LOS TRES ENEMIGOS MÁS GRANDES DE LA ORACIÓN
La desidia
Como ya mencionamos la carne no desea ni quiere practicar las cosas espirituales; es por eso que siempre presentara excusas para posponer la oración. El dejarse llevar por la desidia lo llevara al punto de orar muy poco o no orar en lo absoluto.
Venza a este enemigo proponiéndose a orar disciplinadamente todos los días y de preferencia a la misma ora sin fallar un solo día. [Satanás tratara de hacernos cambiar lo mejor por lo bueno lo indispensable por lo necesario] {El cristiano nunca llegara a ser lo que Dios quiere que sea, sin oración; nunca llegará al lugar que Dios lo quiere llevar a menos que ore; nunca crecerá ala estatura que Dios le ofrece si es negligente en la oración}
Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre... Juan 16:24a
Jesús vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Mateo 26: 40
El orgullo
La oración es un trabajo que humilla, que derriba el orgullo y el intelecto, crucifica nuestra vanagloria humana, nos hace ver nuestra bancarrota espiritual, y todo esto es difícil de sobrellevar para la carne.
Al orar se reconoce nuestra dependencia de Dios; y el corazón orgulloso se niega a aceptar esta realidad. Quien no sabe humillarse delante de Dios, jamás lograra comunicarse con él.
Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, Mas al altivo mira de lejos. Sal 138:6
La duda
Para orar a Dios es necesario antes que se crea que Dios es real y existe y que él puede escucharnos y contestar nuestras peticiones. A esta seguridad se le llama FE y sin ella nunca nadie podrá orar a Dios eficazmente. Lo contrario a la fe es la duda y esta es el principal estorbo a nuestras oraciones.
Es sorprendente la cantidad de personas que oran dudando en sus corazones; todo el que así lo hace no piense que recibirá algo de parte de Dios.
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. Hebreos 11: 6
Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. Santiago 1: 6,7