Para los que no estuvieron presentes en la primera lección, hemos comenzado un viaje, un peregrinaje. Vamos juntos con un grupo de judíos con van rumbo a Jerusalén, que van ahí para adorar a Dios. Estamos viendo un grupo de salmos conocidos como los “Cánticos Graduales,” salmos que los peregrinos judíos cantaban cuando iban y venían de Jerusalén. Estos salmos comienzan con el Salmo 120.
Vimos en la primera lección que estamos haciendo el mismo peregrinaje que ellos, aunque nuestro destino es la Jerusalén celestial. Tal como el salmista expresa en el Salmo 120, somos extranjeros, vivimos entre gente que no busca a Dios sino que busca peleas y engaños. Y, como dice el Salmo 121, hemos rechazado los dioses falsos de nuestra cultura y hemos puesto nuestra confianza en el Señor, el creador del cielo y la tierra. Y terminamos hablando del gozo de ir a la casa de Dios, como se describe en el Salmo 122.
Hoy continuamos el viaje, viendo lo que es tener al Señor de nuestro lado. Leamos el Salmo 123:
1 A ti alcé mis ojos, A ti que habitas en los cielos. 2 He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, Hasta que tenga misericordia de nosotros. 3 Ten misericordia de nosotros, oh Jehová, ten misericordia de nosotros, Porque estamos muy hastiados de menosprecio. 4 Hastiada está nuestra alma Del escarnio de los que están en holgura, Y del menosprecio de los soberbios.
Nosotros esperamos en el Señor. Este salmo nos da un mensaje de quietud, de paz. El salmista ha sufrido, está cansando, pero sigue esperando en el Señor. Usa el ejemplo del siervo, el siervo que está para cumplir todo orden de su amo y que también depende del amo para toda necesidad. Está atento, esperando escuchar una palabra de su amo. El salmista no pasa el día mirando a los que le afligen. No piensa en cómo vengarse ni odiar al otro. Su ojo está puesto en el Señor.
Y con razón. Sabe lo que el Señor ha hecho en el pasado. Leamos el Salmo 124:
1 A no haber estado Jehová por nosotros, Diga ahora Israel; 2 A no haber estado Jehová por nosotros, Cuando se levantaron contra nosotros los hombres, 3 Vivos nos habrían tragado entonces, Cuando se encendió su furor contra nosotros. 4 Entonces nos habrían inundado las aguas; Sobre nuestra alma hubiera pasado el torrente; 5 Hubieran entonces pasado sobre nuestra alma las aguas impetuosas. 6 Bendito sea Jehová, Que no nos dio por presa a los dientes de ellos. 7 Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; Se rompió el lazo, y escapamos nosotros. 8 Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, Que hizo el cielo y la tierra.
El que canta este salmo espera al Señor porque el Senor lo ha protegido en el pasado. “Si no hubiera sido por el Señor”… No dice “Que suerte que no nos vencieron” ni “Nosotros ganamos una gran victoria.” Dice “Fue el Señor. Bendito sea Jehová.” Nos pueden atacar, nos pueden golpear. Pero el Señor nos dará la victoria. Si el que escribió este salmo es el mismo que escribió el anterior, entonces entiende que, en los momentos más feos, uno tiene que mirar al Señor porque el Señor responderá.
Esa misma confianza se ve en el próximo salmo, el 125:
1 Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, Que no se mueve, sino que permanece para siempre. 2 Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, Así Jehová está alrededor de su pueblo Desde ahora y para siempre. 3 Porque no reposará la vara de la impiedad sobre la heredad de los justos; No sea que extiendan los justos sus manos a la iniquidad. 4 Haz bien, oh Jehová, a los buenos, Y a los que son rectos en su corazón. 5 Mas a los que se apartan tras sus perversidades, Jehová los llevará con los que hacen iniquidad; Paz sea sobre Israel.
Jerusalén estaba construida sobre tres montes. En el mundo antiguo, una ciudad sobre una montaña presentaba una fortaleza casi perfect; era muy difícil, en los tiempos antes de los tanques y los aviones, capturar una ciudad así. El salmista dice que tal como las montañas protegían a Jerusalén, así Dios protege a su pueblo. Que imagen hermosa, de que Dios nos esté rodeando, dándonos la protección necesaria. Dios está y estará con los buenos.
Hay un salmo más en el grupo de salmos que queremos ver hoy. El salmo 126 habla del momento en la historia de Israel cuando su gente había sido llevado en cautiverio a países extranjeros. Las traducciones difieren en cuanto a si ese evento está en el pasado o en el presente. Pero no hay diferencia en esto: el salmista reconoce la mano de Jehová en este evento. Leamos:
1 Cuando Jehová hiciere volver la cautividad de Sion, Seremos como los que sueñan. 2 Entonces nuestra boca se llenará de risa, Y nuestra lengua de alabanza; Entonces dirán entre las naciones: Grandes cosas ha hecho Jehová con éstos. 3 Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros; Estaremos alegres. 4 Haz volver nuestra cautividad, oh Jehová, Como los arroyos del Neguev. 5 Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. 6 Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; Mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.
Todo depende de Dios. La suerte de Israel no depende de la suerte, sino de la mano de Jehová. “Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros.” Este debe ser el lema del pueblo de Dios.
Estos cuatro salmos nos enseñan cosas importantes para nuestro peregrinaje. Primero, tenemos que recordar que Dios siempre ha estado con su gente. Siempre ha actuado a favor de su pueblo. Podemos mirar la historia y ver cómo Dios cuida a su rebaño. Aun cuando nosotros nos olvidamos de Dios, Dios nunca se olvida de nosotros.
Segundo, tenemos la promesa de Dios que estará con nosotros en el futuro. Dios no es solamente un Dios de la antigua historia. Es el Dios de ayer, de hoy, y de mañana. ¿Se acuerdan de las últimas palabras del evangelio de Mateo? Son una promesa de Jesucristo: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.”
Tercero, lo bueno que pueda ocurrir en nuestras vidas viene del Señor. Cuando nos pase algo bueno, debemos reconocer la mano de Dios. Debemos darle toda la gloria, toda la alabanza, todas las gracias. Eso incluye nuestra salvación. Que nunca nos olvidemos de que sin Cristo no tendríamos esperanza, que sin él, no tendríamos salvación. Mis buenas obras no sirven para nada. Soy salvo por la gracia.
Y, por último, tenemos que mantener nuestros ojos puestos en el Señor. En los momentos malos, en los momentos buenos, en todo momento, tenemos que mirar al Señor. Somos como siervos, esperando toda palabra de nuestro Señor. Si es una orden, la cumplimos en seguida. Si es una bendición, la recibimos con humildad. Si es corrección, la aceptamos. En todo, miramos al Señor.
Ahora, necesito agregar algo. Algunos están pensando: ¿Cómo puede decir que el Señor está siempre con nosotros? Fíjese en las cosas malas que me han pasado.
Decir que el Señor está con nosotros NO quiere decir que siempre nos pasarán cosas buenas. Basta con observar la vida del apóstol Pablo o la experiencia de Job para saber que no es así. Tampoco quiere decir que responderá a cada pedido en el acto. La Biblia está repleta con historias de personas que esperaron años al Señor. Pero cuando nosotros decimos que el Señor está con nosotros, es decir que obrará para su propósito eterno, obrará al favor de la salvación de nuestras almas. Nos ha prometido sufrimiento y tribulación en este mundo, pero nos dice que este mundo es pasajero. Nuestra victoria es segura. “Grandes cosas ha hecho Jehová con nosotros.” Le debemos una eternidad de alabanza. Y vamos a darle exactamente eso.