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Summary: Nuestro Dios es quien define lo que está bien y mal.

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Esta semana me propuse a establecer una cita por internet para renovar mi pasaporte. En el buscador teclee una frase relacionada para ubicar el sitio y me apareció inmediatamente una página con un fondo azul y el logo del escudo nacional.

Comencé a llenar la información según me la iba pidiendo, escogí el día de mi preferencia y al llegar a un punto, me pidió escoger una forma de pago. Me daba dos opciones: pago por transferencia o pago en el Oxxo. Esto me pareció muy extraño y sospechoso porque sé que estos pagos se hacen en instituciones bancarias, y esta opción ni siquiera se ofrecía.

No obstante, seleccioné el pago por transferencia y fue cuando salió un mensaje diciéndome que necesitaba realizar el pago en un plazo de 24 horas so pena de perder la cita. En ese punto confirmé que estaba ante un fraude, pues estos pagos se hacen en el banco y el requisito es que para el momento de tu cita lleves tu comprobante de pago. Inmediatamente salí de esa página fraudulenta.

Compartí la experiencia y me fui enterando que varias personas conocidas habían caído en esta trampa. ¡Qué triste! Que hasta para hacer un simple trámite tengas que estar a la defensiva porque hay personas que buscan dañar para beneficiarse a expensas de otros.

Es una realidad, hay algo que llamamos mal o maldad que sabemos que está y que nos afecta y que no se necesitan muchos argumentos para afirmar su existencia. Por ejemplo, todos los que estamos aquí antes de salir de nuestras casas nos cercioramos, quizá más de una vez, que todos los accesos a nuestras casas tuvieran algún tipo de refuerzo en su seguridad. Nadie dejó deliberadamente su puerta abierta al salir hoy de su casa. ¿Por qué? Porque sabemos que en cualquier momento y oportunidad alguien puede entrar a nuestras casas no con buenas intenciones.

Parece sentido común saber que el mal existe y es una realidad con la que vivimos. Por eso, es un poco extraño, cuando en estos tiempos posmodernos, la cultura sin Cristo a nuestro alrededor, se ufana en proclamar la supuesta verdad de que no hay bien o mal fijos, absolutos e inmutables.

Pero es de esperarse, porque como hemos dicho, el mundo posmoderno tiene su “evangelio” que proclama por todos los medios, incluso a veces muy sutiles, a través del entretenimiento, el arte y otros medios que captan nuestra atención.

Como hemos dicho, el mundo posmoderno dice: No hay verdad, No hay autoridad, No hay bien o mal, No hay identidad. Cuando quitas a Dios del cuadro, por supuesto caen todos los pilares de la vida humana y se vuelve el caos en que vivimos actualmente.

Si quitas a Dios como la fuente y origen fundamental de la verdad. Cuando quitas a Dios como la autoridad absoluta sobre todas las cosas, entonces, ¿qué fuente, referencia, o base te queda para determinar qué está bien o qué está mal? ¿Cómo diferenciar entre el bien y el mal? Lo único que queda es que cada uno de nosotros se vuelva la medida del bien y el mal. Y eso es lo que estamos viviendo hoy día.

Hoy día lo que cada uno decida o defina eso será el bien o el mal para él o para ella. Cada uno es el juez final para determinar el bien o mal. Lo que está bien o mal para ti, puede no serlo para mí, y los dos tenemos razón. No tienes ningún derecho de “imponer” tu visión de bien o mal sobre nadie más. Por eso, lo que hay que hacer es tolerarnos unos a otros para vivir en este mundo de infinitas e individualistas visiones de lo que está bien o mal.

Esto se celebra, se aplaude y promueve en nuestros días posmodernos, por supuesto, hasta que alguien te hace un fraude en internet o entra a tu casa a robar mientras estás en la iglesia. Entonces, sí esa acción está terriblemente mal y tal persona debería recibir su justo castigo por haber obrado mal.

Pero ese defraudador, siguiendo la corriente de este mundo, te puede argumentar: “Para mí, tomar lo que otro tiene y poseerlo no tiene nada de malo, sino es muestra de mi sagacidad y superioridad sobre ti”. Quizá argumentes, está mal porque hay leyes que obligan a que actúes de una manera diferente. Pero esto trasciende los códigos penales, hay algo en nosotros mismos que en el fondo nos hace saber que, aunque no hubiera ninguna ley que prohibiera el robo, de todas maneras, seguiríamos teniendo una idea, cuando menos general, de que esta acción no es para celebrarse o imitarse.

En realidad, es imposible vivir en un mundo de indefinición clara y objetiva del bien y el mal. Si es que no nos hemos autodestruido como humanidad aún, es porque somos incongruentes y aunque se dice que no hay bien o mal, vivimos en muchos aspectos estableciendo criterios objetivos y absolutos para definir la vida.

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