Summary: ¡La mirada de Jesús puede cambiar nuestras vidas!

Tema: El varón cristiano: un instrumento útil al Señor

Título: Y... Vuelto el Señor miró a Pedro

Texto: Lucas 22:54-62

Objetivo: Que los hermanos decidan someter sus vidas al Señor para que de esta manera puedan llegar a ser útiles en la extensión del Reino.

Tesis: ¡La mirada de Jesús puede cambiar el curso de nuestras vidas!

Introducción:

En este pasaje encontramos el relato comúnmente conocido como “la negación de Pedro”. Estoy seguro que cada vez lo leemos o predicamos viene a nuestra mente la ineludible pregunta: ¿Cómo fue Pedro capaz de tal cosa?

Unas pocas horas antes, el mismo Pedro había afirmado que de ninguna manera defraudaría a Jesús. Creo que en esta afirmación todos nos parecemos a Pedro. ¡Señor, este día viviré para ti! Es nuestra oración diaria en nuestros devocionales. Pero muy pronto, con tal solo salir del estacionamiento nos damos cuenta que hemos fallado.

Y esa fue la experiencia de Pedro: “Señor estoy dispuesto a ir contigo tanto a la cárcel como a la muerte” y más tarde para probar que el Señor se había equivocado con su predicción, sacó su espada y le cortó la oreja a Malco (Jn. 18:10). ¡Ah! Pero cuando entró en el patio de aquel dirigente las cosas cambiaron, de tal manera que el Pedro que había entrado no fue el mismo que salió.

Transición:

Fue en aquel lugar en donde Pedro sometió su vida al Señor y de esta manera llegó a ser útil en la extensión del Reino. ¡La mirada de Jesús cambió el curso su vida! Y en esta tarde veremos las dos maneras en que la vida de Pedro cambió después de aquella mirada. Y ... “vuelto el Señor, miró a Pedro” es el título de nuestra predicación.

1. La mirada de Jesús le indicó a Pedro que se había olvidado de quién era (v. 58)

“Un poco después, viéndole otro, dijo: Tú también eres de ellos. Y Pedro dijo: Hombre, no lo soy”

La tentación a negar nuestra identidad como cristianos siempre se hará presente ante la presión de las personas y las circunstancias que nos rodean. Y sin pretender justificar a Pedro, él también cayó en la misma trampa.

Aquel que una vez dijo al Señor: “Nosotros lo hemos dejado todo” (Mr. 10:28) aquella noche negó a Aquel por quien según él “había dejado todo”

1.1 Se había olvidado que era un discípulo

Aquella misma noche dejo a un lado su vida como discípulo de Cristo. Puso a un lado su entrega y su promesa incondicional de ir, no sólo a la cárcel, sino también a la muerte.

Quizás en aquel momento se dio cuenta de la realidad y la cercanía de la muerte y pensó: soy muy joven para morir, no tengo seguro de vida, no tengo con qué dejar asegurado el futuro de mis hijos. Esto nos recuerda a nosotros y a nuestras promesas y compromisos que asumimos con el Señor. ¡Qué fácil nos es quebrantarla! ¡Qué fácil nos es escudarnos bajo la vieja excusa de: “el Señor sabe”!

¡Claro que sí! ¿A caso no fue eso mismo lo que le dijo a Pedro? En aquel mismo instante el Señor le dijo a Pedro: te olvidarás de tu promesa y de quien eres y por eso me negarás, no una sino tres veces.

1.2 Se había olvidado de su pronta obediencia

El olvidarse de que era un discípulo lo condujo a la desobediencia. Y si entre aquel grupo de hombres había uno que era obediente ¡ése era Pedro!

Su obediencia a veces lo metió en problemas y como siempre el Señor estuvo presto para ayudarle y no hacer el ridículo. Para poner un ejemplo busquemos Mateo 17:24-27.

Su obediencia no era mal intencionada, sino que su carácter impulsivo y extrovertido lo condujo a situaciones un poco comprometedoras. Sin embargo hubo ocasiones en donde él mismo se sometió a la obediencia sin cuestionamiento y es allí en donde está su ejemplo. En el mismo pasaje de Mateo 17:24-27 Pedro mismo cede a algo que en sus años de experiencia como pescador nunca había visto.

Que un pez picara el anzuelo en un lago no era imposible, pero que dentro de ese pez encontrara la cantidad exacta del impuesto requerido era ¡imposible! Pero aquella noche se olvidó de todo y solamente pensó en sí mismo.

1.3 Se había olvidado de su fe

Aquella noche Pedro no solamente se olvidó que era un discípulo y de su obediencia sino que también se olvidó de su fe.

A pedro no le faltó fe, sino que se olvidó de ella. Y esta fue precisamente la intercesión del Señor por Pedro cuando dijo: “Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearlos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte...” (Lc. 22:31-32). Aquel hombre que había discernido quién era el Señor Jesús. Aquel hombre que había caminado sobre las aguas del mar de Galilea, aquel hombre que estuvo presente en el monte de la transfiguración, ahora no puede discernir que se estaba olvidando de aquella fe que lo llevó a afirmar con toda certidumbre: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16:16).

2. La mirada de Jesús condujo a Pedro a una reflexión sobre su vida (v.61)

“...y Pedro se acordó de la Palabra del Señor...”

No hubo ningún reproche, ningún reclamo, simplemente una mirada. Una mirada profunda, que examinó y penetró hasta lo más íntimo del ser de Pedro. ¿Qué habrá visto Pedro en aquella mirada? No lo sabemos. Pero seguramente todo su ser fue conmovido. Sus pensamientos, sus emociones se conjugaron en aquel momento y dieron fruto a una seria reflexión sobre su vida.

Mis amados, que importante es la reflexión. Reflexionar es meditar, pensar sobre uno mismo. Es hacerse un auto examen. Nuestra tendencia como cristianos es reflexionar sobre las cosas de la fe, lo que está ocurriendo en nuestro rededor. Pero mis amados las Escrituras hacen un llamado a la reflexión personal: “Si, pues, nos examinásemos (reflexionamos) a nosotros mismos, no seríamos juzgados; mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo” (1 Co. 11:31) “Examinaos (reflexionen) a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos” (2 Co. 13:5). Reflexionar sobre nuestra vida es sano y es bíblico.

2.1 Pedro se dio cuenta que en aquel momento su vida estaba siendo controlada por el YO.

La reflexión llevó a Pedro a la conclusión de que en aquel momento su vida estaba siendo controlada por el YO. Estaba caminando en su propia voluntad, confiando en su propia sabiduría. Y esta no era la primera vez que sucedía esto en la vida de Pedro. ¿Recuerdan cuando quiso prohibirle al Señor ir al calvario? Dice la Biblia que “Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mt. 16:22)

Dice el evangelista Mateo que Pedro no solo negó conocer al Señor sino que también “comenzó a maldecir y a jurar”. Esto no es nada más que el YO en carne viva. No es que usara lenguaje obsceno, sino que invocó para sí toda maldición. Era algo así como “¡que me parta un rayo si lo conozco! o ¡que se muera mi mamá! Pero lo más triste es que selló su mentira con un juramento.

Su negación es parte de su vida vieja. Y aquí hay algo muy importante que destacar. El verbo “me negarás” usado en el texto que estamos considerando no es el mismo que se usa en Lucas 9:23 “niéguese a sí mismo”. La diferencia está en que el primero “niéguese a sí mismo” es una renuncia voluntaria y consciente. La otra es perdición.

No hay alternativa. O nos a nosotros o negamos a Cristo. Una negación a negarnos a nosotros mismos, nos pone en el peligro de negar al Señor con nuestras actitudes.

2.2 Pedro se dio cuenta que necesitaba tomar el camino del arrepentimiento

Pero fue en aquel preciso instante de su negación de Cristo que aquel hombre reflexionó y se dio cuenta que necesitaba tomar el camino del arrepentimiento.

Ya había negado al Maestro, ahora le tocaba a él el turno de negarse a sí mismo. ¿Notan la diferencia? ¿Notan el orden de las cosas? Aquella mirada juzgó y condenó la conducta inapropiada de Pedro y abrió su conciencia. Solo entonces, “Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente”.

Dice el diccionario que “amargamente” significa: 1) disgusto, 2) aspereza y genio desabrido, 3) aflicción. Pedro no salió con disgusto, ni con el genio desabrido, sino quebrantado de corazón. Aquella noche Pedro rompió con el estorbo más grande de su vida: él mismo.

Conclusión:

¡La mirada de Jesús puede cambiar el curso de nuestras vidas! El hombre pecador que pone su mirada en Cristo recibe el inmerecido regalo de la vida eterna, pero cuando Cristo fija su mirada en sus seguidores éstos experimentan un cambio. Se vuelven visionarios y apasionados por su Señor.

“Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos”.

He aquí mis amados hermanos, se avecinan cosas muy hermosas para nuestra iglesia. Pero nada de eso llegará sin ningún ataque del maligno. Muchos seremos zarandeados. Pero hay algo que no debemos olvidar: Jesús ha intercedido por nosotros.

“Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros... no ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal... santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad... mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos..”

Así como la mirada de Jesús le indicó a Pedro que se había olvidado de quién era de la misma manera nos indica que venga lo que venga, cualesquiera sea la tentación o los ataques del maligno ya sea a través de las circunstancias o aun a través de nuestros mismos hermanos en la fe, nunca debemos olvidarnos de quienes somos.

Así como la mirada de Jesús condujo a Pedro a una reflexión sobre su vida, de igual manera nosotros tenemos que reflexionar concienzudamente sobre nosotros mismos, sobre nuestras actitudes, valores. Día a día tenemos que preguntarnos cómo estamos en relación con Dios.

Pedro es el ejemplo de nuestra propia vida. Pero desde aquel día ¡la mirada de Jesús cambió el curso de su vida! Dios puede hacer lo mismo con tu vida hoy mismo.

Iglesia Bautista Betel. Enero 27 del 2002