PASOS PARA POSEER NUESTRA HEREDAD
Jos. 18:1-3
Introducción. El momento que se vivía era de festejo por la repartición de la tierra. El pueblo celebrara al Señor, pero aún faltaban unas tribus que no tenían territorio. En tono fuerte, Josué se dirige a ellos exhortándoles a tomar posesión de lo que Dios ya les ha entregado.
De igual forma sucede a muchas personas que viven una vida miserable por que no se lanzan a tomar posesión de lo que el Señor Jesucristo ya les entregó. Viven lamentándose de la vida, pero no hacen nada por salir del estancamiento.
Proposición. Este pasaje me enseña que la conquista de nuestra heredad requiere una firme decisión.
De modo que para tomar posesión de la Tierra Prometida es necesario tomar en cuenta los siguientes elementos:
1. Dejar la negligencia (18:3a).
Es simplemente dejar por un lado nuestras responsabilidades. Es esperar más del tiempo necesario para hacer algo.
Este pasaje muestra cómo la negligencia impedía que las otras tribus alcanzaran su heredad.
No era que Dios no se los quisiera dar, era que ellos esperaban demasiado para alcanzar la bendición.
La negligencia es la madre de los indecisos. Los indecisos creen que la mejor manera de no cometer errores es no tomar decisiones (J. Lopera “El Pez Grande se Come al . . . Lento” p. 29).
Así que no espere el tiempo perfecto porque nunca llegará. Recuerde que mientras más espere, más tardará en poseer lo que Dios ya le entregó.
2. Exterminar por completo lo que me impide vivir una vida próspera (18:3b LABD).
Una vida próspera es una vida fructífera que disfruta del bienestar que Dios le proporciona. Una persona próspera es aquella que logra lo que se propone porque tiene el favor de Dios. Una vida próspera es aquella que vive más allá de lo ordinario (ver Jn. 10:10).
La negligencia había hecho que algunas de las tribus de Israel no pudieran festejar la conquista de la Tierra Prometida igual que los otros. Por esperar el tiempo adecuado no habían exterminado a los pobladores de la tierra que Dios les había entregado.
Para vivir una vida próspera debemos exterminar todo lo que nos roba la bendición de Dios. Deje por un lado la duda, la inseguridad personal, el temor al fracaso, la indecisión, etc.
3. Aceptar la bendición de Dios para mi vida a pesar de quien yo soy (18:3c).
Bendición es bienestar y prosperidad. Este es el deseo de Dios para cada persona.
Aceptar es recibir voluntaria y abiertamente algo. En este caso, es recibir abiertamente la bendición de Dios para mi vida. Aceptar la bendición de Dios es entonces dejar por un lado todo concepto equivocado acerca de Dios y creer que su deseo es mi bienestar.
“A pesar de quien soy yo.” Esto es porque muchas personas se consideran indignas de la bendición de Dios. Su estima propia es muy baja que se consideran que Dios puede bendecir a otros menos a él.
El caso de Mefi-boset ante el rey David es un claro ejemplo. El se consideraba como un perro muerto (2 Sam. 9:8).
Al igual que Mefi-boset, el Señor desea cambiar tu vestimenta, que te sientes a su mesa, y que vivas como el hijo del Rey. Que disfrutes de todas las grandes y ricas bendiciones que El tiene preparadas para ti.
Conclusión. Considera entonces tu propio valor. Vales tanto que Dios desea entregarte una tierra de bendición. La tierra prometida para nosotros es una vida abundante, una vida extraordinaria, una vida sobrenatural.
El Señor quiere que tomes posesión de tu heredad y celebres tu vida.
Ilustración. Cuando el pueblo de Israel se disponía a entrar en la Tierra Prometida hubo algunas tribus que no quisieron entrar, prefirieron quedarse sin cruzar el Jordán (Jos. 1:12-15). Esto ilustra a la gente conformista que evita los Jericós de su vida.
De manera que el Jordán es el lugar que separa a los conformistas de los conquistadores. Los conformistas pensarán siempre cómo sería su vida si hubieran cruzado el Jordán. Los conquistadores piensan que nuevos retos hay para conquistar.
La posesión de tu heredad es en definitiva un asunto de actitud personal. Te desafío hoy a salir de tu conformismo y pasarte al equipo de los conquistadores.
Ministrar. Guiando a las personas a renunciar a la negligencia, al conformismo, a la inseguridad personal, al temor al fracaso, a la duda, a la indecisión. Luego a reconocer el deseo de Dios como el Rey que quiere que nos sentemos a su mesa, y aceptemos nuestro lugar de hijos.