Summary: Tienes que admitir, a todos nos gusta jugar al profeta. Con frecuencia escucho a conocidos que me dicen: “Espérate un rato, y vas a ver como lo que digo se cumple.” Daniel interpreta el sueño de Nabucodonosor.

La vida es sueño

Un tipo estaba esperando su tren. Para matar tiempo recorrió los pasillos de la terminal y se encontró una máquina que le daba su peso y su suerte. Echó una moneda en la máquina y la máquina escupió un papelito: “Usted es Jerónimo Martínez. Pesa 185 libras. Es ingeniero, está casado, tiene tres hijos y está esperando el tren de las cuatro y media.” El tipo no pudo creer aquello. La máquina le dio toda su información.

El tipo salió de la terminal y se compró un sombrero y unos lentes oscuros. Volvió a la máquina y la respuesta fue la misma: “Usted es Jerónimo Martínez. Pesa 185 libras. Es ingeniero, está casado, tiene tres hijos y está esperando el tren de las cuatro y media.” ¡Lo mismo! ¿Cómo pudo saber eso la máquina?

Así que Jerónimo salió de nuevo y se compró todo un disfraz de mujer, con vestido, guantes, peluca, sombrero, zapatillas… ¡Estaba irreconocible! Fue de nuevo a la máquina y depositó la moneda. La máquina escupió de nuevo un papelito: “Usted es Jerónimo Martínez. Pesa 185 libras. Es ingeniero, está casado, tiene tres hijos y por estar bobeando conmigo se le fue el tren de las cuatro y media.”

Creo que no hay ni uno solo, entre nosotros, que no quisiera saber el futuro. El mundo está plagado de predicciones, pronósticos y profecías. Los dirigentes en el mundo de los negocios y la industria miran hacia el futuro por décadas y planean en el presente para tener y ganar más. Los ecónomos predicen tiempos de bonanza o de necesidad. Meses antes de las elecciones la televisión, la radio y la prensa trata de predecir el ganador. Jorge Berry te dirá quién ganará el mundial de fútbol, basado en los encuentros y los equipos. Fritz Coleman te dirá como va a estar la temperatura el domingo.

Tienes que admitir, a todos nos gusta jugar al profeta. Con frecuencia escucho a conocidos que me dicen: “Espérate un rato, y vas a ver como lo que digo se cumple.”

Profesionalmente, se calcula que hay entre 5,000 y 10,000 astrólogos en Estados Unidos. Anualmente los americanos gastan $200 millones en consultas a astrólogos. Una encuesta en 1976 reveló que 32 millones de personas creen en la astrología. Se calcula que 1,200 de los 1,700 periódicos norteamericanos contienen una columna de astrología.

¿Podemos confiar en la astrología? La verdad es que los profetas populares algunas veces dan en el blanco, pero la mayoría de las veces erran de una manera que da risa. Su consejo y sus predicciones tienen que ser tomadas, entonces, con cautela. Ante todo, tenemos que ir a la Biblia para estar bien informados en cuanto al futuro y la obra de estos “videntes.”

Los medios divinos de comunicación

La Biblia registra que Dios ha revelado su palabra a los hombres de muchas maneras:

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo (Hebreos 1:1, 2).

Los medios que Dios ha utilizado para comunicarse con los hombres han sido sueños y visiones. El Señor categóricamente indicó a Israel:

Oíd ahora mis palabras. Cuando haya entre vosotros profeta de Jehová, le apareceré en visión, en sueños hablaré con él (Números 12:6).

Dios ha usado las visiones para presentar “ciertas imágenes y circunstancias a la mente de la persona mientras está despierta.” Esta fue la experiencia de la mayoría de los profetas del Antiguo Testamento. Isaías, Jeremías, Ezequiel, Oseas, y otros tantos recibieron información del Señor por medio de visiones. En el Nuevo Testamento encontramos el caso del apóstol Juan, como partícipe de esta experiencia.

Muchas veces, sin embargo, Dios se comunicó con las personas mientras estaban dormidas. Este fue el caso de Jacob, cuando Dios se le apareció en Bet-el, mientras huía de Esaú (Gén 28:10-22).

Dios no solo se comunicó con sus hijos por medio de sueños y visiones. El rey Nabucodonosor pasó por la misma experiencia, aunque no creía en Jehová. Este monarca pagano recibió un sueño del Señor pero no lo pudo entender. Como resultado de este sueño, las vidas de Daniel y sus compañeros estuvieron bajo peligro. Con todo, no cedieron al pánico, sino que confiaron en Jehová y fueron a él por ayuda.

Marco histórico

Nabucodonosor reinó sobre el Imperio Babilónico del 605 al 562 A.C. Fue durante ese período que tuvo un sueño que le inquietó:

En el segundo año del reinado de Nabucodonosor, tuvo Nabucodonosor sueños, y se perturbó su espíritu, y se le fue el sueño (Daniel 2:1).

Aquí encontramos un problema en el libro de Daniel. Daniel 1:5 nos dice que la educación de Daniel duraría tres años. ¿Pasaron estos eventos antes o después de terminada su educación? Algunos contienden que estos eventos sucedieron después otros que mientras estaba estudiando. El segundo punto de vista explicaría por qué Daniel y sus compañeros no fueron llevados ante el rey junto con los otros sabios sino fueron los últimos en saber lo que estaba sucediendo.

En Génesis 41 encontramos un caso similar. Faraón ha tenido sueños que también le han dejado perturbado. El mismo verbo se usa en ambos casos. La traducción de Génesis 41:8 es la más acertada: “agitado.” Tanto Faraón como Nabucodonosor estuvieron agitados, no solo perturbados. Se han de haber despertado temblorosos y sudados, como cuando tenemos pesadillas. El resultado fue el mismo. Ambos mandaron llamar a los sabios de su reino.

Hizo llamar el rey a los magos, astrólogos, encantadores y caldeos, para que le explicasen sus sueños. Vinieron, pues, y se presentaron delante del rey (Daniel 2:2).

Los magos eran adivinos que usaban planos y diseños mágicos para contestar las preguntas de la gente. Los astrólogos eran adivinos que “pronunciaban hechizos o potentes combinaciones de palabras o frases que se creían poseían la habilidad de conseguir los resultados mágicos deseados.” Los encantadores practicaban la magia negra y la nigromancia, el contacto con los muertos, para descubrir el futuro. Los caldeos eran una clase especial de adivinadores-hechiceros que aparentemente actuaban como representantes de los otros grupos de sabios en Babilonia, entre sus artes estaban “formulas mágicas, oraciones e himnos, mitos y leyendas, formulas científicas tales como hacer cristal, matemáticas y astrología.”

No los subestimes. No eran gentes ignorantes. Estos hombres guardaban registros de los movimientos de los planetas, cometas y las fases de la luna. Mucho de esto era con el objeto de determinar la influencia de cada dios diferente. Con todo, el astrónomo babilonio Naburimannu (c. 500 B.C.) pudo calcular la duración del año en 365 días, 6 horas, 15 minutos y 41 segundos. ¡Solo se equivocó por 26 minutos y 55 segundos de más! Otro astrónomo babilónico, Kidinnu (c. 390 B.C.) hizo algunos cálculos más exactos que los que se usaban en el siglo pasado. ¡Este era el tipo de hombres que tenía Nabucodonosor en su corte!

Y el rey les dijo: He tenido un sueño, y mi espíritu se ha turbado por saber el sueño (Daniel 2:3).

Nabucodonosor no les dijo su sueño, pero esperaba que ellos lo supieran y le dieran la interpretación del mismo. Después de todo, estos hombres pretendían tener contacto con el mundo de los espíritus. Sus pretenciones los colocaban por encima de los demás hombres y el rey esperaba que su pretenciones fuesen confirmadas. En parte el rey confiaba en su ciencia. En parte concluía que si podían saber el sueño, podrían saber también su interpretación.

Futilidad de la pretención humana

Pero la respuesta que obtuvo Nabucodonosor fue la misma que obtuvo Faraón:

Entonces hablaron los caldeos al rey en lengua aramea: Rey, para siempre vive; dí el sueño a tus siervos, y te mostraremos la interpretación (Daniel 2:4).

Sus palabras eran sinceras. Los registros babilónicos muestran que la interpretación de los sueños era una de sus especialidades. Contaban con gráficas que mostraban todos los significados posibles de los sueños. Lo único que necesitaban saber era la naturaleza del sueño para poder aplicar sus reglas. Sus interpretaciones no podían ser ciertas, pero satisfacían a la gente ignorante. Pero Nabucodonosor no era un tipo ignorante.

Respondió el rey y dijo a los caldeos: El asunto lo olvidé; si no me mostráis el sueño y la interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en muladares. Y si me mostrareis el sueño y su interpretación, recibiréis de mí dones y favores y gran honra. Decídme, pues, el sueño y su interpretación (Daniel 2:5, 6).

Los caldeos sabían que la petición del rey era imposible, a pesar de sus supuestos recursos. Imagínate que vas a un psiquiatra y le dices: “Tuve un sueño anoche y quiero saber que quiere decir.” La respuesta del psiquiatra va a ser: “Dime tu sueño.” Pero Nabucodonosor no cedió. Si dicen ser lo que son, me lo tienen que probar.

La Biblia de Jerusalén traduce “el asunto lo olvidé,” como “tened bien presente mi decisión.” La versión popular lo traduce como “esta es mi decisión.” Esto pareciera indicar que Nabucodonosor no olvidó el sueño, como lo traduce nuestra versión, sino que el rey no se lo quiso decir a los sabios babilonios. Hay tres razones de peso para este punto de vista. Primero, debemos asumir que cuando Dios da un sueño especial a los hombres es de una manera clara y distinta, para que lo recuerden, no para que lo olviden. Recuerda que Faraón no olvidó el sueño (Gén 41).

Segundo, cuando Daniel le pregunta a Arioc por qué tan prontamente se dio el decreto, Arioc “le hizo saber a Daniel lo que había” (v. 15). “Lo que había,” es la misma palabra aramea por “el asunto,” que el rey había olvidado (v. 5). Esto pareciera referirse al decreto y no al sueño.

Tercero, si los sabios y caldeos creyeron que el rey hubiese olvidado el sueño, ¿por qué le pidieron de nuevo que les dijese el sueño? (v. 7). No eran bobos ni idiotas, eran lo mejor de la sabiduría y la ciencia de Babilonia. La única explicación es que el rey no les dijo, ni ellos entendieron, que hubiese olvidado el sueño.

Esto da la impresión que Nabucodonosor sabía que si les decía el sueño los caldeos inventarían cualquier cosa para satisfacerle. Lo más probable es que haya dudado de su sinceridad, honestidad y capacidad. Quizás hasta dudaba en cuanto a sus prácticas supersticiosas.

Haya el rey olvidado el sueño o no, la situación se estaba poniendo caliente. No solo estaba pidiendo el rey algo inaudito, sino que si no le resolvían el misterio les amenazaba con muerte junto con los suyos. Antiguamente los monarcas tenían poder absoluto. Ser su consejero era una de las posiciones más peligrosas. Se dice de un premier persa que comentaba que cada vez que salía de la presencia del rey se ponía las manos en la cabeza para ver si todavía estaba sobre sus hombros.

Respondieron por segunda vez, y dijeron: Diga el rey el sueño a sus siervos, y le mostraremos la interpretación. El rey respondió y dijo: Yo conozco ciertamente que vosotros ponéis dilaciones porque veis que el asunto se me ha ído. Si no me mostráis el sueño, una sola sentencia hay para vosotros. Ciertamente preparáis respuesta mentirosa y perversa que decir delante de mí, entre tanto que pasa el tiempo. Decidme, pues, el sueño, para que yo sepa que me podéis dar su interpretación (Daniel 2:7-9).

La situación se estaba poniendo más y más difícil. Esta vez el rey les está acusando de mentirosos. Reconociendo su inhabilidad de descubrir el sueño del rey, los sabios se defendieron:

Los caldeos respondieron delante del rey, y dijeron: No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además de esto, ningún rey, príncipe ni señor preguntó cosa semejante a ningún mago ni astrólogo ni caldeo. Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne (Daniel 2:10, 11).

Tuvieron que confesar que no sabían. Tuvieron que reconocer su inhabilidad. Este pasaje ilustra perfectamente la vergüenza en que queda la sabiduría y la ciencia humana cuando se encara con los designios divinos. Si tu esperanza está en tu sabiduría estás destinado al ridículo y la vergüenza, como los caldeos. Si tu esperanza está en tus conocimientos va a llegar un momento en el cual no sepas que contestar ni qué decir. Ante los designios divinos la sabiduría humana es impotente.

Por esto el rey con ira y con gran enojo mandó que matasen a todos los sabios de Babilonia. Y se publicó el edicto de que los sabios fueran llevados a la muerte; y buscaron a Daniel y a sus compañeros para matarlos. Entonces Daniel habló sabia y prudentemente a Arioc, capitán de la guardia del rey, que había salido para matar a los sabios de Babilonia. Habló y dijo a Arioc capitán del rey: ¿cuál es la causa de que este edicto se publique de parte del rey tan apresuradamente? Entonces Arioc hizo saber a Daniel lo que había (Daniel 2:12-15).

Daniel no estuvo presente cuando el intercambio entre el rey y los sabios se llevó a cabo. Daniel ni siquiera sabía lo que estaba sucediendo. De nuevo Daniel muestra tacto y prudencia y usa los canales oficiales de tal manera que va hasta la sala del rey.

Y Daniel entró y pidió al rey que le diese tiempo, y que él mostraría la interpretación al rey. Luego se fue Daniel a su casa e hizo saber lo que había a Ananías, Misael y Azarías, sus compañeros, para que pidiesen misericordias del Dios del cielo sobre este misterio, a fin de que Daniel y sus compañeros no pereciesen con los otros sabios de Babilonia (Daniel 2:16-18).

Inutilidad humana, oportunidad divina

Después de su entrevista con el rey, Daniel fue a su casa a contarle lo ocurrido a sus compañeros para que orasen con el. Daniel y sus amigos no se asustaron ni planearon una fuga. Lo que hicieron fue orar. No formaron un comité o llamaron a una convención. Pusieron su confianza en el Señor. Como el girasol abre sus pétalos hacia el sol, abrieron sus almas ante el Señor. ¿Cuál es tu reacción ante situaciones críticas? ¿Pides consejo a los hombres o dependes en Dios? El consejo humano es útil, el consejo divino es indispensable.

Quiero que notes dos cosas. En primer lugar, oraron al “Dios del cielo.” Estaban en Babilonia, en tierra de idólatras. Los babilonios adoraban a los cielos —el sol, la luna, las estrellas. Pero Daniel y sus compañeros estaban orando al Dios del cielo. Al Dios que está por encima de los planetas y los astros.

En segundo lugar, oraron por misericordia. Estaban orando por lo que no podían conseguir de Nabucodonosor. El rey los había condenado a muerte sin misericordia. Ahora acudían a Dios pidiendo misericordia. La misericordia es la base de toda oración. Dios no contesta nuestra oración por lo que valemos, por nuestro esfuerzo, nuestro carácter o por que oramos. Orar es reconocer nuestra necesidad de misericordia, tal como Daniel y sus amigos. Cuando oramos en el nombre de Jesús lo hacemos confiados en que Dios nos escucha, pero no por nuestros méritos, sino por los méritos de Jesús.

Daniel comprendía que humanamente su situación era imposible. La única solución era la intervención divina. Quizás tu estés en la misma situación de Daniel. Quizás todas las puertas se te han cerrado. Quizás la misericordia humana se ha agotado para contigo. Aún puedes confiar en la misericordia divina. El mundo puede darte la espalda. El mundo puede estar acechándote tras la puerta para atacarte. Con todo, Dios no te abandona. Dios quiere que sepas que no importa cuan dura es tu situación, él está contigo.

Entonces el secreto fue revelado a Daniel en visión de noche, por lo cual bendijo Daniel al Dios del cielo (Daniel 2:19).

El Señor no chasqueó la fe de Daniel. El Señor le reveló el misterio por medio de una visión de noche. Dios no únicamente le mostró a Daniel el sueño del rey, sino que le dio la interpretación del mismo.

Y Daniel habló y dijo: Sea bendito el nombre de Dios de siglos en siglos, porque suyos son el poder y la sabiduría. El muda los tiempos y las edades; quita reyes, y pone reyes; da la sabiduría a los sabios, y la ciencia a los entendidos. El revela lo profundo y lo escondido; conoce lo que está en tinieblas, y con él mora la luz. A ti, oh Dios de mis padres, te doy gracias y te alabo, porque me has dado sabiduría y fuerza, y ahora me has revelado lo que te pedimos; pues nos has dado a conocer el asunto del rey (Daniel 2:20-23).

Dios y el prójimo en primer lugar

Después de haber recibido la información que necesitaba para salvar su vida y la de sus amigos, el primer pensamiento de Daniel estuvo con el Señor. Su primer acto fue elevar palabras de alabanza y gratitud. Ten presente que la situación era crítica. Daniel ha de haber estado emocionado por la revelación que Dios le hizo. Aunque Daniel pudo haber salido apurado a llevarle las nuevas al rey, se detuvo primero a agradecer a Dios. Dios le había bendecido y ahora Daniel bendecía a Dios. Daniel tuvo a Dios en primer lugar. ¡Con cuanta frecuencia nos alegramos tanto por los dones del Señor que nos olvidamos del Señor de los dones!

Después de esto fue Daniel a Arioc, al cual el rey había puesto para matar a los sabios de Babilonia, y le dijo así: No mates a los sabios de Babilonia; llévame a la presencia del rey, y yo le mostraré la interpretación. Entonces Arioc llevó prontamente a Daniel ante el rey, y le dijo así: He hallado un varón de los deportados de Judá, el cual dará al rey la interpretación (Daniel 2:24, 25).

Las primeras palabras de Daniel a Arioc fueron: “No mates a los sabios de Babilonia.” Son, sin duda, las palabras más asombrosas que encontramos en todo este capítulo. ¿No debería Daniel haber tomado ventaja de la situación y haber dejado que los sabios perecieran? ¿No debió haber actuado como Elías y los profetas de Baal? Después de todo Daniel era representante del Dios Altísimo y ellos representantes de dioses paganos.

La respuesta es que Daniel no estaba en su tierra. Estaba en Babilonia por designio divino. Es Dios quien tiene la autoridad de dar o quitar la vida, no el hombre. Daniel estaba poniendo en práctica el principio cristiano de amar a tus enemigos (Mat 5:44). Daniel dejó a Dios hacer su obra, como debemos hacer nosotros. Dios está bajo control, tenemos que dejarlo actuar a su tiempo.

Así que Daniel no únicamente salvó su propia vida y la de sus amigos, sino la de los sabios de Babilonia. Su preocupación no fue egoístamente en su propio beneficio. Aunque los sabios no adoraban al Dios verdadero, Daniel los tuvo en mente. No estaba tan preocupado por su propia importancia que no pensó en los demás.

Arioc se dio prisa en llevar a Daniel ante la presencia del rey. ¡Por fin alguien puede decifrar el misterio del rey! Pero Arioc no se conforma con esto, sino que pretende darse el crédito de haber hallado la respuesta al problema del monarca. “En contraste [con la actitud de Daniel] vemos la actitud egoísta de Arioc, quien proclama haber descubierto un intérprete como resultado de su propia búsqueda diligente.”

Respondió el rey y dijo a Daniel, al cual llamaban Beltsasar: ¿Podrás tú hacerme conocer el sueño que vi, y su interpretación? Daniel respondió delante del rey, diciendo: El misterio que el rey demanda, ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos lo pueden revelar al rey. Pero hay un Dios en los cielos, el cual revela los misterios, y él ha hecho saber al rey Nabucodonosor lo que ha de acontecer en los postreros días. He aquí tu sueño, y las visiones que has tenido en tu cama. Estando tú, oh rey, en tu cama, te vinieron pensamientos por saber lo que había de ser en lo por venir; y el que revela los misterios te mostró que ha de ser. Y a mí me ha sido revelado este misterio, no porqueo en mí haya más sabiduría que en todos los vivientes, sino para que se dé a conocer al rey la interpretación, y para que entiendas los pensamientos de tu corazón (Daniel 2:26-30).

Hay un Dios en los cielos

Las primeras palabras de Daniel han de haber desanimado al rey. Es imposible para un hombre saber cual fue el sueño del rey. Pero Daniel dirige la atención del monarca a un punto más elevado: “Hay un Dios en los cielos.” Es una declaración simple pero profunda. Donde no está Dios no puede estar el hombre. La vida solo tiene significado si la mano divina guía su existencia. Aunque vivimos en una época que ha tratado de poner a Dios fuera del ámbito humano, todavía “hay un Dios en los cielos.” Esta verdad es tan vigente hoy como en los días de Daniel. “Hay un Dios en los cielos” que está bajo control de la empresas humanas. Es él quien puede capacitar a los hombres aún a hacer lo imposible.

El Doctor Ford lo puso mejor que yo podría:

Tanto los científicos como los filósofos han olvidado que aunque el pájaro no puede volar sin la atmósfera, el Creador del pájaro y de la atmósfera es libre de poner su dedo en el tiempo y espacio y colocarlo amorosamente sobre el pájaro. Hay un Dios en los cielo que revela los secretos, y ha intervenido en la historia para ofrecerle al hombre revelación y redención.

Dios tenía tres propósitos al revelar el misterio a Daniel. Primero, mostrar la futilidad de los sabios de este mundo (vv. 27, 30); segundo, revelar el hecho que hay un Dios poderoso que está presente en los intereses humanos (v. 28); tercero, revelar el futuro del mundo (v. 28).

La pregunta aún está en pie: ¿Puede el hombre conocer el futuro? La respuesta es no. El hombre no puede conocer el futuro, a menos que Dios se lo revele de una manera especial. El hombre puede pretender echar un vistazo a los eventos futuros, pero únicamente Dios puede hacerlo con certeza.

En la experiencia de Daniel aprendemos que donde el hombre ve imposibilidades Dios ve una oportunidad. Nuestra situación puede parecer desesperada, tal como en el caso de Daniel y los sabios. Puedes estar a punto de decirle “adiós mundo cruel.” Pero Dios dice “espera, aún no he terminado.”

Somos lentos para confiar en Dios. Nuestras imposibilidades nos parecen una muralla imposible de salvar. Muchas veces somos como aquel tipo pesimista que nunca estaba conforme. Todo lo veía negativamente. Un día uno de sus amigos decide darle una lección para que aprenda a ver las cosas de otro color. Así que lo invita a cazar patos. Bajo las quejas y protestas del tipo pesimista, llegan al lago y esperan la llegada de los patos. Cuando los patos pasan volando, el amigo dispara y caen varios patos al agua. Manda entonces a su perro para que vaya a recoger los patos del lago. El perro sale corriendo sobre el agua, recoge los patos con el hocico y regresa con su amo.

El amigo del pesimista, piensa: “ahora sí va a aprender.”

El pesimista mira al perro corriendo sobre el agua, mira a su amigo y le dice: “Tu perro no sabe nadar.”

Así somos muchas veces. No esperamos a ver la mano poderosa de Dios actuando. Dios quiere que confiemos, que esperemos y le dejemos actuar. Las imposibilidades humanas son su oportunidad.

Aprendemos que las situaciones difíciles requieren un trato especial y un tiempo especial dedicado a la oración. Salir del atolladero donde te has metido no es difícil, si has consultado al Maestro Escapista. Es posible que por tu propio esfuerzo también obtengas el mismo resultado externo, pero el resultado interno no será el mismo. Si no fue de rodillas que obtuviste la victoria en tu atolladero, lo más probable que la próxima ves tampoco lo intentarás. Tu vida espiritual se deteriorará. Pero, si la situación es de verdad difícil, la única salida es por medio de las rodillas.

Aprendemos que la única fuente segura de revelación es Dios. El hombre puede pronosticar, evaluar, conjeturar, calcular y dar un veredicto. Solo Dios puede decirnos con toda certeza que hay en el corazón del hombre y qué eventos están en el futuro. No te dejes engañar. Por supuesto, el hombre puede profetizar y pasa, aunque Dios no esté en su profecía. En ese caso el poder del maligno está actuando. En ese caso tenemos que andarnos con cuidado. Nos estamos pasando al lado del enemigo cuando confiamos en tales profecías.

Por último aprendemos que cuando Dios actúa solo hay lugar para alabanza y no hay lugar para egoísmo. El Señor desea y espera que le demos el crédito que se merece. Es Dios el que ha cambiado tu vida. Es Dios quien te ha sacado del fango en que vivías. Tienes que darle el crédito que se merece. Al hacer eso encontramos que nuestro egoísmo disminuye y nuestra piedad aumenta.

Si ya has nacido al reino de los cielos, te quiero preguntar, ¿cómo está tu vida de oración? ¿qué tan a menudo te encuentras de rodillas? Como hijo del reino tienes que tener presente las palabras de Cristo:

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer (Juan 15:5).

¿Estás unido a Cristo por medio de la oración? ¿Estás echando mano de su omnipotencia en tu beneficio? Pero, si aún no has aceptado a Jesús como tu Salvador, te invito a que lo aceptes hoy. Te invito para que hagas tuyas sus promesas de vida eterna. Solo él puede transformar tu vida. Solo él tiene la solución a tus problemas.