El Mundo en que Vivimos
En 1984 en un artículo acerca de la guerra de espías entre Estados Unidos y la Unión Soviética, se mencionó que:
En la interminable guerra de espionaje, ambos bandos han encontrado agentes dobles disponibles. Un agente de la KGB estuvo trabajando durante años en el centro británico para descifrar códigos, enviando los datos supersecretos del servicio de inteligencia americano a Moscú. América ha tenido un agente dentro del servicio secreto de inteligencia polaco, revelando las operaciones secretas soviéticas en Estados Unidos, tan recientemente como 1983.
El director de la CIA, William Casey, se ufana que su agencia ayudó el año pasado a dar a la KGB los peores tiempos en su historia al ayudar en la expulsión de más de 135 espías [soviéticos] en todo el mundo.[1]
El artículo procedió a decir que la KGB tenía 10,000 agentes espiando en países extranjeros, 500 de esos en los Estados Unidos. El artículo no lo mencionaba, pero lo más probable es que Estados Unidos hubiese tenido otros tantos. Tanto en aquellos años de la Guerra Fría, como en estos años en los que afrontamos a Al-Qaeda, comprender al enemigo es la mitad de la batalla. Si sabes como vas a ser atacado puedes saber qué hacer para defenderte. Nadie, en su sano juicio, si sabe que va a hacer atacado y la forma en que va a ser atacado, se queda con los brazos cruzados, sin hacer nada. Hay que estar un pie más adelante que el enemigo, si queremos salir victoriosos.
El creyente tiene tres enemigos: el mundo, la carne y el diablo. Vivimos en un mundo hostil a los principios cristianos. Vivimos en una sociedad que hace todo lo posible porque nuestra fe se malogre y se desvanezca. Vivimos en una sociedad que daría cualquier cosa porque nos conformásemos a sus normas de vida y conducta. ¿Qué podemos hacer ante esta situación? Debemos comprender cómo trabaja el mundo.
Jesús estaba conciente de esta situación, cuando dijo a sus discípulos:
He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas (Mateo 10:16).
Tenemos que darnos cuenta del mundo que nos rodea. Tenemos que abrir los ojos a la realidad que el mundo quiere que seamos uno más entre ellos.
En el Antiguo Testamento encontramos el caso de un hijo de Dios que supo discernir el mundo para no contaminarse: El profeta Daniel. Daniel vivió también en una sociedad hostil. Pero Daniel comprendió esa sociedad y triunfó sobre ella.
A lo largo de la historia de la humanidad, los ejércitos de las naciones han invadido a otras naciones. Han tomando pueblos cautivos y los han llevado como esclavos a tierras desconocidas. Al hacer esto, familias enteras han quedado separadas —algunas veces para toda la vida. Daniel fue uno de los miles que pasaron por esa experiencia. Daniel fue llevado como esclavo de su nativa Judá a vivir en Babilonia en la corte del rey Nabucodonosor. Sus experiencias están registradas en el libro que lleva su nombre.
Marco Histórico
Vamos a ver primero el marco histórico de las experiencias de Daniel.
En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su Dios (Daniel 1:1, 2).
Estos eventos ocurrieron en el año 605 A.C., poco después de la batalla de Carquemish. En esa batalla, que se llevó a cabo entre los ríos Eufrates y Orontes, Nabucodonosor casi aniquiló al ejército egipcio. Fue después de esta batalla que Babilonia surgió como una potencia mundial. En el proceso, Babilonia tomó Siria y Palestina.
Palestina había hasta ahora bajo el control de Siria, quien había tomado el reino de Israel en el año 722 A.C., y bajo el control de Judá.
Tanto los israelitas como los judíos se habían apartado de los consejos divinos. El Señor les había amonestado enviando profeta tras profeta, pero el resultado era el mismo. Los israelitas, como nación, se habían entregado a la idolatría.
Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio. Por lo cual trajo contra ellos al rey de los caldeos, que mató a espada a sus jóvenes en la casa de su santuario, sin perdonar joven ni doncella, anciano ni decrépito; todos los entregó en sus manos (2 Crónicas 36:15-17).
Los pecados del pasado se unieron a los pecados del presente y Nabucodonosor sitió a Jerusalén en el año 605 A.C. Esta fue la primera vez que Jerusalén fue tomada por Nabucodonosor. Después de la primera caída la ciudad se rebeló dos veces. La primera rebelión fue bajo el reinado de Joaquin, hijo de Joacim. Fue durante la segunda rebelión que los vasos sagrados del templo fueron llevados a Babilonia. La tercera rebelión se produjo bajo Sedequías. En esta ocasión la ciudad y el templo fueron completamente destruidos. Toda la población, excepto unos pocos labradores, fue llevada cautiva a Babilonia, en el año 586 A.C. Jerusalén cayó bajo los ejércitos babilónicos y la nación judía dejó de existir.
Dios Entregó a Judá
El tema del libro de Daniel es: Dios está en control. Lo primero que quiero que notes es que una de las primeras cosas que aclara Daniel es que “Dios entregó” a Joacim. Dios actuó de forma directa, por medio de Nabucodonosor para castigar a Judá por sus pecados. En otras palabras, su victoria no se debió tanto a la debilidad de Judá o a la fuerza de Nabucodonosor, sino la voluntad de Dios.
Cuando Dios “entregó” a Joacim en las manos de los babilonios, lo hizo después que trató vez tras vez de salvarlos. Pero el corazón de Judá estaba endurecido. Los judíos llegaron a adorar cuanta cosa tuvieran en frente, desde Baal a Ishtar. Dios tuvo que castigarlos. Cuando dios “entrega” a una persona no lo hace por gusto. De hecho, Dios no desea separarse de nosotros ni “entregarnos.” Somos nosotros los que nos separamos de él.
Los pecados del pasado se unieron a los del presente, pero esto no quiere decir que Dios nos haga culpables de las faltas de nuestros padres. Cada quien es responsable por sus pecados:
El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él (Ezequiel 18:20).
Cada quien es responsable por sus pecados, pero los pecados de los padres tienen repercusiones duraderas sobre los hijos. Lo que tu eres y haces en gran medida se debe a lo que fueron e hicieron tus padres. Lo que tus hijos sean y hagan en gran medida se deberá a lo que tu eres y haces.
Aún cuando Jehová había “entregado” a los judíos, aún les ofreció otra oportunidad. Les prometió que después de 70 años volverían a Palestina. Por medio del profeta Jeremías, quien vivió todos estos mismos eventos, el Señor prometió:
Toda esta tierra será puesta en ruinas y espanto; y servirán estas naciones al rey de Babilonia setenta años. Y cuando sean cumplidos los setenta años, castigaré al rey de Babilonia por su maldad, ha dicho Jehová… (Jeremías 25:11, 12).
El relato continúa diciendo que una vez Nabucodonosor conquistó Jerusalén ordenó la transportación de judíos a Babilonia. Pero encomendó a unos de sus capitanes una tarea especial:
Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos (Daniel 1:3, 4).
Además de los esclavos comunes, Nabucodonosor quería reos de entre los príncipes de Israel. Pero el rey no quería cualquier clase de nobles. Primero, quería “muchachos.” Esta palabra es la que se usa para adolescentes. Muchachos entre 13 y 15 años. Segundo, que no tuviesen defecto—ningún problema físico o mental. Tercero, que fuesen “de buen parecer.” No quería feos en su corte. Tenían que ser bien parecidos. Cuarto, que fuesen “de buen entendimiento.” Tenían que ser jóvenes brillantes, inteligentes. Quinto, debían de poseer la habilidad de “estar en el palacio del rey.”
Daniel entre los cautivos
Entre este grupo de jóvenes estaban Daniel y sus tres compañeros. Josefo sostiene que Daniel era pariente de Zedequías,[2] uno de los sucesores del rey Joacim, aunque el mismo Daniel se describe a sí mismo solamente como “de los hijos de Judá” (v. 6). De cualquier forma, de Jerusalén fueron llevados cautivos a Babilonia a formar parte de la corte del rey. Después de una jornada de semanas por el desierto, llegaron a Babilonia. Babilonia era la metrópolis del tiempo antiguo. Un historiador describe así a la ciudad:
Adyacente al palacio principal de Nabucodonosor y un poco al este estaba la gran puerta de Ishtar, a través de la cual pasaba la Calle Prosesional, la calle principal de la ciudad. En honor [del dios] Marduk, este camino estaba pavimentado con piedras importadas y algunas veces llegaba a medir 65 pies [de ancho]. Estaba bordeado por banquetas de loza roja. Las paredes a ambos lados del camino estaban cubiertas de ladrillos de esmalte azul y decoradas con leones y dragones blancos y amarillos de tamaño natural. Las principales estructuras de la ciudad daban a este camino. La puerta de Ishtar era un portón doble flanqueado por torres de ladrillo de esmalte azul decorado alternadamente por hileras de toros y dragones blancos. El palacio de Nabucodonosor era un enorme complejo de edificios protegidos por una muralla doble. Los cuartos del palacio circundaban cinco patios internos. El cuarto blanco del trono (56 por 176 pies) tenía una gran entrada central flanqueada por puertas más pequeñas a los lados.
La ciudad misma, de forma rectangular, estaba asentada al lado del Eufrates. La muralla, 11 millas de largo y 85 pies de ancho, estaba protegida por un foso lleno de agua del Eufrates. La muralla de la ciudad era doble; la muralla exterior era de 25 pies de ancho y la interna de 23 pies de ancho con un espacio en medio relleno de escombro. Ha cada 65 pies había una atalaya en las murallas. Había ocho o nueve puertas en la muralla, con la puerta de Ishtar entrando por el norte. Como se ha mencionado, el Palacio de Nabucodonosor, el zigurat, y el gran templo de Marduk daban a la Calle Prosesional. En total había 43 templos en la ciudad en los días de Nabucodonosor… La población de Babilonia en el VI siglo A.C. se estima que era de medio millón [de personas].[3]
Después de haber visto Jerusalén destruida, después de haber pasado semanas en el desierto, los judíos llegaron a Babilonia. Lo más probable es que se hayan impresionado al ver ciudad tan impotente. Algo similar a lo que me sucedió cuando fui a Las Vegas por primera vez. Después de haber viajado por varias horas por el Valle de la Muerte, en medio del desierto, llegamos a Las Vegas al oscurecer. La cantidad de luces y edificios me mareó, me aturdió. Babilonia era Las Vegas de sus días. Después de todo una de las siete maravillas del mundo antiguo estaban en Babilonia: los jardines colgantes. ¿No es interesante cómo el mundo nos muestra sus glorias para impresionarnos? Lo mismo que sucedió con Daniel, sucede con nosotros.
Daniel 1:4 ilustra vivamente como el mundo trata que nos conformemos a sus principios. Nabucodonosor no solo quería jóvenes brillantes, sino que quería que aprendiesen su cultura. Quería que aprendiesen a vivir como ellos. Los babilonios no solo querían que los judíos aprendiesen a vivir en Babilonia, sino que pensasen como ellos. Tenían que aprender el lenguage, la literatura y las costumbres babilónicas. Tenían que aprender la filosofía, religión, magia, astrología, ciencia y medicina babilónica, entre otras muchas cosas. Para esto, tenían que aprender primero el idioma común de los babilonios, una especie de arameo, y Akadio, el idioma literario de Babilonia.[4]
Las tentaciones de Daniel
Lo que trataban de hacer es obvio. Querían tornar a los monoteístas hebreos en politeístas babilonios. Nabucodonosor quería que los judíos rechazasen su Dios y sus costumbres parra abrazar los dioses y costumbres babilónicas. Para esto no solo establecieron su educación, sino hasta su comida.
Y señaló el rey ración para cada día, de la provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía; y que los criase tres años, para que al fin de ellos se presentasen delante del rey. Entre estos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá (Daniel 1:5, 6).
Un escolar del Antiguo Testamento comenta:
Probablemente la mayoría de los elementos en el menú del rey eran tomados de animales sacrificados a los dioses patronos de Babilonia (Marduk, Nebo e Ishtar, for ejemplo), y sin duda alguna el vino de la mesa del rey (v. 5) había sido primero parte de las libaciones a estas deidades. Por lo tanto esas porciones de comida y bebida eran inherentemente inmundas y habían sido manchadas por el contacto con los ritos del culto pagano.[5]
Así que aún con la bebida y la comida querían que los Hebreos fuesen como ellos. ¿Por qué hasta la comida y la bebida? Porque una vez cedes en un punto es más fácil que cedas en otro.
El siguiente paso fue cambiarles el nombre:
A éstos el jefe de los eunucos puso nombres: puso a Daniel, Beltsasar; a Ananías, Sadrac; a Misael, Mesac; y a Azarías, Abed-nego (Daniel 1:7).
No solo querían cambiar su vida, querían cambiarla de forma radical. El cambio tiene que ser completo. Sus nombres no podían continuar como eran, así que les fueros cambiados. Daniel, que significa “Dios es juez,” recibió el nombre de Beltsasar, “La Dama proteja al rey,” siendo Belet la esposa del dios Marduk. Ananías, de “Jehová da su gracia,” a Sadrac, “Iluminado por Rak.” Misael, de “¿Quién es como Dios es?” a Mesac, “¿Quién es como Aku es?” Azarías, de “Jehová ayuda,” a Abed-nego “Siervo de Nego.”[6] Claramente se ve que sus nombres no exaltaban más a Jehová, sino a las divinidades babilónicas.
Nosotros no le damos tanta importancia a nuestros nombres, pero antiguamente no era así. El nombre tenía mucho que ver con lo que tu eras y lo que tu creías. Algunas veces no es tan grato, sin embargo, encontrar casos como el reportado por un periódico de Missouri:
Un hombre del condado DeKalb (Missouri) estaba viajando en Arkansas y se detuvo a pasar la noche en una cabaña. La familia consistía de un hombre, su esposa y seis hijos, tres niñas y tres niños.
El hombre de DeKalb preguntó cuales eran los hombres de los niños y la madre le dijo orgullosamente que la niña mayor se llamaba Telepatía, la segunda se llamaba Frenología, y la tercera Tuberculosis. Los tres niños se llamaban Teodolito, Doxología y Epluribusunum. La mujer le dijo que no le gustaba presumir, pero que siempre había pensado que Epluribusunum era el nombre más pomposo para un niño que ella alguna vez hubiese escuchado. El hombre le dijo que el estaba completamente de acuerdo con ella.[7]
La simple cara de la tentación
La situación de Daniel y sus amigos no era cuestión de resonancia o pomposidad. Daniel y sus amigos estaban pasando por un proceso similar al “lavado de cerebro.” Los babilonios querían cambiar su manera de ser, su manera de pensar, su misma esencia y hasta sus gustos. Estaban pasando por una situación que probaba su fe y su obediencia al Dios de las Escrituras. Aquí es donde hace diferencia si tu cristianismo está basado firmemente o es una religión de paso. Aquí es donde tienes que ser astuto. Porque la tentación no siempre se presenta con todas sus consecuencias. Porque la tentación muchas veces parece inofensiva y sin importancia. ¿Cuál fue la prueba de Daniel y sus compañeros? No fue acostarse con la mujer del jefe, como en el caso de José; no fue golpear la piedra, como en el caso de Moisés; no fue pedir que las piedras se convirtiesen en pan, como en el caso de Jesús. Simplemente era comer o no comer.
Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse (Daniel 1:8).
Daniel siempre tuvo presente quien era. Por su reacción es evidente que se había criado en el conocimiento del Señor. Y Daniel puso ese conocimiento en práctica. Si alguna vez has de tener alguna convicción, tienes que tener conocimiento. Tienes que saber en qué crees. La fuerza de carácter no es el producto de la casualidad, es el resultado del esfuerzo. Daniel no solo tenía conocimiento, sino que hizo su decisión basado en ese conocimiento. Cuando el tema de comer de la porción de la mesa del rey se le presentó, Daniel supo que tenía que hacer y decidió en su corazón no contaminarse.
Dios interviene de forma directa
Y puso Dios a Daniel en gracia y en buena voluntad con el jefe de los eunucos (Daniel 1:9).
Ante un carácter decidido por el reino de Dios, Dios siempre interviene en su beneficio. Dios no únicamente interviene en la naturaleza y en las acciones de la historia, Dios actúa en los corazones de los hombres.
…y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber. Compara luego nuestros rostros con los rostros de los muchachos que comen de la ración de la comida del rey, y haz después con tus siervos según veas (Daniel 1:10-13).
Daniel tenía el favor de Dios y sabía que lo que pedía era justo y sensato, sabía que era lo mejor que podía hacer. Pero actuó con cautela. Trató a aquellos que estaban sobre él con respeto. Sabía que era siervo del Dios Todopoderoso, pero no mostró arrogancia. El sabía que Dios recompensaría su actitud, pero estaba dispuesto a someterse a los designios divinos. Daniel sabía que Dios está en control, así como tu y yo sabemos. Pero Daniel sabía que Dios ha dado ese control a los hombres, temporalmente.
Consintió, pues, con ellos en esto, y probó con ellos diez días. Y al cabo de los diez días apareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos que comían de la porción de la comida del rey. Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres (Daniel 1:14-16).
El resultado del experimento por diez días justificó la confianza de Daniel que su salud no sufriría. Aún los pequeños actos de auto-disciplina, cuando son efectuados en lealtad a un principio, colocan a los siervos de Dios en la línea de su aprobación y bendición. De esta manera las acciones prueban la fe, y el carácter es fortalecido para encarar situaciones más difíciles en el futuro.[8]
Dios nos chasqueó a sus siervos y su mano se notó no solo en la actitud del jefe de los eunucos ni en su apariencia externa. Dios les dio otra bendición más:
A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimientos en toda visión y sueños. Pasados, pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los eunucos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre ellos otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey (Daniel 1:17-19).
El Señor hasta ahora ha hecho tres cosas importantes por Daniel y sus amigos: 1) los puso en gracia con el jefe de los eunucos; 2) les dio una apariencia física mejor que a los demás; y 3) les dio conocimiento e inteligencia.
Dios recompensa la diligencia
Pero quiero que notes una cosa. Dios no les dio las cosas indiscriminadamente. Dios no les evitó trabajos. Daniel y sus amigos no estuvieron todo el tiempo en un lecho de rosas. Daniel no “ganó” ante Dios ni perdió ante los hombres. Lo que consiguió fue a base de su fe, su determinación y sus persistencia. Recuerda que nadie da nada por nada y se compra muy poco con un peso. Si quieres ser alguien, si quieres ser bendecido por Dios, tienes que ponerte en sus manos y ser constante. Esa es la única manera de triunfar.
En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino. Y continuó Daniel hasta el año primero del rey Ciro (Daniel 1:20, 21).
La palabra hebrea por “diez veces” significa literalmente “diez manos,” quizás teniendo en mente diez personas.[9] Después de consultarlos y contemplarlos, Nabucodonosor concluyó: “Prefiero tener uno de estos a 10 de los otros.” Esto es importante para nosotros. Dios no se interesa tanto en la cantidad, sino en la calidad de sus seguidores. Dios no ve números, sino calidad. Dios no te ve por tu estatura, tu puesto o tu educación. Dios te ve por tu calidad como heredero del reino.
“Y Daniel continuó hasta el primer año del rey Ciro.” Ciro fue el monarca persa que reinó sobre Babilonia del 539 al 530 A.C. De esta manera, Daniel estuvo en la corte de Babilonia del año 605 al 530 A.C. 75 años siendo un representante de Jehová en un mundo pagano, en una sociedad hostil a los principios de Dios. Daniel era ya un anciano de alrededor de 90 años en los días de Ciro. Podía dar, con su vida, testimonio que durante esos 75 años en Babilonia, su fe era la misma y seguía sirviendo a Jehová.
Para triunfar, tienes que prepararte
Daniel vivió en una sociedad hostil. Así como él, puedes vivir en el mundo y no verte contaminado por el mismo. Como Dios le dijo a Elí años antes, “yo honraré a los que me honran” (1 Sam 2:30). En un mundo colmado de personas que se rebelan contra Dios, es inevitable que te encuentres en situaciones en las que tu fe y tus convicciones son puestas a prueba. Si eres padre, necesitas preparar a tus hijos para esas ocasiones cuando tengan que dar testimonio de la verdad por medio de su integridad. Como cristianos debemos dedicarnos a Dios de tal manera que no importa cual sea la tentación nos mantengamos de parte de la verdad, de todo lo que es noble, puro y santo.
Debemos tener presente, entonces, que una convicción firmemente sementada nos puede ayudar a resistir cualquier presión externa. No es el producto de la casualidad que Daniel resistió a la presión que se vio sometido. La única manera con que puedes afrontar los ataques del mundo en que vivimos es sementando tus convicciones. Si el Dios de Daniel es tu mismo Dios, tienes que hacerlo real y vivo. Tienes que hacerlo algo común, como respirar. Tienes que hacerlo necesario, como la comida. Tienes que hacerlo parte tuya, como tu aliento.
También debemos tener presente que son esas convicciones las que Dios finalmente honrará. No fue por casualidad que Dios le honró. No fue porque era su favorito. Dios no tiene favoritos. Nos ve a todos igual. Si esperas favores de Dios, te quedarás esperando. Dios se complace en honrar a los suyos. La realidad de Daniel puede ser la realidad de tu vida, si tienes paciencia. No siempre puede ser como tu quieres y cuando tu quieres, pero la recompensa es siempre cierta.
Este es el momento de hacer una decisión. Dejarla para después puede tener resultados trágicos. Daniel no esperó a tener un puesto en la corte. Daniel no esperó a haber aprendido el idioma de Babilonia. Daniel hizo primero su decisión… y fue honrado por Dios.
Las palabras del apóstol Pablo son apropiadas:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó (Romanos 8:28-30).
[1] Robert’s Dundney y Orr Kelly, “The Great Superpower Spy War: KGB vs CIA,” US News and World Report, 29 Oct. 1984, p. 39.
[2] Josephus, Contra Apion, 1:19.
[3]Howard F. Vos, Archaeology in Bible Lands (Chicago: Moody Press, 1977), p. 115.
[4]Gleason L. Archer, Jr., “Daniel,” en The Expositor’s Bible Commentary, 12 vols., ed. por Frank E. Gaebelein (Grand Rapids, MI: Regency Reference Library, Zondervan Publishing House, 1976- ), vol 7, p. 34.
[5]Ibid. pp. 33, 34.
[6]La traducción de los nombres babilonios es incierta. Ver John C. Whitcomb, “Daniel,” Everyman’s Bible Commentary (Chicago: Moody Press, 1985), p. 29. Desmond Ford, Daniel (Nashville, TN: Southern Publishing Association, 1978), pp. 81-83. Joyce G. Baldwin, “Daniel,” Tyndale Old Testament Commentaries (Madison, WI: Inter-Varsity Press, 1978), pp 81, 82. S. R. Driver, ed. The Book of Daniel (Cambridge: University Press, 1905), pp. 7, 8).
[7] Paul Lee Tan, Signs of the Times (Rockville, MD: Assurance Publishers, 1984), pp. 590, 591.
[8]Joyce G. Baldwin, “Daniel,” p. 84.
[9] “Diez veces mejor.—Heb. ‘diez manos sobre los magos’; o sea, diez veces, o muchas veces. La palabra es usada en este sentido en Gén 31:7, 41; Núm 14:22; Neh 4:12; Job 19:3.” Albert Barnes, Notes, Critical, Illustrative and Practical, on the Book of Daniel (New York: Leavitt & Allen, 1858), p. 103.