Un día diferente
Eran los primeros meses de 1946. Se estaban haciendo los preparativos para la prueba atómica en las aguas del sur del Pacífico, en el atolón de Bikini. Un hombre de ciencia, joven y arriesgado, de nombre Louis Slotin, realizaba un experimento. Lo había hecho con todo éxito muchas veces antes. Pero ese día, precisamente antes de salir de Los Alamos, Nuevo Mexico, para desempeñar otra función, se había ofrecido para efectuarlo una vez más.
El propósito de ese experimento era determinar la cantidad de U-235 necesaria para una reacción en cadena. Los hombres de ciencia la denominan la masa crítica. Para efectuarlo, solía ir acercando entré sí lentamente dos hemisferios de uranio. Entonces, cuando la masa se hacía crítica, los separaba con su destornillador, deteniendo en el instante preciso la reacción en cadena.
Pero ese día, en el exacto momento en que el material se hizo crítico, el instrumento se le deslizó de la mano. Los hemisferios de uranio se acercaron demasiado, e instantánemente la sala se llenó de una deslumbrante niebla azulada. El joven Slotin podría haberse precipitado hacia afuera. Se habría salvado a sí mismo. Pero no. ¡Interrumpió la mortífera reacción en cadena separando los dos hemisferios con su propia mano!
Por entonces, con su abnegada audacia había salvado las vidas de otras siete personas que estaban en el recinto. Se dio cuenta de inmediato que él mismo podía estar condenado a sucumbir a los efectos de este accidente atómico. Pero no perdió el dominio propio. Gritando a sus colegas que se detuvieran exactamente donde habían estado en el momento del desastre, trazó en el pizarrón un boceto preciso de sus posiciones relativas, de manera que los médicos pudieran descubrir el grado de radiación al cual cada uno había estado expuesto.
Algo más tarde, acompañado de Al Graves, el colega que después de él había estado más severamente expuesto, esperó junto al camino un automóvil que los llevara al hospital. Presintiendo el destino que lo esperaba, le dijo con tranquilidad a su compañero:
—Usted se salvará… pero yo no tengo la menor posibilidad…
Nueve días más tarde Louis Slotin moría en medio de terrible agonía.
Louis Slotin estuvo dispuesto a sacrificar su vida para que otros pudieran vivir. Sabía que el resultado de su acción significaba no otra cosa sino la muerte. Pero estuvo dispuesto a confrontarla. Su sacrificio fue similar al llevado a cabo por Jesús en la cruz del Calvario. Cuando Jesús fue a enfrentarse con la muerte sabía cual sería el resultado. Y no dió marcha atrás. Sabía que su sacrificio significaba la salvación de otros. También sabía que para él no había la menor posibilidad de escape.
¿Por qué fue que Jesús tuvo que morir? El dador de la vida y la salud dejó su existencia en un madero. ¿La causa? Tu transgreción y la mía. ¿Transgreción? ¿Qué transgreción? Tu y yo somos culpables de esa reacción, de esa masa crítica, cuando tu carne se unió a la tentación. Esa término científico tiene otro nombre en el lenguaje de Dios. Se llama pecado. Su resultado es el mismo: muerte.
De todos los mandamientos creo que el más puesto a un lado, el más tildado de obsoleto, el más ridiculizado, el más pisoteado es el que tiene más que ver con Jesús. No es el mayor de los mandamientos. Tampoco es el menor. Tan solo es el que la gente olvida más. El apóstol Santiago nos dice que si alguien transgriede un mandamiento se hace culpable de todos:
Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.
Santiago 2:10
Y nos cuidamos de no hacerlo. No matamos. No robamos. Procuramos no mentir. Tratamos de honrar a nuestros padres. Pero… ¿quién se preocupa de guardar un día especial? Aquí es donde está el problema.
Cuando reconocemos que la ley es la representación del carácter de Dios, hacemos bien al concluir con Jesús que el mayor de los mandamientos es amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Pero este mandamiento tiene también que ver con Dios así como la ley tiene que ver con Dios. Si hay algo que la ley revela es a Dios. Cuando tenemos a Dios revelado en la ley, tenemos a Cristo, revelado en la ley.
La función de Jesús no fue únicamente de morir por nosotros. Su función fue unirnos con Dios. Si estudiamos con cuidado nos daremos cuenta que el mandamiento más relacionado con Dios y nosotros no es el mandamiento de no tener imagenes, ni no adorarlas, ni de no tener otros dioses, sino acordarnos del día de reposo. Es el único mandamiento que nos une a Dios. Es el único mandamiento que enfatisa una relación de la humanidad con la divinidad. Visto de esta manera, el sacrificio de Cristo viene siendo una ratificación de ese contrato relacional establecido en el cuarto mandamiento: el es nuestro Dios y nosotros somos su pueblo. Este es el contrato. La señal es un día: el séptimo día de la semana.
Para aclarar esto un poco, quiero que tengas en mente las palabras de Jesús al iniciar su ministerio:
El espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido parra dar buenas nuevas a los hombres;
me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón;
a pregonar libertad a los cautivos,
y vista a los ciegos;
a poner en libertad a los oprimidos;
a predicar el año agradable del Señor.
Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros.
Lucas 4:18-21
Este pasaje no tiene sentido a menos que entendamos que es "el año agradable del Señor" (ver 19). Jesús tiene en mente, y todo lo comprenden así, el año sabático. Los judíos tenían dos años sabáticos. El primero era el que se celebraba cada siete años:
Jehová habló a Moisés en el monte de Sinaí, diciendo:
Habla a los hijos de Israel y diles: Cuando hayáis entrado en la tierra que yo os doy, la tierra guardará reposo para Jehová. Seis años sembrarás tu tierra, y seis años podarás tu viña y recogerás sus frutos. Pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová; no sembrarás tu tierra, ni podarás tu viña. Lo que de suyo naciere en tu tierra segada, no lo segarás, y las uvas de tu viñedo no vendimiarás; año de reposo será para la tierra. Mas el descanso de la tierra te dará para comer a ti, a tu siervo, a tu sierva, a tu criado, y a tu estranjero que morare contigo; y a tu animal, y a la bestia que hubiere en tu tierra, será todo el fruto de ella para comer.
Levítico 25:1-7
El segundo año sabático se celebraba cada cincuenta años:
Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años. Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. Y santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis libertad en la tierra a todos sus moradores; ese año os será de jubileo, y volveréis cada uno a vuestra posesión, y cada cual volverá a su familia. El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis lo que naciere de suyo en la tierra, ni vendimiaréis sus viñedos, porque es jubileo; santo será a vosotros; el producto de la tierra comeréis.
Levítico 25:8-12
No era únicamente un año de reposo. Los esclavos eran dejados ir en libertad y la tierra volvía a sus dueños originales. Qué Jesús tenía esto en mente es claro cuando notamos que su lectura incluía dar libertad a los cautios, a los oprimidos y a los ciegos.
Jesús estaba aquí identificando el año sabático y el año de jubileo con la institución del sábado. Así como estas celebraciones traían consigo libertad y restoracieon, así el día de reposo contenía esas mismas cualidades. La mira de Dios estaba en la manifestación de la misericordia no únicamente verticalmente, sino también horizontalmente. Esa es la máxima manifestación del amor. Eso fue lo que Cristo vino a hacer. Esto únicamente puede ser comprendido a la luz del día de reposo, el día en el cual Dios quiso que entrasemos en comunión con él.
Argumentos en favor del sábado los encontramos en la semana de la creación, en los escritos de los profetas, en las enseñanzas de Jesús, y en la cruz del Calvario. El sacrificio de Jesús es la cruz es el acto que por sí sólo garantizó nuestra redención. No necesitamos nada más. El lo consiguió todo en ese acto desinterezado de amor. ¿Cómo es que encontramos argumentos en favor del sábado en el Calvario? El mensaje del Calvario es redención. El mensaje del sábado es también eso mismo.
La historia de la salvación tiene que estar asociada con los actos redentivos de Dios. El Calvario es uno de ellos. El sábado es otro. Tienes que tener presente que la institución del sábado fue bendecida y santificada en la creación:
Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación.
Génesis 2:2,3
Dios estaba estableciendo con el hombre un acto de relación que más tarde vería su significado completo en sus actos de redención. El más notable de esos actos, en el Antiguo Testamento, es en relación a la liberación de los israelitas de Egipto. Ese fue un acto maravilloso. Un acto significativo. Procura imaginarte a más de dos millones de israelitas recibiendo la libertad. Imaginalos cruzando el mar rojo. ¡Qué experiencia más maravillosa! Una ves completada su liberación, el Señor procedió a recordarles la señal que les identificaba como libertados y como partícipes de una relación especial con el Todopoderoso. El impacto y toda esta implicación no es tan vívida en el relato de Exodo 20, sino en el de Deuteronomio 5. En este pasaje encontramos de nuevo la repetición de los Diez Mandamientos. Cuando llegamos al cuarto, el lenguaje es diferente. Después de indicar que se guarde el séptimo día de la semana y se abstengan de hacer obra alguna, el Señor agrega:
Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido; por lo cual Jehová tu Dios te ha mandado que guardes el día de reposo.
Deuteronomio 5:15
La razón, entonces, por la cual Israel habría de observar el sábado estaba basada en el maravilloso acto de Dios. Un autor lo ha puesto así:
Esa afirmación era absolutamente fundamental para Israel, esto es, que Jehová le había liberado de Egipto. Cada sábado Israel habría de recordar que Dios era su libertador.
El sábado contenía una cualidad tridimensional: conmemoraba la liberación en el pasado, el presente y el futuro. El descanso semanal significaba un receso en las actividades diarias, traía a la memoria la liberación llevada a cabo durante la pascua de Egipto y señalaba a aquel que traería redención y libertad del pecado al final del acto redentivo de Dios. Los judíos veían, entonces, en el sábado no únicamente una interrupción de sus actividades, sino una promesa de redención. El sábado semanal y anual traía a todos juntos. En ese día todos eran iguales. Nadie era siervo ni amo. Todos volvían a su posición inicial. Todo esto era para ellos la prefiguración de lo que el Mesías haría. Los judíos veían la era del Mesías como una reunión semanal:
Y de mes en mes, y de día de reposo en día de reposo, vendrán todos a adorar delante de mí, dijo Jehová.
Isaías 66:23
Cristo y el sábado están unidos no únicamente por el recuento de la semana de la creación, sino por la redención del Calvario. Cuando el dijo: "Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros" (Luc 4:21), se estaba identificando como Señor del sábado. Se estaba identificando a sí mismo con la redención. Estaba diciendo que era el Mesías prometido. Por eso fue que los judíos empezaron a decir: "¿No es este el hijo de José [el carpintero]?" (Luc 4:22). En otras palabras: ¿Quién se cree este que es? ¡Nosotros los vimos crecer en este pueblo! ¿Y ahora es el Mesías? Lo único que Jesús había hecho fue identificarse con el sábado. Tu y yo no lo entendemos, pero para los judíos era claro. El Mesías y el sábado estaban íntimamente relacionados. Ambos deletrean redención.
Corría el mes de Julio de 1776. El Congreso Continental se había reunido en Filadelfia, para estudiar un importante tema: la independencia. Un ciudadano alto y delgado, natural de Virginia (Tomás Jefferson) había sido designado, junto con otros, para escribir la Declaracieon de la Independencia de Estados Unidos: palabras que aún hoy encienden el patriotismo de los americanos y de los hombres libres por doquiera.
Las carrozas habían conducido a muchos hombres célebres hasta aquella histórica reunieon. Juan Hancock estaba allí, y en el momento crucial encabezó a quienes firmaron el documento. Y lo hizo con caracteres tan grandes que Jorge III [rey de Inglaterra] pudiera leerlos "sin ponerse los lentes."
Entre las muchas leyendas que se relatan acerca de aquel día hay una que cuenta de un campanero a quien se le había indicado que debía comenzar a tocar la campana tan pronto como se diera la noticia. Pesimista, esperó con una mano sobre la cuerda, mientras musitaba: "¡Nunca lo firmarán! ¡Nunca lo firmarán! ¡Nunca lo firmarán!"
¡Pero el documento fue firmado! La historia dice que un niñito estaba situado fuera de la gran puerta colonial. Espiando a través del gran orificio de la llave, vio el movimiento de las sillas y oyeo el ruido de los pies excitados. Y corriendo entonces hacia la campana de la torre, gritó: "¡Toca la campana, abuelo, toca para la libertad!"
Ese día hizo historia en favor de la causa de la libertad. Pero fue solo el comienzo. A esto siguió la Guerra de Independencia y más tarde la Guerra Civil. Todo por un documento. Todo por un papel. Un papel que garantizaba la libertad y la conciencia de todos.
Cuando Dios dio la ley en el Sinaí, estaba firmando nuestra declaración de libertad. Cuando Jesús murió en el Calvario, estaba haciendo válida nuestra seguridad de libertad y vida eterna. La liberad y la vida eterna que Dios quiere darte está concentrada en un mandamiento:
Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios…
Exodo 20:8-10
Un autor ha dicho que en realidad
el cuarto y el quinto mandamiento son los unicos verdaderos mandamientos, al contrario de los demás, que son negativos en forma, y por lo tanto prohibiciones.
Este mandamiento, el que contiene la acción redentora de Cristo. Ese mandamiento que era símbolo de la redención es ahora el símbolo de la promesa. Nuestra certeza no está en un quizás, en un tal vez… Nuestra certeza está cifrada en una esperanza que nos viene cada semana. Cada sábado que pasamos aquí, celebrando la acción salvífica de Dios, nos acerca más a aquel día, cuando estaremos delante de la presencia del Eterno por toda la eternidad.
Si has descuidado la oportunidad de gozarte en este día, te invito para que lo hagas de hoy en adelante. Si hasta ahora te ha parecido duro y tedioso, quizás lo estás haciendo mal. Jesús dijo "mi carga es ligera y mi yugo fácil" (Mat 11:30). Porque él es quien la lleva. ¿Será que has estado tratando de llevar tu la carga de Jesús? Nunca lo vas a conseguir. No es hasta que te encuentres con Jesús que vas a poder ver en su día de reposo el día de delicia, el día "santo, glorioso de Jehová" (Isa 58:13). ¿Te has encontrado con Jesús? Permítele que el te muestre la dicha de entrar en su reposo. Te invito a que te encuentres con él hoy. Tu perspectiva del día de descanso va a cambiar, te lo aseguro. Pero tienes que encontrarte con él primero.
Jorge E. Vandeman, Un Día Memorable (Mountain View, CA: Pacific Press Publishing Association, 1967), pp. 5,6.
Hans Walter Wolff, "The Day of Rest in the Old Testament," Concorrdia Theological Monthly 43 (1972):500.
Vandeman, Ibid., p. 64.
W. H. Gispen, Exodus (Grands Rapids, MI: Zondervan Publishing House, 1978), p. 194.