La Oración
Lucas 18:1-14
Introducción: Continuamos nuestro estudio del Evangelio de Lucas. Hoy vamos a examinar la primera parte del capítulo 18. Por ahora, no estudiaremos la segunda parte del 17. Ese material contiene profecías que hizo Jesús acerca del futuro, acerca de la caída de Jerusalén y su segunda venida. Con su permiso, dejaremos esos versículos para estudiar con el capítulo 21, cuando Jesús vuelve a tocar el mismo tema. Pero les pido que tengan en mente el contexto, porque lo que veremos en el capítulo 18 tiene que ver con el tema de la segunda venida de Cristo.
Hoy veremos dos parábolas sobre la oración.
I. La Parábola del Juez Injusto
Tal como hizo en el capítulo 16 con la parábola del mayordomo infiel, Jesús utiliza una persona mala para enseñarnos lecciones buenas. Leamos:
Lucas 18:1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. 6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. 7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? 8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?
Fíjese que Lucas nos dice el mensaje central de esta parábola antes de relatarla. Habla de ser persistente en la oración. La palabra griega que Lucas utiliza para decir "no desmayar" literalmente habla de no dejarse vencer por el mal, de no cansarse, de no fatigarse. No pierden las fuerzas.
Muchas veces cuando he leído esta parábola, me enfoqué en la viuda, pensando: "Jesús nos da un ejemplo de pedir y pedir y pedir hasta que Dios nos conceda lo que deseamos." Pero al estudiar esta parábola, no creo que ése sea el mensaje. Esta parábola habla sobre el juez, no sobre la viuda. Jesús dice: "Oíd lo que dijo el juez" no "Fíjense en la viuda." El personaje central es el juez injusto.
Jesús contrasta el juez con nuestro Padre celestial. Al juez, no le importa ni nada ni nadie; no tiene ningún sentido del bien y del mal. La viuda habrá sido una de las personas más indefensas en el pueblo, porque en ese entonces las viudas tenían pocos derechos y recibían poca ayuda. Cualquier persona hubiera sentido compasión por esta mujer. Pero el juez no. Sin embargo, concedió su petición, porque ella le cansó (el griego dice que el juez decidió darle lo que buscaba ¡antes de que ella le pegara debajo del ojo! Esto debe entenderse en un sentido figurativo).
¿Es así nuestro Dios? ¿Tenemos que fatigarlo con nuestras oraciones? ¡No! Jesús dice que Dios PRONTO hará justicia. Si un juez insensible e injusto puede ser llevado a hacer lo correcto, ¡cuánto más nuestro Padre amoroso! No nos hará rogar; contestará nuestras oraciones.
Pero no se olvide... el contexto es la venida de Jesús. Se parece a la imagen que se presenta en Apocalipsis 6, cuando los santos claman "¿Hasta cuándo, Señor no juzgarás y no nos vengarás?" Por eso Jesús habla de hallar fe cuando venga. Es un desafío para nosotros a permanacernos fieles hasta el fin. A seguir orando para la culminación del reino de Dios, para su crecimiento y la extensión de sus fronteras. Un desafío a mantener nuestros ojos puestos en El que viene. No es una parábola acerca de cómo conseguir un auto nuevo por pedirle a Dios muchas veces. Habla de la justicia eterna de parte del Juez eterno.
Entonces, ¿qué aprendemos de esta parábola?
(1) Nuestras oraciones deben concentrarse en el reino de Dios. ¿No es lo que enseño Jesús en Mateo 6? "Que venga tu reino..." Jesús mostró que debemos orar por el reino antes de pedir el pan de cada día.
(2) Tenemos que "orar sin cesar." Los tiempos de Dios no son los nuestros. Viene pronto, aun si "pronto" significa miles de años. Mil años son como un día a los ojos del Señor. Oremos sin cesar por Su venida.
II. La Parábola de los Dos Hombres que Oraban
Lucas nos dice al principio para quién se contó esta historia. Se dirige a los que confían en su propia justicia y menosprecian a los demás.
Leamos:
Lucas 18:9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
"Señor, te doy gracias porque no soy como el fariseo..." Estamos tentados de orar así. Pero, ¿no caemos en la misma trampa? "Mírenme a mí. Estoy en la iglesia un domingo por la mañana cuando todos están en sus camas todavía. Y voy a la iglesia correcta con la doctrina correcta, con el nombre correcto. No como esos otros pobres que no entienden la Biblia."
Que Dios nos proteja de tal actitud y que nos perdone cuando la tenemos.
En la primera parábola, Jesús marcó el contraste entre el juez injusto y Dios. Aquí contrasta los dos hombres, hombres que representan los extremos en la religiosidad de los judíos. Por un lado, tenemos al fariseo, "el apartado," el que pasa su vida estudiando la Palabra de Dios y tratando de cumplirla. Se dedica a separarse de los otros, apartado de las personas comunes e ignorantes, apartado sobre todo de gente como este cobrador de impuestos. Se han encontrado escritos de los judíos que contienen oraciones que dicen algo como: "Gracias Dios que no me has hecho ni mujer ni esclavo ni gentil." Por el otro lado, tenemos al cobrador de impuestos. Se habrá quedado en la puerta, pues las costumbres del día no le permitían una participación completa en la religión de los judíos. Era un marginado, uno que pasaba sus días trabajando por los romanos, tratando con hombres impíos y manejando el dinero sucio. Era, sin duda, a los ojos de todos, un pecador.
El fariseo oraba consigo mismo u oraba en cuanto a sí mismo u oraba a sí mismo, según la traducción de esa preposición. Pero la idea es la misma: el fariseo vino para alabarse a sí mismo, no a Dios. Vino para recordarle a Dios lo afortunado que era Dios de tenerle a un hombre como él. Se paró a la vista de todos y se jactaba, quizás hablando un poco más fuerte que lo necesario para que todos lo oyeran. Se daba cuenta de la presencia del cobrador de impuestos y estaba orgulloso de ser mejor que él.
El cobrador de impuestos se paró aparte. No tenía de qué jactarse delante de Dios. También se daba cuenta de la presencia del otro. Dijo: "Dios, ten misericordia de mí EL pecador" (El artículo está presente en el griego). Vio al fariseo como santo y a sí mismo como pecador (y el fariseo hubiera estado de acuerdo).
La lección es muy clara. Aun si no fuera, Jesús lo aclara bien: Cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.
¿Qué nos dice a nosotros?
(1) Que no debemos confiar en nuestra propia justicia. Somos salvos por la gracia de Dios, no por nuestra propia justicia. Nadie se jacta delante de Dios; la Biblia lo dice bien claro. Dependemos de El, no de nosotros mismos.
(2) No debemos vernos como mejores que los demás. Hay dos clases de personas en este mundo: Pecadores y pecadores perdonados. Se cuenta que un ministro inglés salió a caminar con un amigo cuando vieron a un hombre tirado en la calle, borracho. El amigo se sorprendió cuando el ministro dijo: "Si no fuera por la gracia de Dios, ahí soy yo." Esa debe ser nuestra actitud. Cuando salimos a la comunidad, deben ver que los consideramos como iguales. Cuando vemos a los borrachos y los drogadictos y los adúlteros y los "pecadores," tenemos que recordar que la gran diferencia entre ellos y nosotros es Dios. No somos nosotros. Es Dios.
(3) Tenemos que ir a Dios humildemente. Tenemos confianza, pero sólo a causa de la sangre de Cristo.
Entonces, vemos en este pasaje que tenemos que ser constantes en oración, que debemos orar acerca del reino, y que tenemos que humillarnos delante de Dios para que nos escuche.
Si podemos ayudarle con sus oraciones, si podemos ayudarle con su relación con Dios, le pedimos que pase adelante.