El Sufrir es Bueno
Dios tuvo solo un hijo sin pecado; no tiene ninguno sin sufrimiento.”
San Augustine
Hermanos míos, ustedes deben tenerse por muy dichosos cuando se vean sometidos a pruebas de toda clase. Pues ya saben que cuando su fe es puesta a prueba, ustedes aprenden a soportar con fortaleza el sufrimiento. Santiago 1:2-3
“Santiago, ¿Estas loco?” ¿Dar la bienvenida a pruebas y sufrimientos? “¿Eres un tonto?” Esta cita parece mostrar que las escrituras no son sin error. ¿Podría de veras este pasaje ser la palabra de Dios? Tendría mas sentido si dijera, “Deben tenerse por dichosos cuando Dios les quita toda clase de pruebas.” Por lo menos esta versión estaría en armonía con los valores que operan en el mundo y la reunión de oración rutinaria de la iglesia.
Siendo que el mundo no quiere tener lamento ni pena, busca las estaciones y maneras de vivir en los cuales solo puede pasar bien sin tener que sufrir de nadie . . . . El mundo no puede aguantar la idea que debe servir a otros sin nada mas que compasión, labor, y pruebas, y recibir como recompensa nada mas que ingratitud, menosprecio y otro maltrato.
Siendo que hemos sido nutrido por tanto tiempo con el alimento de chanchos que nos ofrece el mun-do, escuchar lo que dijo Santiago nos perturba bastante. Aunque decimos estar de acuerdo con Pablo en su afán de seguir a Cristo, encontramos que solamente estamos de acuerdo con el lado de las ben-diciones y no de la responsabilidad ni el precio a pagar. Pablo dijo en Filipenses 3:10-11, “Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufri-mientos; haciéndome semejante a él en su muerte, espero llegar a la resurrección de los muertos.” La autora Evelyn Cristensen muy astutamente ha señalado que nosotros solo somos dos-tercios discí-pulos:
Lo que quiero es 1) conocerlo, 2) el poder de su resurrección, y 3) la solidaridad de sus sufri-mientos. Pero lo más común es que queramos solo dos-tercios de lo que significa ser su discí-pulo – Él y su poder. Pero la otra parte, la solidaridad de sus sufrimientos - casi siempre dejamos fuera en nuestra lista de pedidos.
Ninguno de nosotros nos oponemos a la parte del Evangelio que nos cuenta las buenas cosas que vienen cuando rendimos nuestros corazones a Cristo. Sin embargo, actuamos como si la parte de “sufrir con Cristo” fue escrito para algún pobre mendigo en otra parte del mundo.
Así que, aceptaste a Cristo, y creías que tenías el derecho de esperar que los golpes de la vida iban a desaparecer. . . pero lamentablemente, el derecho de estar libre de sufrimientos y dificultades no era uno de ellos. De hecho, de acuerdo con la Escritura, aquel derecho parece ser uno de los cuales perdiste en el momento de unirte a Cristo.
Hay tantos libros en los estantes de las librerías cristianas y bibliotecas de seminarios cuyo propósito es ayudarnos a encontrar confort y éxito en la vida. El porcentaje de relleno en mucho libros recientes sigue en ascenso, y el valor nutritivo sigue en descenso. A través de la lectura de estos libros, las esperanzas y expectativa del lector son despertadas para solo caer en pedazos cuando tiene que enfrentar la realidad. Los libros prometen a los nuevos creyentes que su viaje hacia el cielo será tranquil, confortable, y sin evento cuando la realidad es todo lo opuesto.
Recuerdo algunos años atrás, al leer lo que luego llegó a ser un clásico sobre los últimos días y la venida del Señor, que el autor dijo que una de las razones para creer en el arrebatamiento antes de la tribulación era que Cristo no dejaría a su iglesia sufrir. Jesús, Pablo, Pedro, Juan, Isaías y muchos otros siervos del Señor a través de los siglos llamaría a eso una porquería. La idea suena maravilloso, pero la verdad es otra.
Las escrituras y la historia de la iglesia nos indican vez tras vez que los santos fueron perseguidos y sufrieron muchas atrocidades, algunos peor que ser crucificado. Creemos que eso pasó por-que eran tiempos diferentes a los nuestros, pero yo ahora entendiendo que sufrieron porque ellos eran diferentes a nosotros. Las escrituras abundan con textos que dicen que los seguidores de Cristo sufrirán por su fe.
Jesús tiene que hacerlo bien claro que la necesidad del sufrimiento se aplica a sus discípulos y no solo a él mismo. De igual forma que Cristo es Cristo solo en virtud de su sufrimiento y rechazo, igual el discípulo es un discípulo solo a la medida que comparta el sufrimiento, el rechazo y crucifixión de su maestro.
Lo que los hombres anhelen mas que nada es tener gozo, felicidad y vivir sin problemas. Ahora, Cristo da vuelta a la pagina y dice exactamente lo opuesto; Él llama benditos (bien-aventurados) a los que lamentan y lloran. Por lo tanto, todos esas declaraciones se apuntan y son dirigidos contra la forma de pensar del mundo, lo que el mundo quisiera tener. El mundo no quiere aguantar hambre, problemas, deshonra, la falta de popularidad, injusticia, y violen-cia, y los llama benditos los que pueden evitar todos eso. . . . mientras un cristiano debe esperar el llanto y duelo en el mundo.
Jesús era un modelo para nosotros en muchas maneras. Debemos ser imitadores de Él. Pues para esto los llamó Dios, ya que Cristo sufrió por ustedes, dándoles un ejemplo para que sigan sus pasos (I Ped. 2:21). A través de Pedro, el Espíritu Santo también dijo, Por eso, así como Cristo sufrió en su cuerpo, adopten también ustedes igual disposición. Pues el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado... (I Ped. 4:1). Si somos lo más mínimo interesados en seguir a Jesús, tenemos que pa-gar por este compromiso con el sufrir.
El sufrimiento, entonces, es la evidencia de un verdadero discípulo. El discípulo no está por encima de su maestro. Seguir a Cristo significa passio pasiva, el sufrir porque tenemos que sufrir. Por eso, Lutero calculó que el sufrimiento era uno de las indicaciones de la iglesia genuina, y uno de los documentos preparado para la Confesión de Augsburgo define la iglesia como la comunidad que “está perseguida y martirizada por causa del evangelio.” Si rehusa-mos a levantar la cruz y someternos al sufrimiento y rechazo a mano de hombres, perdemos nuestra comunión con Cristo y hemos dejado de seguirlo. El discipulado significa un fuerte compromiso con el Cristo sufriente, y por lo tanto no debe ser una sorpresa que los Cristianos estén llamados a sufrir. De hecho, es un gozo y un favor de su gracia.
Tomas Paine escribió, “Soldados de verano y patriotas de sol no vendrán al socorro de su país en esta crisis. De igual forma, creyentes de solo “buen tiempo” no harán un impacto en el mundo perdido ni recibirá mucho reconocimiento en el día de las recompensas.
Nosotros protestantes queremos sacar la imagen de Cristo de la cruz y concentrarnos en la tumba vacía. Decimos que es porque Jesús está vivo y queremos enfatizar su victoria. Pero, ¿puede ser que es porque no queremos ser identificados con un Salvador sangriento y sufrido quien nos llama a sufrir con él? Charles Spurgeon dijo, “No habrán portadores de coronas en el cielo que no eran por-tadores de cruces aquí abajo.”
Jesús tiene en el momento muchos devotos de su reino celestial, pero pocos cargadores de su cruz. Tiene muchos que desean ser consolados, pero pocos de tribulación. El encuentra muchos compañeros en su mesa, pero pocos en su abstinencia. Todos quieren regocijar con Él, pero pocos están dispuestos a aguantar con Él. Muchos le alaban y le bendicen mientras reciben consolación de Él.
Fuentes del sufrimiento
El sufrimiento puede venir de varias fuentes y por muchas razones. A menudo, sufrimos como consecuencia de nuestro propio pecado. Otras veces, Dios nos disciplina para corregirnos. En aun otros, sufrimos porque estamos en el lado de Cristo y por lo tanto identificados con Él y por eso el mundo nos persigue. Desafortunadamente, hay veces cuando sufrimos a manos de otros creyentes como lo hacían los Ana-Bautistas a manos de los Protestantes y Católicos.
El sufrir para la gloria de Cristo toma muchas formas. Primero está lo de la burla, luego la ex-clusión o no ser tomado en cuenta, después persecución económica y social, luego sufrimiento físico, y al final la muerte. Vemos en el libro de Job que Satanás atacaba y acusaba a Job (Job 1:6-11). La escritura nos dice que Satanás es como un acusador fiscal quien acusa a los creyentes (Apoc. 12:10). En adición a las demás fuentes mencionados, también hay sufrimiento y enfermedad que vienen de las manos de Dios. “Pues ustedes aún no han tenido que llegar hasta la muerte en su lucha contra el pecado, y han olvidado ya lo que Dios les aconseja como a hijos suyos. Dice en la Escritura:“No desprecies, hijo mío, la corrección del Señor, ni te desanimes cuando te reprenda. Porque el Señor corrige a quien él ama, y castiga a aquel a quien recibe como hijo. Ustedes están sufriendo para su corrección: Dios los trata como a hijos. ¿Acaso hay algún hijo a quien su padre no corrija? Pero si Dios no los corrige a ustedes como corrige a todos sus hijos, entonces ustedes no son hijos legítimos. (Heb. 12:4-8).
Elementos del sufrimiento
Exclusión
Si seguimos a Cristo, el mundo nos va a rechazar. Jesús es la piedra que los constructores rechazaron (I Ped. 2:4). Los líderes religiosos, mundanos, buscadores de poder, no querían a un Mesías quien amenazó el órden social y el status quo, o quien ni podía salvarse de captura y muerte. El cristianismo genuino nunca será respetado por el mundo. El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería a los que van a la perdición; pero este mensaje es poder de Dios para los que vamos a la salvación (I Cor. 1:18). A muchos cristianos profestantes hoy día, la cruz es algo a ser evitado y olvidado.
Cuando nos encontramos con un hombre que, con sencillez de corazón, ha aceptado la tontería de la cruz, le admiramos y somos movido por su fe; pero también nos avergüenza.
A menudo, nuevos convertidos nos avergüenzan porque creen cada palabra en el libro. Vance Havner (un predicar Bautista) solía contar que él una vez estaba predicando en una iglesia cuando un hombre joven se convertió. Cada noche después el joven se sentaba en la primera fila con los ojos y oídos bien atentos. Vance relata que oró, “Por favor, Señor, no dejes que él se de cuenta.” Temía que el joven iba a notar que él era el único tan entusiasmado para el Señor.
Nosotros creyentes antiguos, tenemos miedo de ser rechazados o excluidos, o que la gente creyera que somos tantos o fanáticos. Los discípulos primitivos eran exactamente lo opuesto. Cuando Pedro y Juan fueron encarcelados y azotados por predicar el evangelio, estaban gozosos. Lo conside-raron un gran honor sufrir desgracia por el Nombre (Hechos 5:41). Pablo y Silas también fueron gol-peados severamente y encarcelados. Estaban tan felices por haber podido sufrir por Cristo que seguí-an cantando y regocijando hasta la medianoche (Hechos 16:22-25). Aparentemente, ellos entendieron lo honroso que era ser identificado con Jesús en su rechazo y sufrimiento.
Persecución
Ser identificado con Cristo significa persecución por el mundo. Juan 3:19-20 nos dice que cuando la luz del mundo apareció, el mundo fue condenado por su presencia porque sus hechos eran malos. El mundo intenta apagar la luz en cualquier forma que pueda. Nosotros, “las luces menores”, no somos inmunes, siendo que nuestra forma de vivir con la cabeza arriba es una amenaza al status quo, y tenemos que ser apagados también.
Para que la severidad de la cruz no nos haga desmayar, siempre debemos tomar en cuenta esta condición de la iglesia, que en igual forma que hemos sido adoptados en Cristo, hemos sido designados a la matanza. Porque quienes que sean que el Señor ha adoptado y considera-do digno de su comunión deben preparase para una vida dura, llena de labores, inquieta, y llena de varios tipos de maldad. El enfoque especial del sufrimiento de los creyentes es a menudo persecución por la fe. Si defendemos el evangelio, o la rectitud en general, nos abrimos a la persecución.
Billy Graham y su esposa Rut, volvieron a una parte de la China donde ella fue criada como hija de un cirujano misionero. Cuando su padre arribó a la China a comenzar su obra médica, él fue saludado por James Graham (no pariente), un misionero veterano quien había comenzado su ministerio allí 25 años antes. James Graham muchas veces volvió a casa al atardecer cubierto de saliva de los que habían burlado del “demonio extranjero” mientras predicaba en el mercado. Su esposa frecuentemente lo encontró con moratones de haber sido apedreado. En sus 25 años de ministerio, aquel hombre había visto solo 25 convertidos a Jesucristo. Ahora, en la misma región de la China, hay unos 140,000 seguidores de Jesús.
Si aquellos cosas pasarían a los Cristianos modernos, llamaríamos a la Comisión de Derechos Humanos y pediríamos que colgaran a los culpables por los dedos pulgares. Llamaríamos a nuestro representante en el congreso para aplicar presión internacional. No podemos creer que Cristianos podrían ser tratados así.
Sin embargo, esta fobia del sufrimiento es algo extraño en la historia de la iglesia, y típica solamente de la edad moderna. Los creyentes en la mayoría del tiempo creían que el sufrimiento era normal para la vida del Cristiano.
Yo solía participar en las reuniones del Ejercito de la Salvación. Caminé en sus procesiones, y les digo que valía la pena en aquellos tiempos; Habían botas viejas, madera, piedras, huevos podridos y naranjas tirado a nosotros. Ninguno de mis amigos me saludaron en la calle, y los jóvenes que tenían interés en mi cruzaron al otro lado de la calle.
Esposa de C. T. Studd
II Timoteo 3:12 nos dice que, Es cierto que todos los que quieren llevar una vida piadosa en unión con Cristo Jesús sufrirán persecución... ¿Cuántos de nosotros, los santos modernos, han estado en prisión? Algunos han estado allí debido a faltas criminales, y algunos hasta han conocido a Cristo allí, pero la mayoría de nosotros evitamos la cárcel como si fuera la plaga bubónica. “ No es respeta-ble para un Cristiano ir a parar en la cárcel, aunque la Biblia y los libros de la historia están llenos de veces cuando los santos fueron a prisión. Juan Bunyan, el autor del Progreso del Peregrino, pasó doce años en la cárcel porque tenía reuniones de estudio bíblico en su casa.
La iglesia no ha sido exento de la persecución a través de su larga historia. Fíjense en los siguientes ejemplos. Los primeros dos son de Austria donde muchos creyentes hubieron huido a esca-par la persecución en otros países.
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La persecución era tan severa que muchos habían entrado en Moravia, donde por un tiempo, tenían libertad, pero las fronteras eran observadas para evitar que alguien huyera. También, se habían arreglado con el gobierno de Venecia, en el otro lado, para prevenir que esca-paran en esa dirección. A través de todo Austria, hubo un gran esparcir del evangelio y muchas iglesias fueron fundadas, que después de mucho sufrimiento heroico, fueron esparcidas y aplastadas por la persecución. En Tirol y Görz, mil personas fueron quemadas, decapitadas o ahogadas.
No solamente en Europa continental hubo persecución. Aunque Inglaterra había logrado formar su propia iglesia, el mismo patrón de persecución prevalía. Susana Wesley, madre de Juan, el famoso predicador y fundador del Metodismo, y Carlos, su hermano autor de himnos, entendió que el sufrir y ser perseguidos eran parte del paquete que vino con el evangelio.
La joven trajo el bebé al cuarto de la madre para que lo amamantara, pero cuando Susana Wesley, media dormida, acercó el niño a su pecho, encontró que estaba muerto. Se compuso lo mejor que pudo, y durante el día lo enterró.
Diez de sus 19 niños murieron antes de tener dos años, cinco en solo cuatro años, y una de sus hijas era deformada.
Muchas noches, grupos de gente malintencionada rodeaban la casa, golpeando tambores, disparando armas de fuego en el aire, y tirando piedras a la casa. La congregación local rehu-só pagar el sueldo (su esposo era pastor). Él intentó cultivar su tierra para suplementar los ingresos de la familia, pero sus graneros misteriosamente se incendiaron y su intento fracasó. Miembros de su propia congregación lo mandaron arrestar y lo enviaron a la prisión de los deudores, dejando a Susana y los niños con solo 30 chelines. Mientras ella esperaba su puesta en libertad, alguien encendió su huerta y cortó los odres de sus vacas. Ella tenía que rogar por leche y pan.
“Todos mis sufrimientos, por la admirable gracia del Omnipotente, han colaborado para promover mi bienestar espiritual y eterno. Gloria sea a Ti, mi Señor.”
Creo que la razón por lo cual los creyentes de hoy día no son perseguidos es que no hacen nada digno de perseguir. Hemos escondido nuestras lámparas “debajo de un cajón” para no ofender la oscuridad. Donde no hay persecución, la iglesia de Cristo normalmente no crece, pero si crece, no tiene profundidad, como la semilla que cayó entre las piedras. La semilla que cayó entre las piedras representa a los que oyen el mensaje y lo reciben con gusto, pero como no tienen suficiente raíz, no se mantienen firmes; cuando por causa del mensaje sufren pruebas o persecución, fallan (Mat. 13:20-21).
La historia prueba que la iglesia no es fuerte en tiempos de la prosperidad. La iglesia primitiva en Jerusalén se estancó después de 10 años hasta que se levantó una persecución feroz que empujó el evangelio hacia los Gentiles y a toda la región alrededor. Durante los primeros tres siglos, la iglesia crecía y se expandía a través del mundo. Fue multiplicado en el crisol de persecución y aflicción a manos de infieles y gobiernos estatales hostiles. Entonces, el Emperador Constantino prácticamente eliminó toda persecución de la iglesia. En vez de oponerse a los cristianos, él los sostuvo y los defendía, y al hacer eso, les quitó la cruz del peregrino. Con eso, la calidad del cristianismo fue al pique.
Compararemos la iglesia en Europa oriental con la iglesia en Europa Occidental. Antes de la caída de comunismo, las comunidades cristianas en Polonia, Czechoslovakia, Rumania, y Alemania Oriental florecieron, aunque no había seminarios, nada de Conferencias cristianas, pocas Biblias, nada de radio ni televisión ni películas cristianas.
Al contraste, el compromiso religioso en Europa occidental padeció, a pesar de una abundancia de libertad religiosa allí. Apatía era evidente en países como Dinamarca, Suecia y Gre-cia, donde la iglesia era sostenida por fondos públicos.
La historia reciente puede ser la evidencia que la mejor forma de matar o debilitar la iglesia es quitarle todo el reto de su existencia. .
Dolores y enfermedades físicas
Algunos de mis hermanos predican que hay sanidad divina en la expiación para todas las enfermedades. Sin embargo, esa creencia presenta problemas serios. ¿Por qué es que el Señor no quitó la enfermedad de Pablo? (II Cor. 12:7-10). ¿Por qué Pablo no sanó a Trófimo antes de salir de Miletus? (“a Trófimo lo dejé enfermo en Mileto” II Tim. 4:20). ¿Por qué era necesario para Timoteo tomar vino para sus problemas y enfermedades frecuentes del estomago? (I Tim. 5:23). Y si la muerte es normalmente un resultado de enfermedad, ¿Por qué es que creyentes también mueren? La enseñanza de mis hermanos erradas se basa en la presunción mundana que todo el sufrimiento es malo.
Tres conclusiones resultan de lo que hemos visto. La primera tiene que ver con la sanidad milagrosa. Cristo y los apóstoles solo sanaban milagrosamente cuando fueron específicamente guiados a hacerlo; así que, en otras palabras, ellos sabían que el hacerlo era la voluntad de Dios. Por eso sus intentos de sanar fueron exitosos. La sanidad milagrosa no era universal en aquellos tiempos, y no hay motivos de creer que debe ser universal en el nuestro.
Los siervos santos a través de las edades han tenido enfermedades. Martín Lutero sufrió de dolores de estómago y cálculos renales por la mayor parte de su vida. El obispo Asbury era un predicador de circuito a caballo quien cruzó vez tras vez la frontera en Estados Unidos, y que no era extranjero a las dificultades y el sufrimiento.
Asbury sufrió una indisposición tras otra, tanto que un biógrafo le llamó a él, “Job a caballo.” Migrañas le plagaron a través de su vida, y infecciones crónicas de garganta eran a veces tan severas que los médicos temían que se estrangulara. Él luchó con malaria, asma, reumatismo, fiebres altas, y otras enfermedades, y a medio de sus cuarenta él siguió adelante, convencido que no iba a durar un año más. Pero, llegó a la edad de setenta y un años.
Aquí, me gustaría contar una historia, pero no parece tener nada que ver con su enfermedad. Sin embargo, puede tener mucho que ver con el hecho que él podría sufrir tanto y seguir adelante. Él tenía fama de siempre dar gracias a Dios aun cuando la situación era pésima. Muchas veces comenzaba sus oraciones con, “Señor, te damos gracias por ....” Un día, él y su compañero de viaje habían cabalgado todo el día en lluvia al punto de congelarse para llegar a una pequeña aldea fronteriza. Habían hecho desvíos alrededor de árboles caídos y derrumbes, y al fin llegaron a la aldea en la oscuridad, medio congelados, hambrientos, y extremadamente cansados. Para peor, nadie estaba reunido para el encuentro. Asbury y su compañero tenían que salir en direcciones opuestos en busca de algu-nos feligreses en sus granjas para reunir a algunos pocos. Al comenzar la reunión con el grupo pequeño, el compañero pensó, “Ahora quiero ver por que motivo va a dar gracias.” Al orar Asbury, terminó con estas palabras, “Y Señor, te damos gracias que no todos los días son como este.”
Fanny Crosby era ciego desde sus seis semanas de vida y entendió que su enfermedad vino de Dios. “¡O que feliz alma soy yo! Aunque yo no puedo ver, estoy resuelta que en este mundo contenta estaré. Cuantas bendiciones disfruto que otras personas no pueden ver. Llorar y lamentar porque estoy ciega, no puedo y no lo haré”
Si vamos a vivir de acuerdo con la voluntad de Dios, tenemos que destetarnos del escapismo de este mundo, este cristianismo afeminado que intenta huir cada vez que el camino se pone difícil. Y tenemos que dejar de re-escribir nuestras doctrinas para hacerlas agradables al mundo y a los creyentes carnales.
Déjame compartir unos ejemplos más de los siervos fieles del Señor quienes entendían lo que pocos creyentes en el occidente entienden hoy.
Adonirum Judson, el misionero famoso a Burmania, perduró aflicciones incontables intentando alcanzar a los perdidos para Cristo. Por siete años de quebranta-corazones, él sufrió hambre y privaciones. Durante este tiempo lo encarcelaron en la prisión Ava, y por 17 meses fue sometido a maltrato increíble. Como resultado, por lo demás de su vida, portó las cicatrices hechas por las cadenas y trabas que cruelmente le habían restringido.
Sin desanimarse, al ser puesto en libertad, pidió permiso para entrar a otra provincia donde podría renovar la prédica del evangelio. El monarca ateo indignamente rechazo su pedido, diciendo, “Mi pueblo no son bastante tontos para creer algo que dijera un misionero, pero temo que ellos podrían ser impresionados por tus cicatrices y convertirse a tu religión.
Cuando el obispo de Madras, India, estaba de visita a la ciudad de Travancore, le fue presentada una niña esclava nombrada “El Apóstol Niña.” Ella ganó su admiración por el entusiasmo con la cual hablaba de Cristo a otros. Su persistencia quieta y firme había ganado a varios convertidos a Cristo. Pero ella había sufrido persecución demasiado brutal para contar. Cuando fue presentada al obispo, su cara, cuello y brazos eran muy desfigurados por cortes y golpes. Al mirarla, los ojos del buen hombre se llenaron de lágrimas, y él dijo, “Mi hija, ¿Cómo pudiste aguantar todo esto?” Ella levantó su mirada en sorpresa, y dijo, “¿No le gusta sufrir por Cristo?”
Al comenzar el siglo veinte, Jorge y Margarita(Mary) Allen, una pareja joven de nueva Zelandia había ido a Argentina como parte de su llamado a alcanzar a los indios Incas (Quechuas) en Bolivia. Uno de las experiencias más difíciles, y prueba más fuerte de su fe pasó en Buenos aires. Su dinero se había acabado; ya no había más comida. No tenían ni un pedazo de pan en la casa. Su bebé seguía de pecho, pero siendo que los padres no tenían de comer por tres días, la leche de Margarita se secó y el bebé tampoco tenía para comer.
Luego, sin perder la esperanza y creyendo que Dios les había llamado a servirlo en Bolivia, fueron a visitar a todos sus vecinos para anunciar que iban a salir para aquel país, y se despidieron. Aunque no tenían nada de dinero para el viaje, hicieron todos los preparativos. Y el dinero entró y ellos salieron justo como Dios había planeado.
Afortunadamente, estas personas habían leído la Biblia, y no algún material de un seminario sobre la prosperidad. De otra manera, se hubieron dado por vencidos, y encontrado un camino para volver a la casa de mamá. El sufrimiento físico y el sacrifico son parte de la cruz que hemos sido llamados a cargar como discípulos de Cristo. Satanás nos ha decepcionado a creer que seguir a Cristo significa ir cómodamente con la corriente. Pero la verdad es, tenemos que nadar contra la corriente del mundo, y tenemos que progresar a pesar de mucha oposición.
Los Beneficios de Sufrir
Sufrir aquí nos da ganas de ir allí
Las escrituras nos dicen que el sufrir en el cuerpo nos quita el amor al mundo de nuestros corazones. Por eso, así como Cristo sufrió en su cuerpo, adopten también ustedes igual disposición. Pues el que ha sufrido en el cuerpo ha roto con el pecado, 2para vivir el resto de su vida conforme a la voluntad de Dios y no conforme a los deseos humanos (I Ped. 4:1-2). Cuando sufrimos en este mundo, nos habilita anhelar el otro mundo y el cumplimiento de las promesas de Dios. Cuando esta-mos muy cómodos aquí, no tenemos deseos de salir.
La adversidad edifica el carácter
Uno de los propósitos por nuestro sufrimiento es hacernos más fuertes y más como Cristo. Es muy interesante, pero suena herético, citar algunos pasajes bíblicos acerca de Jesús en el libro de Hebreos. Si no estuviera en la Biblia, no lo haría, pero siendo que aparece varias veces, te pido que me aguantes.
Todas las cosas existen para Dios y por la acción de Dios, que quiere que todos sus hijos tengan parte en su gloria. Por eso, Dios, por medio del sufrimiento, tenía que hacer perfecto a Jesucristo, el Salvador de ellos (Heb. 2:10). Si Jesús no era perfecto hasta sufrir, ¿porque creemos que nosotros lo seremos? La palabra “perfecto” viene de la palabra (teleo) de la cual tenemos las palabras telescopio, teléfono, telegrama, etc. ¿Has comprado e instalado una vez una barra telescópica para la ducha? Cuando extiendes la barra hasta tocar las dos paredes, es “teleo,” que significa que no falta nada, es completa y suficiente. Jesús, nuestro Redentor, no era completo ni suficiente hasta sufrir. Así que Cristo, a pesar de ser Hijo, sufriendo aprendió lo que es la obediencia; y al perfeccionarse de esa manera, llegó a ser fuente de salvación eterna para todos los que lo obedecen (Heb. 5:8-9 ver también Heb. 7:28).
Dios envía, o permite que sus hijos sufran rechazo, marginación, persecución, enfermedad, heridas, y aun la muerte para perfeccionar y purificar a su iglesia. No se puede quitar la escoria (impuridades) de la plata o oro sin utilizar mucho fuego, y no se puede quitar las impuridades de los creyentes sin mucha adversidad. Aprendemos la obediencia y el negarse a sí mismo a través del sufrir.
Es una cosa monstruosa rehusar obstinadamente a someternos a Él: pero la experiencia demuestra, que mientras Él nos trata tiernamente, siempre le respondemos con quejas e insolencia . .
Él humilla a algunos a través de la pobreza, otros por la vergüenza, otros por la enfermedad, otros por aflicciones domesticas, otros por duros y dolorosos labores, y así, de acuerdo con la diversidad de vicios que nos dominan, Él aplica un remedio apropiado.
La meta de cargar con la cruz es producir paciencia y fe, y así socorrernos en negarnos a sí mismo. Auto-negación nunca puede ser logrado por control de dominio propio natural. El hombre necesita ser afligido para empujarlo hacia esa negación. Solo así, el hombre puede someter sus afecciones y sus pensamientos bajo la voluntad de Dios.
Aprendemos valores eternos como resultado del sufrimiento. Cuando sufrimos aquí en la tierra, no estaremos tentados a querer quedarnos indefinidamente. El sufrir nos ayuda a tener valores correctos. Cuando vemos derrumbar a nuestros castillos de arena a nuestro alrededor es cuando nos quita las ganas de construir más. Luego, como resultado, buscamos algo más permanente, una ciudad no hecha con manos humanos; eternal, en los cielos (Heb. 11:10).
El ser podado nos hace producir mas fruto
Jesús dijo que necesitamos ser podados para aumentar la producción de los frutos.
El podar es una práctica que tiene que ver con el apartamiento de las ramas muertas para prevenir insectos o enfermedades, o ramas vivas que frenarían la producción de nuevos frutos. La remoción de las ramas y hojas innecesarias de la viña lo hacen más productiva, redirigiendo la sabia de la formación de ramas chupadoras, para poder producir más y mejor fruto.
Puedo pensar en varias personas a mí alrededor que han pasado por tiempos difíciles en los últimos años, y que han crecido mucho más cerca al Señor como resultado. Mi cuñado estaba sin trabajo por un año y medio, volvió a tener interés en las cosas del Señor, asistir a la iglesia con la familia, a ser más humilde, y más dispuesto a aprender y recibir instrucción de otros. Desdichadamente, encontró un buen trabajo, y él ha vuelto a sus viejas formas de vivir en apatía. Tal vez, deba yo pedir a Dios que le quite su trabajo otra vez para que su vida produzca fruto.
El sufrir puede traer crecimiento espiritual
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento nos da firmeza para soportar, y esta firmeza nos permite salir aprobados, y el salir aprobados nos llena de esperanza (Rom. 5:3-4). El sufrimiento nos templa haciéndonos firme en la fe, y eso edifica el carácter cristiano, que en su turno nos lleva a una esperanza más segura. Esperanza basada en la verdad nunca ha decepcionado a nadie.
Por lo tanto, en circunstancias difíciles, vistas como adversas y malas, un gran confort viene a nosotros: compartimos el sufrimiento de Cristo para que como él ha pasado por el la-berinto de todos los males a una gloria celestial, nosotros en igual forma podamos ser guiados por varias tribulaciones a la misma gloria.
Qué confort es saber que en la amargura de la cruz, cuanto más afligidos estamos, más seguro es que nuestra identificación y comunión con Cristo están afirmadas.
Solo cuando Dios bendice nuestro sufrimiento puede venir bien de ello. Sufrir por el gusto de sufrir no es nada noble. Y cuando uno está afligido, la reacción natural es de endurecernos y amargarnos, y aun echar la culpa a Dios. Pero cuando Dios bendice el sufrimiento por su poder interno, entonces paciencia genuina y semejanza de Cristo son producidas en nosotros.
El sufrimiento ahora produce mas Gloria luego
El Apóstol Pablo tenía una creencia extraña a cerca del sufrir; él creó que los golpes, el encarcelamiento, los naufragios, y el ser apedreada eran buenas cosas. En II Corintios 11:23-27, mientras intentaba quitar la alfombra por debajo de maestros falso, de mala gana, nos hace una lista larga de las experiencias difíciles que él había experimentado por predicar el evangelio:
¿Son siervos de Cristo? Yo lo soy más que ellos, aunque al decir esto hablo como un loco. Yo he trabajado más que ellos, me han encarcelado más veces que a ellos, he sido azotado más que ellos, y muchas veces he estado en peligro de muerte. En cinco ocasiones los judíos me castigaron con los treinta y nueve azotes. Tres veces me apalearon, y una me apedrearon. En tres ocasiones se hundió el barco en que yo viajaba, y, a punto de ahogarme, pasé una noche y un día en alta mar. He viajado mucho, y me he visto en peligros de ríos, en peligros de ladrones, y en peligros entre mis paisanos y entre los extranjeros. También me he visto en peligros en la ciudad, en el campo y en el mar, y en peligros entre falsos hermanos. He pasado trabajos y dificultades; muchas veces me he quedado sin dormir; he sufrido hambre y sed; muchas veces no he comido; he sufrido por el frío y por la falta de ropa. Además de estas y otras cosas, cada día pesa sobre mí la preocupación por todas las iglesias.
También él dice que estos sufrimientos son de gran beneficio para él. Lo que sufrimos en esta vida es cosa ligera, que pronto pasa; pero nos trae como resultado una gloria eterna mucho más grande y abundante (II Cor. 4:17). Obviamente, él tenía una forma invertida de ver las cosas.
En Filipenses 1:29, escribió a los creyentes y les dijo que afortunados eran por poder sufrir por Cristo. Pues por causa de Cristo, ustedes no solo tienen el privilegio de creer en él, sino también de sufrir por él.
Pedro tenía puestos los mismo lentes invertidos cuando dijo en I Pedro 4:13: Al contrario, alégrense de tener parte en los sufrimientos de Cristo, para que también se llenen de alegría cuando su gloria se manifieste. El hecho es que cuando su gloria se revele, nosotros también seremos revelados. La gloria viene después del sufrir y es de la misma magnitud (proporcional) a ello.
Cuando Jesús dio una lección itinerante de teología a dos estudiantes decepcionados en el camino a Emaus, comenzó diciendo, “¡Qué faltos de comprensión son ustedes y qué lentos para creer todo lo que dijeron los profetas! ¿Acaso no tenía que sufrir el Mesías estas cosas antes de ser glorificado?(Lucas 24:25-26). ¡Primero viene el sufrir, y luego la gloria! Nuestro problema es que queremos la gloria sin las dificultades, pero eso no es el camino. Jesús decía a estos dos discípulos desanimados, “¡Miren! Hay que pensar en forma invertida. Eso es lo que los profetas han estado diciendo.”
luchar, pero no pudieron volar y fueron matados por las otras abejas.
Nuestro sufrimiento glorifica a Dios
Al final de su estadía en la tierra, Jesús estaba dando sus últimas instrucciones a sus discípulos más íntimos. Le dijo a Pedro, “alimenta mis ovejas.” Luego, le dio un bosquejo de cómo iba a sufrir y morir. “Te aseguro que cuando eras más joven, te vestías para ir a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá, y te llevará a donde no quieras ir. Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro iba a morir y a glorificar con su muerte a Dios” (Juan 21:18-19).
Aparentemente, el sufrimiento y muerte de Pedro eran instrumentos para la Gloria de Dios (Leyenda dice que fue crucificado invertido porque no se sentía digno de ser crucificado como el Señor). Pedro tomó esa lección en serio, porque luego escribió lo siguiente a los creyentes dispersos, “Por esta razón están ustedes llenos de alegría, aun cuando sea necesario que durante un poco de tiempo pasen por muchas pruebas. Porque la fe de ustedes es como el oro: su calidad debe ser probada por medio del fuego. La fe que resiste la prueba vale mucho más que el oro, el cual se puede destruir. De manera que la fe de ustedes, al ser así probada, merecerá aprobación, gloria y honor cuando Jesucristo aparezca.” (I Ped. 1:6-7). Nuestros sufrimientos muestran que nuestra fe es genuina y resultarán en gloria para nosotros cuando Jesús es revelado delante de toda la creación.
¿Cómo puede Dios recibir Gloria como resultado de nuestros sufrimientos? Miremos a la vida de Job. Él era un hombre justo, tal vez el hombre de mas confianza en toda la tierra.. Un día, Dios le pregunta a Satanás que opina de Job. Al cambio de Satanás, Job era una persona de integridad, quien humildemente se sometía a la autoridad de Dios. “¿Qué opinas de Job, Satanás?” “Ves que no es como tu.”
Satanás reaccionó diciendo, “¡Claro! ¡ Seguro! Él es un nene porque Tu lo proteges todo el tiempo y tiene todo fácil. No es difícil para él ser leal.” “Bien,” dice el Señor, “Lo puedes poner a prueba.”
Entonces, el Diablo ataca, y cuando Job se muestra fiel, Satanás obtiene un permiso para aumentar la prueba. Al final, Satanás lo aprieta al máximo, y aunque no está nada feliz por la experiencia, Job se muestra firme en su fe. Dios es glorificado delante de Satanás y los ángeles porque Job era firme y no negó ni maldijo a Dios a pesar de sus aflicciones.
¿Puede Dios recibir gloria de nosotros? ¡Claro que sí! Cuando caminamos en rectitud, Él puede decir, “¿Te has fijado en mi siervo X últimamente?” y Satanás responde, “¿De Veras? Veremos de que está hecho si le hacemos sufrir. Té apuesto que él empieza a llorar y corre en dirección opuesto.”
¿Pasaremos la prueba? ¿Cuándo nos pone a sufrir, nos rendiremos en la primer escala? “¿Dios, por qué me estas haciendo esto?” Aun podemos amargarnos contra Él, maldecirlo y darle la espalda. Si respondemos así, ¿El Padre y el Señor Jesús recibirán gloria de nuestro ejemplo? ¿Mi experiencia con el sufrimiento, la persecución y las pruebas duras me hacen una persona mejor o una persona amarga? Jesús está buscando discípulos – personas que saben como sufrir y no amargarse.