En el año 1985, en sólo su segundo año jugando futbol en el NFL, Dan Marino llegó al Supertazón (al campeonato). Y aunque jugó increíblemente bien, su equipo, los delfines de aquí en Miami perdieron a los 49ers de San Francisco 34-16. Marino lo sintió, pero no se desesperó porque sabía muy bien que era uno de los talentos más prometedores de la liga, y bueno, que había llegado al campeonato en sólo su segunda temporada. Seguro que jugaría en otro... Pues, Dan Marino se jubiló en el año 1999. Tiene casi todos los récords que existen en el NFL para su posición, mariscal de campo, pero nunca volvió a jugar en el Supertazón. Aun hoy en día dice que si hubiera sabido que nunca iba a volver a jugar en el Supertazón, hubiera apreciado más ese momento, hubiera aprovechado más esa oportunidad.
Así como Dan Marino, todos hemos tenido oportunidades en nuestra vida las cuales hemos desperdiciado: oportunidades en la escuela, en el trabajo, en el amor. Pues, esta mañana vamos a ver que Dios nos ha dado muchas oportunidades para servirle a él y a nuestros prójimos y que quiere que aprovechemos esas oportunidades. Entonces, veamos las oportunidades que Dios nos ha dado así como se encuentran en la segunda lectura para esta mañana, en la carta de San Pablo a los gálatas el capítulo seis (6:1-10;14-16)...
I. Dar mérito a la persona adecuada
Ya que mencioné algo de deportes, tengo una pregunta para ustedes. En los deportes profesionales hoy en día, cuando un jugador mete un gol o hace algo bueno, ¿qué hace? Celebra, ¿verdad? Pero hace más que celebrar. Se vuelve loco, pegándose en el pecho, bailando, diciendo, “Mírame a mí. Mira lo que he hecho. ¡Soy el número uno!” Todos tenemos algo de eso dentro de nosotros, ¿verdad? El deseo de escuchar elogio, de escuchar que somos buenos, inteligentes, chistosos, o guapos. Y aunque no lo queremos admitir, nos gusta sentirnos superiores a los demás. Y hay una palabra para eso: es orgullo.
En sólo unos minutos vamos a ver cómo Dios quiere que reprendamos con amor a nuestros hermanos en la fe que se encuentran en pecado. Pero quiere que lo hagamos humildemente. ¿Saben que cuando vemos que alguien ha caído en un pecado, es muy fácil pensar que nosotros vamos a ayudarlo porque somos los buenos, porque nunca caeríamos nosotros en ese tipo de pecado? O sea, es muy fácil caer en la trampa de ser condescendientes con tal persona, tratándolo como un niño en vez de como un hermano.
No obstante, en el texto para esta mañana San Pablo nos recuerda como frenar ese orgullo. Nos dice: “El que cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se engaña. Así que, cada uno someta a prueba su propia obra y entonces tendrá, solo en sí mismo y no en otro, motivo de gloriarse.” O sea que Dios no quiere que nos comparemos con nadie, sino que nos miremos honestamente en el espejo. Y si encontramos algo bueno que hemos hecho, entonces, bueno, nos podemos jactar. Pero el problema es que cuando me veo en el espejo, cuando someto a prueba mi propia obra, lo que he hecho en mi vida, veo que no he hecho nada de que me puedo jactar. Llevo años de no buscar el bien de los demás. Llevo años de ser envidioso y celoso. Llevo años llenos de palabras de enojo y pensamientos malos. Cuando me veo en el espejo, veo un pecador sucio y sin mérito ninguno. No tengo por qué sentirme superior a otro cristiano que cae en el pecado, porque diariamente caigo en mis propios pecados.
Pero sí, me puedo jactar de una cosa. San Pablo nos dice: “Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo.” Podemos jactarnos en Jesucristo. El es el número uno y nosotros somos parte de su equipo. Por medio de su cruz, mis pecados de orgullo y envidia han sido lavados. Ahora puedo mirar al espejo y ver a un hijo perfecto de Dios. Puedo someter a prueba mis obras porque han sido lavadas en la sangre de Cristo y por eso me puedo gloriar. Y como dice el versículo 16, hemos recibido paz – paz con Dios y la paz del corazón. Y además hemos recibido misericordia.
Entonces, que aprovechemos cada oportunidad de dar mérito a la persona que la merece. Fíjense que casi cada semana hay un programa de premios en la televisión, ¿verdad? Para películas, música, videos... existen premios para casi cualquier cosa. Y bueno, cuando veo esos programas, siempre escucho bien a quién agradecen los ganadores. Y me alegro que todavía hoy en día hay unos que dan mérito a la persona correcta, agradeciendo primeramente a Dios.
Hermanos, en todo lo que ustedes “logran” en su vida: el graduar de la escuela, el crecer una familia, el llegar al cima en su trabajo, el tener muchos amigos... acuérdense de dar mérito a la persona adecuada. “Dios es quien produce en vosotros tanto el querer como el hacer para que se cumpla su buena voluntad.” Y aun más, que reconozcamos a quién debemos dar mérito por nuestra salvación. ¿Por qué voy al cielo? No es porque YO soy buena persona o porque YO he llevado una buena vida. Ni tampoco es porque YO tengo la fe. Voy al cielo porque JESÚS sufrió el castigo de mis pecados en la cruz. Entonces, aprovechen cada oportunidad de dar mérito a él.
II. Hacer bien a todos
Pero ahora que hemos visto lo que Dios ha hecho por nosotros, él quiere que sirvamos a él y a todos como una forma de agradecimiento él. Es que la fe que está en nuestros corazones – esa fe que quiere dar mérito a Dios por nuestra salvación – esa fe también quiere vivir para Dios. El que dice, “Tengo el perdón y entonces, pues, voy a la pachanga, voy a hacer lo que quiero”, esa persona muestra que no tiene el amor de Dios en su corazón.
No se engañen. Dios no puede ser burlado. No lo podemos engañar. Sabe todo lo que está en nuestros corazones y sabe todas nuestras hazañas. Sabe si “segamos para nuestra carne” como dice el texto, es decir, si lo rechazamos y vivimos en pecado, y sabe si “segamos para el Espíritu”, es decir, si tenemos la fe que se manifiesta en obras del amor. Entonces, que aprovechemos cada oportunidad para vivir la fe que nos ha dado. No nos cansemos de hacer lo correcto, sino como dice el versículo 10: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos.”
Cuando Dios te da la oportunidad de ayudar a tu prójimo, aprovecha esa oportunidad. No importa si sea el dar dinero a una caridad noble, el donar sangre, el ser voluntario en el hospital, el ayudar a tu vecino a mudarse, o el visitar a la señora la que vive en tu calle y está muy solita. Aprovecha cada oportunidad de mostrar amor y caridad.
Y cuando tu esposo está gruñón, cuando tus padres te tratan injustamente, cuando tu jefe te grita, aprovecha cada oportunidad de perdonar. Y cuando el diablo te tienta a ser egoísta, a cansar de hacer el bien, fíjate bien en la cruz, porque Jesús ha aprovechado cada oportunidad para mostrarte amor y caridad. Ha aprovechado cada oportunidad para perdonarte (y ha tenido muchas oportunidades porque pecamos tanto). Entonces, que lo agradezcamos aprovechando cada oportunidad de hacer bien a todos...
III. Y especialmente a nuestros hermanos y hermanas en la fe.
En el texto para esta mañana, San Pablo nos da unos ejemplos de cómo hacer el bien a los de la familia de Dios. Nos dice en el primer versículo que cuando vemos a otro cristiano caer en algún pecado que lo “restauremos con espíritu de mansedumbre”. La palabra traducida aquí como “restaurar” es la palabra que se usaba para describir cómo un cirujano curaba un brazo o pierna quebrada. Dios quiere que enfrentemos a los que se encuentran en el pecado, pero siempre con el propósito de restaurarlos, de sanarlos, o sea, para que se arrepientan y regresen a Dios. Y como vimos antes, no debemos regañarlos en una forma condescendiente, sino hablarles como un hermano que está preocupado por su bienestar.
Pero fíjense que el amor a veces duele. Muchas veces es difícil enfrentar a otro cristiano cuando está en un pecado porque muy bien pueden enojarse con nosotros. Pero Dios quiere que lo hagamos de todas formas, porque así es cómo mostrar el verdadero amor. No ayuda a esa persona si la dejamos seguir en su pecado sin arrepentirse. Entonces, si ves a otro cristiano en un pecado, ve con esa persona, háblale en privada, animándole a arrepentirse y recordándole del perdón de Jesús. Es su responsabilidad como hermanos y hermanas.
Y bueno, hay otra oportunidad que San Pablo nos anima a aprovechar. Nos dice que debemos compartir “toda buena cosa” con los que nos instruyen en la Palabra de Dios. Y bueno, es un poco difícil para mí hablar de eso porque precisamente soy yo quien les instruye. Pero no estoy diciendo eso porque quiero algo, sino porque Dios quiere que aprovechen cada oportunidad para apoyar, honrar y respetar a sus mensajeros.
Y, bueno, dado que esto es difícil para mí, voy a hablar mejor de Pastor Carlos. Que lo apoyen, honren y respeten, aun si en su opinión él no sea el pastor perfecto, porque él es el mensajero de Dios. Entonces, apóyenlo no solamente con sus palabras y oraciones, sino también con su tiempo y talentos. Y reconociendo que yo tampoco soy el pastor perfecto también les pido que me apoyen a mí. No porque lo quiero o se lo estoy pidiendo, sino porque su Salvador quiere que aprovechen cada oportunidad.
Después de una carrera sumamente exitosa, me imagino que Dan Marino no lamente casi nada de lo que hizo en el campo de futbol, pero estoy seguro que sí lamenta que no aprovechó su oportunidad en el Supertazón. Que no lleguemos al fin de nuestra carrera aquí en el mundo lamentando las oportunidades perdidas. Aprovechen cada oportunidad para dar gloria, honor y mérito a Dios. Aprovechen cada oportunidad para hacer bien a todos, especialmente a los que son parte de la familia de Dios. Hermanos, aprovechen cada oportunidad. Amén.