Summary: Para perpetuar el avivamiento pentecostés necesitamos guardar los factores que producen la bendición pentecostés.

PRESERVANDO NUESTRA HERENCIA PENTECOSTÉS

Deuteronomio 6:1-9

Jueces 2:10

Las sectas no pentecosteses han cuestionado la forma de adoración pentecostés. Históricamente el movimiento ha tenido una forma informal con libertad de expresión en la adoración. Para perpetuar el avivamiento pentecostés necesitamos guardar los factores que producen la bendición pentecostés. No significa que defendamos lo que es fanatismo. El avivamiento pentecostés nunca ha sido un avivamiento fanático; los fanáticos han tratado de adherirse a nuestro avivamiento. La reacción física al poder del Espíritu Santo debe ser de acuerdo a lo selecto que edifica; de otra manera ofenderá a las verdaderas sensibilidades espirituales.

O.T. Pablo, en su carta a los Corintios, estableció medidas de corrección para las demostraciones que no son del Espíritu Santo.

1. ¿Qué es adoración?

La adoración es conciencia de la presencia de Dios y una respuesta a ese conocimiento. Es el estrechar de las más profundas emociones del alma a adoración, reverencia, homenaje, exaltación y alabanza del Todopoderoso.

La adoración no depende del ambiente y la circunstancia, pero no estamos ignorantes del ambiente. Por lo tanto, los líderes, en la iglesia como en el hogar, son responsables de crear la actitudes correctas para inspirar la anticipación del mover del Espíritu Santo y un apetito por las cosas espirituales. La actitud, apetito y la anticipación crean el ambiente.

La iglesia pentecostés se conoce por su maravilloso ambiente de adoración. El ambiente es importante. Tanto el pecador como el creyente pueden sentir la presencia de Dios en una iglesia verdaderamente pentecostés. En tal lugar el Espíritu Santo tiene libertad. Aquí estriba la emoción y atracción del pentecostés. Esta es la medida y está de acuerdo al plan divino. Esta libertad también posee un peligro, porque la adoración debe realmente ser adoración. La verdadera adoración no es emoción religiosa, ni es atractiva a la carne.

De la misma forma, el hogar pentecostés se conoce por su manera de vivir. En él se ama a Dios, se piensa constantemente en sus mandamientos, se enseñan sus mandamientos. No se delega esta responsabilidad a la iglesia. Los padres buscan lecciones objetivas y prácticas que no se estudian un día o una semana. Estos padres saben que las verdades eternas se aprenden de una forma más efectiva en el ambiente amoroso donde se teme a Dios. Se triunfa cuando se hace la relación con Dios una parte integral de su vida. El éxito está en que la educación religiosa se orienta a enseñar a vivir, no a informar. Cuando se utiliza el contexto de la vida diaria para enseñar acerca de Dios. La clave para enseñar a sus hijos a amar a Dios se describe simple y claramente en los versículo 6 al 8. Si usted quiere que sus hijos sigan a Dios, debe hacer de Dios parte de sus experiencias diarias. Debe enseñar s sus hijos con diligencia a ver a Dios en todos los aspectos de la vida, no sólo en aquellos que están relacionados con la iglesia.

2. La adoración en la iglesia pentecostés

Los cultos de adoración pueden tomar rumbos no deseados—puede haber formalidad sin libertad del Espíritu, o puede haber falta de orden y control escritural. Los líderes espirituales son responsables de traer al pueblo a la presencia de Dios haciéndolos reconocer que "Dios es espíritu: y los que le adoran, le adoran en espíritu y en verdad" (Juan 4:24).

El formalismo puede desarrollarse en el rito de la iglesia informal. Ni la rutina pentecostés ni la liturgia eclesiástica son verdadera adoración. Cuando la iglesia sigue el orden del culto que se degenera en hábitos sin significancia, no es nada más que un rito.

La mente de Dios es el asunto importante del servicio si hemos de tener un culto pentecostés. Este depende de dónde está su mente durante la adoración. Debe estar en vital comunión con Dios y mantenerse sensible a la voz del Espíritu. Al estar en adoración, constantemente necesita estar consciente de "la mente del Espíritu" por ese momento.

Al Espíritu Santo se le debe permitir que tome su lugar en convicción o bendición en la congregación. El sentir de hoy día es de apurar todo. La gente necesita el descanso terapéutico de Dios. Rehusemos apurarnos en el culto; y, traer a nuestros hijos a un descanso deliberado en adoración a Dios. Guardemos la libertad de la adoración pentecostés. Ni llamaradas ni manifestaciones carnales deben ser toleradas, pero no seamos tan dulces que perezcamos de ser tan decorosos.

3. El orden de un culto pentecostés

Pablo delineó una manera bella de adoración para la iglesia: ¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación; tiene interpretación. Hágase todo para edificación" (1 Corintios 14:26).

Además dijo, "La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales" (Colosenses 3:16). Se nos dice que no exhortemos y que no "dejemos de congregarnos" (Hebreos 10:25).

Esta es adoración congregacional basada en la instrucción bíblica. Todos los miembros del cuerpo de creyentes comparten en la adoración mientras el Espíritu Santo los llena y ellos se rinden a El. Entonces los que están en las bancas no serán simples espectadores preguntándose cómo es que se les entretendrá.

Dios rechazó al rey Saúl en favor a David, "un hombre conforme al corazón de Dios" (1 Samuel 13:14). Saúl tomó atribuciones religiosas que no le correspondían y no esperó al profeta Samuel. Dijo que se "esforzó" (1 Samuel 13:12). El reino le fue dado a David, un hombre que continuamente aconsejaba a su alma a "esperar en el Señor".

Cuando fallamos en esperar la venida del Espíritu Santo, estamos propensos a "esforzarnos". Como resultado, tenemos cantos, oración, testimonios, ofrendas y predicación "esforzadas". Es mucho mejor cuando llega el Espíritu Santo. Entonces tenemos cantos, oraciones, ofrendas, testimonios y predicaciones llenas del Espíritu Santo (Romanos 8:26,27; 1 Corintios 1:10; 14:15; Efesios 5:18-21; 6:18; 1 Tesalonicenses 1:5; Judas 20). Los dones del Espíritu operarán y estarán en control de acuerdo a las Escrituras en 1 Corintios 12, 13, 14.

Si infundimos en nuestros hijos tal apetito espiritual y una anticipación de emoción a la presencia de Dios, ellos entrarán en el ambiente pentecostés. Sus actitudes producirán fe salvadora. Necesitan ser testigos que nosotros somos gente de Dios, gente santa, gente de carácter santo, de ayuno y oración, gente predica la Palabra de Dios a tiempo y fuera de tiempo, en enseñanza y en el diario vivir. Que vean que somos un pueblo donde fluyen los dones del Espíritu y que dependemos de Dios y sus bendiciones.

Conclusión:

Que los pentecosteses que están aquí hoy oren que la adoración pentecostés se fortalezca. Que el sonido de cantos y adoración y oración suenen de nuestras asambleas. Que nos demos a esperar en Dios. Que nuestros altares se llenen de almas que buscan de Dios y que no se levanten a los cuantos minutos. Que el altar tenga prioridad en nuestra adoración.

Que el Espíritu Santo nos mueva a un apetito espiritual sano, una anticipación aguda, y una actitud que produzca fe. Entonces tendremos el ambiente pentecostés y cuando el ambiente está bien, la lluvia del cielo descenderá. Busque el bautismo del Espíritu con hambre incesante. Desee intensamente tener ese poder de lo alto. ¿Cómo? Crea que es para usted. Sienta la necesidad ardiente de tenerlo. Espere—deje sus ocupaciones y ponga sus ojos en Cristo. Abandónese en Dios. Obedezca prontamente a cada mandato que Dios le dé (Hechos 5:32).

Llamamiento. Jueces 2:10