Summary: Tres principios para mantener la unidad en la iglesia

Vida en comunidad

Efesios 4:1-6

Introducción

§ Una de las palabras que distinguen a un evangélico es cuando se refiera a alguien como “hermano o hermana”. Dicen: “ya es hermano”, o “ya empezó a ir con los hermanos” “¿está la hermana?”, “saludos al hermano” etc. Nos es muy común llamarnos así que algunas veces nos confundimos al llamarle hermano a un incrédulo en el trabajo.

§ Hermano es una palabra que nos recuerda que somos parte de una familia, de una comunidad. Lo que afecta a uno, también afecta a todos los miembros de esa comunidad. (Valeria: “no hemos pagado el teléfono”)

§ Uno de los pilares de la vida en la iglesia es la comunión de los creyentes. Y a pesar de que existen conflictos entre nosotros, la Palabra nos enseña que somos uno. La misma frase es aparentemente un error gramatical. Somos = plural; uno = singular. Pero es exactamente el punto de la enseñanza bíblica, que en Cristo somos UNO.

Idea central: Debido a que Dios nos ha hecho ser uno en Cristo, debemos vivir expresando esa unidad en la iglesia local.

Pregunta de Transición: ¿Cómo debemos vivir para expresar esa unidad? Efesios 4:1-6 nos muestra tres RESPONSABILIDADES a seguir para vivir en la comunidad cristiana.

I. Recordar nuestro llamamiento (1)

1Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados…

A. En los capítulos anteriores Pablo ha discutido a fondo el asunto de nuestro llamamiento (1:18). Ahora el resto de la epístola trata acerca de cómo se ve en la práctica ese llamamiento santo a su gloria eterna; es decir, a continuación Pablo va a explicar en maneras concretas qué es lo que significa vivir de acuerdo con ese llamamiento. Pablo dice que hemos sido bendecidos en los lugares celestiales con Cristo 1:3 y 2:6, pero ahora nos ofrece un retrato de cómo se vive en la iglesia, la casa, el trabajo y en la sociedad en general.

B. Lo que Pablo está tratando de decir con estas palabras es que lo en la eternidad Dios ha planeado para nosotros tiene un cumplimiento terrenal y práctico. La doctrina de la predestinación y la elección del creyente para ser hecho conformado a la imagen de Dios no es un asunto meramente teológico o doctrinal. Y precisamente los segundos tres capítulos de Efesios nos enseñan cómo debe ser la conducta de un creyente que ha sido destinado a llegar a ser un hijo para la alabanza de la gloria de la gracia de Dios.

C. Aquí tenemos la clave para entender el por qué Dios nos manda a obedecerle. Dios nos ha salvado y nos ha hecho ser nuevas criaturas, y con base en esa nueva vida y nueva identidad que tenemos en Cristo es que él nos manda a obedecer sus mandamientos. Es como cuando Dios les dio a los israelitas los 10 mandamientos; primero les recordó cómo él los había salvado. Habló Dios todas estas palabras: «Yo soy Jehová, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. Éxodo 20:1,2

D. El comportamiento de una persona ante los demás se ve afectado por su identidad. Por ejemplo, los militares tienen un código de conducta que los distingue de los demás ciudadanos. Se caracterizan por la lealtad, la obediencia casi ciega a sus superiores, así como la disciplina estricta que deben exhibir en cada una de sus acciones. Igualmente, los personajes de la realeza, debido a su identidad como personas diferentes, tienen que comportarse de manera que refleje y hagan honor a su condición.

E. Y eso es exactamente lo que el Señor nos enseña en este versículo. Por la gracia del Señor tenemos una nueva relación con Dios, hemos sido hechos para alabar la gloria de la gracia de Dios (1); tenemos nueva vida y somos una nueva creación (2), somos parte de una nueva comunidad (3). Y por tanto, tenemos el alto honor de honrar nuestro llamamiento viviendo en armonía y unidad entre nuestros hermanos.

La segunda responsabilidad la encontramos en los vss. 2,3…

II. Esforzarnos en mantener la unidad (2,3)

2con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, 3solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz…

A. La enseñanza de este pasaje es clara de entender: Le toca a Ud. cuidar de la iglesia. La unidad de la iglesia es tan importante que el Nuevo Testamento la menciona más que al cielo o al infierno. Dios desea intensamente que experimentemos la unidad y la armonía unos con otros.

B. La unidad es el alma de la comunión. Destrúyala y arrancará el corazón del cuerpo de Cristo. Es la esencia, el núcleo de cómo Dios quiere que experimentemos juntos la vida en su iglesia. Nuestro modelo para la unidad es la Trinidad. Jesús dijo: para ellos sena uno como tú y yo somos uno. Nada es más valioso en la tierra que su iglesia. Él pagó el precio más alto por ella y quiere que la protejamos, sobre todo del daño terrible que causan la división, el conflicto y la falta de armonía.

C. Este pasaje también nos enseña que somos llamados a mantener o conservar la unidad que ya ha sido establecida por el Espíritu Santo. Sólo él puede crear la comunión verdadera, pero la cultiva mediante las decisiones que nosotros tomamos y los compromisos que asumimos. No se nos dice que debamos crear o inventar la unidad, pues el cuerpo de Cristo es sustentado por su misma cabeza que es el Señor Jesucristo. Para producir una comunidad cristiana se necesita tanto del poder de Dios como nuestro esfuerzo.

D. Pero ¿cuál es nuestra responsabilidad? ¿De qué manera podemos mantener la unidad en la iglesia? ¿Cómo podemos cuidar la unidad de la iglesia? Pablo nos menciona algunas cualidades que son indispensables:

1. Humildad: La humildad es lo que ahuyenta la arrogancia y el orgullo. Necesitamos humildad para poder desarrollar un concepto correcto de nosotros mismos. Tendemos a pensar de nosotros más alto de lo que debemos pensar. Si somos honestos, muy en el interior nos consideramos mejores que los demás, especialmente cuando vemos las faltas de alguien, o cuando criticamos a los demás. De igual manera necesitamos humildad para reconocer que nos hemos equivocado y que debemos admitir nuestras propias faltas. Pero mucha veces lo que hacemos en entorpecer nuestras relaciones porque empezamos a justificar nuestros defectos y esto sólo lo complica aún más.

2. Mansedumbre: es una actitud del corazón que detiene nuestras reacciones violentas e impulsivas. Reaccionamos impulsivamente cuando los demás no hablan con amabilidad, cuando se acercan a nosotros de manera ruda y descortés, cuando nos agraden. Puede ser una palabra o frase inesperada, una respuesta inapropiada de otra persona, o un comentario incómodo en nuestra contra…muchas veces nos dejamos llevar por nuestras pasiones y no medimos las consecuencias de nuestras respuestas. Y empeoramos la situación cuando en nuestro derecho de proteger nuestra “DIGNIDAD“ (yo no me voy a dejar) , nosotros también respondemos con agresión y descortesía. Y tristemente esa es la estrategia que les decimos a nuestros hijos: “No seas tonto, no te dejes”. Jesucristo dijo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. En Proverbios 15:1 leemos: La blanda respuesta quita la ira.

3. Paciencia. Muy relacionada con lo anterior está la paciencia. A veces confundimos paciencia con tolerancia total, algo similar a la enseñanza de los estoicos, un grupo de filósofos griegos. Su enseñanza básica era que el camino a la felicidad consistía en ser indiferentes ante el dolor o el placer. Y en cierto sentido ser pacientes requiere de una actitud así, una firme actitud de calma ante una provocación prolongada. En una ocasión, me llamó la atención un cuadro en el que un perrito chihuahueño ladrándole enérgica, pero inútilmente a un San Bernardo, que parecía estar ciego y sordo ante al otro perro.

Sin embargo, creo que hay mucho más que eso. La paciencia debe estar acompañada de nuestro reconocimiento de la forma como Dios trata a los pecadores. En tres ocasiones la Biblia dice: Clemente y misericordioso es Jehová, lento para la ira y grande en misericordia. [Comentar lo que dice el original hebreo: de nariz ancha]

Claro que es decepcionante ver que mi hermano no está viviendo como Dios espera que lo haga. Claro que es frustrante ser decepcionado –sobre todo- por los que tenemos más tiempo en el evangelio. Pero es aquí donde necesitamos recordar que en el cuerpo de Cristo, todos, todos sin excepción estamos en un proceso de transformación (Fil. 1:6) Y decir que estamos en un proceso nos debe ayudar a entender que todavía no hemos logrado la victoria definitiva sobre alguna tentación o pecado. Y esto también se refiere a nosotros mismos. Es como mirar una fea oruga y quejarse de lo fea que es. Alguien nos diría que es verdad que una oruga no tiene nada de agradable, pero que sólo es cuestión de tiempo para que se convierta en una bella mariposa. Entonces, debemos ser pacientes para con todos, sabiendo que Dios usa también paciencia para con nosotros.

4. Soportando a los otros en amor: Es decir, disculpando las faltas, excesos, limitaciones de las demás personas. No consiste en poner meramente una fachada de cortesía aunque por dentro estemos hirviendo de coraje, sino en amor, sinceramente. Debemos mostrar un amor insistente, digamos terco hacia aquellos que nos irritan, molestan o nos ponen en vergüenza.

Reflexionen en la palabra soportar: aguantar, sufrir, resistir, disimular, etc. Si pensamos un poco, estas palabras significan que la presión no se va de nosotros, está allí, sigue allí.

¡Cuan prontos somos para rendirnos! ¡Cuán rápido dejamos de aguantar y arremetemos contra los demás!

Cuantas veces le hemos pedido a Dios que nos haga ser más como Cristo, ¿no? Bien, el Señor es especialista en enviar a nuestra vidas personas peculiares que nos ofrecen la oportunidad de crecer en amor. ¡No aprendemos a perdonar si nunca nos ofenden en nada! 1Tim. 4:7 “ejercítate” para la piedad”. La vida cristiana es más como un ejercicio espiritual: requiere de constancia y continuidad.

E. Este esfuerzo de conservar, de hacer lo que esté a nuestro alcance para mantener la unidad debe ser firme, consistente. En otras palabras, no debemos desmayar en sostener y mantener esta unidad del cuerpo de Cristo. Requiere esfuerzo. Cuando tenemos un conflicto con alguien nuestra tendencia es a darnos por vencido muy rápido. Es decir, nuestros intentos de reconciliarnos son muy débiles. Hablando de un conflicto con otra hermana, una mujer le dijo al pastor “Ya intenté reconciliarme con ella pero ella no quiso” El pastor le preguntó exactamente que hizo y ella dijo “pues después del culto yo me paré por la puerta donde ella tenía que pasar para salir y pensé que si ella quería reconciliarse conmigo, debió de hablarme, y pues no me habló.”

F. Mantener la unidad requiere una fuerte dosis de planes concretos para estar alertas a posibles amenazas contra la unidad. Y no es nada fácil. Seguramente requerirá:

1. Agradece a Dios por los hermanos que Él te ha dado.

2. Sé realista con respecto a tus expectativas. Después de conocer cuál es el ideal de Dios para la vida de la iglesia, es muy tentador desanimarnos por lo que es real en la iglesia. Sin embargo, debemos amar a la iglesia a pesar de sus imperfecciones. Una clara señal de inmadurez es anhelar lo ideal, pero criticar agriamente lo real. Por otro lado, también hacemos mal si nos conformamos con la realidad, sin esforzarnos por alcanzar lo ideal. El creyente debe vivir en medio de esta tensión. Lo repito una vez más: hay y habrá creyentes que nos defraudarán, pero eso no debe ser una excusa o un obstáculo para no amarlos, sino al contrario: precisamente por ello, debemos amarlos más. Creo que cada iglesia debería poner un letrero que dijera: no es necesario ser perfecto para ser parte de esta iglesia. Este lugar está abierto para personas que admiten ser pecadores y que necesitan de la gracia y del poder de Dios para ser transformados.

3. No hacer caso a chismes. Cuando alguien nos empiece a contar un chisme, pidamos amablemente que NO nos sigan contando más, o preguntemos si cuentan con el permiso de aquella persona para contarnos. Las personas que nos cuentan chismes también cuentan chismes acerca de nosotros mismos. Personas con chismes no son dignos de confiar. Es una verdadera lástima que en el rebaño del Señor, las heridas más grandes vienen generalmente no de los lobos, sino de las otras ovejas

4. Morderse la lengua para no hacer comentarios que sólo pongan mal a un hermano, o para “ponerle cola y orejas” a información que sólo mancha el testimonio de nuestros hermanos en la fe. Somos guardianes de nuestros hermanos y hermanas.

5. Hacer una lista de las personas con las que más nos cuesta relacionarnos y adelantarnos a posibles momentos de desacuerdo o conflicto. Debemos aprender a planificar hacer el bien.

6. En vez de criticar, mejor animemos a los hermanos. Es más fácil destruir que construir. Creo que una cura efectiva contra la crítica es hablar bien de aquellos con los que somos tentados a criticar. Tengamos cuidado de no cultivar un espíritu de crítica. Al hacerlo pasan 4 cosas: sale a relucir mi orgullo propio, me coloco en la silla de juez y daño la comunión de la iglesia. Y lo peor: como resultado, mi comunión con Dios se estorba.

7. Practiquemos los pasos bíblicos para restaurar la comunión con nuestros hermanos. Mat. 18

G. Debemos ser diligentes, solícitos… en otras palabras, debemos dar nuestro máximo esfuerzo en cuidar la armonía cristiana. Necesitamos estar alertas en dónde hay amenazas a la armonía entre los hermanos. Debemos mantener los ojos bien abiertos para detectar cuándo se está desarrollando una posible fractura de la unidad con los hermanos.

La tercera responsabilidad es…

III. Apreciar lo que tenemos en común (4-6)

4un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; 5un Señor, una fe, un bautismo, 6un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.

A. Ilustración. Cada familia comparte ciertas cualidades, intereses o hábitos particulares. Por ejemplo, en mi familia nos encanta imitar cómo hablan ciertas personas. Nos divertimos al comentar frases típicas de ciertas personas que nos son conocidas. Y cuando estamos juntos, eso es lo que –sin querer – terminamos haciendo. Esto hace que disfrutemos nuestros tiempos juntos. Igualmente, en el cuerpo de Cristo, al afirmar todo lo que tenemos en común estamos reafirmando que somos una sola cosa, que somos una comunidad.

B. Es muy cierto que somos diferentes: tenemos diversas características físicas, sociales, intelectuales, etc.; sin embargo, después de leer con atención este pasaje creo que debemos adoptar una actitud más favorable a lo que tenemos en común. Pablo enlista siete bendiciones que compartimos todos los creyentes en Cristo, y no sólo con los de esta iglesia, sino con los demás creyentes en todo el mundo.

1. Un cuerpo. Diferentes grados de inteligencia, diferentes estilos de hacer las cosas, pero el cuerpo es UNO. Me parece que en nuestra cultura cristiana hemos demasiado énfasis a una relación personal con Dios; decimos que la salvación es individual, que la vida en comunión con Dios es individual, la adoración es depende de cada uno, etc. Y eso es cierto; pero parece que con demasiado énfasis en el aspecto personal de la vida cristiana hemos perdido de vista que formamos una comunidad, una colectividad. La Biblia usa muchas formas de recordarnos que somos pequeñas partes interdependientes que formamos una sola cosa: ramas-vid, piedras-templo, miembros-cuerpo, sacerdotes-sacerdocio.

2. Un solo Espíritu, que vive en cada creyente de manera individual (1 Cor. 6:19 –vuestro cuerpo es templo del E.S) y de manera conjunta (1 Cor. 3:16- ¿No sabéis que sois templo de Dios?) Es el mismo Espíritu que mora en nosotros, nos guía, nos sella, nos vivifica, nos santifica y nos resucita.

3. Una esperanza: la 2ª. venida en gloria de Cristo, la consumación de todas las cosas, el gobierno perfecto y eterno del Señor. Esta esperanza también incluye un mismo destino: llegar a ser como Cristo. No todos moriremos, pero todos seremos transformados 1 Cor. 15:51. Hoy hay diferentes grados de madurez en nuestra vida cristiana, pero cuando venga el Señor, todos seremos semejantes a Cristo en su carácter.

4. Un Señor. Le debemos honra, gloria, alabanza y adoración a no más que a un sólo Señor.

5. Una fe. Un solo cuerpo de enseñanzas, dadas por Cristo y los apóstoles. La salvación sólo por la fe, sólo por gracia, sólo por Cristo, teniendo como autoridad máxima sólo las Escrituras. Parece que la existencia de las denominaciones representan un obstáculo para que esta verdad se vea con claridad. Pero eso ya no me preocupa, pues cuando venga Cristo, esto desaparecerá y caminaremos en perfecta armonía. No tengo la menor idea de cómo le hará el Señor, pero sé que viviremos en pleno acuerdo.

6. Un bautismo. Significa una misma manera de demostrar públicamente nuestra pertenencia al pueblo de Dios, mediante el bautismo en agua, ilustrando el lavamiento de nuestros pecados; en el nombre de la Trinidad, ejemplificando que tanto el Padre, el Hijo y el ES participan en nuestra redención.

7. Un Dios. Cada hijo de Dios reconoce un solo Dios y Padre de todos los redimidos. Sobre todos: el supremo soberano del universo; por todos: actúa a través de todos, usando todo para lograr sus propósitos; en todos: mora en cada creyente, y está presente en cada lugar al mismo tiempo.

C. En vez de mirar nuestras diferencias, mejor concentrémonos en todas estas cosas que por ser hijos de Dios compartimos con nuestros hermanos y esforcémonos en apreciar estos lazos que nos mantienen unidos y en el mismo equipo.

Conclusión

· Hemos considerado tres responsabilidades que debemos cumplir para vivir armoniosamente en nuestra comunidad cristiana:

Recordemos nuestro llamamiento Esforcémonos para mantener la unidad

Apreciemos lo que tenemos en común

· Cada una de ellas nos recuerda nuestra propio compromiso de ser parte activa en la vida de la iglesia. Reflexionemos lo que Dios nos ha hecho ser, valoremos lo que tenemos en conjunto y actuemos firmemente en obediencia para mantener la unidad por la vía de la paz.

· Ese es el deseo de nuestro Señor Jesucristo: escuchemos sus palabras al orar por los creyentes de todo el mundo antes de ir a la Cruz:

Juan 17 20»Pero no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, 21para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. 22Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno. 23Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado.

· Como podemos ver, hay muchas cosas en juego al considerar la unidad de los creyentes. Dios está observando, y el mundo también.