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Summary: La gracia es el único fundamento de tu relación creciente y eterna con Dios

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Sola Gratia 17/10/09

Tito 3:3-8

Intro: Cuando estaba en la primaria, el día que más gustaba ir a la escuela era el día que teníamos educación física. Básicamente era mi día favorito porque jugábamos un partido de fútbol en la cancha de los grandes. También era un momento emocionante porque tenías la oportunidad de ser el capitán del equipo y escoger a tus jugadores. El maestro nos formaba en filas y nos decía: “Voy a dar la instrucción de “firmes” y aquellos que pongan la mejor posición del cuerpo serán seleccionados como los capitanes y luego ellos escogerán a su equipo de entre todos sus compañeros”. Así que cuando daba la instrucción “firmes”, todos poníamos nuestro mejor esfuerzo con tal de ser seleccionados.

Recuerdo que yo me ponía lo más recto y plantado posible para atraer la atención del maestro. Varias veces lo logré y pude elegir a mi equipo. Por supuesto, trataba de elegir a los que yo consideraba los mejores y garantizarían la derrota del equipo contrario. Los que no eran buenos jugando fútbol quedaban al último con sus caras de lástima y tenías escogerlos porque “ya ni modos”. Aunque de todas maneras tratabas de quedarte con lo mejorcito de entre lo peor.

Nos parece algo bastante normal seleccionar a las personas basándonos en su desempeño, talento o en alguna característica particular que atraiga nuestra atención y sea percibida como algo bueno. En cambio, descartamos inmediatamente a aquellos que no tienen algo atractivo o que llame nuestra atención.

También estamos acostumbrados a pensar así. Uno tiene que merecerse los beneficios. Hay que trabajar duro y esforzarse para ganar las cosas. Nadie te regala las cosas, tienes que ganártelas. Si bien esto es cierto en algunos planos de la existencia, cuando llevamos esta mentalidad a los asuntos espirituales o a nuestra relación con Dios, nuestro esquema no encaja con las realidades espirituales descritas en la Biblia.

Antes del tiempo de la reforma religiosa del siglo XVI, esta era la mentalidad que prevalecía respecto a la relación con Dios. Uno tenía que portarse bien para ganarse el amor de Dios. Uno tenía que esforzarse y poner empeño para merecer que Dios lo recibiera en el cielo. A esto se le llama: querer salvo por las obras. La idea es que mientras mejor te portes, más te ama Dios, y a través de tu desempeño te ganas el derecho de estar eternamente con Dios.

La verdad esto nos parece muy lógico ¿No es así? Después de todo así funcionan las cosas en la vida diaria. Al que se porta bien, le va bien. Al que trabaja y se esfuerza, le pagan. Pero los reformadores, al estudiar la Biblia comenzaron a ver una historia diferente. Comenzaron a ver que para tener una relación eterna con Dios no puedes basarte en tus buenas obras, sino tenías que poner tu fe en un fundamento diferente. Esta idea se expresó con una frase en latín que decía: sola gratia (sólo por gracia).

Como iglesia, somos herederos de este redescubrimiento de la enseñanza de la Escritura respecto a la gracia de Dios. Desde tiempos de la Reforma sabemos que Dios no actúa como el hombre. Que Dios da de gracia, es decir da cosas buenas a personas que no las merecen sólo porque es un Dios bueno y misericordioso. Sola gratia quiere decir que no son tus obras las que te merecen una relación con Dios, sino que La gracia es el único fundamento de tu relación creciente y eterna con Dios. Es decir, que si puedes tener o tienes una relación creciente y eterna con Dios es sólo por Su gracia demostrada en la persona y obra de Jesucristo y que nos es anunciada en las buenas noticias del evangelio.

Ahora bien, cuando hablamos de gracia ¿de qué estamos hablando? Gracia es el atributo del ser de Dios por el cual nos da toda bendición, no porque las merezcamos, sino porque Él se complace en dar con amor y para su gloria.

Cuando Dios da algo por gracia, entonces podemos encontrar las siguientes características:

• Dios asume la cuenta.

• No tenemos mérito alguno para obtenerlo. (limones)

• No lo merecemos.

• No tenemos ni el más mínimo espacio para la jactancia.

• La gloria es para Dios.

Los reformadores del siglo XVI redescubrieron esta verdad de la Escritura que había sido olvidada por muchos en su época y es ahora parte de la herencia espiritual que hemos recibido. Debemos aprender a vivir en esa gracia de Dios y crecer en ella porque La gracia es el único fundamento de tu relación creciente y eterna con Dios.

Esta es la enseñanza del apóstol Pablo en su carta a su compañero y discípulo Tito en Tito 3:3-8. El apóstol comienza recordando lo que éramos cuando Dios tuvo misericordia de nosotros. El versículo 3 nos describe así: “En otro tiempo también nosotros éramos necios y desobedientes. Estábamos descarriados y éramos esclavos de todo género de pasiones y placeres. Vivíamos en la malicia y en la envidia. Éramos detestables y nos odiábamos unos a otros”.

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