El secreto: Control divino
Hace algún tiempo atrás, había un terapeuta de la voz… un maestro de escuela que era un terapeuta de la voz y cuya compasión por los niños sordos era tan grande que hizo los planes para un gran invento. Su invento, dijo el terapeuta, “oiría” por los sordos… haría las ondas sónicas visibles, identificables, a aquellos que no las pudieran captar de otra manera. Si la máquina de este terapeuta tenía éxito, sus pequeños alumnos sordos podrían ver el habla como los demás la oían.
La máquina fue un fracaso. Casi.
Porque, en el proceso del tiempo, ese aparato fracasado llegó a ser el teléfono de hoy. El terapeuta de la voz… el maestro de escuela que empezó a trabajar con los niños sordos… era Alejandro Graham Bell.
Pero tan solo crees que conoces el RESTO DE LA HISTORIA…
Si es cierto que detrás de cada gran hombre está una mujer, entonces esto es doblemente cierto en el caso de Alejandro. Hubo dos mujeres en la vida de Aleck… dos damas que le inspiraron grandemente: su madre y su esposa.
La madre de Bell, Eliza, era una maestra. Ella encaminó la atención infantil de Alejandro a la acústica y particularmente al estudio de el habla. Cada vez que Alejandro iniciaba alguno de sus proyectos o diversiones juveniles, Eliza estuvo siempre allí para animarlo. Pero nunca interfirió en los mismos. Nunca estorbó su camino. Ella sabía que Aleck tendría que descubrir algunas cosas por sí mismo. Y él las descubrió.
No tardó mucho tiempo antes que el y su hermano inventasen una máquina que pudiese hablar. Tenía pulmones y cuerdas vocales, una boca y una lengua. ¿Cuál fue su primera palabra? “Mamá,” por supuesto.
Sí, no puede haber duda que la “Ma Bell” original fue una maravillosa inspiración para el joven Aleck. De hecho, tan preocupados estaban los padres de Aleck que este hablase inglés sin acento, que cuando el joven finalmente vino a enseñar en una escuela de Boston, nadie se dio cuenta que había nacido en Escocia.
Aquí es donde entra Mabel Hubbard… la segunda dama en la vida de Bell… su futura esposa.
El padre de Mabel fue uno de los primeros conocidos de Aleck en Boston. Ella, la hija joven y hermosa, había regresado recientemente de una escuela en Alemania. De aquí en adelante la historia de Alejandro Graham Bell y Mabel Hubbard se entreteje como un tapete romántico de las novelas del siglo XIX.
Ella, joven, hermosa, rica.
El, brillante, ardiente, pobre.
Juntos encontraron los obstáculos tradicionalmente románticos de las objeciones de los padres, la desesperación, la ridiculización de su ingenio. Y así, finalmente triunfaron. Fama y fortuna fueron suyos. Y sí, vivieron felices para siempre. El padre de Mabel llegó a ser el primer director de Bell Telephone Company, en 1877. De Bell y su esposa se dijo una vez que: Su historia es tan completamente inocente y encantadora como una historia lo puede ser. Era cierto, Mabel, como la madre de Aleck, Eliza, inspiraba a Bell por medio de su amor y de su devoción hacia él… y quizás, en muchas maneras, por medio de algo más.
El principal interés de Alejandro Bell era el habla y la terapia del habla. Su ocupación, primordialmente, era su trabajo con aquellos que no podían oir. ¿No era irónico, entonces, que sus amados estudiantes nunca se pudieran beneficiar por su más celebrada invención, el teléfono?
Sí, y es todavía más irónico cuando uno considera que las dos damas de Bell, las dos mujeres de su vida… su madre y su esposa… las dos mujeres que lo inspiraron más… nunca pudieron apreciarlo tampoco. Porque también ellas… su madre y su esposa… ellas, también… eran sordas.
Son pocos aquellos que sienten en sus venas el fuego consumidor que los impulsa a actos de bondad en beneficio de la humanidad. Todos nos sentimos atraídos a algunas personas. Por esas personas estaríamos dispuestos al mayor acto de heroísmo. Por esas personas tenemos un desinterés que nos lleva a actos sublimes. Esas personas nos motivan y nos llevas a actos geniales y sobre-humanos. Pero, cuando se trata de ayudas humanitarias a desconocidos, nos opacamos y nos apocamos. No nos sentimos movidos. Nuestra visión se nubla. Nos acobardamos.
Los motivos de Cristo no fueron nunca como nuestros motivos. El nunca fue parcial con nadie. Si bien es cierto hubo quienes fueron más allegados a él, no fue porque él los escogió así, sino que ellos lo escogieron a él.
Los motivos de Jesús, al lidiar con los demás, siempre fueron imparciales, siempre fueron limpios, siempre fueron honestos, siempre fueron puros. Jesús hablaba de sí mismo, cuando dijo:
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios (Mateo 5:8).
La palabra traducida corazón, es la palabra griega kardía, de donde obtenemos la palabra cardíaco y otros términos similares. En las Escrituras, lo mismo que en nuestro hablar cotidiano, el corazón es usado metafóricamente para representar a la persona. Se usa para describir el proceso racional que te hace ser quien eres. Incluye tus emociones y tus sentimientos. El corazón viene siendo entonces el centro del control de tu mente, de la voluntad y de las emociones.
Cuando decimos que una persona “tiene un corazón de piedra,” no queremos decir que su corazón es duro, literalmente. Lo que queremos dar a entender es que sus sentimientos son toscos, que no es sensitiva a las necesidades de otros. Lo mismo queremos decir cuando nos referimos a alguien que “no tiene corazón.” Las únicas personas sin corazón que yo conozco son los tipos esos a quienes les pusieron corazones artificiales.
El primer principio que quiero que veamos de esta bienaventuranza es que ser limpios de corazón, o pureza de corazón, es una realidad interna. No se trata de un evento exterior. No es algo que consigues por tu actitud externa. Se efectúa, se lleva a cabo, dentro de ti.
El sabio Salomón nos dice:
Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es el [hombre] (Proverbios 23:7).
Cuando se habla del corazón, se habla de la persona en toda su totalidad. No es una parte solamente, el corazón, sino todo lo que tu eres. Y lo que tu eres empieza por lo que tu piensas. A fin de cuentas es tu cabeza la que dicta lo que tu eres. Son tus pensamientos, la suma total de tus experiencias, lo que determina lo que tú eres y lo que tú haces.
Ser limpio de corazón involucra una actitud de perfecta sinceridad, lealtad e integridad delante de Dios. Sobre todo cuando tomamos en cuenta que en realidad de Dios no podemos esconder nada. El no solo ve tu profesión externa, también ve tu corazón. Jesús lo puso muy claro:
¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas (Mateo 12:34, 35).
Lo que tu eres por dentro se manifiesta inevitablemente por fuera. El doctor D. Martyn Lloyd-Jones, nos dice que Jesús
no nos encomienda a los intelectuales; su interés está en el corazón. En otras palabras tenemos que recordarnos de nuevo que la fe cristiana es ultimadamente no únicamente una cuestión de doctrina o comprensión de el intelecto, es una condición del corazón…
Esta bienaventuranza no es una declaración que indica que la fe cristiana es algo primordialmente emocional, o intelectual, o que tiene que ver con la voluntad. En lo absoluto. El corazón en la Escritura incluye los tres. Es el centro del ser humano y de su personalidad; es la fuente de la cual todo fluye. Incluye la mente; incluye la voluntad; incluye el corazón. “Bienaventurados los limpios de corazón;” bienaventurados son aquellos que son puros, no tan solo en la superficie, sino en el centro de su ser y en la raíz de toda actividad. Es tan profundo como eso. Eso es lo primero. El evangelio siempre lo enfatiza. Tiene que empezar con el corazón.
Cuando tu corazón es limpio tus acciones lo muestran. Tu comportamiento viene siendo consistente con tu carácter. Jesús usó un símil de la naturaleza para hacernos ver esto:
No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca (Lucas 6:43-45).
Si tu corazón es limpio no te tienes que forzar para vivir una vida limpia, pura, honesta. ¡Es el producto natural de lo que tu eres! Pero, si tu corazón no es limpio, los demás no pueden sino darse cuenta. Por más que trates de esconderlo, se te nota. Se te nota porque tarde o temprano vas a ser sorprendido sin la guardia levantada. Y los demás se van a chasquear de ti. Puedes pretender. Puedes presentar una fachada diferente a lo que eres y engañar a los demás, pero de Dios no te puedes esconder. Si esa es tu situación, tienes que hacer algo.
Tienes que hacer un cambio en tu vida antes que sea demasiado obvio. Tienes que dejar de pretender antes que te pase como le pasó a un pastor que llegó un sábado a la iglesia con un dedo vendado. Después del culto uno de los hermanos le preguntó qué le había pasado en el dedo.
—Me estaba afeitando esta mañana —dijo el pastor—, y mi mente estaba en el sermón, así que accidentalmente me corté el dedo.
—¡Qué lástima! —repuso el hermano—. Espero que la próxima vez tenga su mente en el dedo y corte el sermón.
Es embarazoso cuando los demás se dan cuenta de tu ineficacia como cristiano. Pero todavía hay tiempo. Todavía hay oportunidad de cambiar. Todavía hay tiempo antes que el Señor nos considere como en los días del diluvio cuando el Señor
vio que la maldad de los hombres era mucha sobre la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal (Génesis 6:5).
Ser de limpio corazón es tener la misma actitud de David, de quien el Señor nos dice que era “un varón conforme a su corazón” (1 Samuel 13:14). ¿Qué es lo que hacía la diferencia en David? David no era un santo. Tenía sus problemas y sus pecados. Es más, tenía terribles pecados. Pero su corazón estaba con el Señor.
Únicamente un corazón limpio puede exclamar:
Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti,
Oh, Jehová, roca mía, y redentor mío (Salmo 19:14).
Únicamente aquel que ha puesto su vida en armonía con Dios, y le ha entregado su corazón, puede decir:
Escudríñame, oh Jehová, y pruébame;
Examina mis íntimos pensamientos y mi corazón (Salmo 26:2).
¡David está poniendo su corazón, su vida, bajo el control divino! Si David lo pudo hacer, también tu lo puedes hacer. También tu puedes ser un hombre o una mujer conforme el corazón del Señor. Pero tu cambio tiene que empezar por dentro. Tiene que haber una renovación interna antes que se pueda notar externamente.
En segundo lugar, tienes que reconocer que únicamente Dios puede hacer limpio tu corazón. Puedes tratar todo lo que quieras, pero no lo vas a conseguir por ti mismo. La pureza del corazón proviene únicamente de Dios.
Dos hombres ya entrados en años, ambos solteros empedernidos, estaban platicando. La plática fue de política a deportes y terminó en recetas de cocina.
—Una vez compré uno de esos libros de recetas—dijo uno de ellos—, pero nunca pude hacer nada.
—Demasiado trabajo, ¿he?
—¡Exactamente! Cada vez que quería seguir una receta, empezaba de la misma manera: “Tome un traste limpio…” ¡Así que hasta allí llegaba!
Tu puedes limpiar los platos y tu casa, pero no puedes limpiar tu corazón. Esa es una tarea que únicamente Dios puede lograr.
Pero tienes que reconocer tres cosas. Primero: La impureza en nuestros corazones es lo que nos separa de Dios. Isaías lo pone así:
He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oir; pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oir (Isaías 59:1, 2).
Mientras no reconozcamos nuestra situación pecaminosa no podemos ir con Dios. Son nuestros pecados los que nos separan de él… si no los reconocemos y los confesamos. La diferencia entre el rey David y nosotros no es que el no pecaba, sino que estaba listo y dispuesto a reconocer sus faltas.
De nuevo, esto es más fácil decirlo que hacerlo. ¿Cómo y cuándo reconocemos nuestra condición? ¿Hay acaso una serie de palabras “mágicas” que podemos repetir? ¿Cómo se si he reconocido mi condición? Después de todo, soy cristiano. Voy a la iglesia regularmente. Retorno a Dios su diezmo. Doy, de vez en cuando, estudios bíblicos. No le soy infiel a mi familia…
El punto aquí es que no tiene que ver contigo. No tiene que ver con la forma como eres. Tiene que ver con la forma como Dios te ve. Tiene que ver con la forma como ves a Dios.
No tenemos que ser egoístas descarados para haber hecho de nuestro yo una preocupación más importante que Dios. No necesitamos tener cuadros tamaño natural de nosotros mismos y postrarnos en adoración ante ellos cada mañana. Podemos ser cristianos honestos que de cierta forma sentimos hambre por Dios. Pero si hemos de buscar pureza de corazón, debemos de admitir honestamente que sentimos hambre por muchas otras cosas además de sentir hambre por Dios. Nuestras almas están divididas por deseos en competencia —deseos que con frecuencia son egoístas.
Segundo: La medida con qué compararnos es Dios mismo. No es otro ser humano. Es el mismo Dios Todopoderoso. David, comprendiendo esto, exclama:
¿Quién subirá al monte de Jehová?
¿Y quién estará en su lugar santo?
El limpio de manos y puro de corazón;
el que no ha elevado su alma a cosas vanas,
ni jurado con engaño (Salmo 24:3, 4).
En otras palabras, ¿quién eres tu para ponerte al tu-con-tu con el Señor? ¿Cómo puedes venir delante de su presencia por tu propio mérito? Tienes que tener las manos y el corazón limpios. Esto únicamente Dios lo puede hacer… no tu.
Tercero: El blanco por alcanzar es la perfección. Jesús lo dijo muy claramente:
Sed pues vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:48).
Podemos dar la explicación que queramos, pero el blanco es aún el mismo. Jesús nunca lo hizo ni lo puso más fácil.
El ideal del cristiano es llegar a ser como Cristo. Se abre delante de nosotros un camino para el avance constante. Tenemos un objeto que ganar, un blanco que alcanzar, esto incluye todo lo bueno, puro, noble y elevado. Debería haber un continuo esfuerzo y un constante progreso hacia arriba y hacia adelante, hacia la perfección del carácter.
¿Cuál es el cambio que Dios produce en nosotros? 1) Nos da una nueva naturaleza (Rom 6:4, 5); 2) llegamos a ser una nueva criatura (2 Cor 5:17); y 3) el pecado sigue habitando en nuestra carne pero no en nuestro corazón (Rom 7:15, 18, 19-24). Dios nos toma como suyos y nos transforma. tu ya no sigues siendo tu ni yo sigo siendo yo. Experimentamos el nuevo nacimiento. Se efectúa una transformación que los demás no pueden dejar de notar.
Cuando vamos a Dios reconociendo nuestra impotencia y nuestra pecaminosidad, Dios purifica nuestros corazones judicialmente: cuando creemos (Rom 4:5); prácticamente: cuando permitimos ser guiados por el Espíritu Santo (2 Cor 7:1; 1 Ped 1:14-16); y finalmente: cuando estemos delante de su presencia por la eternidad (1 Juan 3:2).
Entonces podremos ir ante Dios con un corazón puro. ¿Quiere decir esto que ya no tendremos más pecado? ¿Quiere decir que no vamos a pecar más? De ninguna manera. El doctor Schuller lo pone mucho mejor que yo lo pudiera poner:
Después de todo esto, ¿qué quiere decir limpio de corazón? ¿Quiere decir que no tenemos pecado? Por supuesto que no. Si eso es lo que quiere decir, Jesús nos hubiese estado dando una tarea que estaba destinada al fracaso. Tu no estás sin pecado. Ninguno de nosotros está sin pecado en absoluto… un campo limpio no es uno que simplemente ha sido recién arado de tal manera que no tiene hiervas. No, un campo puro es uno productivo —donde crece el maíz, las piñas y las naranjas.
Lo mismo es verdad en nuestras vidas…
El tercer punto que quiero que consideremos es que tener un corazón limpio hace todo lo demás limpio. Donde está un corazón limpio todo lo demás está limpio. Cuando Dios hace su obra en tu vida la transformación es total.
La palabra traducida como “limpio,” es la palabra griega katharos, de donde viene la palabra catarsis. El significado básico de esta palabra es hacer algo puro al limpiarlo de la tierra, de la suciedad, de la contaminación. Catarsis es un término usado en psicología para indicar el acto de limpiar la mente o las emociones. La palabra griega está relacionada con la palabra latina castus, de donde viene nuestra palabra casto. Algo casto es algo honesto, algo juicioso, virtuoso, limpio.
Esta palabra (katharos) aparece 28 veces en el Nuevo Testamente y diez veces es traducida como limpio. cuando se usa para el lino, quiere decir el lino blanco; cuando se usa para el oro, se refiere al oro fino, refinado; cuando se usa para el vidrio, se refiere al vidrio limpio. Tiene el sentido de rectitud mental y de unilateralidad de motivos.
Tener el corazón limpio implica más que ser sincero. Tus motivos pueden ser sinceros, pero te pueden guiar al pecado. Los sacerdotes de Baal que se opusieron a Elías eran sinceros. Era con toda sinceridad que se herían. Ellos creían en su Dios. De todo corazón creían que su Dios era capaz de hacer descender fuego del cielo (1 Re 18:28). Pero su sinceridad no era lo que Dios quería. Su sinceridad no era capaz de hacerles ver el error en que estaban. Puedes comer clavos con toda sinceridad, creyendo que eso te va a salvar. Puedes beber gasolina con toda sinceridad. Te puedes desangrar hasta morir, con toda sinceridad, creyendo que eso hace méritos ante Dios. Pero no es suficiente.
En el juicio final, los hombres no serán condenados porque creyeron concienzudamente una mentira, sino porque no creyeron la verdad, porque descuidaron la oportunidad de aprender la verdad.
Aquellos cuyos corazones han sido limpiados por el Señor, le siguen. Están incondicionalmente bajo su autoridad. Ni siquiera se les ocurre hacer alguna cosa que no esté de acuerdo a su voluntad divina. Tienen un solo Señor y un solo Maestro. Saben bien que
ninguno puede servir a dos Señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro (Mateo 6:26).
Su mente está en las cosas del Señor. Esto, repito, no los hace exentos de pecado. El apóstol Pablo es un caso típico de esto (Rom 7). El andar con el Señor no los exime de pecado. Perfección únicamente la encontraremos en el cielo. Lo que Dios ve en ti y en mi es qué es lo que motiva tus acciones y las mías. ¿Es la pureza lo que buscas? ¿Hacia dónde te llevan tus pasos con más frecuencia? ¿Hacia donde está yendo tu vida? ¿Es pura tu vida? ¿O es pura bajada?
En colegio tomé una clase de familia cristiana y uno de los temas era con relación al noviazgo. Para saber si la persona que nos llenaba el ojo era la que nos convenía para compañera de nuestra vida, había varias preguntas que hacer: Cómo se portaba con los demás. Cuales eran sus gustos. Cual era su relación con las autoridades. El último punto era: ¿Es pura su vida? Nosotros le añadimos: ¿Es pura subida o pura bajada?
Si tu le das tu vida al Señor el puede hacer que sea pura subida. El puede correr por tus venas. El puede poner tu corazón en la dirección correcta. El puede limpiar la basura que se ha acumulado en tu corazón y reemplazarla con una promesa. Vas entonces a sentir el poder de Dios corriendo por tus venas. Vas a sentir que tu corazón se renueva. Vas a nacer de nuevo. Dios no solo va a estar contigo, va a estar en ti (1 Juan 4:15).
Por último, tener un corazón limpio tiene su recompensa. Una vez que Dios haya renovado tu vida, puedes presentarte delante de él y eres aceptado como su hijo. El mensaje de la Biblia es que Dios está en control de los eventos humanos. Dios, al fin, recompensa la lealtad y la dedicación… pero toma su tiempo. Ultimadamente Dios da su recompensa a sus hijos… cuando él lo considera que es apropiado.
Aquellos que van buscando las gratificaciones del mundo las van a encontrar, así como aquellos que buscan a Dios le van a encontrar. Pero los logros mundanales se esfuman en la nada cuando los ponemos en comparación con las glorias eternas. Buechner lo ha puesto de una manera muy interesante:
Escuchar tu nombre inesperadamente. Tener un buen sueño. La coincidencia extraña. El momento que trae lágrimas a tus ojos. La persona que trae vida a tu existencia. Quizás hasta los eventos más pequeños tienen las claves más importantes. Si estamos buscando a Dios, como sospecho lo hacemos todos incluso si no lo pondríamos de esa manera y no usaríamos tal lenguaje, probablemente la razón por la cual no lo hemos encontrado es que no estamos buscando en el lugar debido.
Buscar a Dios en el lugar debido. Porque para encontrarlo, tenemos que buscarlo. Y cuando lo encuentras él cambia tu vida. No solamente te acepta tal como eres, sino que te hace ver las cosas a través de su perspectiva. Te hace su hijo.
Tenemos que tener presente que esta recompensa es inmerecida. Es la gracia de Dios quien renueva tu corazón y lo hace limpio. Es la gracia de Dios que te permite verle.
La Biblia enseña que nadie puede ver a Dios cara a cara:
Dijo [Dios]: No podrás ver mi rostro; porque no me verá el hombre y vivirá (Exodo 33:20).
Pero Dios se le apareció a Abraham (Gén 33); se encontró con Moisés cara a cara (Deut 34:10); y mostró su gloria a Isaías (Isa 6:1, 5). No era por sus méritos. Era por gracia. Era Dios condescendiendo a permitirles le vieran. De la misma manera Dios quiere permitirte ver su rostro.
La Madre Teresa escribió:
Gozo. Gozo es oración. Gozo es fuerza. Gozo es amor. Dios ama al dador alegre. El que da más es quien da gozo. La mejor manera de mostrar mi gratitud a Dios es aceptándolo todo, aun mis problemas, con gozo. Un corazón gozoso es el resultado normal de un corazón que está ardiendo con amor. Nunca dejes que nada te llene de tristeza hasta el punto que te haga olvidar por un momento el gozo del Cristo resucitado…
Todos añoramos el cielo, donde está Dios. Pero está en nuestro poder estar en el cielo con Dios ahora mismo, en este mismo momento. Pero estar en casa con Dios ahora significa amar a los que no se pueden amar como él lo hace, ayudar a los necesitados como el lo hace, dar como el da, servir a los solitarios como el sirve, rescatar a los que perecen como el rescata. Esto es mi Cristo. Así es como yo vivo.
¿Tienes tu a Jesús en tu corazón? ¿Es tu experiencia la misma que la experiencia de la Madre Teresa? ¿Quieres estar en el cielo? ¿Quieres recibir la recompensa de aquellos que tienen limpio el corazón y ver a Dios? Tienes que recibirlo en tu corazón y expresarlo en tus acciones. Es el gozo más grande que nadie puede tener.
Paul Aurandt, Paul Harvey’s The Rest of the Story (New York: Bantam Books, 1981), pp. 174-176.
Lloyd-Jones, Sermon on the Mount, vol 1, p. 109.
Elena G. de White, Testimonies for the Church (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1975), vol 8, p. 64.
Robert Schuller, The Be (Happy) Attitutdes (Waco, TX: Word Books, 1985), pp. 160,162.
Elena G. de White, Patriarcas y Profetas (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1977), p. 38.
Mother Teresa of Calcutta, A gift for God, Prayers and Meditations (San Francisco: Harper & Row, Publishers, 1975) pp. 77, 78.