Título: Juntos y en Misión ¡hasta el fin!
Texto: 2 Timoteo 1:1-5
Objetivo: En este día, los miembros de nuestra iglesia, comprenderán que la voluntad de Dios, la promesa de vida en Cristo y la fe, son los elementos esenciales que nos mantiene unidos y en misión.
Introducción:
Dios tiene propósitos firmes y bien definidos. Nada de lo que ocurre en nuestra vida es producto de la casualidad, sino del plan y propósito de Dios.
Por tal motivo, la iglesia del Señor no debe avocarse tanto a conocer el propósito de Dios, sino cumplirlo. Me explico, a veces pasamos la mayor parte del tiempo buscando confirmación acerca de tal o cual asunto. En lugar de ponernos en acción.
Nuevamente, nos encontramos a 58 días para terminar este año. Se avecinan grandes cosas para nuestra congregación. Estamos a la expectativa de lo que Dios está por hacer. Así que ha llegado el momento de despertar y actuar. Ha llegado el momento de unir nuestros dones, talentos, habilidades, esfuerzos y recursos, para llevar hacia delante visión y la misión que se nos ha encomendado.
¡Jamás podremos alcanzar las metas y objetivos, si no trabajamos unidos! Así que, vamos a ponernos de acuerdo.
Cada uno de nosotros es importante y clave para lo que Dios va a hacer. Por eso es imprescindible que comprendamos, definitivamente, qué elementos nos motivan a permanecer juntos y en misión ¡hasta el fin!
Transición:
¿Qué nos motiva a permanecer juntos y en misión hasta el fin? La respuesta a esta pregunta la encontraremos en el texto que leeremos 2 Timoteo 1:1-5.
1. La voluntad de Dios: El factor más sólido de nuestra unidad y de la misión que se nos ha encomendado (v.1a)
“Pablo, apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios” (NVI)
Sí, nuevamente nos topamos con el tema ineludible de la voluntad de Dios. Pero mis amados, no podemos abrir la Palabra de Dios sin evadir Su voluntad. Cada palabra, cada versículo, cada capitulo y cada libro sagrado, contiene en sus registros, la voluntad del Creador.
La voluntad de Dios es la seguridad y las credenciales de que estamos en el reino, no por nuestra propia elección, sino por la voluntad de Dios. Así lo afirma la Biblia en Stg. 1:18: “Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad…”
Estamos donde estamos por la voluntad de Dios, somos lo que somos hoy por la voluntad de Dios. Por eso, nada, salvo la poderosa convicción de que por la voluntad de Dios para nuestras vidas, puede hacer de cada uno de nosotros ministros de un nuevo pacto, hombres y mujeres consagrados y dedicados al servicio de Dios. Y esto por encima de cualquier circunstancia y aun de nosotros mismos.
Por eso el apóstol proclama su apostolado y su llamamiento al Divino Ministerio, como producto de la voluntad de Dios. Esto nos recuerda que si Ud. ha sido o será desafiado para que ministremos juntos en nuestra iglesia, no es porque simplemente haya llenado nuestra encuesta, o porque tiene las habilidades adecuadas o porque le cae bien al pastor o a algunos de los diáconos.
Si Ud. es desafiado, es porque hemos orado en el oratorio, en la cadena de oración los días lunes y en los miércoles para que Dios ponga en su corazón tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.
La parte mas loable en la vida de todo creyente es la sumisión a esa voluntad buena, es decir, que en su esencia está llena de bondad y eso es lo que da propósito a la vida. La voluntad de Dios es agradable, produce complacencia, trae contentamiento. La voluntad de Dios es perfecta, es decir, es excelente y es de conformidad con los propósitos de Dios.
Por eso, es el factor más sólido de nuestra unidad y de la misión que se nos ha encomendado. Lo que hacemos lo hacemos porque entendemos y estamos seguros que es voluntad de Dios. Y es precisamente contra esa voluntad con la que nos encontramos luchando siempre. Es contra esa voluntad con la cual nuestra antigua vida lucha y se resiste a someterse.
James Crane escribió: “Nuestro mundo sería mucho mejor y la iglesia contraría con siervos mucho mejores si todos los seguidores de Cristo recordaran que responder al llamado que nos invita a hacer la voluntad de Dios, no es responder a un emplazamiento rígido e inflexible, sino más bien es, como dice Pablo, la alegre aventura de darse a sí mismo…”
Creo que esta es la clave para permanecer juntos y en misión hasta el fin. Debemos comprender que a lo que Dios nos invita es a hacer Su voluntad y no a desear o desempeñar un “cargo”. Dios nos invita a darnos a nosotros mismos para llegar a sí a ser ministros de Cristo.
Así que, mi amado hermano, cuando la iglesia, el cuerpo de Cristo te desafía y da su voto favorable, es una indicación que Dios te está llamando a unirte a Él para que así puedas cumplir con Su voluntad.
Como pastor, creo en la cooperación, no comulgo con la irresponsabilidad, el desorden y la mentira. No tengo temor de enseñarles lo que he aprendido, no tengo temor de decirles que espero que de nuestra juventud se levante aquel siervo que ministrará a este pueblo. No me da envidia ver que lo que ustedes hacen supera en calidad y esmero a lo que he hecho yo. Mas bien, doy gloria a Dios puesto que de esta manera él me prueba que nunca dejará a su pueblo sin liderazgo.
Para mí es muy claro lo que la Biblia dice: “hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor… Dios colocó cada miembro en el cuerpo como mejor le parece”.
La iglesia no lleva a cabo su misión a través de “departamentos” ni a través de “imposiciones”. Sino a través de un ministerio compartido en donde pastor, diáconos, líderes y miembros, se ponen de acuerdo para unir sus recursos y esfuerzos para trabajar como un equipo. En donde el Señor Jesús es nuestro entrenador y el Espíritu Santo el que pone en nosotros el poder, el entusiasmo y la motivación que necesitamos.
En este año que muy pronto comenzaremos, pastor, diáconos, líderes y miembros, todos estaremos al ¡frente de la trinchera! Porque entiendo que la voluntad de Dios es que permanezcamos juntos y en misión ¡hasta el fin!
2. La promesa de la vida en Cristo: La prueba que da autenticidad a nuestro testimonio (v.1b-2)
“…según la promesa de vida que tenemos en Cristo Jesús. Que Dios el Padre y Cristo Jesús nuestro Señor te concedan gracia, misericordia y paz.” (NVI)
Si la voluntad de Dios es el factor más sólido de nuestra unidad y de la misión que se nos ha encomendado. La promesa de la vida en Cristo es la prueba sobrenatural en nuestro ministerio.
Es de esta promesa que se deriva nuestra misión: “Cumpliremos la Gran Comisión a través del compromiso, la obediencia y la fe puesta en acción”.
¿Qué nos lleva a invertir en el reino? La promesa de la vida en Cristo. ¿Qué nos lleva a invertir nuestras vidas en el reino? La promesa de la vida en Cristo. “Por tanto, no nos desanimamos. Al contrario, aunque por fuera nos vamos desgastando, por dentro nos vamos renovando día tras día” (2 Co. 4:16).
Al momento de escribir esta carta, probablemente entre el año 65-68 D.C. el apóstol se encontraba prisionero en Roma. Todos sabemos que en una prisión no hay nada que produzca ni inspiración ni optimismo. Pero para el apóstol, su verdadero ambiente no era una prisión fría, sino la vital y real comunión con Cristo a través de la vida eterna.
Dios el Padre y el Señor Jesús, son la fuente de la promesa de la vida que ha traído la gracia, la misericordia ya la paz de Dios a cada uno de nosotros. Por eso el apóstol puede expresar a su joven lector Timoteo: “Que Dios el Padre y Cristo Jesús nuestro Señor te concedan gracia, misericordia y paz.”
Esta promesa de la vida es la que nos alienta para tener firmeza en las pruebas y nos da valor par seguir hacia delante en victoria. Pablo tenía muy claro que la verdadera vida solo puede ser hallada en la unión con Cristo y que su más alto nivel se encuentra en la obediencia a la voluntad de Dios. Puesto que esta es la única vida que resplandece y se fundamenta con promesas espirituales.
Esta es la esperanza que se nos presenta como la mayor bendición del evangelio de Cristo: ¡Hay vida en Jesús! Esta es la prueba irrefutable de nuestro testimonio. Esta es la prueba que nos comisiona y nos inviste de la autoridad del Señor para que juntos cumplamos con su misión ¡hasta el fin!
3. La fe: El lazo que une a los misioneros de la cruz (v. 3-5)
“Al recordarte de día y de noche en mis oraciones, siempre doy gracias a Dios, a quien sirvo con una conciencia limpia como lo hicieron mis antepasados. Y al acordarme de tus lágrimas, anhelo verte para llenarme de alegría. Traigo a la memoria tu fe sincera, la cual animó primero a tu abuela Loida y a tu madre Eunice, y ahora te anima a ti. De eso estoy convencido.” (NVI)
Durante nuestros cuatro años en Colombia, una de nuestras hermanas se ocupó de mantenernos al día de lo que pasaba en Betel a través de los boletines dominicales que nos enviaba. Los hermanos también hicieron su parte por medio de notas, tarjetas, fotos, llamadas, etc. Cada vez que leíamos lo que Dios estaba haciendo, nuestro corazón palpitaba.
Y en un instante era como si nosotros mismos estuviéramos presenciando lo que se nos contaba. Era un sentimiento indescriptible. Nuestra mente y nuestro corazón se unían y aunque eran cosas pasadas, había algo que siempre nos mantuvo unidos: la fe que tenemos en Cristo Jesús.
La ferviente devoción de aquel joven muchas veces sirvió de inspiración para Pablo. Tan es así que Pablo se sentía emocionado y agradecido al Señor por el privilegio de recordarlo y orar por él.
Hermanos, quiero confesarles que su devoción, dedicación y amor al Señor fue un incentivo para nosotros que estábamos lejos. Cada llamada, cada tarjeta, cada detalle ha dejado una marca en nuestra vida. Su generosidad cada vez es recordada cuando vemos a nuestro hijo Andrés Felipe, o cuando oímos hablar a Jonathan de su tiempo que pasó en el seminario con nosotros. Amados, nunca olviden esto: La fe es el lazo que une a los misioneros de la cruz.
Por eso es muy significativo e importante la semana de oración por los misioneros así como las ofrendas misioneras. No lo miremos como que estamos “sosteniendo” a alguien. Mas bien mirémoslo como que nos estamos uniendo a Dios a través de lo que él está haciendo en la vida de nuestros misioneros alrededor del mundo.
Creo que esta es la razón por la cual Pablo le deja saber a Timoteo que aunque están separados por el tiempo y la distancia, se encuentran unidos mediante la fe y la oración ferviente. Tal era su unión y comunión como misioneros de la cruz que Pablo recuerda las lágrimas de aquel joven. Aquellas lágrimas fueron derramadas por amor y lealtad. No solo a Pablo, sino también al Señor.
Que importante que Pablo menciona la fe y la oración. Pero no es ni una oración ni una fe cualquiera que nos une en este ministerio. Es la oración intencional y la fe no fingida. Esta última, es la que evidencia nuestra aceptación del evangelio de Cristo y nuestra consagración al mensaje de la cruz.
Transmitamos a nuestros hijos, como padres cristianos que somos, la maravillosa y eterna herencia de la fe. Puesto que esta es la que nos une a todos los misioneros de la cruz a través de los tiempos.
Conclusión:
Juntos y en misión ¡hasta el fin! Será el énfasis de estas últimas semanas del año. Esto nos recuerda que no solo somos nosotros los que laboramos en la obra del Señor.
Juntos y en misión ¡hasta el fin!
Iglesia Bautista Betel
Noviembre 3 del 2002.