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Summary: La revelación suprema de Dios es Jesucristo, nuestro Profeta, Sacerdote y Rey.

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Mi madre nos cuenta que la primera vez que conoció a mi padre fue en un tiempo de vacaciones en Puerto Progreso. La familia de mi mamá pasaba unos días con parientes avecinados en esa localidad y en aquella ocasión ella se encontraba con unas amigas en la playa y vino un conocido de la familia con un amigo y le presentaron a aquel joven.

Ella se encontraba sentada en la arena y el joven se mantuvo de pie todo el tiempo que platicaron hasta que se despidió y se retiró de allá. Mi madre cuenta que cuando llegó a casa comentó a sus hermanos que le habían presentado a un joven alto y atractivo. Esa fue la primera impresión que tuvo de él.

Cuando mis tíos, que eran un poco más altos que el común denominador de los yucatecos, conocieron a mi papá por primera vez, no dejaban de hacerle bromas a mi mamá porque en realidad mi padre era bajo de estatura; de hecho, más bajo que mi mamá. Le decían cosas como: “Ten cuidado cuando entre a la casa no vaya a golpearse con el marco de la puerta de lo alto que está”. De hecho, para la foto de estudio de la boda, le pusieron discretamente un banquito a mi papá para que aparentara estar más alto que mi madre y ella lo escondía con su vestido.

Las primeras impresiones suelen ser importantes, pero por lo visto, las primeras impresiones pueden estar equivocadas. Mi madre pensó que había conocido a su príncipe azul alto y guapo, pero la realidad fue que se trataba de su chaparrito a quien amó por más de 50 años.

Algo parecido nos puede ocurrir en nuestra relación con Cristo. Podemos tener una idea equivocada o incompleta de quién es y cómo es el Señor. Quizá nuestra primera impresión de quién es Cristo ha quedado muy corta y aún no lo podemos ver tal y cómo él ha sido manifestado en la Escritura. Y quizá nuestro Cristo funcional es un maestro bueno, pero nada más. Es el genio de la lámpara al que acudo cuando tengo problemas, pero nada más. Quizá en realidad para mí, es una buena opción para seguir entre muchas otras.

Por eso en nuestra nueva serie de Sermones: Cristo Supremo, queremos examinar la persona y obra de Jesucristo desde la perspectiva de la epístola a los Hebreos, la cual nos muestra cuán especial, sin igual, incomparable y sublime es nuestro Supremo rey y Señor Jesucristo.

La epístola a los Hebreos es muy particular. En ella encontramos grandes advertencias en contra de claudicar o abandonar por completo la fe en Cristo.

Lo que pasa es que un grupo de los destinatarios originales de la epístola estaban dejando por completo la fe en Jesús y estaban regresando a formas y creencias judías mezcladas con un poco de filosofías paganas.

La problemática no era como que habían dejado de leer su Biblia una semana, sino que estaban abandonando por completo a Cristo. La situación era de extrema urgencia. No era cosa de niños, eran las ligas mayores. Los que se habían declarado creyentes en Cristo en algún momento de sus vidas, estaban ahora abandonando por incredulidad el evangelio puro y la comunidad de Cristo por completo.

Por eso, la epístola a los Hebreos se caracteriza por sus declaraciones y advertencias fuertes en contra de dejar de seguir a Jesús. Y la estrategia argumentativa del autor de la epístola es mostrar cuán inútil, absurdo, peligroso y descabellado es si quiera considerar otro camino que no sea Cristo una vez que ya has confesado fe en él. En hebreos, Cristo es presentado como el Cristo supremo, mayor que los ángeles, mayor que Moisés y Aarón, el mejor y definitivo sacrificio y el mediador de un mejor pacto, entre otras cosas.

Así que las advertencias y exhortaciones de la epístola son pertinentes para cada uno de nosotros que hemos confesado fe en Jesucristo. Al mismo tiempo nos anima y nos da la respuesta a este tipo de lucha que quizá hoy mismo estemos pasando.

Quizá a penas empiezas a explorar la fe en Cristo, y ya de entrada en tu entorno has experimentado oposición, crítica o desacuerdo al punto que te lleva a pensar si es que tiene sentido seguir por este camino.

O bien, has tenido ya un tiempo en tu relación con Cristo y de pronto la vida se ha puesto complicada, y cuando escuchas las instrucciones bíblicas tan contrarias al consejo del mundo, tu corazón empieza a vacilar entre la dirección de Dios y las voces de consejo del mundo, al punto de comenzar a considerar si es adecuado o conveniente seguir en el camino de Cristo.

O a lo mejor de plano, ya tu permanencia en la fe pende un hilito, ya tienes completamente un pie fuera de la comunidad de Cristo y estás buscando la menor de las excusas para apartarte por completo.

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