momento, tenía toda nuestra atención. Era la única persona entre todo ese grupo que sabía el camino hacia la salida, conocía ese lugar como la palma de su mano y sabía exactamente qué hacer. No haberle hecho caso, hubiera sido la acción más necia en esa situación.

Siguiendo sus instrucciones y confiando en su dirección, el grupo de 50 personas, fuimos emergiendo de la oscuridad para por fin, aliviados, salir de la cueva a un sol del media día que brillaba en su cenit.

Cuando estás perdido o en una situación complicada, cuán importante es tener a alguien que te guíe, que te dirija, que como experto y conocedor, te muestre el camino. Es interesante, como nos es muy obvio esto si estás en medio de una cueva oscura, pero no se nos hace tan obvio en los asuntos de la vida diaria. Tú y yo fuimos hechos para ser dirigidos por alguien más, fuimos hechos para que alguien más nos indique el camino, nos dé instrucciones que nos salven de nuestra propia necedad. Pero nuestro orgullo es tan grande, que rehusamos admitir y aceptar tal ayuda y dirección.

El pueblo de Israel experimentó esta realidad y su necesidad de alguien que los dirigiera por los caminos del Señor. De hecho, el propósito de todo un libro en la Biblia, el libro de Jueces, es precisamente resaltar la necesidad que existe para cada uno de nosotros, de un rey sobre nuestras vidas; alguien que nos dirija, que nos instruya, que rija nuestras decisiones para tener una buena vida de acuerdo con la voluntad de Dios.

Estamos viendo este mes el desarrollo del establecimiento del Reino de Dios en la tierra y hemos visto cómo Dios en su gracia llamó a un hombre llamado Abraham para ser el padre de todo un pueblo por medio del cual vendría la bendición a todas las naciones de la tierra. Ese pueblo llegó a estar esclavo en Egipto por muchos años y fue liberado por el poder de Dios, a través de la intervención de Moisés y fueron llevados a una tierra para conquistarla y establecerse en ella, siendo dirigidos por Josué.

Jueces 2:6-10 dice: Josué despidió al pueblo de Israel, y cada uno fue y tomó posesión de su heredad. Y mientras vivió Josué, y los ancianos que le sobrevivieron y que habían visto las obras del Señor en favor de Israel, todo el pueblo sirvió al Señor. Y Josué hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años... Y murió también toda esa generación, y se reunió con sus antepasados. Después de ellos vino otra generación que no conocía al Señor, ni sabía lo que el Señor había hecho por Israel.

Como dice el pasaje, mientras Josué vivió, el pueblo se mantuvo sirviendo al Señor, pero cuando murió Josué y toda su generación, sucedió algo terrible: La nueva generación no reconoció al Señor ni lo que había hecho en favor de Israel. Esto fue trágico. Porque se apartaron del único que en verdad podía dirigirlos por caminos de paz y bendición. Pero sin la dirección de un líder, el pueblo le dio la espalda a Dios y vinieron calamidades sobre ellos.

Jueces 2:13-17 nos dice: Se apartaron del Señor, para adorar a Baal y a Astarot. Por eso el Señor se enojó contra el pueblo de Israel y los entregó en manos de ladrones, que lo despojaron de todo… Entonces el Señor suscitó caudillos para que los libraran de aquellos que los despojaban. Pero ellos tampoco escuchaban a sus caudillos, sino que se fueron tras dioses ajenos, a los cuales adoraron, y pronto se apartaron del camino que habían seguido sus antepasados, pues sus antepasados habían obedecido los mandamientos del Señor, pero ellos no lo hicieron así.

Al dejar de seguir al líder que Dios estableció, el pueblo iba en decadencia, cada vez más se sumía en un alejamiento del Señor y su condición iba de mal en peor por sus malas decisiones.

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