Summary: Jesús nos enseña que todos los niños que creen y todos los que creen como niños tendrán ciudadanía en el cielo.

Tengo una pregunta: ¿De dónde es tu ciudadanía? Pues, en los dos meses en que la Iglesia Luterana Divino Salvador ha estado aquí en el Doral, ha venido gente de más que veinte países del mundo entero. Y de esas personas, muchos ya tienen ciudadanía aquí en los estados unidos, mientras otros están aquí como residentes permanentes o con visas temporales, manteniendo su ciudadanía en su país natal. Pero vuelvo a preguntar: ¿De dónde es tu ciudadanía? Voy a leer de nuevo el evangelio para esta mañana de San Marcos capítulo 10, porque Cristo aquí nos habla de cómo uno puede recibir ciudadanía en el reino de Dios...

I. Todo niño que cree

Fíjense que Jesucristo aquí está en lo último de su ministerio aquí en el mundo. Pronto emprenderá su jornada de lágrimas hacia Jerusalén, hacia Calvario, hacia la cruz para morir en ella por nuestros pecados. Pero en este capítulo, el Señor sigue instruyendo a sus discípulos en cuanto al “reino de Dios.” Y bueno, al escuchar la frase: “reino de Dios”, ¿en qué piensas? Se piensa inmediatamente en el cielo, ¿verdad? Pero cuando la Biblia habla del reino de Dios, se refiere a más que el cielo, porque el reino de Dios también está aquí dentro de nosotros. O sea, sencillamente, el reino de Dios es el reinado de Cristo en el cielo y en los corazones de todos los que creen en él. En el cielo veremos perfectamente el reino de Dios, pero como quiera, aquí en el mundo Dios también está reinando entre nosotros.

Entonces, nos preguntamos, ¿cómo obtener un lugar en este reino de Dios, o sea, ser ciudadano de él? Y vemos aquí en el texto: Todos los niños que creen y todos los que creen como niños son ciudadanos del reino de Dios. Todos los niños que creen y todos los que creen como niños...

Pues, vemos aquí que Dios quiere que aun los niños se salven. Pero eso no es algo nuevo, desde el principio Dios ha querido que todos sean salvos y que vengan al conocimiento de la verdad. Y es por eso que Cristo estaba tan indignado, tan molesto con sus discípulos cuando no dejaron que los niños se acercaran a él.

Parece ser que los discípulos pensaban que Cristo tenía cosas más importantes por hacer. Y entonces, ¿para qué molestar al gran Mesías con unos niños chillones? Es que todavía no entendieron muy bien por qué él había venido al mundo y no entenderían completamente hasta que Cristo resucitara de entre los muertos. Lo que pasa es que todas las almas: las de los adultos, los niños, los bebés, los jóvenes – todas importan a Dios.

Además, Cristo sabía que estos niños lo necesitaban, así como nosotros los adultos, porque los niños también son pecadores. Fíjense que muchos piensan que cuando Jesús dice que “el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”, que está diciendo que los niños son de alguna forma mejores que nosotros, que son más inocentes y más cercas a Dios. Pero hay que tener cuidado, porque esto no es lo que Cristo está diciendo aquí. El rey David nos recuerda en el Salmo 51 de que desde el momento de nuestra concepción hemos tenido pecado. San Pablo nos dice que todos (incluyendo los más pequeños) han pecado y están destituidos (o sea, separados) de la gloria de Dios. Los bebés, los niños pequeños no son tan inocentes. Pues lo podemos ver al poner a dos bebés o dos niños juntos en un cuarto con un solo juguete. ¿Qué va a pasar? Sin duda que van a pelear. Porque los niños son egoístas, se enojan, y mienten así como los adultos.

Y es por eso que Cristo se preocupaba por ellos, porque tenían necesidad de él. Las palabras: El que creyere y fuere bautizado será salvo, más el que no creyere será condenado aplica también a los niños y bebés. Son pecadores que necesitan un Salvador. Jesucristo es ese Salvador. Y reciben a él por medio de la fe, es decir, que solamente pueden ser ciudadanos del reino de Dios al creer en él.

Pero, pastor, ¿cómo puede creer un bebé que aun ni puede hablar? Parece ser imposible porque no tienen la capacidad mental para hacerlo, ¿verdad? Pues Cristo nos dice en este mismo capítulo de Marcos: Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios. O como vimos en la segunda lectura para esta mañana, la fe no proviene de la razón humana, o sea, de nuestra capacidad mental, sino que es dada por Dios por medio de un mensaje que al mundo parece ser locura.

Pues, en su misericordia y poder, Dios da la fe a los bebés por medio del Santo Bautismo. No podemos ver cómo llega esa fe a su corazón, pero sabemos que por medio del agua y la Palabra, el Espíritu Santo entra en sus corazones. Por eso es tan importante bautizar a los bebés. No se debe de esperar, porque por medio de este sacramento, Dios les da la fe, y por medio de esa fe, reciben ciudadanía en su reino y entrada en el cielo.

Pero el deber de los papás no se termina con el solo bautizar a los niños. Antes de ascender al cielo Cristo nos mandó bautizar a todos las naciones en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y también enseñarles todas las cosas que nos ha mandado. Tenemos la responsabilidad de criar a nuestros hijos en la Palabra de Dios. Pues, es como una planta. Si recibes de regalo una planta y lo riegas ese día pero nunca más, ¿qué va a pasar con esa planta? Si no les damos a nuestros hijos el agua espiritual de la Palabra de Dios, pueden perder la fe que tienen, o al menos estar muy débiles para enfrentar todas las tentaciones que los niños y los jóvenes enfrentan hoy en día...y son muchas tentaciones.

Por eso es tan importante que traigan a sus hijos los domingos para que reciban el alimento espiritual de la Palabra en los cultos y también en la Escuela Dominical. Por eso es tan importante que lean las historias bíblicas a sus hijos en casa y que hablan con ellos acerca de Dios, porque, otra vez, es la responsabilidad de los padres criar a sus hijos en la disciplina e instrucción de Dios. Si no lo hacemos, estamos actuando como los discípulos que no dejaron que los niños fueran a Jesús. Y bueno, vimos como Cristo se molestó con ellos, ¿verdad?

Pues, nuestros hijos necesitan la fuerza que viene de esta palabra porque se van a enfrentar con muchas tentaciones y decisiones difíciles en este mundo pecaminoso. Si no los preparamos, si no les damos la fuerza que viene de la Palabra de Dios, estamos enviándolos como ovejas a los lobos. Pero por otro lado, si los criamos en la Palabra, van a tener fuerza contra las tentaciones y aun más, van a tener ciudadanía en el reino de Dios.

II. Todo que cree como niño

Pero aquí dice también que todos los que creen como un niño también recibirán entrada en el reino de Dios. Y, ¿cómo cree un niño?

Pues, lo vemos cuando están con sus papás. Cuando un niño está con su papá, no se preocupa por nada. Un niño nunca se preocupa por los recibos mensuales o por si va a tener ropa o comida, porque confía completamente en sus papás que proveerán todo. Ellos nada más disfrutan la vida con la plena confianza en el cuidado que les otorgan sus papás.

Así es como Dios quiere que confiemos en él. Pues, vimos la semana pasada cuando Kevin se dejó caer para atrás, que la fe es la confianza de que Dios nos va a sostener aunque no lo vemos. Dios quiere que nos dejemos caer para atrás en sus manos poderosas, sin preocuparnos por nada porque él siempre proveerá, siempre nos cuidará.

Otro aspecto de la fe que demuestran los niños es que no le da pena hablar de su fe. Un niño no se preocupa por lo que piensa la gente. Te dice: “Oiga señor, Jesús me ama.” Pero por otro lado, nosotros como adultos muchas veces escuchamos la voz del diablo que nos dice: “Mejor que no digas nada. Que pena. Se van a reír de ti o pensar que eres extraño.” El niño no se preocupa por tales cosas, ¿verdad? Y Dios quiere que seamos iguales a ellos en eso.

Pues, que confiemos en nuestro Salvador Jesucristo enteramente como un niño, dejando todo en sus manos y que compartamos nuestra fe sin temor y vergüenza, porque Dios nos ha recibido en su reino. Por la fe que Dios nos ha dado por medio del bautismo y su Palabra, recibimos la ciudadanía que Cristo ganó por nosotros en la cruz. Somos parte del pueblo de Dios: como adultos y niños, hombres y mujeres, blancos y negros, hispanos y asiáticos. Todos los que creen en él tienen entrada en el cielo por medio de Jesucristo.

Entonces, hermanos, que los niños nos importen tanto como le importan a Cristo. Que los bauticemos e instruyamos en la Palabra de Dios para que creyendo en él, ellos puedan tener y mantener su ciudadanía en el cielo. Y que nosotros también aprendamos de ellos como dejar todo en las manos de Dios, como dejarnos caer para atrás confiando que las manos poderosas de nuestro Dios nos sostendrán. Y finalmente, que compartamos este amor de Jesús, sin temor y pena, como un niño. Entonces, hagamos todo esto para agradecer a Dios, el cual nos ha dado ciudadanía en el cielo. Amén.