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Summary: Sigue orando porque el buen Padre te está escuchando

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Intro: En los primeros meses después del nacimiento de mi hijo Josué, nos dimos cuenta de que sus ojitos amanecían prácticamente pegados porque secretaba lagañas abundantes. De hecho, a veces ni podía abrir los ojos porque las lagañas se habían secado formando un adhesivo poderoso entre párpado y párpado. Lo llevamos al doctor y el diagnóstico fue que tenía muy reducidos los conductos lagrimales y esto hacía que se obstruyeran las secreciones y se formaran infecciones. Cabía la posibilidad que se reparara solo o se le podía operar ya o teníamos como plazo hasta los diez meses.

En ese entonces estábamos en el seminario en la ciudad de Orlando, Florida y nuestro seguro médico no cubría nada de estos gastos. Así que decidimos esperar hasta regresar a Mérida y aquí operarlo. Entre tanto, orábamos por él todos los días para que la operación fuera innecesaria. Nuestra familia también oraba por él. Lavarle los ojos todas las mañanas se volvió parte de la rutina durante esos meses.

En fin, estuvimos orando por Josué todos los días. Por fin, llegó el día mi graduación. Josué acaba de cumplir 9 meses. Esa mañana nos levantamos temprano y comenzamos a preparar algunas cosas cuando escuchamos que el niño se había despertado en su cuna. Nos acercamos para cargarlo y comenzar con la rutina de lavarle los ojos cuando quedamos sorprendidos y agradecidos. Josué nos estaba mirando con los ojos bien abiertos sin lagañas. ¡Dios había contestado nuestra oración! En ese momento dimos gracias a Dios por tan bello regalo de graduación.

Quizá también tengas historias para contar de cómo Dios ha contestado la oración en tu familia. Este tipo de historias nos animan a hacer de la oración parte substancial de nuestra vida. ¡Qué fácil parece tener constancia en la oración cuando vemos resultados prontos de acuerdo con lo que pedíamos! Pero hay una realidad. A veces, parece como que Dios no escucha nuestras oraciones. Dios parece estar lejano, distante e inclusive ausente.

En esos momentos, orar puede parecer no muy atractivo. Algunos, después de orar y orar y aparentemente no tener respuesta, nos desanimamos y abandonamos la oración. Otros, quizá no han visto resultados inmediatos y piensan que en vez de orar simplemente hay que actuar. Y su vida de oración es escasa o nula. La oración, a veces, es percibida como un buen ejercicio espiritual pero no creemos que sea fundamental o vital para nuestra vida.

Jesús tenía una perspectiva completamente diferente de la oración. El pasaba tiempo substancial hablando con el Padre. Se apartaba muy temprano o al terminar la jornada y oraba, oraba, oraba. Jesús con su vida mostraba que orar no era pérdida de tiempo o un simple ejercicio espiritual, sino algo necesario e importante. Oraba tanto que los discípulos se dormían mientras el seguía orando. ¡Seguramente yo también me hubiera dormido con los discípulos! Porque quizá no entendemos la necesidad e importancia de orar.

Pero hoy hay buenas noticias para todos nosotros que no estamos orando tanto como debiéramos o hemos orado por tanto tiempo por algo y no percibimos la respuesta de Dios y nos hemos desanimado de orar. Jesús nos enseña hoy esta lección importante y nos da grandes alientos para tener una vida robusta de oración.

En Lucas 18:1-8 Jesús relató una parábola precisamente con la finalidad de mostrar a sus discípulos “que debían orar siempre, sin desanimarse”(Lucas 18:1)

Algo importante que debemos notar primeramente es que Jesús quiere enseñarnos que la oración es una práctica necesaria. Otras versiones traducen la palabra “deber” como: “la necesidad de orar”. Es decir, esta palabra “deber” no está subrayando el carácter obligatorio de la oración, sino denota una necesidad, un elemento de vital importancia, un ingrediente indispensable, no hay otra manera, es la única opción. En ese sentido, se nos dice que debemos orar. Está subrayando lo necesario que es la oración para nosotros.

También debemos notar que Jesús nos conoce. Él sabe que nos desanimamos, nos desalentamos, claudicamos. Especialmente cuando no vemos resultados inmediatos de acuerdo con lo que deseamos, cuando pasa el tiempo y parece no haber respuesta; cuando las cosas van de mal en peor a pesar que estemos orando. El relata esta parábola para que entendamos la necesidad de que oremos siempre y que no nos desanimemos aunque la oración no parezca estar haciendo la diferencia. Nos muestra que tiene todo el caso del mundo orar y seguir orando, y orando.

Jesús nos relata en Lucas 18:2-3, que “Había en cierto pueblo un juez que no tenía temor de Dios ni consideración de nadie. En el mismo pueblo había una viuda que insistía en pedirle: "Hágame usted justicia contra mi adversario."

Se nos presentan a dos personajes. Un juez y una viuda. El juez era una persona muy desagradable, un peligro para la sociedad. A este Juez no le importaba qué decía Dios, no creía que tenía que rendir cuentas a alguien superior a él ni tampoco le importaba que pensaran las demás personas. Él hacía lo que más le convenía con su cargo sin importarle nada ni nadie más.

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