Cuando está que arde
De alguna manera nos hemos hecho a la idea que si las cosas no van muy bien en nuestra vida, si tenemos problemas en el trabajo, si nuestro matrimonio no va marchando como debiera, si tenemos algún percance o accidente, ya sea enfermedad o cualquier otra cosa, es porque no estamos obedeciendo a Dios. Esto puede ser cierto. Así que algunos despiertan a esa realidad y empiezan a obedecer a Dios. Y eso es bueno. El problema está en que algunas veces creemos que si obedecemos a Dios todo va a ser siempre color de rosa. Si obedecemos a Dios, si somos buenos cristianos, no vamos a tener más problemas. No nos vamos a enfermar. Nuestro matrimonio va a ser la envidia de amigos, familiares y vecinos. Nuestros hijos van a ser hijos modelos. Incluso algunas veces escuchamos a alguien predicando al respecto. ¿Has escuchado alguna vez a alguien que te diga: “Una vez que aceptes al Señor, ya no tendrás más problemas. Tu vida va a ser solamente felicidad?” O, “si estás siempre de parte del Señor, nadie te va a tratar mal.” Tendemos a ver el cristianismo como una fortaleza inexpugnable una vez en la cual nada nos va a afectar. Vamos a estar en jauja, en la tierra de la perfecta felicidad, donde no va a haber conflictos, desesperación ni dificultades.
Pues bien, no es cierto. La vida del cristiano no es solamente deslizarse placidamente cuesta abajo. La vida del cristiano es una batalla constante tanto en la montaña como en el valle. La Biblia afirma repetidamente que los cristianos han de sufrir injustamente. Date cuenta lo que el apóstol Pedro nos dice:
Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios (1 Pedro 2:18-20).
Cuando desobedeces a Dios y te encuentras en aprietos, es duro, pero solamente tu tienes la culpa. Pero cuando obedeces a Dios y te encuentras en el atolladero, puede ser más difícil, y ni siquiera es culpa tuya. Lo que quiero que comprendas es que Dios no es el tipo de ser que está al “ojo por ojos y diente por diente” contigo o con alguna otra persona. Nos hemos hecho a la idea de la inmediata retribución divina. Si eres bueno, Dios te bendice. Si eres malo, Dios te castiga. Esto no es nuevo, también los judíos en los días de Jesús pensaban así. Ese no es el caso. Dios no te está viendo todos los días para ver si haces algo bueno o malo y recompensarte. Te portaste bien hoy, ahí te va, aumento de sueldo. Te portaste mal hoy, ahí te va, una llanta ponchada.
Me recuerda esto la historia de la niñita que no quería comerse las ciruelas en el desayuno.
—Cómete tus ciruelas —le dice la mamá.
—¡No me gustan!—contesta la niña.
—Si no te comes las ciruelas te va a castigar Dios…
—Pues no me las como —repite la niña.
—¿Ah, sí? Entonces te vas a tu cuarto ahora mismo y no vas a salir de allí en todo el día.
Así que la niña se fue a su cuarto. Como a la media hora se soltó una enorme tormenta con vientos, rayos, truenos y todo tipo de granizo. La madre estaba limpiando la casa y pensó: “¡Qué bueno, se lo merece! Seguro que ha de estar toda asustada por los rayos y truenos…” Así que se va despacito al cuarto de la niña y abre la puerta con todo cuidado. Parada, frente a la ventana, está la niña, con las manos en las caderas, diciendo:
—¡Tanto escándalo por un par de ciruelas!
No ser cristianos no es garantía que Dios nos castigue inmediatamente. Como ser cristianos no nos garantiza que todo vaya a ir siempre bien. Ese es precisamente el mensaje de Daniel 3. En este capítulo encontramos a tres jóvenes hebreos que son condenados a sufrir una muerte horrible por obedecer a Dios. Es una historia conocida con un mensaje vital para hoy.
La imagen del rey
Los primeros doce versículos de Daniel 3 nos presentan el escenario de la prueba que tuvieron que pasar Sadrac, Mesac y Abed-nego, los tres amigos del profeta Daniel.
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia (Daniel 3:1).
Hay algunas cosas que debemos tener presente acerca de esta imagen. Primero, no se nos dice en qué año erigió Nabucodonosor esta estatua. Podemos concluir que había pasado suficiente tiempo como para que el monarca hubiese olvidado los eventos descritos en el capítulo 2. La septuaginta, la versión griega del Antiguo Testamento, coloca estos eventos en el año 18 del reinado de Nabucodonosor—aproximadamente 16 años después del sueño de Daniel 2. Si nos hemos de guiar por la Septuaginta, la estatua fue erigida en el año 586 A.C.—el año que Nabucodonosor destruyó Jerusalén. Segundo, la palabra usada (tselem) normalmente quiere decir una imagen en forma humana, no simplemente un pilar. No se nos dice qué imagen representaba la estatua. Pero lo más seguro es que no se trataba de una imagen del mismo Nabucodonosor. Tercero, la estatua no pudo haber sido de oro puro, sino estaba cubierta de oro. No había suficiente oro en toda Babilonia para haber hecho una imagen tan grande de puro oro. Cuarto, el hecho que toda la imagen era de oro nos lleva a conjeturar que Nabucodonosor había decidido que su reino duraría para siempre y que no sería destruido, tal y como Daniel había profetizado. Quinto, se trataba de una estatua enorme, 90 pies (30 m) de alto por 9 pies (3 m) de ancho. La imagen de Nabucodonosor era comparable al Colosos de Rodas, que tenía 70 pies (33 m) de alto. Por las dimensiones que se nos dan, la estatua era del alto de un edificio de ocho pisos, lo cual ha de haber sido impresionante de contemplar.
Es interesante que no únicamente Nabucodonosor consideró en hacer algo espectacular en su honor. Recientemente en Los Ángeles Times, al lado de su fotografía, apareció lo siguiente:
En lugar de cortar el pastel de boda, una pareja portuguesa fueron casados dentro del pastel. Cientos de turistas y curiosos en Loule presenciaron la boda de María de Conceiçao Revez, 19, y Joao Pedro Guerreiro Ramos, 20, dentro de un pastel de fresa y albericoque de cuatro pisos de alto hecho por el padre del novio, quien es el jefe pastelero de un hotel de lujo. El pastel fue construido en un marco de madera y metal y era una réplica de la iglesia de Sao Lourenço en el cercano [poblado] Almansil. Tomó más de un mes en construirlo y fue hecho de 12,000 huevos, casi dos toneladas de azúcar, casi una tonelada de harina, media tonelada de margarina, 700 libras de fruta picada, 1,500 libras de fruta enlatada, 100 galones de vino tinto y 200 galones de almíbar de limón.
¡Nabucodonosor no era el único que construía en grande!
Y envió el rey Nabucodonosor a que se reuniesen los sátrapas, los magistrados y capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces, y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado. Fueron, pues, reunidos los sátrapas, magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueves, y todos los gobernadores de las provincias, a la dedicación de la estatua que el rey Nabucodonosor había levantado; y estaban en pie delante de la estatua que había levantado el rey Nabucodonosor (Daniel 3:2, 3).
Encontramos hasta aquí que no solamente Nabucodonosor erigió la estatua más fenomenal que se hubiese erigido hasta ahora, sino que todos los principales de su reino estaban presentes. Cuando Nabucodonosor hacia algo, lo hacía en grande. Imagínate el espectáculo que sería tal evento. ¡Todos los poderosos del reino reunidos ante una imagen!
Y el pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oir el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiendo. Por lo cual, al oir todos los pueblos el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todos instrumento de música, todos los pueblos, naciones y lenguas se postraron y adoraron la estatua de oro que el rey Nabucodonosor había levantado (Daniel 3:4-7).
Tenemos hasta ahora, entonces, la estatua más formidable que jamás se haya hecho. Todos los principales del reino están presente. Todas las naciones, tribus y lenguas están presente. El edicto del rey es que se adore a la imagen o ser echado en el horno de fuego ardiendo. El relato implica que el horno estaba cercano, a la vista de todos. No hay duda alguna que la gente sabía que el rey estaba dispuesto a llevar a cabo su amenaza. En el libro de Jeremías encontramos un caso en el cual Nabucodonosor asó a alguien en el fuego:
Y todos los transportados de Judá que están en Babilonia harán de ellos una maldición, diciendo: Póngate Jehová como a Sedequías y como a Acab, a quien asó al fuego el rey de Babilonia (Jeremías 29:22).
Así que al escuchar la música, un mar de gentes se postra ante la imagen, rindiendo homenaje a Nabucodonosor.
Los tres hebreos acusados
Aunque el pasaje dice que “todos” se postraron y adoraron la estatua de oro, hubo tres jóvenes que no lo hicieron. El texto hasta aquí no nos dice que no lo hicieron, pero el resto de la historia indica que esto fue lo que sucedió. No se nos dice si los hebreos habían hecho su decisión desde que se dio el edicto, cuando empezó a tocar la música o si la habían hecho antes de presentarse a la reunión.
Por esto en aquel tiempo algunos varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos. Hablaron y dijeron al rey Nabucodonosor: Rey, para siempre vive. Tú, oh rey, has dado una ley que todo hombre, al oir el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, se postre y adore la estatua de oro; y el que no se postre y adore, sea echado dentro de un horno de fuego ardiendo (Daniel 3:8-11).
La palabra traducida “acusaron” literalmente quiere decir “comerse los pedazos.” Se trata de una expresión idiomática que significa “calumniar,” “denunciar.” Los acusadores se refirieron a ellos como “judíos,” implicando que estaban contra ellos por su nacionalidad. Querían que el rey supiera que los únicos desobedientes eran judíos. Sin duda alguna había celos entre los caldeos por la forma como los cautivos judíos habían prosperado en Babilonia. Ten presente que al final del capitulo 2 encontramos a los tres hebreos “sobre los negocios de la provincia” de Babilonia (Daniel 2:49).
Hay unos varones judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la estatua de oro que has levantado (Daniel 3:12).
Quiero que notes que Daniel no es mencionado en este capítulo. Sin lugar a dudas su nombre hubiese sido mencionado si hubiese estado presente cuando estos eventos tuvieron lugar. Lo más probable es que haya estado ausente en negocios del reino. De otra manera Daniel hubiese estado de pie con sus amigos, desafiando el edicto del rey.
Los caldeos tenían tres acusaciones contra los judíos: Primero, no habían mostrado respeto hacia Nabucodonosor. Su acto no había sido de deslealtad a Nabucodonosor, sino de lealtad a Dios. Segundo, no habían adorado al dios de Nabucodonosor. Esta no era un simple diferencia religiosa. Los antiguos creían que el dios de un rey le daba victoria sobre sus enemigos. No adorar al dios de Nabucodonsor era rebelarse contra el rey mismo. Esto levantaba una nube de duda acerca de su lealtad e integridad política. Tercero, no adoraron a la imagen de oro. Lo que sigue a continuación no es raro.
Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Al instante fueron traídos estos varones delante del rey. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad, Sadrac, Mesac y Abed-nego, que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua de oro que he levantado? Ahora, pues, ¿estáis dispuestos para que al oir el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en ls misma hora seréis echados en medio de un horno de fuego ardiendo: ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos? (Daniel 3:13-15).
El rey se enojó. El texto usa dos sustantivos que tienen el mismo significado. Me imagino a Nabucodonosor rojo de ira. Los judíos se han atrevido a rehusarse a obedecer. Cuando son llevados ante su presencia, el rey les pregunta: “¿Es cierto lo que dicen de ustedes?” ¿Tendría el rey alguna razón para dudar? Sabía quienes eran. Lo que estaba haciendo era darles una oportunidad para negar la acusación. Después de esto, el rey menciona solamente dos de las acusaciones. Descarta por completo la primera. El los conoce. Sabe que le son leales. Solamente menciona que no honran a su dios y no adoran a la imagen. Y después el rey procede a darles otra oportunidad. Pero los tres judíos tenían preparada su respuesta:
La respuesta de los judíos
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librrarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará (Daniel 3:16, 17).
Los tres judíos no respondieron arrogantemente al rey. Simplemente estaban reconociendo su “culpa.” No necesitaban defenderse. No tenían nada que decir. No se habían postrado ante la imagen. Pero no importaba. Dios es lo suficientemente poderoso para librarlos del horno de fuego ardiendo. ¡Qué confianza! ¡Qué fe en el Señor de parte de sus hijos! Ten presente que no han hecho nada malo, pero están en un aprieto. Las cosas no les están yendo de lo mejor. No están en un lecho de rosas. Pero saben que, soberano sobre los eventos humanos, está Dios.
Cuando en tu experiencia cristiana las cosas no van bien, mira hacia arriba. Cuando te encuentras entre la espada y la pared, mira hacia arriba. ¿Por qué es que nuestra experiencia cristiana está constantemente incierta? Porque miramos hacia nuestro alrededor. Tenemos que comprender que solamente Dios tiene la solución a nuestros problemas. Tenemos que depositar nuestra confianza en él. El Señor quiere que le miremos con esa misma fe y esa misma confianza que manifestaron los tres judíos. Por medio del profeta Isaías, nos dice:
¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mi están siempre tus muros (Isaías 49:15, 16).
Date cuenta de la seguridad de los judíos: “Nuestra confianza está puesta en un Dios que nos puede librar de cualquier situación.” El relato claramente indica su fe rotunda en el poder de Dios. Si alguna vez tienes que mantenerte firme ante el mundo y de parte de Dios, ten presente el ejemplo de los tres judíos. Haz tuyo su coraje y su valor. Coraje y valor para estar de pie ante la imagen. Coraje y valor para mantenerse firme ante el rey. Porque sirves a un Dios que es poderoso y te puede librar.
Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado (Daniel 3:18).
Me gusta como lo pone la versión popular Dios habla hoy:
Pero, aun si no lo hiciera, sepa bien su Majestad que no adoraremos a sus dioses ni nos arrodillaremos ante la estatua de oro.
A simple vista pareciera que los judíos dudaban del poder de Dios para salvarlos. Lo que está en juego aquí es la voluntad de Dios para hacer como él quiere con sus hijos. Los tres judíos no tenían ninguna garantía que Dios iba a hacer un milagro.
La voluntad de Dios
En el misterioso plan de Dios para su pueblo, el profeta Urías murió bajo la espada de Joacim, aunque Jeremías conservó la vida (Jer. 26:20). El apóstol Santiago murió bajo la espada de Herodes, aunque Pedro fue rescatado milagrosamente (Hch. 12:2). Los hombres de Dios del Antiguo Testamento sabían que los milagros eran raros (e.g., Jue. 6:13) y uno no podía contar con ellos a menos que Dios los anunciase. De esta manera algunos fueron rescatados milagrosamente mientras que otros sufrieron tortura y muerte a manos de sus enemigos.
Dos cosas quiero que notemos de su actitud: Primero, los jóvenes judíos reconocieron que la voluntad de Dios puede ser diferente a la nuestra y estuvieron dispuestos a aceptarla. Los planes de Dios te pueden llevar por caminos mucho menos que cómodos y placenteros. Tienes que estar dispuesto a aceptarlos. Segundo, no basaron su obediencia en relación a sus propios planes. Estuvieron listos a obedecer, sin importar las consecuencias. Si Dios los libraba o no, estaban dispuestos a obedecer. Su lealtad estaba con Dios por lo que Dios es, no por lo que Dios podía hacer por ellos. Quiero preguntarte, ¿dónde está tu lealtad? ¿En lo que Dios es o en lo que esperas de él? Es un asunto importante. Es un asunto de vida o muerte. Así como fue un asunto de vida o muerte para los tres judíos, es un asunto de vida o muerte para ti y para mi, hoy.
Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra Sadrac, Mesac y Abed-nego, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y mandó a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen a Sadrac, Mesac y Abed-nego, para echarlos en el horno de fuego ardiendo. Entonces estos varones fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo. Y como la orden del rey era apremiante, y lo habían calentado mucho, la llama de fuego mató a aquellos que habían alzado a Sadrac, Mesac y Abed-nego. Y estos tres varones, Sadrac, Mesac y Abed-nego, cayeron atados dentro del horno de fuego ardiendo (Daniel 3:19-23).
Nabucodonosor de por si ya estaba enojado. La respuesta de los judíos no le alivió mucho el semblante. Su acción fue inmediata. Los tres judíos fueron echados en el horno de fuego ardiendo. Para que no te hagas ideas, los rastros de hornos encontrado en Mesopotamia tienen la forma de un túnel de ferrocarril con la salida bloqueada. Ventanas a los lados le servían de ventilación. Eran alimentados con carbón y su temperatura llegaba de 900 a 1000 grados centígrados. Así que la cosa estaba caliente. El hecho que se mencionan sus mantos, calzas, turbantes y vestidos, da la idea que fueron atados de pie a cabeza, dejándolos completamente inmovilizados. No solamente eso, sino que los más fuertes de entre los miembros del ejército fueron responsables de echarlos dentro del horno de fuego. El horno estaba tan caliente que causó la muerte inmediata de quienes los echaron en el mismo.
Intervención divina
Entonces el rey Nabucodonosor se espantó, y se levantó apresuradamente y dijo a los de su consejo: ¿No echaron a tres varones atados dentro del fuego? Ellos respondieron al rey: Es verdad, oh rey. Y él dijo: He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses (Daniel 3:24, 25).
Lo inesperado sucedió. En contraste con los soldados, los tres hebreos no fueron consumidos. Nabucodonosor no cabía en su asombro. Aparentemente había ido cerca del horno para ver la ejecución. Lo que vio fue algo completamente diferente. ¡Los tres se estaban paseando dentro del horno! ¡Como si tal cosa! No solamente eso, sino que no eran tres, eran cuatro.
Aunque el relato solamente nos muestra la reacción del rey, trata de imaginarte la experiencia de los tres judíos. Estaban seguros que la muerte les esperaba en una forma horrible. Milagrosamente se encuentran sin daño alguno, como en un perfecto día de primavera. Añadido a esto está uno “semejante a hijo de dioses.” Creo firmemente que no se trata de otro sino de nuestro Señor Jesús quien intervino personalmente. De una manera similar Cristo se apareció como el Ángel de Jehová a Abraham en Mamre (Gén. 18). Más tarde se apareció a Josué como el “capitán de los ejércitos de Jehová” (Jos. 5:13-6:5). Dios escogió manifestarse personalmente para premiar la lealtad de sus hijos.
Tu y yo podemos tener la misma seguridad de la compañía divina. En sus planes Dios quizás no tenga un milagro para ti y para mi como el de los jóvenes hebreos. Pero yo encuentro que el milagro más grande que se va a efectuar en nuestra experiencia va a ser encontrarnos en su reino. ¡Ese si va a ser un milagro! Cristo quiere andar contigo y quiere que tengas la seguridad de su compañía. Quiere tu confianza absoluta. Si te toca padecer y sufrir en esta tierra, te está esperando la corona que te dará en aquel día.
Entonces Nabucodonosor se acercó a la puerta del horno de fuego ardiendo, y dijo: Sadrac, Mesac y Abed-nego, siervos del Dios Altísimo, salid y venid. Entonces Sadrac, Mesac y Abed-nego salieron de en medio del fuego. Y se juntaron los sátrapas, los gobernadores, los capitanes y los consejeros del rey, para mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían (Daniel 3:26-27).
¿Te das cuenta? ¡Ni siquiera olían a humo! Cuando Dios, tu Dios y mi Dios, hace algo, lo hace bien. Recuerdo hace algunos años que en México el gobierno inició una campaña que decía: “Lo hecho en México está bien hecho.” Como lema tenía la cabeza de una águila azteca. No tardó mucho tiempo en que apareciera el mismo diseño del águila azteca y el mismo tipo de letras pero con el lema: “Ahí se va.” Dios no es un ahí-se-va. Dios hace las cosas bien hechas. Trata de imaginarte a los tres judíos, no consumidos por las llamas pero con el cabello chamuscado y las ropas quemadas, en cueros. El relato dice que ni siquiera olían a humo. Cuando Dios te libra del mal lo hace de una manera tan espectacular que tanto tú como los demás se tienen que dar cuenta. Cuando Dios hace un milagro es para que te des cuenta y gloríes su nombre. ¿Por qué será que no vemos tantos milagros? Creo que porque estamos demasiado tecnocratizados. Todo le echamos la culpa a la ciencia y la tecnología. Ya no tenemos espacio para Dios. Dios todavía quiere actuar. Solamente espera que estés listo.
Entonces Nabucodonosor dijo: Bendito sea el Dios de ellos, de Sadrac, Mesac y Abed-nego, que envió su ángel y libró a sus siervos que confiaron en él, y que no cumplieron el edicto del rey, y entregaron sus cuerpos antes de servir y adorar a otro dios que su Dios. Por lo tanto, decreto que todo pueblo, nacieon o lengua que dijere blasfemia contra el Dios de Sadrac, Mesac y Abed-nego, sea descuartizado, y su casa convertida en muladar; por cuanto no hay dios que pueda librar como éste. Entonces el rey engrandeció a Sadrac, Mesac y Abed-nego en la provincia de Babilonia (Daniel 3:28-30).
Aparentemente Nabucodonosor pronunció estas palabras en presencia de todos los dignatarios del reino. No solo las dijo, sino que mandó un decreto en favor de los judíos. Un cambio tremendo se efectuó en la actitud del rey. De estar enojado pasó a reconocer la superioridad del Dios de los jóvenes hebreos. El rey no llegó a admitir, sin embargo, que Jehová era el único Dios, ni se comprometió a adorarlo exclusivamente. Era demasiado babilónico para hacer eso. Después promovió aún más a Sadrac, Mesac y Abed-nego.
Más que interesante
Lo menos que podemos decir es que este relato es interesante. Pero también interesante es el hecho que Henry Ford cultivaba marihuana “con fines experimentales;” que la estación de radio WOR en Nueva York es escuchada por 181,300 personas cada cuarto de hora; que philtrum es el nombre de la división en la mitad del labio superior; que Calcuta, en la India, es la ciudad más pobre del mundo. De Daniel 3 aprendemos lecciones más que interesantes. Aprendemos lecciones de valor, coraje y fe. En particular, quiero que notemos cuatro lecciones de su experiencia.
Primero, sin importar las circunstancias de nuestra existencia, Dios está en control. Sadrac, Mesac y Abed-nego siempre creyeron que Dios estaba en control de su situación. Ya fuese que ocurriese un milagro o si tuviesen que morir asados en el horno, sabían que Dios estaba en control de sus vidas. El Señor no nos promete que todo va a ser color de rosa. No siempre va a ser cuesta abajo. Pero sí nos asegura que está con nosotros. El apóstol San Pablo, escribiendo a los Romanos dijo:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados (Romanos 8:28).
Date cuenta que no dice que todas las cosas les salen bien. No dice que nunca se enferman. No dice que en su vida todo es felicidad y alegría. Lo que dice es que aún las dificultades les traen un bien. Debemos de tener esto presente.
Segundo, justo o injusto el sufrimiento es necesario. Los tres judíos fueron perseguidos por hacer lo correcto. Quizás este tipo de situaciones no sean justas, pero pueden ser usadas en nuestro beneficio. En Daniel 3 quiero que notes una palabra que se menciona repetidamente en los versículos 20 al 24. Se trata de la palabra atados. Solamente en el versículo 22 no se menciona. En el versículo 25 Nabucodonosor ve a los tres hebreos “sueltos.” El versículo 27 dice que “ni siquiera olor de fuego tenían.” Pero algo había cambiado. Fueron echados atados de pie a cabeza en el horno de fuego y salieron libres. Lo único que el fuego pudo consumir fueron las ataduras que los aprisionaban.
Dios usa el fuego de la adversidad y los problemas para ayudarnos a remover las ataduras que nos aprisionan. En lugar de ver tus problemas como un castigo o una prueba, considéralos con ojo sabio. Pregúntate, ¿qué atadura estará queriendo Dios remover de mi vida? Tu experiencia cristiana será diferente cuando veas tus problemas y aflicciones como la mano de Dios actuando en tu vida… para librarte de tus ataduras.
Tercero, los milagros de Dios son impresionantes tanto para los creyentes como para los incrédulos. La vida de Nabucodonosor no habría llegado a tener conocimiento alguno del Señor si no hubiese sido por el ejemplo valeroso de Sadrac, Mesac y Abed-nego. Como resultado de esta experiencia Nabucodonosor mostró interés y respeto por el Dios de Israel. El Señor puede hacer lo mismo por medio de ti, si confiamos en él. El Señor puede hacerte un pregonero vivo de su poder si confías en él sin importarte el resultado final de tu experiencia.
Cuarto, Dios está contigo en la medida que estás dispuesto a acatar su voluntad. Dios te conoce. Puedes presentar una cara en la iglesia y ser otro en la calle. Puedes profesar creer en el Señor cuando estás con otros creyentes y negar tu relación con el Salvador cuando estás con incrédulos. El Señor te conoce. De él no te puedes esconder. Tienes que ser uno y el mismo en la iglesia y en la calle. Tienes que mostrar tu lealtad a Dios, aunque el resultado no sea lo que tu quisieras.
Las Noticias de mañana
Habrá noticias mañana:
Noticias de dolor
Quizás; agudas y duras y cortantes:
Rechazando
El dulce aliento,
Destrozando
El gozo de vivir completamente;
Golpeando duramente la fe
Contra la esperanza: Pero Dios escogerá
Las noticias más sabias .
Si se me diese esta noche
Que escribiese,
De mi propia voluntad, las palabras que harían
Los eventos de mañana, se me iría el sueño
Y las alas de mi corazón quedarían atadas.
Dios ordenó las cosas;
Y yo oro:
Modela tú mi destino,
Y úsame en tu voluntad.
O déjame estar quietamente
Dentro de tu mano. Las noticias
Serán como Dios las escoja.