Tu blanco: Ser como Jesús
“Busco la Gran Luz Blanca de Sorbán”, declaró Aldino el Joven al extraño vestido con una capa marrón que acababa de encontrar en el sendero.
“¿Y por qué buscas esa Luz Blanca?” le preguntó el extraño desde la capucha de su capa.
“Porque me dará el coraje y la fuerza para afrontar cualquier problema”, replicó Aldino.
“¿Y cómo crees que es esa Gran Luz Blanca de Sorbán?” preguntó de nuevo el extraño.
“He escuchado que está en una esfera”, explicó Aldino, “como cristal, pero también como una nube y resplandece con una brillantez blanca, irradiando todos los colores del arco iris que están dentro de sí misma. ¿Me podrías dirigir hacia esa luz?”
“Sí, puedo”, dijo el extraño mientras sacaba un objeto brillante debajo de los muchos pliegues de su capa, “pero el camino es difícil y tienes que cruzar el Pantano de la Desesperación. Toma esta navaja contigo. Corta todo tipo de lianas que te impidan el camino. También, cada vez que tu camino se divida, toma el sendero hacia la derecha, excepto cuando sea ancho y cubierto de grama. Si el sendero hacia la derecha es ancho y lleno de grama, toma el sendero hacia la izquierda. Estás a punto de llegar a la entrada de el Pantano de la Desesperación. El sendero pronto se tornará angosto y difícil”.
Aldino pronto estuvo caminando sobre troncos de árboles caídos y saltando de roca en roca para evitar caer en las aguas sucias, borbotántes, negras y vaporosamente apestosas a azufre que estaban a cada lado del sendero. En un punto se encontró con una pared gigantesca de lianas tan gruesas como sus brazos y se desanimó sobremanera. Estaba seguro que su navaja sería inútil contra lianas tan grandes. Con coraje atacó una de las lianas, preparado para fracasar, pero, para su mucha sorpresa, la navaja cortó como un cuchillo caliente en la mantequilla. Aldino cortó su camino fácilmente con la navaja y pronto el sendero llegó a un claro remanso.
Sentado en una roca sobre un pequeño promontorio, Aldino de nuevo se encontró con el extraño de la capa. Esta vez el extraño le dijo que tendría que ir a través de las Grutas Laberínticas y le dio un rectángulo de vidrio que, cuando se frotaba, daba una luz amarilla. Con espíritu temerario, Aldino avanzó hacia las oscuras y frías cavernas. Primero el camino era malo y dificultoso, después se tornó húmedo, resbaladizo y empinado. Varias veces, Aldino pensó que no podía avanzar más, pero usó la luz y pudo salir de el laberinto. Cuando salió, fue saludado de nuevo por el extraño.
Aldino estaba ahora enojado. Obviamente el extraño había conocido rutas mejores, más rápidas y seguras para cruzar el Pantano de la Desesperación y las Grutas Laberínticas.
“¡Estoy fastidiado contigo!” gritó Aldino. “Dos veces me has dirigido en medio de senderos peligrosos, haciéndome creer que al final de cada uno de ellos iba a encontrar la Luz de Sorbán. Y cada vez lo único que he encontrado es a ti, esperándome”.
“Lo que dices es cierto”, dijo el extraño, “pero tu comprensión es incompleta. Para que sepas yo soy la Gran Luz Blanca de Sorbán. ¿No te he dado el coraje y la fuerza para afrontar cada desafío?”
Tenemos que admitir que de todas las peticiones que nos hace el Evangelio, la más difícil de todas es aquella que tiene que ver con sufrimiento corporal. Estamos dispuestos a dejar padre, madre, hermanos, cónyuges, hijos, casa, posesiones y patria por el Evangelio. De alguna manera nos hace sentir bien el considerarnos desposeídos por causa del Señor. Si bien no nos quejamos ante Dios por su pobreza, es cuando los problemas tocan nuestra carne que nos inquietamos. De todas nuestras posesiones la más valiosa es la que llevamos puesta. Guardamos la piel porque cuando nos llega hasta allí lo sentimos.
Después de describirnos el carácter que debiera encontrarse entre sus seguidores, Jesús añadió las más paradójica de todas las bienaventuranzas:
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas, que fueron antes de vosotros (Mateo 5:10-12).
Esta bienaventuranza completa el cuadro, pero el Señor bien podía haber terminado con la séptima bienaventuranza, ya que la octava es completamente diferente a las demás. Las primeras siete tienen que ver con el carácter, esta con la condición de sus seguidores; las primeras siete tienen que ver con la calidad interna de sus almas, esta con su relación externa. Las primeras siete pueden ser desarrolladas en el espíritu, sin ninguna conexión con el mundo, pero esta indica que el Señor esperaba que sus seguidores estarían en el mundo.
El énfasis principal con que se inicia el Sermón del Monte llega a su clímax con esta seria verdad: quienes viven fielmente de acuerdo a las primeras siete bienaventuranzas, están garantizados a experimentar en algún momento la octava. Quienes viven en forma correcta inevitablemente serán perseguidos por causa de la justicia. La piedad engendra hostilidad y antagonismo de parte del mundo. ¡El distintivo final de una persona feliz es la persecución! Los hijos del reino son rechazados por el mundo. Los santos son singularmente bienaventurados, pero tienen que pagar su precio.
Esta bienaventuranza nos dice que al ser cristianos, vamos ser considerados como enemigos por el mundo. Jesús nos dice no únicamente que esperemos persecución por su causa para asustarnos. Jesús era práctico. Jesús nos está diciendo la verdad porque esa fue su propia experiencia. Jesús fue pobre en espíritu, lloró y sufrió por el pecado del mundo, fue humilde, tuvo hambre y sed de justicia, fue misericordioso y puro de corazón y vino a hacer paz. Fueron esas las cualidades que lo llevaron a la cruz.
Pero quiero que tengas claro qué es lo que esta bienaventuranza no está diciendo. No dice: “Bienaventurados los que son perseguidos porque sus costumbres son raras”. No dice: “Bienaventurados los que son difíciles llevarse con ellos”. Con frecuencia nos encontramos con cristianos que sufren persecución por su propia culpa, por su manera de ser. Ser cristiano no significa ser tosco. No significa portarnos de tal manera que reprochamos a todos su forma de vivir. No significa que vamos a hablar de Jesús ocho horas diarias a nuestros compañeros de trabajo. No significa que todos los días vamos a tratar de “convertir” a nuestro cónyuge (1 Pedro 3:1). No significa que le vamos a hacer la vida imposible a los que viven en nuestro hogar porque no son cristianos.
Esta bienaventuranza tampoco dice: “Bienaventurados los que son perseguidos porque son fanáticos”. El fanatismo nos puede llevar a la persecución, pero el fanatismo nunca es recomendado en la Biblia. Jesús mismo se levantó en abierta oposición a la religión fanática de los escribas y los fariseos. No es para ti la bienaventuranza si eres perseguido por ser fanático.
Jesús tampoco dijo: “Bienaventurados los que son perseguidos por una causa noble”. Una cosa es ser perseguidos por una causa noble y otra ser perseguidos por causa de la justicia. Hay muchas causas nobles hoy en día. Una causa noble es la preservación de los parques nacionales. Una causa noble es la de promover la protección del oso panda. Una causa noble es la de conseguir fondos para el estudio de la deterioración de la capa de ozono en la atmósfera. Pero eso no es suficiente. Si eres perseguido por una causa noble, que no sea la justicia divina, no tienes parte en esta bienaventuranza. Algunos de nosotros corremos el riesgo de desarrollar un espíritu de mártir. ¡Nos encantaría que la gente nos tomase como mártires! Si ese es tu espíritu, estás en el bando equivocado.
Y Jesús tampoco dijo: “Bienaventurados los que son perseguidos porque son buenos, nobles y sacrificados”. Todas estas características, aunque loables, no son suficientes. No somos bienaventurados porque sufrimos por nuestra bondad o nobleza. Es más difícil que alguien sea perseguido por estas causas.
La persecución a la que Jesús se está refiriendo tiene que ver con nuestra relación con él. Es bienaventurado el que es perseguido por ser como Jesús, no porque es raro, no porque es fanático, no porque guía una causa noble, no por su bondad y su nobleza. Jesús dijo:
Si el mundo os aborrece, sabed que a mi me ha aborrecido antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mi me han perseguido, también a vosotros os perseguirán (Juan 15:18-20 pp).
La persecución que cuenta para el reino de los cielos tiene que ver con el mismo reino de los cielos. También puedes ser perseguido por asuntos de este mundo. Por supuesto. Pero así como eres perseguido por el mundo, puedes ser ensalzado por el mundo. Cuando el mundo te persigue por causa de la justicia, únicamente Dios te recompensa, nunca el mundo.
¿Sabemos que es ser perseguido por causa de la justicia? Para ser como [Jesús] tenemos que hacernos luz; la luz siempre expone las tinieblas, y las tinieblas, por lo tanto, siempre odian la luz. No hemos de ser ofensivos; no hemos de ser necios; no hemos de ser torpes; no hemos ni siquiera de hacer alarde de nuestra fe cristiana. No hemos de hacer nada que produzca persecución. Solamente ser como Jesús hace que la persecución sea inevitable.
Esta bienaventuranza nos dice, en segundo lugar, que ser cristiano significa no tener la misma actitud del mundo. Nuestro Señor se colocó a sí mismo siempre en oposición a la persecución, a las injurias y a las falsas acusaciones. La persecución de que son objetos los que tienen que ver con el reino de los cielos tienen que ver con estas tres áreas.
Como discípulos de Jesús, vamos a sufrir persecución, injurias y falsas acusaciones. No que vayamos a sufrir esto constantemente. No. Esta bienaventuranza no nos habla de constante persecución. Lo que nos dice es que cada vez que suframos por causa de la justicia, por causa de nuestra fe, no deberíamos sorprendernos ni molestarnos contra Dios. Por otra parte, Jesús y sus apóstoles no fueron perseguidos, ridiculizados y calumniados constantemente. Gozaron de tiempos de paz y popularidad. Nuestra responsabilidad no es buscar la persecución, sino estar dispuestos a soportarla cuando viene por causa de nuestra fe en Cristo.
Significa también que así como no deseamos ser perseguidos, tampoco hemos de perseguir. Tristemente este no ha sido el caso. Un escritor adventista comenta:
Debería indicarse de nuevo que este registro [de persecución religiosa] no da cabida alguna para acusar a ningún grupo o personaje contemporáneo. El registro histórico es una acusación contra la pecaminosa naturaleza humana. Tanto los protestantes como los católicos han perseguido. Los registros de los principios de la reforma en Suiza, Alemania, Inglaterra, y en otras partes tienen abundante evidencia que la “carne” protestante ha sido tan cruel como la católica cuando las circunstancias lo permitieron. Los comienzos de la América protestante también incluyen numerosas ilustraciones de este mismo hecho. Cada vez que hay odio en vez de amor, reina el espíritu del anticristo, cualquiera sea su profesión [religiosa].
En la parábola de la cizaña registrada en Mateo 13, los siervos preguntaron al dueño del campo sobre la cizaña: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” Pero él les dice: “No, no sea que al arrancar la cizaña, arranquéis también con ella el trigo” (Mateo 13:28, 29). La misión de los cristianos no es la de perseguir a los herejes. El juzgar está en las manos de Dios.
Como sus hijos Dios no nos ha instituido como defensores de la fe. No me encuentro cómodo cada vez que alguien me invita a tener un “debate amistoso” con un testigo de Jehová. La verdad es que no me gusta. Nadie gana. Nuestra función no es ir a “probar” a otros que están equivocados. Nuestra función no es ir a ridiculizar a otros sus creencias. Nuestra función es actuar como Jesús. Al mismo tiempo que no nos gusta ser perseguidos, no hemos de reprender a los demás por su religión. Esta puede tomar muchas formas. Puedes burlarte de los demás por sus creencias. Puedes negarte a participar en sus cultos. Puedes obligarlos a asistir a tus reuniones porque tú sí tienes la verdad. Lo puedes hacer. Pero ese no fue el espíritu de Cristo. Cristo no insultó a nadie. No se burló de nadie por sus creencias religiosas, aunque pudo haberlo hecho. Nunca ridiculizó a los escribas y fariseos. Nunca se burló del joven rico por su falta de comprensión. Siempre actuó con amor. Así debemos actuar tú y yo.
Por último, esta bienaventuranza nos dice que seguir a Jesús significa tener la mejor compañía, la de los profetas. Encontramos en las Escrituras, por ejemplo, a Elías que fue perseguido por Akab y Jezabel (1 Reyes 18:7-10; 19:2); y a Jeremías que fue perseguido por los demás en su pueblo (Jeremías 15:20; 17:18; 18:18; 20:2; etc.). Es con hombres tales que el Señor nos equipara cuando somos perseguidos.
No se sabe quien es el autor del siguiente sueño, pero el soñador desconocido podría ser cualquiera de nosotros:
Vi en un sueño que estaba en medio de la Ciudad Celestial —aunque no podría decir cómo y cuándo llegué allí. Yo era uno en la gran multitud que ningún hombre podría contar, de todos los países y pueblos, tiempos y edades. De alguna manera descubrí que el santo que estaba al lado mío había estado en el cielo por más de 1860 años.
“¿Quién eres?” le pregunté. (Ambos hablábamos el mismo lenguaje de la Canaán celestial, así que yo le entendí y el me entendió).
“Yo fui un cristiano romano”, me dijo. “Viví en los días del apóstol Pablo, fui uno de los que murieron en las persecuciones de Nerón. Fui cubierto de brea, atado a una estaca y prendido fuego para alumbrar el jardín de Nerón”.
“¡Qué horrible!” exclamé.
“No”, dijo, “me sentí gozoso de poder hacer algo por Jesús. El murió en la cruz por mi”.
El hombre al otro lado mío habló entonces:
“Yo he estado en el cielo solamente unos doscientos años. Vengo de una isla en el Pacífico del Sur —Erromanga. John Williams, un misionero, vino y me enseñó de Jesús, yo también aprendí a amarlo. La gente de mi tierra mataron al misionero, me tomaron y me ataron. Fui golpeado hasta que desmayé y pensaron que estaba muerto. Al otro día me golpearon en la cabeza, me cocinaron y me comieron”.
“¡Qué horrible!” exclamé de nuevo.
“No”, contestó, “estaba contento de morir como un cristiano. Los misioneros me habían dicho que Jesús fue azotado y coronado con espinas en mi lugar”.
Entonces los dos me preguntaron:
“¿Qué sufriste tu por él? ¿O fuiste tu uno de los que vendió lo que tenía para enviar a hombres como John Williams para enseñarle a otros de Jesús?”
No pude hablar. Mientras ambos me miraban con unos ojos tristes, me desperté. ¡Era solo un sueño! Pero permanecí despierto en mi cama por horas, pensando en el dinero que había gastado en mis deleites; o toda mi ropa, mi auto, mis muchos lujos; y me di cuenta que no había sabido lo que significaban las palabras de Jesús: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame” (Marcos 8:34).
No es seguro que los planes que Dios tenga para ti incluya el martirio. No es seguro que los planes que Dios tenga para ti sea perecer en una mazmorra fría, húmeda y maloliente. No es seguro que el Señor tenga en sus planes para ti el ser quemado vivo. Satanás ha refinado sus métodos. Se ha puesto al día. En lugar de persecución y sufrimiento te puede estar dando complacencia y comodidad. Es en la complacencia y en la comodidad que hemos perdido más de una batalla. Es en la complacencia y la comodidad que tu y yo podemos perder el reino de los cielos.
Si hasta ahora la hemos pasado bien. Si hasta ahora nuestra experiencia cristiana no se ha visto manchada por el escarnio, la persecución y la difamación, podemos darle gracias a Dios. Podemos darle gracias a Dios por que nos ha librado de esa experiencia. Por otra parte, si nos está preparando el camino para pasar por esa prueba, tenemos que prepararnos hoy. No es en la complacencia que los éxitos se forjan. No es en el sofá que se preparan los atletas. No es frente a la televisión que los grandes inventos salieron a luz. No es en la complacencia y la comodidad que nos hemos de preparar para el reino. Tiene que ser ante el altar de la oración y el estudio de la Palabra. Tiene que haber un conocimiento y una dedicación a Cristo.
Aquel día el Señor vendrá a llamar a los suyos. Pondrá las cabras a un lado y las ovejas a otro. Tu estarás en ese grupo. ¿En cuál? ¿En el de las cabras o en el de las ovejas? La decisión la haces hoy… mientras haya tiempo.
Tom Robbins, “The Light of Sorban”, Collegiate Quarterly, 1984, p. 115.
MacArthur, Matthew, p. 220.
D. Martyn Lloyd-Jones, Sermon on the Mount, p. 137.
Desmond Ford, Daniel (Nashville, TN: Southern Publishing Association, 1978) p. 153.
Paul Lee Tan, Signs of the Times, pp. 992, 993.