La serie “Baywatch” (Guardianes de la bahía) se ha terminado después de casi una década en la televisión. ¿Han visto esa seria? Supuestamente trataba de la vida de un grupo de salvavidas en California, pero en realidad trataba más de personas bonitas corriendo en trajes de baño. Pero en la vida real, los salvavidas son muy importantes. Nos cuidan cuando estamos en la playa o una piscina pública, regañándonos si estamos haciendo algo tonto como nadar en corrientes fuertes o correr al lado de la piscina donde se puede caer. Además salvavidas han salvado la vida de muchas personas que se estaban ahogando. Los salvavidas son importantes.
Pues, hoy vamos a ver la historia de Elías y la viuda de Sarepta, una historia del Antiguo Testamento, y vamos a ver que Dios es el salvavidas más importante que todos: más fuerte, más inteligente y más rápido que aun David Hasselhoff el protagonista de Baywatch. Porque Dios nuestro salvavidas nos ha salvado de la muerte eterna y siempre nos está vigilando y protegiendo. Entonces, leemos de 1 Reyes 17:17-24...
I. Nos salva de la muerte
Primordialmente debemos ver los antecedentes del texto para esta mañana: Elías fue un profeta de Dios que vivió durante el reinado de Acab, el rey de Israel. Acab tiene la distinción de ser el rey que hizo más mal que todos los reyes que lo precedieron. Y esto está muy mal cuando se considera que no había ni un buen rey de esas tribus del norte y Acab era el peor. Acab se casó con la malvada Jezabel quien promovió la adoración a Baal y Asera, dos ídolos cuya adoración incluía ritos pornográficos y violentos.
Por lo que sabemos, Jezabel envió al menos 450 misioneros de Baal al pueblo para corromperlos... y funcionó. Entonces, Dios envió a Elías para decir al rey que por causa de su maldad y la idolatría de su nación, Dios iba a mandar una sequía terrible sobre Israel y no habría lluvia en Israel por años. Toda la vegetación se secó y muchas personas murieron de hambre. Si piensas que Dios no toma en serio el pecado, debes ver “la disciplina” que mandó en varias ocasiones a su pueblo del Antiguo Testamento.
Pero Dios, el fiel salvavidas, cuidó a su profeta Elías, mandándolo primero a un arroyo donde cuervos lo alimentaron milagrosamente. Cuando se secó el arroyo, Dios lo envió al norte, a un pueblo llamado Sarepta en la tierra de los fenicios. Es que Acab culpó a Elías por los problemas en Israel y consecuentemente lo estaba buscando para matarlo. Entonces, Elías tenía que huir a una tierra extranjera.
Y en ese pueblito de Sarepta, Dios lo envió a una viuda pobre que vivió con su hijo. Ellos solamente tenían una jarra de harina, pero Dios con su gran poder hizo que esa harina durara meses para que la viuda, su hijo y Elías tuvieran que comer. Y eso nos lleva a los eventos del texto para esta mañana.
Fíjense que Dios decidió mostrar su poder y amor a la viuda de Sarepta al dejar que se muriera su hijo. Y vemos que la viuda en su tristeza reaccionó como muchos de nosotros reaccionaríamos: pensaba que Dios la estaba castigando por sus pecados.
Es que, aunque ella no fue israelita ni tenía los diez mandamientos, se dio cuenta de que era pecadora porque tenía una consciencia, esa voz que da testimonio al hecho de que hay un Dios justo que castiga el pecado. Y entonces, ella pensaba que esto fue el castigo de Dios por sus pecados.
Pero Elías llevó al muchacho a su aposento, o sea, a su cuarto y pidió al Dios que mostrara a esa mujer que no era castigo. Y extendiéndose tres veces sobre el joven, vemos que volvió a vivir, con el resultado que la fe de la mujer fue fortalecida y confió en que Elías fue el profeta de Dios y que la Palabra de Dios es verdad.
Bueno, ¿cuántas veces nos sentimos como esa pobre viuda que perdió a su hijo? Nos sentimos como Dios nos está castigando. ¿Por qué llevó a mi esposo? ¿Por qué me dio cáncer? O como mi hermana preguntó hace dos semanas, ¿por qué Dios llevó a mi bebé aun antes de que naciera? Tiene que ser que Dios me está castigando por los pecados que cometí en mi juventud, por mis pensamientos malos o por mis palabras de enojo. El apóstol Pablo escribe que esas cosas, esos pecados son los que “resultan en muerte”. Porque Dios es santo y odia el pecado. Tiene que castigar el pecado.
Pero la verdad es que nuestros pecados ya han sido castigados. Jesús, nuestro gran salvavidas, dio su propia vida, sufriendo el castigo de nuestros pecados para rescatarnos del castigo. Dios castigó a Jesús con la muerte y el infierno por los pecados que habían sido cometidos y los que iban a ser cometidos, incluso los nuestros. No hay más castigo por los pecados porque Dios castigó a Jesús por todos los pecados de todas las personas de todos los tiempos. Los únicos que van a recibir castigo son los que en su incredulidad rechazan a Cristo y el perdón que ganó por nosotros en la cruz. Dios no te va a castigar nunca porque no hay castigo para los que creen en Cristo Jesús.
¿Se acuerdan que hace unas semanas el Pastor Carlos hablaba de la diferencia entre el castigo y la disciplina? La palabra disciplina literalmente significa “instrucción”. Dios nos disciplina en amor para nuestro bien. O sea, cuando pasamos por tiempos difíciles, cuando un ser querido se muere, no es que Dios nos está castigando, sino que en amor nos quiere fortalecer y llevarnos más cercas a él. Y eso es lo que pasó con la viuda del texto para esta mañana.
Pero bueno, fue fácil para ella confiar en Dios, visto que la devolvió a su hijo, ¿verdad? Dios no siempre nos da lo que queremos. No nos devuelve a nuestros mamás y papás que han fallecido, ni a nuestros hijos, esposos o abuelos. Pero sí, nos promete que todas las cosas sirven para nuestro bien. Por medio de su Palabra nos da la fuerza y valor para enfrentar tragedia, enfermedad y muerte. Por medio de su Palabra nos salva cuando nos estamos ahogando en la desesperanza. Nos da la confianza en que todo pasa según su plan de amor, aun si no lo vemos. Y aun más, sabemos que nos da el cielo donde no habrá más problemas, lágrimas ni muerte.
II. Siempre nos está vigilando y protegiendo
Cada anochecer, los salvavidas ponen un aviso: “No hay salvavidas. Nadar bajo su propia responsabilidad.” Y se van para sus casas. Pero nuestro Dios nunca abandona su puesto, sino siempre nos está vigilando, protegiendo y guiando, aun en la noche oscura. Nos promete en su Palabra: “No te desamparé, ni te dejaré.”
Y lo vemos en la vida de Elías, que Dios siempre estaba proveyendo para él. Y bueno, Dios no nos promete que nos va a mandar cuevas para darnos comida, pero sí va a proveer. Fíjense que Dios generalmente obra por medios naturales. Nos da manos para trabajar. Nos da doctores para sanarnos. Nos da padres para cuidarnos.
Dios, nuestro salvavidas, siempre provee, pero ¿cuántas veces no nos damos cuenta? Vemos lo que tienen los demás y nos quejamos. ¿Por qué no tengo yo un Mercedes? ¿Por qué no puedo tener una casa como mi vecino? ¿Por qué no puedo tener el más nuevo super nintendo? Fíjense que Dios sí promete proveer lo que necesitamos, lo que es bueno para nosotros, pero no nos va a dar todo lo que queremos, porque no siempre es para nuestro bien. Si dan a sus hijos todo lo que quieren, ¿es bueno para ellos? Claro que no. Y es lo mismo con Dios. Si yo le pido que me haga el rey del mundo, lo más seguro es que no me lo va a dar porque sabe que al hacerme rey, me voy a olvidar de él en mi orgullo.
Entonces, Dios no nos da todo lo que queremos, pero sí nos da mucho. Miren en su derredor a todas las cosas que Dios les ha dado. Les pregunto, ¿qué necesitamos para mantenernos vivos? ¿Cuáles son las necesidades de la vida? (esperar respuesta) Y, ¿qué tenemos? ¿Cuántas televisiones tiene en su casa? Tenemos tanta ropa para que no tengamos que poner la misma ropa por al menos unas semanas. Tenemos carros, computadores, televisiones, toca CD’s. ¿Comen la misma comida cada noche? No, tenemos una gran variedad de comida. No merecemos esas cosas. Son regalos, bendiciones de nuestro Dios.
Entonces, que reconozcamos el amor de nuestro Dios y todo lo que nos ha dado. Primordialmente, no nos va a castigar por nuestros pecados, o sea, que nuestro salvavidas dio su propia vida para darnos el cielo. Además, siempre nos vigila, nos protege, y provee todo lo que necesitamos y mucho más. Entonces, que lo agradezcamos. Agradezcamos a Dios con nuestras oraciones, con nuestros himnos de alabanza, con nuestras ofrendas, con nuestro tiempo.
Fíjense que la seria “Baywatch” se ha terminado después de 10 años en la televisión. Ya está puesto el aviso: “No hay salvavidas. Nadar bajo su propia responsabilidad.” Dios nuestro salvavidas todavía está en su puesto y nunca lo va a abandonar. Su letrero dice: “Nunca te desamparé, ni te dejaré.” Demos gracias a Dios. Amén.