INTRODUCCIÓN
La sociedad en la que vivimos – tanto individualmente como corporativamente (i.e como Iglesia) - es muy similar a la de Corinto en el primer siglo. Los problemas que enfrentamos casa adentro – como Iglesia – son igualmente similares a los vividos por los corintios.
Considerando estas razones, veamos lo que Dios tienen para nosotros hoy en la introducción a la Epístola a los corintios...
Antes de centrarnos en el tema, vale la pena recordar brevemente el origen de la iglesia de los corintios, los problemas que enfrentaban como comunidad cristiana y la sociedad en la cual ellos eran llamados a brillar...
La Iglesia de Corinto fue fundada por el Apóstol Pablo (1 Cor. 3:6). Según nos relata Hechos 18, el apóstol pasó de Macedonia a Grecia, y fue de Atenas a Corinto. El Señor le dijo que él tenía un pueblo numeroso allí (Hechos 18:9-10); así que, el Apóstol se quedó en Corinto por un espacio aproximado de dieciocho meses. Pablo vio levantarse a su alrededor una iglesia numerosa (Hechos 18:4, 8, 10), compuesta en gran parte de gentiles (1 Cor. 12:2), pero también de judíos; aún Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa. Pero el apóstol se ausentó y se estableció en Éfeso, donde residió por tres años, a fin de los cuales escribió la epístola a los Corintios (AD 56).
¿Qué sucedió durante su ausencia? La Epístola nos describe los tipos de problemas que se habían desarrollado en la Iglesia de Corinto. Entre otras cosas, había división, desorden moral, confusión en cuanto al matrimonio, a lo ofrecido a los ídolos, a los dones espirituales, a la cena del Señor y a la resurrección. En pocas palabras, y tal como ya ha sido mencionado, la Iglesia de Corinto no era muy distinta a nuestras iglesias hoy en día.
Por otro lado, la ciudad de Corinto era una de las más importantes de toda Grecia. En los tiempos de Pablo era una colonia Romana que gozaba de gobierno propio, y que era conocida, por lo menos, por cuatro cosas:
Ø Su comercio. Corinto era el puerto de paso de comerciantes y viajeros. Del este recibía comerciantes de Asia menor, Fenicia y Egipto, y por el oeste de Italia y España. Por lo tanto, era una ciudad en la que convergían personas de varias partes del mundo.
Ø Su cultura. Aunque en Corinto no había una universidad como la de Atenas, sin embargo la sociedad estaba caracterizada por la cultura griega típica. A la gente le interesaba la filosofía griega y hacía mucho énfasis en la sabiduría.
Ø Su Religión. En Corinto habían doce templos por lo menos. Uno de los más importantes era el templo de la diosa Afrodita (diosa del amor), en el que se practicaba la prostitución religiosa.
Ø Su inmoralidad. Como toda ciudad cosmopolita, Corinto era un centro de inmoralidad franca y abierta. Tan grande era la fama de la inmoralidad en Corinto que en griego surgió el vocablo "corintiar" como un verbo que significaba "practicar inmoralidad sexual".
En éste ambiente vivían los corintios.
Pero hay algo más, al leer la salutación de la carta notamos que pablo se dirige a ellos como “la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1:2). Luego da gracias a Dios por ellos (1:4-9) por cuanto han sido receptores de la Gracia de Dios en Cristo y por cuanto ha sido enriquecidos en toda palabra y ciencia en El. Da gracias también por cuanto sobreabunda la presencia de los dones espirituales en su medio.
Es decir, eran una Iglesia que poseía un sano conocimiento del Señor y también gozaban de las manifestaciones carismáticas del Espíritu Santo.
Una iglesia ideal ¿no? Hasta aquí todo esta bien... pero viene el primer problema: Hay divisiones internas. Ellos, como iglesia tenían los fundamentos de la doctrina cristiana y eran fieles seguidores de Cristo... pero estaban divididos... Así lo podemos ver en el v. 10
Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer.
Estoy seguro de que han escuchado aquella celebre frase de divide y vencerás...
Divide et vinces, es una de esas citas históricas atribuidas a todo el mundo: desde Julio César hasta Napoleón Bonaparte. Sin embargo, su autor es desconocido. Fue popularizada por Nicolás Maquiavelo, y no podemos dudar del hecho que es una triste realidad, pero más triste aún cuando se da en el seno de la iglesia...
¿No es esto lo que sucede muchas veces en la Iglesia? Tenemos divisiones entre nosotros. Divisiones entre los ancianos, divisiones entre los diáconos, divisiones entre las damas, entre los jóvenes, entre los maestros y maestras de escuela dominical...
Hermanos, sabemos que no hay estratega más astuto que el Diablo. El sabe que cuando le damos puerta abierta para dividir...él podrá ganar una importante batalla!
En la Iglesia de Corinto habían cuatro facciones: “Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo”. ¿Por qué habían llegado algunos a identificarse con estos líderes?
Veamos las posibles razones...
Ø Pablo. Pablo había plantado la iglesia de Corinto (3:6). Como el fundador de la iglesia y defensor de las doctrinas de la gracia, no es de extrañar que tuviera fuertes adherentes dentro de esta iglesia.
Ø Apolos. Apolos había regado lo que Pablo plantó (3:6; 4:6). Apolos era de Alejandría y pudo haber tenido un trasfondo de apelación intelectual, el cual, unido a su capacidad oratoria, habrían hecho de él un predicador magnético. Es de suponer que este era el motivo por el que muchos lo preferían. Quizá también él se rehusaba a regresar a Corinto (16:12) precisamente para no causar más división entre los hermanos.
Ø Cefas. Cefas es el nombre arameo de Pedro. Tal vez era percibido como el más apegado a la ley, y a las tradiciones y ceremonias judías. Es de suponer que era la elección de los hermanos judíos de Corinto.
Ø Cristo. Es interesante notar que había un partido que alegaban ser los verdaderos seguidores de Cristo. Posiblemente declaraban que no se querían someter a maestros humanos, sino que toda su fe se basaba en las palabras de Cristo. Pero contrariamente a lo que suponían, el apóstol Pablo, al mencionarlos, está haciendo notar que aún ellos están equivocados en su partidismo y divisionismo "en nombre" de Cristo.
¿Por qué son peligrosas este tipo de divisiones en la Iglesia? Permítanme darle tres razones:
La primera razón por la que la éste tipo de divisiones en la Iglesia son peligrosas es por que...
I. Faltamos a la verdad y al amor (v.13a).
Me explico: Proclamamos que somos el Cuerpo de Cristo. Que somos UNO en El, que somos miembros de dicho cuerpo unidos los unos a los otros en el vínculo del amor. Eso lo decimos, lo predicamos y lo cantamos; pero cuando tenemos divisiones entre nosotros estamos mintiendo.
Este problema es muy común en la vida de la Iglesia y debemos combatirlo. ¿Cómo? Pablo nos dice (v.10):
“...que habléis todos una misma cosa... que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”.
Al concluir la carta se despide con estas palabras (16:13):
13Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. 14Todas vuestras cosas sean hechas con amor.
Hermanos: necesitamos comunicarnos mejor. Hablar entre nosotros. Discutir nuestras diferencias en el vínculo del amor y más que todo CEDER bajo el peso de la Palabra.
Cuando creemos tener la razón pero hemos estado equivocados, no tengamos miedo de reconocerlo. No perdemos nada importante, quizá lo único que perdemos es nuestro orgullo.
Otra razón por la que la éste tipo de divisiones en la Iglesia son peligrosas es que...
II. Nos constituimos en seguidores de hombres (v.13b).
Pablo de manera enfática les pregunta: ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? En otras palabras: ¿quién dio su vida por ti? ¿A quién estas unido por la fe? ¿Al pastor? ¿A tal o cual hermano? ¡POR SUPUESTO QUE NO!
Este es otro peligro para nosotros en nuestra congregación. “Ah, yo soy de fulano, yo de mengano. “Ese sí es mi líder favorito, sólo a él le obedezco... “
Hermanos, es inevitable que existan vínculos de amistad especiales entre algunos. Es normal que hayan sentimientos de simpatía más fuertes hacia ciertas personas... Eso no esta mal, pero lo peligroso es que nos pongamos unos contra otros. Que dividamos la Iglesia conformando grupos de favoritos.
Tengamos cuidado de no crear divisiones entre nosotros. ¿A quien seguimos en último instancia? ¡Debemos seguir al Señor!
La tercera razón por la que la éste tipo de divisiones en la Iglesia son peligrosas es que...
III. Evidenciamos mal testimonio (v.11).
“He sido informado acerca de vosotros de los de Cloé...”
No sabemos quienes eran los de Cloé, pero es obvio que ellos llevaron el reporte a Pablo. Lo que estaba sucediendo en la Iglesia – las fracciones - eran del conocimiento de muchos aún fuera de “casa” (a lo menos eso pasó cuando empezaron a enjuiciarse en los tribunales públicos).
Cuando nosotros mantenemos malas relaciones y nos dejamos llevar por la división estamos predicando lo opuesto de la enseñanza bíblica en cuanto a la comunión cristiana.
Muchas veces hemos cantado el Salmo 133: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos!”. También hemos confesado en el Credo de los Apóstoles: “Creo en la comunión de los santos”. Sin embargo es posible que muchos no estemos viviendo esas declaraciones. Tenemos celos, envidias y resentimientos. Damos mal testimonio hacia el mundo que observa, atento para ver cómo vivimos. Un mundo que observa atento para ver si practicamos lo que predicamos.
¿Ha oído alguna ves a alguien decir: para qué voy a hacerme cristiano si ellos son hipócritas? ¡Mejor sigo como estoy!
Hermanos, llevémonos bien. Aun si tenemos diferencias en opinión y en gustos, cuidemos de que prime el amor cristiano. Pablo así lo dice a los Romanos: “Amaos los unos a los otros con amor fraternal”
Permítanme contarles una anécdota. Se dice que George Whitefield, un pastor calvinista quien tenia diferencias teológicas con John Wesley, quien era teológicamente arminiano, (calvinistas y arminianos es como hablar del agua y del aceite), se encontraba un día en un parque donde Wesley predicaba al público. Uno de los presentes al reconocerle le preguntó a viva voz: “Pastor Whitefield, cree que le vera en el cielo al pastor Wesley?” El aludido contesto: “No”, añadiendo enseguida, “porque creo que él estará tan cerca del Trono de nuestro Padre mientras que yo estaré a tal distancia que no creo que pueda verle al hermano Wesley”.
Este era un hombre que sabía que por encima de ciertas diferencias teológicas prima el amor y la responsabilidad de dar buen testimonio.
Oremos