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Summary: Dios quiere que le agradezcamos por la salvación que tenemos al andar en sus caminos, evitando lo malo.

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Tengo una pregunta: ¿Quiénes aquí han visto la película “El Mago de Oz”? Pues, en la película, Dorothy, una joven de Kansas en los Estados Unidos tiene un sueño en el cual es transportada a una tierra mágica llamada la tierra de Oz. Al llegar, un pueblo de enanitos la reciben y la felicitan, porque con su llegada, Dorothy accidentalmente mató a la bruja malvada del este. Pero no le importa tanto a Dorothy porque la única cosa que ella quiere hacer es regresar a su casa y a su querida familia, pero según los enanitos, el único que puede ayudarla volver a su casa es el gran mago de Oz que vive en la Ciudad Esmeralda. Y, ¿cómo llegar a la Ciudad Esmeralda? Pues, los enanitos cantaron la respuesta ¿verdad? “Sigue el camino amarillo.” Sigue el camino amarillo.

Pues, Dios en el texto para esta mañana nos enseña el camino por el cual quiere que andemos nosotros, el camino que es el camino que da la felicidad y bendición: el camino del Señor. Y entonces, hoy yo les digo: Sigan el camino del Señor: 1) Para agradecerle por el cielo 2) Siguiendo lo que nos dice en su Palabra.

I. Para agradecerle por el cielo

En la película, Dorothy siguió el camino amarillo y eventualmente llegó a la Ciudad Esmeralda ¿verdad? Pero no siempre fue una jornada fácil para ella. El camino fue difícil lleno de peligros y temor. Pero ella seguía el camino porque sabía lo que le esperaba al llegar a la Ciudad Esmeralda: que iba a volver a su casa.

Y nosotros también. El camino del Señor no siempre es un camino fácil. No parece tan divertido como el camino del mundo, el camino del pecado. Pero lo seguimos porque sabemos lo que nos espera al final de nuestra jornada. San Pablo escribió a los filipenses: Una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Y fíjense que seguimos por este camino, proseguimos a la meta, no para ganar el premio, sino porque el premio ya es nuestro, o sea, que no andamos por el camino del Señor para poder llegar al cielo, sino para agradecer al Camino, a Jesucristo, el cual nos da el cielo. ¿Me explico? Es decir que Cristo es el único camino al cielo. No podemos llegar al cielo por obedecer los mandamientos de Dios, porque no podemos hacer todo lo que nos manda Dios perfectamente. Cada rato nos desviamos del camino: muchas veces despreciamos la Palabra de Dios y no aprovechamos de todas las oportunidades que él nos ha dado para estudiarla; además, “nos sentamos con los malos” recibiendo su mala influencia: tomando demasiado con nuestros amigos o chismeando con nuestras amigas. La verdad es que si fuera por nosotros, nunca llegaríamos a la meta. Pues cuando la Biblia habla de nuestras transgresiones está hablando del camino del Señor, como nosotros transgredimos, o sea, nos desviamos diariamente del camino correcto, y por causa de estas desviaciones, estas transgresiones, merecemos el castigo de Dios en el infierno.

Pero, Cristo vino para darnos el camino al cielo, o mejor dicho, para ser nuestro camino al cielo, porque con su perfecta vida e inocente muerte en la cruz, ganó por nosotros el premio. Por lo tanto, no tenemos que andar por el camino del Señor para ganar el cielo, porque Cristo el Camino, con su gracia inmensa y poderosa mano, nos va a llevar para allá, sin mérito nuestro, sin que hagamos nada para ganarlo. Como dice San Pablo: La paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. La vida eterna es una dádiva, un regalo, que Dios nos da en su puro amor.

Y entonces vale la pena preguntar, si ya tenemos el cielo ganado, ¿para qué seguir el camino del Señor con todas su dificultades, el camino que no parece ser tan divertido? Primordialmente es para agradecer a nuestro Dios que nos ha dado todo. San Juan escribió que nosotros le amamos a él porque él nos amó primero. Y San Pablo nos anima a ofrecer nuestros cuerpos, nuestras vidas, como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios para agradecerle por sus misericordias. Y tenemos la promesa de Dios que el andar por su camino nos trae la verdadera felicidad. Dice el versículo uno del texto: Bienaventurado el varón. La palabra hebrea para “bienaventurado” literalmente quiere decir “feliz.” Feliz es el hombre que sigue el camino del Señor. Cuando el diablo nos presenta con el camino de andar con otras mujeres u otros hombres engañando a nuestra pareja o con el camino de embriagarse o con el camino de dormir los domingos por la mañana en vez de ir a la iglesia, lo presenta como algo que nos dará felicidad, algo más divertido que el camino del Señor. Pero es una mentira, los que han andado por estos caminos saben que no. Sienten la culpa. Sienten las preocupaciones. Saben los problemas que provienen de su pecado.

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