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Summary: Somos creación, imagen, hombre y mujer e hijos de Dios.

Hoy terminamos nuestra serie Toda la verdad, en la que hemos estado considerando la cosmovisión cristiana de la vida en contraposición a la versión de la vida que nos quiere imponer el posmodernismo.

Como hemos dicho, estamos en un tiempo donde se proclama a los cuatro vientos la visión de la vida donde No hay verdad. No hay autoridad. No hay bien o mal. Y no Hay identidad.

Y es precisamente, sobre la identidad humana en lo que queremos centrarnos en este día.

Hace un tiempo vi un comercial de “mercado libre” en el que se mostraban personas en movimiento caracterizados de tal forma que no podías saber si eran hombres o mujeres y cuando se encontraban unos con otros, como que intercambiaban automáticamente su ropa. Algunos, que parecían más varones se quedaban con la ropa de los que parecía más mujeres y seguían en movimiento. Y al final del comercial decía: “Hoy celebramos un mundo sin etiquetas por eso lanzamos la categoría: “moda sin género”.

Este es el mundo posmoderno. Un mundo con la consigna de borrar y desdibujar todas las distinciones, los límites, las delimitaciones, las demarcaciones, las diferencias. Así hoy se intenta borrar todos los límites y las fronteras establecidas creacionalmente de conceptos tales como hombre-mujer, ser humano-animal, autoridad-sujeción, iglesia-mundo y sobre todo la distinción más importante de todas Creador-creación.

Cuando haces esto, es muy fácil llegar entonces a la conclusión: No hay identidad. Se nos dice que la identidad es un constructo humano. Cada quien va construyendo su identidad. No hay nada que sea esencial y fijo.

Entonces, en la práctica, se acepta que tu identidad llega a ser lo que tu sientas o quieras que sea. Las generaciones más jóvenes han sido adoctrinadas en el posmodernismo de tal forma que ya ni cuestionan esto. Se da por sentado de que no hay identidad, sino nosotros la construimos. Cualquier sugerencia de que la identidad es algo dado, fijo y absoluto, se tacha de anticuado, engañoso, perverso, abusivo, controlador y contrario a la verdad.

En un mundo donde se niega la existencia de la verdad absoluta, de la autoridad de Dios, del bien y mal establecidos por Dios, no es de extrañarse que haya tal confusión en cuanto a la identidad. Las categorías de identidad van desapareciendo y encontramos confusas fronteras entre lo humano y lo animal, entre lo masculino y lo femenino, entre lo humano y lo divino.

Casi como dice el comercial de mercado libre: El mundo ideal es “Un mundo sin identidad clara, fija y absoluta”.

Pero los creyentes en Cristo tenemos una visión muy distinta de la vida. Enseñamos y sostenemos que sí hay verdad, sí hay autoridad, sí hay bien y mal y sí hay identidad.

Nuestra cosmovisión de la vida tiene un punto de partida fijo y este es la Escritura. La Biblia es nuestra única regla de fe y práctica y en ella encontramos la verdad para entender nuestras vidas y todo lo que nos rodea.

Así es hermanos, porque si no tuviéramos la Escritura como nuestra ancla de la verdad, si la Escritura no fuera la Palabra inerrante de autoridad del Creador del cielo y de la tierra y de la identidad, entonces, no tendríamos por qué objetar las ideologías fruto del posmodernismo, sino que tendríamos que decir, como quieren que digamos, “que cada quien haga lo que le dé la gana”. “Y que sea cada quien lo que sienta ser o quiera ser”.

No podemos hacerlo, no podemos simplemente ceder a la presión tremenda que están ejerciendo los diferentes colectivos ideológicos en la educación, gobierno, entretenimiento y cultura, porque tenemos una autoridad sobre nosotros que es la norma absoluta de lo bueno y lo malo, de la verdad y de la mentira: la bendita Palabra del Señor de los ejércitos.

Respecto a la identidad, tenemos que ir a luz de la Palabra del Señor y veamos si Dios nos ha concedido ese supuesto derecho de construir nuestra identidad a modo, a gusto y preferencia.

Como hemos hecho todo este mes, tenemos que ir al principio de todas las cosas. Tenemos que ir al diseño original de todo el cosmos. Vamos al libro de Génesis.

En Génesis encontramos, por lo menos, tres elementos fijos de nuestra identidad, tres elementos que no cambian y son esenciales para el entendimiento de quiénes somos como seres humanos.

Primeramente, Somos creación.

El primer versículo de la Escritura en Génesis 1:1 dice: Dios, en el principio, creó los cielos y la tierra.

Así empieza la historia del universo. Comienza con Dios. Él ha existido por siempre, no tiene ni principio ni final, pero en un momento que fue el principio de la historia, él creó los cielos y la tierra.

El hecho de que Dios haya creado todo lo que hay en el cielo y la tierra, incluyéndonos como raza humana, establece una distinción muy importante que no debemos retirar nunca del centro de toda esta discusión. La distinción creador-criatura está en la base de la cosmovisión cristiana. No podemos entender nada si borramos del mapa esta distinción. Dios es el creador y nosotros somos su creación.

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