No sé si ustedes lo han notado, pero yo soy muy platicador. A mí me encanta conversar. Pero, la verdad es que para tener una conversación muy amena, uno tiene que saber mantener un balance entre el hablar y el escuchar. Algo que a veces no hago muy bien.
Pero de todas formas, la vida del cristiano es una gran conversación espiritual con Dios. La semana pasada hablamos de nuestras prioridades espirituales y como Dios quiere que nos sentemos a los pies de Jesucristo para escuchar su Palabra. Y bueno, esa es la parte más importante de nuestra conversación espiritual. Lo que nosotros queremos decir nunca es tan importante como lo que Dios nos dice en su Palabra. Sin embargo, es una conversación y Dios quiere que hablemos con él en la oración.
Es que la oración es el idioma de los cristianos. Los perros ladran. Los gatos maúllan. Y los cristianos oran. En el texto para esta mañana, Jesús nos va a enseñar acerca de la fe. Y quiero que presten atención a las palabras de Jesús aquí porque nos va a dar un modelo de cómo quiere que oremos y después nos dará dos ilustraciones mostrándonos que podemos orar a Dios con confianza y persistencia. Entonces, leemos de San Lucas el capítulo 11...
I. Señor enséñanos a pedir las cosas correctas
Nuestro texto empieza con las palabras: Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar. Pues, el lugar y el tiempo no son importantes, sino el hecho de que Jesús estaba orando. De hecho Jesús nos da muy buen ejemplo con su vida, que con frecuencia se apartó al desierto, a una montaña o a un lugar solitario para orar. Jesús mantuvo una conversación constante con su Padre celestial.
La semana pasada hablamos de las prioridades. Vimos que lo que hacemos durante el día revela lo que son las prioridades en nuestra vida. Y si eso es cierto, ¿dónde está Dios? ¿Cuánto tiempo dedicas cada día a la oración?
Pues, Martín Lutero, el reformador, fue un profesor de la universidad tiempo completo, un autor prolífico, pastor de una iglesia tiempo completo, y además ayudó a otras iglesias encontrar la verdad del evangelio. O sea, era un hombre sumamente ocupado. Y dijo Lutero que si no pasara al menos tres horas cada día orando, no tendría tiempo para nada.
Suena ilógico, ¿verdad? Pero Dios nos promete que si dedicamos a él de nuestro tiempo, talentos y tesoros, que siempre nos bendecirá con más. Entonces, no existe buen pretexto ni excusa. O sea, ¿cuánto tiempo se gasta diciendo, “Gracias, Señor” “Ayúdame, Señor” “Perdóname, Señor”? Nada, ¿verdad?
Pues al terminar de orar Jesús, inmediatamente uno de sus discípulos le pidió: Señor, enséñanos a orar. Y entonces, Jesús les dio la oración modelo que se conoce hoy en día como “el Padrenuestro”. Como vemos aquí en el texto, Lucas no incluye toda la oración. Para ver la oración completa, hay que buscar Mateo el capítulo seis.
Y lamentablemente, esta mañana sería imposible hablar detalladamente sobre cada parte del Padrenuestro. De hecho podríamos pasar varias semanas hablando de esta oración modelo de Jesús. Entonces, esta mañana nada más vamos a hacer unas observaciones.
Primero, una nota acerca del Padrenuestro. Como vemos aquí, es un ejemplo, un modelo, una herramienta que usó Jesús para enseñar a sus discípulos. El Padrenuestro no es más poderoso que las otras oraciones que dice el cristiano, ni tampoco tiene poderes mágicos para guardarnos de fantasmas y vampiros. La simple repetición de sus palabras no nos trae una bendición especial.
Pero, ¿cuántas veces repetimos estas palabras sin pensar en lo que estamos diciendo? Si estoy platicando contigo y no presto atención ni a lo que dices tú ni a lo que estoy diciendo yo, ¿cómo te vas a sentir? Entonces, ¿cómo crees que se siente Dios?
El Padrenuestro sí es una oración muy especial porque nos enseña lo que Dios quiere que le pidamos. En sí está compuesto de siete peticiones. Y de esas siete peticiones, seis son peticiones por bendiciones espirituales: o sea, que Dios nos perdone; que nos proteja de la tentación; que nos ayude a glorificar su nombre; etc. Solamente una de las peticiones trata de nuestras necesidades físicas: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Pues, les pregunto. Por lo general, ¿cuáles son las cosas que pedimos en nuestras oraciones? Pues, cuando estamos enfermos, pedimos que Dios nos sane. Pedimos que nos dé buen trabajo, un nuevo carro, el dinero para alcanzar los gastos semanales. Pero, ¿con cuánta frecuencia pedimos que nos fortalezca en la fe? ¿Con cuánta frecuencia pedimos perdón o qué nos ayude a perdonar a otra persona? ¿Con cuánta frecuencia pedimos que nos utilice para difundir su Palabra?
Sí, Dios quiere que le pidamos bendiciones físicas. Quiere que le pidamos que nos dé un nuevo carro o mejor trabajo si es lo que queremos, pero otra vez, es una cuestión de prioridades. Quiere que pensemos en lo más importante que es nuestra vida espiritual. Lo bueno es que aunque nosotros no lo hacemos muy bien, sabemos que cuando le pedimos: y perdónanos nuestras deudas, que nos perdone por nuestra falta de prioridades en la oración – sabemos que nos va a perdonar. Escuchamos cada domingo las palabras de San Juan que: Si confesamos nuestros pecados Dios es fiel y justo para perdonarnos y purificarnos de toda maldad.
Entonces, que aprendamos de nuestro maestro Jesucristo. Que la oración sea una prioridad en tu vida. Cuando ores, pide a Dios que te ayude en todo, físicamente y aún más importante, espiritualmente. Ah, y que no solamente digamos: dame, dame, dame; sino también que pidamos por los demás. También, que no nos olvidemos de una palabra sumamente importante: ¡GRACIAS!
II. Enséñanos a orar con confianza.
Bueno, después de dar a sus discípulos “la oración modelo”, Jesús seguía enseñándoles acerca de la oración con dos parábolas, es decir, dos ilustraciones. Primero les contó de un hombre cuyo amigo le visitó en el medio de la noche para pedir prestado unos panes. Ese hombre tenía sueño, la puerta estaba cerrada con llave y sus hijos ya estaban durmiendo con él en su recamara. Entonces le dijo: “Ahora no, hombre. Son las tres de la mañana. Déjame en paz.” Pero por la persistencia de su amigo, su importunidad como dice el texto, le dio los panes que le había pedido.
De la misma manera, Dios quiere que le pidamos con confianza y persistencia. Quiere que llevemos cada cosita a él en oración. He escuchado la historia de un pescador el cual un día se encontró en medio de una tormenta horrible. Entonces, pidió a Dios, “Señor, sé que no he hablado contigo en los últimos 15 años, pero si me salvas la vida hoy, te prometo que no te molestaré por al menos 15 más.”
Es chistosa la historia, ¿verdad? pero demuestra una actitud muy común hoy en día: que Dios está tan ocupado, que tiene tantas cosas por hacer, ¿por qué molestarle con nuestros problemas pequeños?
Sencillamente: porque él quiere.
De hecho nos promete en los versículos 9 y 10: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad y se os abrirá, porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. Y eso nos conduce a la otra ilustración de Jesús. Hablando con los padres terrenales, dice: Si tu hijo te pide comida, no le vas a dar veneno. Y cuánto más Dios, tu Padre celestial, el cual te ama – él te dará todo lo que tú pidas. El apóstol Pablo nos dice en Romanos ocho: El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos generosamente, junto con él, todas las cosas?
Pero, espérate. Si yo le pido a Dios que me dé ahora un nuevo Mercedes, no me lo da, ¿verdad? Entonces, ¿está mintiendo Dios?
De ninguna manera. Como buen Padre, solamente nos va a dar lo que sirve para nuestro bien. Dios muchas veces dice que sí, pero a veces dice que no, o al menos “espérate”. Pero siempre nos contesta para nuestro bien. Por lo tanto, no existe tal cosa como una oración no contestada.
Pues, eso me recuerda de una canción de contry cantada por el artista Garth Brooks llamada, “Las oraciones no contestadas”. Realmente la canción no trata de una oración no contestada, sino de una oración al cual Dios contestó “no”. En la canción el Sr. Brooks da gracias a Dios por las oraciones no contestadas, porque dice que un día volvió con su esposa a su secundaria para ver un juego de futbol. Y al llegar vio a su ex-novia y se acordó como había pedido a Dios todas las noches cuando estaba en la secundaria que Dios dejara que ella fuera su esposa. Pero mientras hablaba con ella, volteó para ver a su esposa, y dio gracias a Dios por las oraciones no contestadas. Pues, realmente no fue una oración no contestada, sino que Dios le estaba diciendo, “No, tengo a alguien mejor para ti.”
Pues, el punto de las dos ilustraciones de Jesús es que nosotros podemos orar a Dios con confianza, pidiendo lo que nos dé la gana porque somos sus hijos queridos. Por medio de Jesucristo tenemos el derecho de decir “papá” a nuestro Dios. Pero les aconsejo que al fin de sus oraciones, digan: pero no lo que quiero yo, Señor, sino como tú quieras. Porque así como Garth Brooks, nosotros no siempre sabemos lo que es mejor para nosotros, lo que nos hará más feliz, pero Dios sí.
Entonces, para terminar esta mañana quiero contarles una historia que escuché recientemente:
Una mujer había pedido a su pastor visitar a su padre quien estaba enfermo. Cuando el pastor llegó, encontró al señor sentado en su cama respaldado por dos almohadas. Había una silla vacía al lado de la cama. El pastor creía que el señor había sido informado de su visita y le dijo, “Me parece que usted me estaba esperando.”
“Pues, no, ¿quién es usted?”
“Soy el nuevo pastor de su iglesia. Cuando vi la silla vacía, me imaginé que me estaba esperando”.
“Ah, la silla”, dijo el Señor, “Oiga pastor, me hace el favor de cerrar la puerta.”
Confundido, el pastor cerró la puerta.
“Nunca he contado esto a nadie, ni a mi propia hija”, dijo el señor, “Pero pasé toda mi vida sin saber orar. En la iglesia siempre escuché al pastor hablar acerca de la oración, pero realmente no entendí.”
“Había dejado de intentar hasta un día hace como cuatro años cuando mi mejor amigo me dijo: José, la oración es nada más tener una conversación con Jesús. Te sugiero que te sientes en una silla, que pongas otra silla delante de ti, y que veas por los ojos de la fe a Jesús sentado en esa silla. No es extraño, porque nos prometió, “He aquí estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo”. Después habla con él así como estás hablando conmigo ahora.”
“Entonces, lo intenté y me gustó tanto que lo hago por un par de horas cada día. Pero tengo que tener cuidado, pastor, porque si mi hija me agarra hablando con una silla vacía me va a mandar al manicomio.”
El pastor se sintió profundamente conmovido por la historia que le contó ese señor y le dijo que siguiera orando así.
Dos noches después, la hija llamó al pastor para decirle que había fallecido su papá. Le dijo, “Cuando me fui de la casa a las dos de la tarde me llamó a su lado, me contó un chiste y me dio un beso en la mejilla. Cuando volví de la tienda lo encontré muerto. Pero hubo algo realmente extraño. Parece ser que en los momentos antes de morir, mi papá se levantó de la cama, se sentó en el piso y recostó su cabeza en la silla al lado de la cama.”
Hermanos, que conversen con Dios todos los días. Lleven todo – todas sus esperanzas, todos sus problemas y todas sus peticiones – a Dios en oración. Sus oraciones no tienen que ser obras maestras del castellano, sino digan a Dios lo que está en su corazón. Sigan el ejemplo de Cristo, no solamente pidiendo bendiciones físicas, sino también las espirituales. Y no se les olvide decirle “gracias”. Y lo más importante, no se les olvide lo que aprendimos la semana pasada. Que escuchemos también, sentándonos a los pies de Jesucristo para escuchar su respuesta a nuestras oraciones. Acuérdense que nuestras oraciones son nuestra forma de hablar con Dios y que él habla con nosotros por medio de su Palabra. Entonces hermanos, conversen con Dios todos los días de su vida. Amén.